Aprender a meditar puede traernos muchos beneficios, entre ellos nos puede liberar de huir compulsivamente de nuestras emociones (o hundirnos en ellas) y, en cambio, ayudarnos a aprender a sostenerlas constructivamente.
Hay muchas maneras de meditar, y muchas maneras de entender la meditación. Una de las maneras de entender la meditación en occidente, es pensar que sea una técnica que nos va a traer paz, relajación y un estado de calma mental donde los pensamientos desaparecen. Esta concepción, en mi opinión, nos trae muchos problemas. La meditación es una práctica milenaria que podemos encontrar en casi todas las culturas antiguas. La meditación que conocemos en occidente como Mindfulness es una práctica preliminar dentro del camino de la filosofía Budista. Su nombre, en Sánscrito o Pali, Vipassana, quiere decir "Ver las cosas como realmente son", algo que nos hace entrever que su propósito no es necesariamente hacernos conseguir un estado de calma y paz, sino ayudarnos a observar la realidad, tal y como es. Así, nos puede enseñar es algo muy valioso: aprender a sostener nuestras emociones y no reaccionar de manera descontrolada a ellas. Hay algunas cosas importantes a tener en cuenta. Ver las cosas como realmente son Una de las enseñanzas más importantes de la tradición Budista es la práctica de alejarnos de los impulsos de rechazar lo que no nos gusta y aferrarnos a lo que nos gusta, para desarrollar una actitud de ecuanimidad. Esta actitud es bastante contraria a la que se suele tener en occidente, donde estamos constantemente intentando huir de las cosas incómodas y donde los mandatos culturales se traducen en "Be happy" o "No hagas nada que no te hace feliz". Estos mensajes son muy clásicos en la cultura capitalista que nos quiere vender comodidad a cada esquina, haciéndonos percibir la incomodidad como algo "malo", "equivocado", o incluso como un "fracaso". Aun cuando esta misma cultura genera mucha incomodidad, en forma de precariedad, desigualdad, explotación, alienación, estrés, ansiedad, destrucción medioambiental y guerra, nos quiere vender esta quimera de la felicidad sencilla y fácil, que debería poder ser nuestra si hiciéramos las cosas bien. Tal vez sea por esto, que incluso en la meditación, cuando las personas no consiguen alcanzar un estado de paz y relajación, suelen pensar que es porque no están haciendo las cosas bien, en lugar de pensar que tal vez, la incomodidad y el malestar que están sintiendo es una manifestación de la realidad, y que no es algo "malo". El Budismo reconoció hace miles de años que la vida está llena de todo tipo de experiencias y emociones, algunas bastante desagradables, además de inevitables y que, si no aprendemos a aceptarlas, estaremos constantemente atrapadas en una lucha en contra de la realidad. Por esto, en lugar de huir de la incomodidad, el Budismo nos propone aprender a sostenerla y encontrar paz en ella. Ver las cosas como realmente son, quiere decir abrirnos a percibir nuestro malestar en lugar de taparlo, ignorarlo, hundirnos o distraernos de él. Es un acto de coraje y honestidad que nos permite encontrar el camino medio de la ecuanimidad. Suavizar los pensamientos Dejar de pensar es fisiológicamente imposible para los seres humanos. Por esto, el Budismo no nos anima a ir en contra de nuestros pensamientos, o buscar que desaparezcan, sino de aceptar su presencia y aprender a no invertir nuestra energía en ellos. Esta práctica es particularmente desafiante porque solemos identificarnos mucho con nuestros pensamientos, tomando su contenido muy en serio. Tal vez nos sirve recordar que la mayor parte de nuestros pensamientos son, o bien aleatorios, o bien habituales, en otras palabras, no nos están trayendo mucha información nueva, por lo que, prestar mucha atención a estos tipos de pensamientos no nos sirve para encontrar nuevos caminos. Nuestras emociones se alimentan de pensamientos. Cuando tenemos pensamientos que nos hacen percibir la realidad de una manera hostil, sin esperanza, centrándonos en juicios y críticas, es difícil que nuestras emociones puedan ser agradables. Al mismo tiempos, sustituir nuestros pensamientos con otros, más positivos, tampoco sirve de mucho si lo hacemos para tapar e ir en contra de los pensamientos negativos que tenemos. Además, hay veces en las que las cosas son, efectivamente, duras y, por lo tanto, nuestros pensamientos tampoco son muy descabellados. Sería una forma de violencia, por ejemplo, querer tener pensamientos de paz y armonía cuando, estamos en duelo o hemos sufrido una