Nos hemos acostumbrado a vivir en un entorno cultural que nos propone métodos y pautas para aprender a relajarnos, sin tal vez tener en cuenta que la relajación es algo completamente innato al organismo, algo que no debería necesitar ser aprendido. Pensar que tenemos que aprender a relajarnos puede reforzar la idea que el estado natural del organismo sea uno de no relajación y que la relajación sea algo ajeno que se tiene que aprender como ir en bicicleta. Pero esto normaliza el estado de no relajación, que es, en mi opinión, parte del problema en el que nos encontramos hoy en día.
La relajación es nuestra esencia Si piensas en un grupo de chimpancés ¿qué imagen te viene a la mente? O, si piensas en un grupo de personas pertenecientes a una comunidad indigena, todavía vinculados con su tierra y sus costumbres ¿cómo te las imaginas? Incluso si pienso en mis abuelos, que no tuvieron una vida muy fácil, los recuerdo, y los imagino de jóvenes, pasando los ratos que podían charlando con sus familiares o amigos, jugando a cartas, paseando o leyendo. Relajación no quiere necesariamente decir falta de actividad, es más bien el estado desde el cual entramos en acción. Los organismos vivos tienen ciertas características en común: quieren reproducirse de alguna manera e interactúan con sus entornos para obtener los recursos que les permitan mantenerse en vida hasta llegar, por lo menos, al punto de reproducirse. Para poder alcanzar estos objetivos, un organismo necesita estar en un estado de relativo equilibrio, o homeostasis, donde todas las funciones vitales puedan ocurrir sin demasiada interferencia. Podríamos llamar este estado de homeostasis relajación o paz. El organismo humano también busca naturalmente este equilibrio, en un diálogo constante con su entorno. un diálogo cuyo lenguaje son las impresiones sensoriales externas e internas. Cuando el entorno nos ofrece estímulos e información que transmite un mensaje de paz y seguridad, el organismo naturalmente se orienta hacia la relajación. Si has tenido la oportunidad de observar un bebé o niña pequeña, entre 0 y 3 años, tal vez te habrás percatado del exquisito estado de relajación de su cuerpo, aunque en el medio de la actividad. La musculatura permanece blanda, haciendo el esfuerzo mínimo necesario para realizar las acciones elegidas, la cara se mantiene abierta y suave, los ojos atentos y curiosos, las emociones frescas y móviles. Esto es, por supuesto, si el entorno propicia suficiente paz y seguridad. Interferencias en nuestra esencia ¿Cuándo fue la primera vez que fuiste consciente de estar en un estado de estrés? Para algunas personas, desafortunadamente, esta experiencia vino muy pronto, tal vez incluso al nacer. Transitar un estado de estrés no es, de por si, algo negativo, siempre y cuando el organismo tenga suficiente tiempo y oportunidades para recuperarse después. Esta recuperación incluye todos los aspectos del ser humano: cognitivo, emocional y corporal. Si el entorno no favorece esta recuperación, porqué los estímulos estresantes permanecen, porqué no hay suficiente tiempo o porque no hay un acompañamiento cariñoso y empático, el organismo poco a poco va perdiendo su capacidad de orientarse hacia la relajación y empieza a generar estrategias adaptativas a la situación de estrés permanente. Estas estrategias buscan alivio y descanso pero de una manera poco congenial para el organismo, por ejemplo: utilizando sustancias como el tabaco, la comida, el café, el azúcar, las sustancias psicotrópicas; o a través de comportamientos como la búsqueda del riesgo, de la sobreestimulación, el colapso, la desconexión. Es importante que podamos ver tods estas estrategias como un intento desesperado de nuestro organismo de buscar algo que ya no sabe como encontrar. La cultura del esfuerzo En los últimos 100 años, o más, un tema general de nuestra sociedad ha sido el desarrollo de la tecnología para supuestamente liberarnos del trabajo manual, lo cual nos daría más tiempo para disfrutar y relajarnos. ¿Qué te parece el experimento, ha sido exitoso? Es paradójico, desde mi punto de vista, escuchar que una de las quejas más frecuentes en las personas que viven en las sociedades "desarrolladas" es la de no tener tiempo. Los niveles de estrés, ansiedad y depresión parecen estar a niveles sin precedentes, entre muchas otras dolencias. Nuestra sociedad promete grandes recompensas a quien está preparado para esforzarse mucho, en la línea del famoso sueño americano. Incluso las personas que hemos intentado desvincularnos de este modelo para redimensionar nuestras vidas, reduciendo nuestras expectativas de ganancias materiales, nos vemos afectadas por la mentalidad del esfuerzo en aspectos más sutiles. Un ejemplo de esto sería la incapacidad de parar y descansar porque tenemos la sensación de que "debería estar haciendo algo" aunque no sepamos qué. Es como si nuestro sistema nervioso se hubiese quedado atrapado en "on", considerando de valor únicamente las actividades que producen algo, aunque sea intangible como "la iluminación". Estamos muy condicionadas hacia la idea de lograr, cumplir, alcanzar, mejorar, desarrollar, y esto no nos permite descansar. Recuperar la relajación ¿Por dónde podemos empezar? Muchas veces, el mejor lugar es el más cercano, en este caso, nuestra mente. Relajarse no es equivalente a no hacer nada. ¿Cuántas veces estamos tumbadas en el sofá o en la playa y aún así todo el cuerpo está en tensión? Para poder ofrecernos la posibilidad de relajarnos necesitamos calmar la mente primero. Podemos aprender a reconocer las señales de nuestra agitación en los pensamientos que nos empujan a permanecer en acción, en alerta, en urgencia. La exigencia es una modalidad que podemos aprender a suavizar cada vez que aparece. "¿Y si no lo hago, qué pasa?" Sería una