Las emociones nos desafían constantemente por su capacidad de afectarnos profundamente, nos guste o no. Cuando hablamos de ellas, muchas veces utilizamos palabras como "controlar" o "gestionar", en lugar de plantearnos la posibilidad de "escuchar" o "acompañar". Las emociones tienen un propósito Todas emociones, agradables o desagradables, tienen un propósito evolutivo muy importante: hacernos saber cómo una situación nos está impactando. Esta información es necesaria para poder elaborar una respuesta adecuada. Evidentemente, la emoción no es la única información que deberíamos tener en cuenta, a la vez es una pieza ineludible, ya que, nos guste o no nos guste, estará afectando nuestras decisiones y reacciones. La relación entre intelecto y emoción La otra pieza importante para elaborar respuestas adecuadas a una situación es el uso del intelecto, sin embargo, intelecto y emoción deberían trabajar juntos como miembros del mismo equipo, y no ir el uno en contra de la otra. Cuando esto ocurre, se produce una situación de ruptura interna que nos genera bastante malestar, ya que nos encontramos en conflicto con nosotras mismas. Interferencia en la relación entre intelecto y emoción Esta relación de colaboración entre intelecto y emoción se ve amenazada por muchos frentes. Por un lado, vivimos en una cultura que privilegia el intelecto y desvalora la emoción, dando al intelecto un rol de mando que, en realidad, no tiene, ya que al final, la emoción tiene un impacto bastante más grande en nuestras decisiones. En este sentido, el intelecto se convierte en una fuerza que intenta suprimir, desviar, negar o trivializar la emoción en lugar de trabajar con ella. Por otro lado, algunas emociones generan sensaciones muy desagradables en el cuerpo, cosa que pone en marcha unos mecanismos fisiológicos de defensa. Un ejemplo muy claro de esto es el nudo en la garganta que aparece cuando nos sentimos tristes, vulnerables o enfadadas. Otras reacciones, como la vergüenza, el cansancio o la apatía, también pueden ser parte de estos mecanismos que intentan tapar la emoción. Huir de las emociones tiene un coste Cuando se ponen en marcha los mecanismos defensivos, de forma consciente o inconsciente, la emoción no puede cumplir su función y esto tiene el efecto de hacernos sentir desconectadas, confusas, desbordadas o bloqueadas. También esta huida puede traducirse en ansiedad, depresión, adicciones y comportamientos compulsivos-obsesivos. Aprender a sostener las emociones Para poder recuperar una relación auténtica y creativa con nosotras mismas, necesitamos reparar esta ruptura entre intelecto y emoción. Esto se puede hacer empezando a identificar todos los mecanismos con los que nos defendemos y ayudando el intelecto y el cuerpo a "quedarse" con la emoción. Necesitamos aprender recursos somáticos para aumentar la capacidad del cuerpo de tolerar y no disociarse mientras transita la emoción, y también necesitamos enseñar al intelecto como convertirse en un descodificador de la emoción, en lugar de actuar como un juez o un adolescente rebelde. Si te interesa profundizar más en este enfoque, te invito a participar en el próximo seminario online que ofreceré el 14 de diciembre 2024. Aquí encontrarás toda la información.
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