agresión o una injusticia. Hay algunos pensamientos en concreto que son muy poco útiles a la hora de gestionar las emociones, y son aquellos pensamientos que catalogan las emociones en positivas y negativas. Otra vez, nos encontramos con un mandato cultural binario, que pretende excluir una parte de la realidad, de la experiencia humana, como algo que "no debería ser". Las emociones, todas ellas, tienen un propósito muy concreto e imprescindible: alertarnos sobre como nuestro entorno nos está afectando, para motivarnos a hacer algo al respecto. Algunas emociones pueden ser más incómodas que otras, pero ninguna es negativa. La rabia nos sirve para protegernos, la tristeza para recogernos, el asco para alejarnos, el miedo para discernir. Sin ellas, solo podemos intentar abordar la vida desde un lugar conceptual, racional y abstracto. Por lo tanto, los pensamientos que se ponen en contra de las emociones diciendo "No deberías sentirte así", son pensamientos que nos complican el camino, en lugar de facilitarlo. La práctica de la meditación nos invita a observar nuestros pensamientos y decir: "Estoy teniendo este pensamiento." Es una manera de ver las cosas como son. No me tiene que gustar el pensamiento ni tengo que estar de acuerdo o actuar sobre ello, pero no reconocer que este pensamiento existe, sería un acto de negacionismo. A partir de este reconocimiento, podemos observar el efecto de este pensamiento, su origen, su utilidad y, tal vez, en el medio de este proceso, se genera un pensamiento nuevo que nos abre el camino a otra manera de ver y sentir las cosas. Volver al cuerpo Si no queremos invertir mucha energía en los pensamientos estériles y repetitivos, necesitamos otro lugar a donde poner la atención. Por esta razón, la práctica de la meditación muchas veces nos invita a prestar atención a la respiración. También podemos prestar atención a otras sensaciones corporales, ya que nuestras emociones se manifiestan de esta manera. Si empezamos a prestar atención a la emoción diciendo: "Estoy sintiendo esta emoción. No es muy agradable y aun así voy a quedarme aquí con ella un ratito, a ver qué me cuenta", tal vez empezamos a crear un espacio entre la emoción y la reacción. Ahora podemos empezar a observar qué efecto tiene la emoción, qué mecanismo utilizamos para protegernos de ella, qué pensamientos la alimentan, qué necesidades hay detrás, etc. En este sentido, no hay emociones negativas ni tóxicas, solo emociones que vienen a decirnos cómo las cosas nos están impactando, nos guste o no nos guste. Esta también es una manera de ver las cosas como realmente son. Reconocer una emoción, como reconocer un pensamiento, no quiere decir tomárnoslos como si fueran verdades absolutas, tampoco quiere decir actuar sobre ellos. Sentir y reconocer mi rabia no quiere decir que vaya expresándola de manera descontrolada, simplemente quiere decir que no intento negar la realidad de mi enfado. No voy a fingir, ni a intentar convencerme de que no estoy enfadada, no me voy a culpar ni a castigar. ¿Qué otras opciones hay? Traer curiosidad La curiosidad es nuestra gran aliada en este proceso. Si, en lugar de juzgar y criticar nuestras emociones, nos podemos sentar con ellas con algo de curiosidad, se puede abrir un diálogo muy constructivo entre la emoción y el intelecto, donde es posible que aparezca la comprensión, la compasión y donde vamos a tener el tiempo y el espacio de formular una respuesta, en lugar de actuar de forma compulsiva. La emoción viene a traernos información que es importante tener en cuenta, pero esto no quiere decir que tengamos que actuar sobre ella impulsivamente. Tampoco quiere decir que nuestra emoción siempre sea una guía fiable para interpretar la realidad, pero sí para saber cómo la realidad nos está impactando. De esta manera aprendemos, poco a poco, a amistarnos con nuestras emociones, incluso cuando son desagradables, y nos permitimos tiempo y espacio para dialogar con ellas. En este diálogo se produce una conexión más íntima con nosotras mismas y nos liberamos de la compulsión, de huir de nuestras emociones con la adicción, la depresión y la disociación. Si quieres escuchar una meditación guiada para acompañarte en este camino, puedes acceder aquí. Te agradezco muchísimo compartir este artículo si te ha parecido útil. También, te invito a participar en el próximo seminario online que ofreceré el 17 de mayo, de 11.00 a 14.00 (hora española) , donde aprenderemos algunas prácticas específicas para empezar en el camino de la meditación y la gestión emocional.