buena pregunta a hacernos cuando vemos que estamos priorizando la acción sobre el cuidado de nuestro ritmo. Esto no quiere decir irnos al otro extremo y convertirnos en personas perezosas y descuidadas, quiere decir aprender a encontrar el equilibrio. Fundamentalmente, el mensaje que podemos empezar a contemplar sería: "Soy suficiente, con mis limitaciones y faltas, soy digna de vivir mi vida con suavidad y cariño.". Desde este lugar, todo lo que nos proponemos hacer tiene otro sabor, es un añadido, algo que elegimos desde la amplitud y el deseo de enriquecer, no desde la ansiedad de llenar una carencia. El cuerpo, entonces, puede empezar a recuperar sus ritmos: descansar cuando tiene sueño, comer cuando tiene hambre, movilizarse cuando tiene energía. Escuchar los mensajes del cuerpo es fundamental en recuperar nuestra capacidad de relajarnos, y confiar en la sabiduría de nuestro organismo. Aprender a escuchar nuestra musculatura e invitarla a hacerse más blanda, escuchar nuestras vísceras y aprender a traer suavidad, escuchar nuestra respiración y permitir la amplitud y la exhalación. Todos estos son caminos hacia la recuperación de nuestra capacidad innata de estar en paz con nosotras mismas. Este artículo es un extracto desde el módulo de Julio del curso Cuid-arte, una propuesta que te invita a explorar distintos temas relacionados con el bienestar a través de artículos, meditaciones, ejercicios y poesias. Si quieres saber más ssobre esta propuesta haz click aquí.
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Desde mi punto de vista, el crecimiento personal y la política van de la mano.
¿Para qué queremos desarrollarnos como personas? En general, para sentirnos mejor con nosotras mismas y con las demás personas. Encontrar maneras saludables de relacionarnos es, aunque no lo parezca mucho, el propósito fundamental de nuestra organización social. Hacer política debería querer decir saber encontrar maneras saludables de crear relaciones entre personas con necesidades y estrategias muy distintas. Hacer política debería ser, en mi opinión, un ejercicio de empatía, creatividad y mediación. Pero, en la realidad, es todo lo contrario. Tal vez recuerdas estudiar los romanos en la escuela. El imperio tan devastador que nos trajo, entre otras cosas, el circo. En este espacio de supuesto entretenimiento, algunos esclavos se ganaban su única y penosa oportunidad de libertad a través de un combate a muerte entre ellos, mientras los otros miembros de una sociedad altamente opresiva, descargában sus emociones de frustración y privación de derechos en el espantoso voyeurismo de tal espectáculo. No me parece que la situación haya cambiado mucho. En las últimas semanas he prestado una atención esporádica y francamente demoledora a los discursos electorales, y me he preguntado ¿Qué entendemos por democracia? La lucha a muerte entre gladiadores, cuya única expectativa es la destrucción del otro. Ganar la batalla, aniquilar al oponente. Y todas nosotras ahí mirando, animando y aplaudiendo a nuestro gladiador preferido. Un circo, un partido de fútbol. Tal vez nos olvidamos que lo que estamos viendo es la miserable muestra de nuestra incapacidad, como cultura y sociedad, de evolucionar hacia relaciones basadas en la comprensión y la colaboración. La victoria del Partido Popular en Madrid se ha analizado de mil maneras. Como se hace con los partidos de fútbol, se ha analizado la estrategia de cada equipo. Nadie pone en cuestión que tal vez no deberíamos hacer política como si se tratara de un partido de fútbol. Si la democracia quiere decir una lucha para ver quien tiene el derecho de imponer sus estrategias sobre otras personas, sin tener que prestar la más mínima atención a sus necesidades, preferencias y peticiones, yo, personalmente, no tengo ningún interés en ella. Estoy cansada, desanimada, asustada y profundamente frustrada con este circo. Estoy cansada de escuchar nuestros supuestos representantes tomar la palabra en un espacio que debería ser de negociación y colaboración, para insultarse, humillarse y atacarse en un intercambio totalmente estéril. Lo más frustrante es ver como los representantes de partidos que se declaran progresistas, a favor de la tolerancia, la inclusión y la multiculturalidad, juegan exactamente según las mismas reglas, no traen nada nuevo, no ejemplifican ninguno de los valores que declaran en sus manifiestos. Siguen con la retórica de siempre. Es aplastador ver que, al día de hoy, con las cuestiones complejas que tenemos que enfrentar en la convivencia planetaria, no sabemos hacer nada más que pelearnos. No me convence tampoco la narrativa de : "Con ellos no se puede hablar", "Ellos no se merecen un espacio, una plataforma". No creo que se pueda combatir al racismo, la codicia, la intolerancia y la rigidez simplemente diciendo: "Vosotros no deberíais existir y no tenéis un lugar aquí". ¿Qué esperamos de este discurso? ¿De verdad pensamos que el otro bando dirá "ah, pues vale, nos vamos."? ¿Qué nivel de esfuerzo y represión se tiene que ejercer para mantener estas ideologías fuera de los espacios comunes? Si realmente fuéramos un poquito más coherentes con nuestros valores haríamos el esfuerzo de entender de dónde vienen ciertas posturas, qué necesidades hay detrás, qué creencias, experiencias y referencias las han formado. Y haríamos el esfuerzo de encontrar respuestas que puedan contemplar las necesidades ajenas. Cuando una representante de un partido de derecha dice: "Quiero elegir a quien invito a mi casa", con referencia a las políticas sobre la immigración ¿no podríamos recoger ahí una preocupación legítima sin tacharla de fascismo y de odio? No podríamos decir, "Entiendo que esto te preocupe, no es tan sencillo lidiar con esta situación. Quiero cuidar de estas necesidades de seguridad y a la vez ofrecer ayuda y apoyo a personas que vienen de entornos más desfavorecidos. ¿Cómo lo podríamos hacer juntes?". Presta atención a la voz en tu cabeza que dice: "Ay, qué ingenua esta Tatiana." Esta voz te dice que no es posible salir del paradigma de la lucha. Tal vez sea ingenua, pero cómo me gustaría probar a responder de esta manera y ver qué pasa en lugar de hacer lo de siempre. Estoy desilusionada con la política y a la vez no me convence la posición abstencionista. Pensar que sea posible abstraernos del contexto colectivo y vivir en una burbuja, esto sí que me parece muy ingenuo. El abstencionismo es el privilegio de quien no tiene que vivir en su propia piel las consecuencias de políticas opresivas y de marginalización. ¿Qué podemos hacer para convertir nuestros espacios políticos en lugares de real transformación cultural y social, donde forjar la colaboración y la creatividad para encontrar soluciones que puedan satisfacer el mayor número de necesidades? Para mi, el primer paso, es dejar de normalizar el circo como si fuera politica de verdad. Hoy se celebra el día de las personas trabajadoras. La fecha fue elegida en 1889 por el Congreso Marxista Internacional Socialista, que aprobó una resolución para una "gran manifestación internacional" en apoyo de las demandas de la clase trabajadora por la jornada de 8 horas. Curiosamente, el 1 de Mayo, en las culturas celtas de Europa, era el día de Bealtaine, que marcaba el comienzo de la temporada de verano pastoral, cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos verdes y a las tierras de pasto de las montañas. Un contraste, y cambio, interesantes en nuestra narrativa colectiva. El día de las personas trabajadoras se enmarca dentro de un cambio muy profundo en la cultura y la sociedad: la revolución industrial. Tal vez podríamos celebrar esta fecha haciendo una revisión de este cambio para ver hasta qué punto ha sido realmente favorecedor para la humanidad.
Pertenencia y libertad La revolución industrial ha significado el éxodo masivo de comunidades que hasta entonces vivían, y no de manera idílica, en el campo. No estoy haciendo una apología romántica a la vida campesina. Ser campesino/a en un sistema feudal era muy poco agradable, estoy segura. A la vez, la cultura campesina ofrecía a sus integrantes un rico tapiz de tradiciones, rituales, costumbres que principalmente satisfacían una necesidad muy profunda del ser humano: la pertenencia. Muchas de estas costumbres y tradiciones eran, por supuesto, increíblemente "limitantes" para el individuo, especialmente las mujeres. La liberación del individuo se ha producido a través de la fragmentación de la familia y de la comunidad, empezando una era "nuclear", que está ahora en un punto de culminación. En la realidad que nos rodea, cada individuo se relaciona en gran parte a través de métodos virtuales que producen una extraña conexión aislada. La promesa de la felicidad La promesa de la revolución industrial era una vida más cómoda con mucho más tiempo a nuestra disposición. No sé si parte de esta promesa era también una vida más feliz. Sería oportuno evaluar los resultados en relación a estas promesas, ya que ahora se sigue prometiendo lo mismo con el advento de la Inteligencia Artificial. Como es el caso en todas las situaciones que implican a la humanidad, las cosas no son sencillas. No es fácil hacer una evaluación utilizando categorías simplistas. Las cosas muy raramente son blancas y negras. Sin embargo, una reflexión me parece necesaria. ¿Te consideras feliz? ¿Tienes a tu disposición suficiente tiempo para descansar, cuidarte y cuidar de tus relaciones? ¿Sientes que perteneces a una red que te ofrece sustento, cobijo y sentido? Explorar estas preguntas nos puede llevar a cuestionar profundamente nuestra manera de entender el trabajo y por ende, el contexto social, cultural y económico que lo enmarca. Más allá de una mirada que identifica las grandes carencias en el mundo laboral con respecto a la precariedad, la desigualdad y las oportunidades, podríamos cuestionar el paradigma del trabajo asalariado en el contexto de fragmentación del ser humano. Por supuesto no soy yo la primera a plantear estas preguntas y esta revisión. Afortunadamente hay un movimiento, pequeño pero creciente, de personas que comparten la perspectiva que comparto aquí. La salud mental y el trabajo La cantidad de personas que experimentan los inquietantes síntomas del estrés, ansiedad, insomnio, ataques de pánico etc. está en constante subida. El modelo productivo de nuestra sociedad tiene un efecto profundo en la educación y las relaciones. La exigencia, el esfuerzo, la insatisfacción, ya son rasgos muy arraigados en nuestra psique. El "no parar" se ha convertido en un estilo de vida, incluso para las personas que se consideran más conscientes y dedicadas a un proceso de crecimiento personal. Siempre hay algo que arreglar, algo que podría ser mejor, algo que alcanzar. No nos ofrecimos, la mayoría, descanso y silencio, vacío y aburrimiento, sino huimos de estas cosas, incluso en nuestro "tiempo libre". Esto, además de ser un problema "externo" es un problema muy "interno", de nuestra manera de relacionarnos con nosotras mismas. El impacto que años de educación forzada y trabajo degradante han tenido en nuestra psique es inmenso. Reproducimos estos mismos patrones en nuestro espacio interior, incluso cuando queremos liberarnos de la opresión externa. Repensar el trabajo Por esta razón me parece urgente que, a nivel individual y colectivo, podamos repensar el trabajo, y todo lo que esto conlleva a nivel de fragmentación de nuestra psique, nuestras relaciones y nuestro entorno. Estamos en un punto muy delicado de nuestra historia. No parar, parece cada vez más claro, nos llevará a una colisión. Entonces, además