0 Comments
La autoestima es un concepto muy presente en el ámbito del crecimiento personal, con una multitud de recursos dedicados a enseñarnos cómo aumentarla.
¿Cuál es tu manera de entender la autoestima y cómo valorarías el nivel de autoestima que sientes hacia ti misma? En general definimos como autoestima el conjunto de creencias que tenemos sobre nuestra propia valía, y la manera concreta que tenemos de hablarnos y acompañaros en el día a día. De por sí, este concepto no es problemático, ya que su intención es ofrecernos una relación más amable con nosotras mismas, a la vez, hay ciertos mecanismos culturales y sociales que pueden interferir con este propósito. La condicionalidad de la pertenencia La pertenencia es una necesidad fundamental para todos seres humanos, ya que nuestra biología nos define como mamíferos, y por lo tanto sociales y gregarios. La construcción de nuestra identidad se desarrolla en un delicado proceso de interacciones con los miembros de nuestra "tribu", nuestro entorno social. Desde muy pequeñas, nos encontramos con toda una serie de normas y expectativas que nos guían en este proceso y nos dan referencias sobre quienes somos, lo que se espera de nosotras y lo que podemos esperar de las demás personas. Este proceso es necesario para generar cohesión y coherencia en el grupo social en el que nos encontramos, sin embargo, las sociedades occidentales tienden a generar normas bastante limitantes que acaban dificultando la percepción de pertenencia e instalando la creencia de que "para pertenecer tengo que demostrar algo". ¿Qué recuerdas de las normas y mensajes, directos o indirectos, que te llegaron a lo largo de tu infancia, sobre lo que se esperaba de ti para que pudieras pertenecer en tu entorno familiar y social? ¿Cuántas de estas normas todavía siguen teniendo un efecto sobre tu manera de percibir la pertenencia? En general, son pocas las personas que han tenido la experiencia de pertenecer, de ser aceptadas y valoradas por el mero hecho de existir. Por lo tanto, se ha creado una percepción muy arraigada de la pertenencia como algo condicional, algo que tenemos que ganar y merecer. Por supuesto, la pertenencia se asocia con el amor, el cariño y la seguridad que esperamos encontrar, en primer lugar, en nuestras familias de origen. Ahí es donde se empieza a construir nuestra identidad, y donde se ponen las bases para nuestra relación con nosotras mismas y con las demás personas. Si en nuestras primeras experiencias hemos recibido mensajes reiterados que nos han hecho cuestionar el cariño de nuestras familias, por ejemplo en relación con como se expresaban nuestras emociones, nuestras preferencias y nuestras dificultades, es bastante probable que hayamos internalizado la idea de que "no estoy bien tal y como soy" y que, por lo tanto, hayamos aprendido a considerar el cariño y la pertenencia como algo condicional, algo que solo merecemos si "lo hacemos todo bien", nos esforzamos para ser mejores personas y cumplimos con las expectativas de nuestro entorno. O, también, podemos haber respondido a este tipo de situación construyendo nuestra identidad personal alrededor de la idea de que “yo no necesito pertenecer, ya me va bien estar sola”. Aunque esta pueda parecer una postura característica de una persona independiente, a veces es el resultado de una herida, de la cual intentamos protegernos mediante la autonomía y la independencia. En este caso, ¿en qué se basa nuestra autoestima? Tal vez, justamente en reafirmar nuestra independencia y “invulnerabilidad”. ¿En qué estilo te reconoces más, el que se esfuerza para complacer y demostrar su valía, o en el que apuesta para la independencia? Querernos sin condiciones Podríamos imaginar cómo sería separar la pertenencia del aprendizaje, para acercarnos a un concepto más útil de autoestima. Si la pertenencia fuera un hecho, un supuesto de nuestra existencia, entonces nuestra valía no estaría en cuestión y no estaría vinculada a lo que hacemos y cómo lo hacemos, sino que esto sería el dominio del aprendizaje. La