de las luchas sociales que podamos emprender de forma colectiva, me parece necesario revisar esta voz interna que nos exige "hacer" constantemente, que, en nuestro afán de cambiar el mundo y mejorarnos, nos convierte en robots en una cadena de montaje que nunca acaba. Escribo estas palabras desde Menorca, dónde he venido a “trabajar” unos días, ofreciendo un retiro. El otro día, caminando por un acantilado, se me ocurrió esta poesía, la dejo aquí con la esperanza de que te hable. EXIGENTES Todos son exigentes los que no han sido amados: producir, conseguir demonstrar, ganar los demonios que les sacan de la cama y le apresuran el desayuno. No es el coche, el trabajo la casa más bonita. No, esto era lo más fácil. Son las horas sentada en el cojín meditando, bailando con urgencia, leyendo con hambre controlando las calorías, las palabras siempre con la sensación que algo no es suficiente. Siempre con la obligación de ser mejores y mejorar el mundo. Las gaviotas surgen del acantilado como si una mano invisible las hubiera arrojado al aire y otra, las mantuviera ahí apoyadas en la corriente. Te juro que están jugando estas gaviotas no saben lo que es trabajar hicieron un voto a lo invisible y ahora vuelan casi sin mover las alas. Me pregunto si hasta los peces les saltan en la boca. En la lentitud se abre un paisaje rico de información sensorial que nos ofrece la posibilidad de disfrutar. Parece una obviedad pero tal vez nos cuesta recordar que en un ritmo rápido es prácticamente imposible encontrar disfrute y sentir satisfacción. Lentitud y placer Cuando vamos con prisa, con el reloj persiguiéndonos, solo podemos atender a nuestra experiencia de la forma más genérica y resumida. No podemos prestar atención a los detalles, sin embargo, en los detalles está el placer. Lalita Devi, una reclusa que vivió una vida hermética escondida durante años en la naturaleza dijo: “La lentitud es algo universal. Solo nos hemos desacostumbrado a ello. Lentitud, constancia y armonía de movimiento ... y surge nuestra conciencia. El cuerpo comienza a encontrar alegría en cada pequeña cosa. Estamos atentos y despiertos. Sentimos la frescura total y absoluta del mundo. Comunicamos. Abrimos nuestros sentidos a la abundancia del ser ”. En la lentitud empezamos a descifrar los matices sutiles de nuestra percepción, y esto nos proporciona placer. Imagina comer un rico y jugoso melocotón. Lo puedes comer rápidamente, mientras te preparas el desayuno, apresurada por el tiempo y las miles tareas todavía por hacer. O puedes tomarte un tiempo para oler la fragancia del fruto, pasar tus dedos por su sedosa piel, notar su textura, y poco a poco hundir los dientes en la pulpa, percibiendo como esta desprende un abanico de sabores que estallan por tu boca. No hay comparación entre las dos experiencias. Nuestro sistema nervioso es incapaz de procesar demasiados estímulos a la vez y, si se ve obligado a ello, lo que hace es cerrar la puerta. Los sentidos se apagan y nuestra percepción, en lugar de mantenerse abierta y receptiva, se refugia en una evaluación resumida de la información, lo suficiente para seguir adelante pero no para sentir presencia, curiosidad, satisfacción, placer y creatividad. El subversivo arte de ir despacio En el libro “Elogio a la lentitud”, Carl Honre nos dice: “La velocidad puede darte una gran sensación de emoción, y hay un lugar para eso en la vida y en la música, pero tienes que trazar la línea y no siempre usar la velocidad. Es una estupidez beber una copa de vino rápidamente. Y es una estupidez tocar Mozart demasiado rápido ". El bienestar está directamente vinculado con la posibilidad de experimentar, de forma regular y reiterada, momentos de lentitud, donde las metas desaparecen y el foco de la atención está en el proceso, en la calidad y no en la cantidad. Si esto te parece inalcanzable, te animo a encontrar en ti la determinación para insistir en este derecho fundamental de tu organismo. Conviértete en una activista de la lentitud, en tu familia, en tu lugar de trabajo, con tus amistades. Reclama el derecho a terminar una cosa antes de empezar con otra, afirma la belleza de cuidar de los detalles, permite a tu sistema nervioso, intoxicado por un exceso de adrenalina, de recuperarse en la experiencia de pequeños placeres. Este artículo es un extracto del programa "Cuid-arte", un boletín mensual que te ofrece un texto para reflexionar sobre los asuntos importantes del bienestar y desarrollo personal, un audio con una meditación guiada, unas poesías para inspirarte y unas propuestas para poner en práctica las ideas tratadas en tu día a día, con creatividad y cariño hacia ti misma. Si te interesa saber más, ya sabes qué hacer :) Hoy en día podemos encontrar la palabra Mindfulness en muchos lugares, desde clases de yoga a formaciones para empresas. Tal vez no todos sabemos que esta práctica pertenece a la tradición milenaria budista y se entiende como un entrenamiento preliminar a la meditación. Lo que se ha traducido al Ingles con la palabra Mindfulness, recoge dos prácticas meditativas budistas que, en su lenguaje nativo, son Shamata y Vipassana. El propósito de estas dos prácticas es por un lado aprender a estabilizar el funcionamiento de la mente que, por su naturaleza es móvil e inquieta, por otro aprender a observar las cosas de la manera más objetiva posible. Es cierto que uno de los resultados colaterales de estas prácticas puedes ser un cierto estado de relajación pero esto no es su objetivo. De hecho, es muy frecuente que las personas noten algo de resistencia, dispersión, agobio o incluso disociación cuando intentan meditar de esta manera. Meditar no es natural para el organismo Nuestro organismo tiene un objetivo principal que es sobrevivir. Para poder cumplir con este objetivo necesita estar en un estado de atención y receptividad a toda una serie de estímulos que pueden contener información relevante para la seguridad o el peligro. Por esta razón nuestra mente es tan móvil, yendo de una cosa a otra y haciendo miles de conexiones entre un estimulo y el otro. Es su manera de cuidar de nuestra supervivencia. Este mecanismo se ha desarrollado a través de miles de años (nuestro cerebro tiene aproximadamente 100.000 años) en un entorno que, a la par de presentar peligros, también presentaba muchas oportunidades de descanso y seguridad. Esto permitía a nuestro organismo alternar entre momentos de alerta y atención y momentos de descanso y expansión. Todo esto ha cambiado radicalmente en los últimos 200 años, con el aviento de la industrialización, y nuestro organismo todavía no se ha adaptado a esta situación de estimulación y activación constante. Por esta razón, calmar la mente es algo tan sumamente difícil, por un lado porque nuestra fisiología no acompaña y por otro porque vivimos en un entorno demasiado estresante. Obstáculos a la práctica meditativa. La propuesta que nos hace la meditación es muy valiosa y necesaria, si queremos mantener un mínimo de bienestar en esta sociedad tan ajetreada que hemos construido. A la vez, tenemos que entender que no es algo que surge con facilidad y por lo tanto necesita práctica. La actitud con la que practicamos es fundamental para el aprendizaje. Si entramos en la práctica con una exigencia, con una idea preconcebida del resultado que queremos obtener, es muy probable que la experiencia no sea muy satisfactoria. Pensar que para "meditar bien" tenemos que alcanzar un estado donde los pensamientos son ausentes, donde la mente se queda en blanco, puede acabar con haciéndonos sentir muy desanimadxs. Necesitamos reconocer que es prácticamente imposible parar los pensamientos y, consecuentemente, desarrollar una actitud de aceptación y paciencia con esta parte de nuestro funcionamiento. También pretender que la meditación nos traiga relajación y bienestar puede ser un obstáculo. El nombre Vipassana quiere decir "ver las cosas como son", no "ver las cosas como nos gustaría que fueran". Esto nos invita a entrar en la práctica con una actitud abierta y acogedora. Es muy probable que, en el momento de prestar atención a nuestro mundo interno, nos demos cuenta de que hay ahí toda una serie de pensamientos, emociones y sensaciones que no son muy agradables. Normalmente estamos intentando huir y distraernos de todo esto, cuando por fin nos sentamos a meditar , lo empezamos a ver todo, tal y como es. La meditación no debería ser otra manera de evadir la realidad de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones sino un camino para entrar en conexión autentica nuestra experiencia. Aprender a mirarnos con cariño Desde mi punto de vista, el propósito de la meditación es desarrollar la capacidad de sostener lo que encontramos cuando observamos nuestro mundo interno, con cariñó y aceptación. Esto puede traernos relajación, alivio, calma incluso alegría y, a la vez, no es necesariamente un camino simple y directo. Aprender a aceptar todo lo que somos y todo lo que se manifiesta en nuestras emociones, pensamientos y sensaciones corporales, requiere mucha disponibilidad a ser honestas con nostrxs mismxs. También requiere que desarrollemos la capacidad de cuidar de lo que duele, de transformar la voz crítica en una voz amorosa, y que tengamos herramientas para sostener todas las emociones que sacuden nuestro organismo. La meditación se convierte en un camino de auto descubrimiento y cuidado, no en parche o una píldora mágica que nos hace sentir bien. Si esta es nuestra expectativa, podemos acabar pensando que "no lo estamos haciendo bien" o que la meditación no funciona. Si te interesa profundizar más en esto, te invito a participar en este curso online donde crearemos un espacio de práctica para el auto cuidado y el desarrollo. Tatiana Sibilia, facilitadora de Integración Relacional La ansiedad se caracteriza por una sensación de agitación, de opresión en el pecho, respiración corta y pensamientos en bucle. El lema de la ansiedad es "¿Y si....?". Las emociones que suelen acompañar este estado son la inseguridad y el miedo, de hecho, podríamos decir que la ansiedad es más bien una respuesta fisiológica a estas emociones cuando no se resuelven. Frecuentemente intentamos lidiar con la ansiedad con estrategias como la distracción, la relajación y el pensamiento positivo. Si estas son las estrategias que utilizas, me encantaría escuchar como te funcionan. En mi consulta veo los síntomas de la ansiedad muy a menudo y no me sorprende. La ansiedad tiene una dimensión social Sería difícil vivir en este mundo tan marcado por la precariedad, la desigualad, el conflicto y la destrucción medio ambiental sin experimentar miedo e inseguridad. Así que lo primero que normalmente intento trasmitir a mis clientxs es que la ansiedad no es solo un asunto personal sino que, a mi parecer, hoy en día es la señal que nos indica que nuestro mundo ha llegado a unos umbrales que no son tolerables para el sistema nervioso humano. Es una invitación a reconsiderar como estamos organizando nuestra sociedad y nuestra cultura. Dicho esto, también necesitamos encontrar maneras de vivir en este mundo, tal y como es ahora. La relación entre la parte adulta y la parte pequeña de nuestra psique. La inseguridad es una emoción que nos conecta con la vulnerabilidad, vivir en un mundo inestable no es fácil para nuestro sistema nervioso que necesita una sensación de seguridad para poder funcionar bien. A menudo esta experiencia de inseguridad nos conecta con aspectos más inmaduros de nuestro ser: partes de nuestra psique que todavía se perciben como pequeñas, solas, desprotegidas, sin recursos. Intentar abordar estas