pertenencia sería el suelo inalterable que nos sostiene en cada paso, y el aprendizaje sería el proceso a través del cual ganamos habilidades y competencias para vivir en sociedad. Esta separación es muy útil para entender el tipo de acompañamiento que nos podemos ofrecer, especialmente en los momentos difíciles, cuando nos equivocamos o no somos capaces de alcanzar el mejor resultado. Por un lado, nos podríamos decir: "Te quiero, por el simple hecho de que existes" y, por otro lado, "Veo que necesitas ayuda en aprender (la cosa en cuestión), y voy a intentar apoyarte en ello". Si no hemos tenido este tipo de acompañamiento cuando éramos pequeñas, es posible que no sepamos ofrecernos esta voz amable y sustentadora, y nos convirtamos en nuestras mayores críticas y juezas, justo a la hora de nuestra vulnerabilidad. Desvincular el aprendizaje de la retirada de afecto es un acto que nos libera de la opresión de pensar que “en el fondo algo está mal conmigo y lo tengo que arreglar” o “da igual, nunca voy a encontrar la pertenencia, por mucho que me esfuerce”. Esto nos abre a la posibilidad de aprender por el puro placer de aprender, de hacer la vida más rica y plena, desde un lugar de seguridad interna que no es susceptible a los vientos y perturbaciones que ocurren inevitablemente cuando nos relacionamos con otras personas. Piensa en las cosas que normalmente te recriminas y juzgas de ti. Tal vez alguna cosa que te hubiera gustado hacer de otra manera, alguna limitación que tienes, alguna cosa que te cuesta o alguna vulnerabilidad. Imagina como sería mirarte con cariño, aun con todo esto. ¿Es posible? ¿O algo dentro de ti se resiste, o no sabe como hacerlo? ¿Cómo sería imaginarte una persona sabia, más grande que tú, que te dice: “Veo que te gustaría aprender a…., voy a intentar ayudarte con ello” ? A veces, esta voz, aunque sea amable, no sabe como ayudarnos, y entonces pueden entrar sentimientos de desánimo y confusión. Tal vez nos ayuda buscar referencias externas que nos puedan dar un ejemplo, o que nos puedan dar la ayuda que no sabemos darnos. No caer en la trampa de la autoestima Si no hemos diferenciado entre pertenencia y aprendizaje, puede que nuestro concepto de autoestima sea condicional y que, por lo tanto, estemos atrapadas en el bucle de intentar demostrar que somos merecedoras de amor. Entonces nuestra autoestima se convierte en el premio que obtenemos cuando hacemos las cosas bien. Y cuando no las hacemos bien, o nos castigamos, retirando nuestro propio cariño y reemplazándolo con críticas y juicios, o intentando minimizar nuestros errores para mantener una imagen de éxito. El amor incondicional no intenta maquillar nuestras limitaciones y carencias, no intenta distraernos del dolor que se genera cuando vemos que no somos capaces de hacer algo que nos gustaría hacer. El amor incondicional nos quiere independientemente de lo que conseguimos y, a la vez, nos apoya y nos guía para seguir creciendo y aprendiendo. El amor incondicional no tiene miedo de nuestros fracasos, no los esquiva, los aceptas como parte inevitable de la vida y de la imperfección humana. Poder llegar a querernos con todas nuestras limitaciones, errores y vulnerabilidades se convierte en una seguridad tan grande que nos permite no tener que defendernos frente a las críticas o quejas externas, sino recibirlas con curiosidad y claridad, teniendo claro lo que podemos aprovechar y lo que podemos dejar ir. También nos permite cierta autosuficiencia afectiva que disminuye la dependencia de recibir reconocimiento y aprobación externa. Es tal vez el regalo más grande que nos podemos hacer, convertirnos en nuestras mejores amigas y saber que nunca nos vamos a abandonar, pase lo que pase. Recuerda que tienes 5€ de descuento para el próximo seminario online "Más allá de la autoestima", el 12 de abril 2025, de 11.00 a 14.00. Toda la información aquí. Me encantará leer tus comentarios y reflexiones aquí abajo. |
AuthorWrite something about yourself. No need to be fancy, just an overview. ArchivesCategories |