percepciones desde el intelecto no suele traer muchos resultados porqué las experiencias se viven en el cuerpo, no en el intelecto. Además, en la ansiedad es justamente el miedo vinculado con el futuro lo que más nos afecta y el intelecto es el que genera muchas de estas ideas catastróficas sobre el futuro. Para poder facilitar que nuestra parte más adulta pueda comunicarse con la parte más pequeña, necesitamos calmar el intelecto y pasar por el cuerpo. Ofrecer apoyo. Una práctica valiosa para suavizar la ansiedad nos invita a conectar con ella desde la ternura y el deseo de apoyar. Cuando hay miedo, lo que necesitamos es conectar con nuestra solidez, con el sostén, con la experiencia de conexión. Esto es difícil cuando tenemos una parte muy crítica y exigente que no nos permite estar en contacto con nuestras emociones con este tipo de apertura y aceptación. Necesitamos aprender a ofrecernos espacios de acogida y sostén para que nuestra ansiedad pueda encontrar un lugar donde descansar. Esto es un compromiso que tomamos con nosotrxs mismxs: encontrar el tiempo para atender y cuidar de nuestra ansiedad. En los vídeos aquí abajo te propongo unas prácticas que espero te sirvan para encontrar este espacio de cuidado. Me encantará escuchar tus experiencias con ellas. La idea no es hacerlas cuando ya estamos en una crisis de ansiedad, sino en los momentos de relativa calma, cuando podemos atender a la emoción sin desbordarnos. Esto nos ayuda a construir una fortaleza interna para los momentos más difíciles. También no pretendo decir que con simplemente hacer estas prácticas todos nuestros problemas se van a resolver por arte de magia. El mundo hoy en día nos presenta con desafíos considerables y necesitamos otros recursos también para poderlos afrontar. Si quieres explorar más y encontrar herramientas para suavizar la ansiedad, te invito a reservar una sesión de orientación gratuita conmigo aquí. Deseo que esta práctica te ofrezca un recurso para encontrar más estabilidad y poder seguir cuidando de tu vida con más fortaleza y conexión. Septiembre ha significado, por muchos años de mi vida, la vuelta al cole. Como maestra de primaria, estas fechas siempre me han traído una mezcla de ilusión, energía y melancolía por el aproximarse del Otoño. Este año me alegro profundamente de no ser maestra y no tener que encarar la situación más complicada que jamás pude imaginarme. Me duele pensar en las familias y docentes que se están enfrentando a un panorama lleno de incertidumbre y miedo, frustración e impotencia. Me duele aún más para lxs niñxs, receptores inocentes de un mundo dominado por la incoherencia, las peleas y la tensión. Aún sin estar en la situación, me pregunto ¿qué haría yo si este año tuviera que ser maestra, si fuera madre de niñxs pequeñxs? Comparto aquí estas reflexiones por si pueden aportar algo útil a las personas que sí están en esta situación. El mundo es bueno, el mundo es bello En mi formación de maestra Waldorf, una de las ideas centrales al enfoque pedagógico es la comprensión de las etapas evolutivas del ser humano. Cada etapa se caracteriza por el desarrollo de ciertas habilidades y por la prioridad de ciertas necesidades, experiencias y relaciones. Cada etapa ha de ser abordada, por parte de lxs adultxs, con la conciencia de este desarrollo, para facilitarlo y no entorpecerlo. En la fase de 0 a 6/7 años, resumimos las necesidades de lxs niñxs bajo el lema "El mundo es bueno", en otras palabras, para que el desarrollo ocurra de la manera más armoniosa, se tiene que basar en una percepción de que le mundo es un lugar seguro, agradable y acogedor. Estas percepciones facilitan que el sistema nervioso de lxs niñxs esté libre de ansiedad y preocupación y que, por lo tanto, pueda dedicarse a construir y desarrollar sus capacidades más fundamentales. En la etapa desde 6/7 años hasta los 14 el lema es "El mundo es bello". Esta fase está caracterizada por la primacía del aspecto emocional y social y la necesidad de armonía se traduce en una sensibilidad estética donde el mundo se necesita percibir como "bello". Si la tarea de propiciar estas experiencias siempre ha sido un reto para lxs adultxs, este año me parece de proporciones colosales. Aún así, si entendemos que estas son necesidades evolutivas reales y genuinas del organismo humano, nos vemos convocadxs a responder a este desafío de la mejor manera posible. La idea de que es bueno para lxs niñxs "ver las cosas como son" para prepararse a la realidad, sin mimos, es una idea que, aunque comprensible en su lógica, no parece resultar en adultxs resilientes, abiertxs, colaborativxs y confiadxs sino en personas que, o se han visto sobrepasadas por esta "realidad del mundo" desarrollando toda serie de miedos e inseguridades o se han endurecido a costa de su libertad emocional y su capacidad de formar vínculos de intimidad. El cerebro de lxs niñxs es un cerebro emocional Es muy fácil caer en la idea de que lxs niñxs son versiones más pequeñas de lxs adultxs y que funcionan más o menos de la misma manera. Solemos olvidar, o no sabemos, que el cerebro de lxs niñxs opera de manera muy distinta al nuestro por no haber podido desarrollar todavía todas sus funciones. Su manera de entender la realidad no es lógica, analítica sino emocional, visual y cinestésica. Por esta razón, explicaciones del mundo que se basan en la lógica, el análisis, la relación causa-efecto etc. no son tan "digeribles" por los pequeños cerebros. Las imágenes, las metáforas, los cuentos y las poesías son, por otro lado, maneras mucho más amenas de explicar las cosas, porque hablan en un lenguaje más cercano a la sensibilidad infantil. Pero esto no quiere decir que son tonterías. No quiere decir que vamos a ofrecer una versión simplificada y Disney de la realidad. Quiere decir que vamos a ofrecer una versión que sea lo más nutritiva, asimilable y constructiva para no perjudicar el desarrollo del organismo infantil. Posicionarnos como adultxs Habiendo establecido estas premisas, si fuera maestra este año, mi pregunta sería: "¿Cómo puedo reconciliar la situación actual con las necesidades de lxs niñxs, cómo puedo tejer un abrigo que ofrezca sentido, calor y acogida en mi manera de acompañarles?". No me parecen preguntas fáciles de responder. Me vienen a la mente momentos históricos muy difíciles, como las guerras mundiales, y me pregunto cómo lxs adultxs pudieron acompañar a lxs niñxs en aquel contexto. Me imagino que requiere de una fortaleza inmensa a nivel psicológico y emocional, poder posicionarse como adulta de una manera que protege las necesidades de lxs niñxs, que mantiene la mirada en lo que es bueno y bello en este mundo, que conserva la capacidad de empatizar, de sentir con el corazón abierto todo lo que hay que sentir y mantenerse firme en el propósito de ofrecer seguridad y un espacio libre de las perturbaciones de lxs adultxs. Para poderlo hacer, me parece indispensable que lxs adultxs tengan una red de apoyo a través de la cual poder sostenerse mutuamente. Una comunidad de adultxs capaces de ofrecerse escucha, empatía, reconocimiento, valoración, desahogo, comprensión, compasión y recursos. Esto parece bastante utópico en el escenario que tenemos, tan dividido y polarizado. Lxs adultxs estamos atravesando momentos de enorme frustración, ansiedad, miedo, rabia, confusión, desconcierto e incertidumbre. Nos cuesta crear una visión compartida de la realidad para poder actuar en colaboración y coherencia. Todo aquello que en nuestra sociedad estaba descolgado, basado en injusticias, incoherencias, falsedades, autoritarismo y opresión está ahora plenamente a la vista. La incapacidad de crear una sociedad justa, inclusiva, colaborativa y solidaria es la herencia que ahora amenaza la salud física y emocional de nuestrxs niñxs. Aún así, la situación requiere que sigamos en el intento. Muchas personas reconocen la experiencia de tener hijxs como un llamado a crecer, a desarrollarse, a enfrentarse con las partes oscuras del ser, para poder ser mejores acompañantes y guías. Me parece que la situación actual hace aún más imperativo este propósito. ¿Qué necesitamos desarrollar en nosotrxs para poder favorecer un entorno seguro a pesar de las increíbles dificultades que nos afectan? ¿Qué compromisos necesitamos reforzar para ser agentes de cambio en nuestras comunidades y traer la posibilidad de colaboración, diálogo y coherencia? Siempre he visto la experiencia de cuidar de lxs niñxs, sean hijxs o no, como una actividad social, que nos pone en contacto directo con el mundo y sus retos. Necesitamos crear un mundo habitable para ellxs. Explicar la situación a lxs niñxs Sea cual sea nuestra postura frente a la situación actual, si ponemos la seguridad emocional de lxs niñxs en el centro, tal vez podemos re ubicar nuestro pensamiento lejos de las quejas y las recriminaciones y empezar a actuar de forma constructiva. Podemos tal vez desarrollar un grado de aceptación por el hecho que estamos pasando por un momento muy poco perfecto, agradable y sencillo. Podemos crear un relato que ofrezca un camino viable para lxs niñxs en este caos y desasosiego. Los cuentosmnos pueden sostener para hablar con lxs niñxs y crear unas referencias que nos sirvan para navegar el día a día. Si conseguimos poner de lado (no para siempre sino en nuestro tiempo compartido con ellxs) nuestras opiniones para ofrecer una mirada conciliadora, estamos poniéndonos verdaderamente al servicio del desarrollo de sus capacidades y bienestar. Crear cuentos es una actividad que, tristemente, ha casi desaparecido aún siendo la forma más antigua de trasmitir conocimiento y normas culturales. Este es un momento muy adecuado para volver a ella. Forjar cuentos que sean honestos y que,a la vez, ofrezcan suficiente sustento y seguridad es un regalo que puede hacer la diferencia entre una situación muy traumatizante y una situación difícil. En esta charla que ofrecí en la formación en Integración Relacional para educadorxs hace un par de años, comparto lo que es importante y valioso en los cuentos como herramienta educativa, la puedes escuchar aquí. Reforzar nuestras intenciones Uno de mis propósitos, si fuera maestra ahora, sería crear una red de apoyo, entre mis amistades y compañerxs de trabajo para ofrecerme y ofrecer un espacio de conexión y cuidado. Simplificaría las cosas y reduciría las exigencias lo más posible y me intentaría centrar en lo esencial de mis estabilidad emocional y física. Intentaría forjar vínculos con las familias de lxs niñxs en mi cuidado, para desarrollar estrategias, compartir información, recursos y solidaridad. Intentaría organizarme con otras personas para conseguir traer el bienestar de lxs niñxs al centro de la conversación política y social. Intentaría pensar en estrategias alternativas y creativas para lidiar con el día a día, encontrando mi manera de actuar dentro de un contexto lleno de limitaciones y desafíos. Escribiría cuentos, poesías, dibujaría y me inventaría juegos para compartirlos con lxs niñxs. Me permitiría llorar, gritar, darle puñetazos a la almohada. Me dejaría descansar todo lo que pueda. Lo que quiero hacer, ahora que ya no soy maestra, es ofrecer un espacio de escucha y recursos. Te invito a apuntarte a este espacio gratuito y virtual para compartir ideas, inquietudes y recursos. Sábado 12 de Septiembre, de 11.00 a 13.00 en Zoom. Entre otras cosas hablaremos de:
En realidad no se trata de poner limites, porque los limites ya están. Lo que ocurre es que a veces tenemos dificultad con verlos, aceptarlos, respetarlos o incluso rebajarlos. Muchas veces solo escuchamos hablar de limites cuando la dificultad es no saber mantenerlos, pero es igual de difícil para una relación si hay demasiados limites, o si estos limites son muy rígidos. ¿Cual es tu experiencia con los limites? Si pensamos en una célula, el limite sería la membrana. Esta membrana es permeable y por esto la célula está en contacto constante con su entorno, recibiendo lo que le sirve, expulsando lo que no le sirve. De esta manera también las células se pueden organizar y colaborar, cada una manteniendo su lugar, su membrana y a la vez encontrando puntos de unión con la otra. El limite es el guardián de nuestra relación Entrar en contacto con otro ser es complejo. Se trata de equilibrar toda una serie de factores que están en constante flujo: las emociones, los deseos, los hábitos y necesidades de las personas implicadas en la relación. Los limites nos permiten regular este proceso de relacionarnos, de equilibrarnos. Si los limites desaparecen, si son demasiado sólidos, se complica mantener este equilibrio. Cuando no hay limites lo que suele pasar es que aparecen exigencias, culpabilidad, resentimiento, manipulación, chantaje, castigo y control, Cuando hay demasiados limites aparece la incomprensión, la frialdad, la distancia y la soledad. Limites y hábitos Como todos organismos, aprendemos a relacionarnos con nuestro entorno en función de las experiencias que tenemos en él. Y a partir de estas experiencias desarrollamos hábitos, lo que a veces no confundimos y llamamos "mi manera de ser". Un habito no representa lo que soy sino lo que he aprendido a ser. Si nuestras experiencias relacionales han sido basadas en la empatía, el respeto, la consideración y la colaboración, es probable que hayamos desarrollado el hábito de mantener nuestro limites flexibles, que sepamos cuando hay que distanciarse y cuando hay que acercarse. Podemos estar en una relación fluida con los limites y adaptarnos a las circunstancias. Cuando necesitamos espacio, lo podemos tomar de una manera tranquila y libre de culpabilidad. Cuando nos acercamos lo podemos hacer sin miedo y con entrega. Cuando hemos tenido relaciones basadas en la indiferencia, la manipulación, el castigo, la imposición, la exigencia y la desconfianza, es muy probable que hayamos desarrollado ciertos hábitos con respecto a los limites. mu Los hábitos hablan Los hábitos en los que tendemos a hacernos cargo de lxs demás, a controlar, a sentirnos culpables, a no expresarnos con autenticidad, nos hablan tal vez de experiencias donde nuestra individualidad no ha sido reconocida, celebrada y no hemos experimentado procesos sanos de negociación y colaboración. En los hábitos que tienden a no querer depender del otro, a mantener la distancia a no entrar en profundidad, tal vez encontramos pistas a experiencias dolorosas de no poder contar con lxs demás, de sentirnos incomprendidxs, solxs, de tener que apañarnos o protegernos de una invasión. Relacionarnos desde la libertad Es posible llegar a sanar las experiencias que han originado estos hábitos y volver a recuperar nuestra capacidad de vivir con espontaneidad y libertad. Podemos aprender a recuperar la confianza en nosotrxs, a desarrollar la capacidad de decir "no" sin sentirnos culpables o de decir "si" sin tener miedo a que nos van a invadir. Se trata de un proceso de auto conocimiento y sanación, donde vamos a poder no solo entender lo que pasó, sino ofrecernos la experiencia de procesarlo y sanarlo a nivel emocional y fisiológico. Los hábitos no se cambian de un día para otro, no se puede forzar el cambio con ideas y conceptos, necesitamos poder re establecer nuestra membrana a través de experiencias reiteradas de seguridad, colaboración y empatía. Necesitamos aprender cosas que no pudimos aprender como la capacidad de expresarnos claramente, de negociar, de recibir un "no" sin alterarnos, de gestionar nuestras emociones y por lo tanto saber acompañar las emociones de lxs demás. Es un camino, lleno de imprevistos, curvas, retrocesos, subidas y bajadas y a la vez un camino que nos permite crecer y alcanzar ser libres. Si sientes el llamado hacia este viaje, te invito a participar en el curso online que voy a ofrecer a partir de Septiembre, será una oportunidad muy valiosa de aprender y practicar herramientas que nos sirvan para sanar y crear relaciones más sanas con nosotrxs mismxs y lxs demás. ¡Te espero! ¿Qué entendemos con trauma? Normalmente pensamos en eventos violentos, intensos, excepcionales como agresiones, guerras, desastres naturales. Pero el trauma tiene muchas facetas, algunas de ellas tan familiares que ni nos damos cuenta. ¿Te encuentras a menudos con la sensación que tu comportamiento está fuera de control, por ejemplo con miedos, bloqueos, ansiedad, adicciones, pensamientos obsesivos, ira o indecisión? No tendemos a asociar estos comportamientos con eventos traumáticos, sin embargo, la neurociencia y las terapias somáticas nos ofrecen una mirada que puede traer mucha comprensión y a la vez la posibilidad de sanar. El sistema nervioso quiere sobrevivir Para entender el trauma es importante entender como funciona nuestro sistema nervioso, la infraestructura que subyace todos nuestros pensamientos, emociones y acciones. Al no tener esta información, muchas veces no logramos entendernos y aceptar lo que nos ocurre. Hay partes de nuestro sistema nervioso que están completamente dedicadas a cuidar e nuestra supervivencia, a vigilar y a defendernos. Sobrevivir y ser felices no siempre son la misma cosa y por esta razón aquellos mecanismos que nos permiten sobrevivir no necesariamente nos ayudan a sentirnos libres y plenxs. Nuestro sistema nervioso también tiende a querer ahorrar energía y por lo tanto va automatizando aquellos comportamientos que se repite. Una condición indispensable para la supervivencia es la seguridad, en todas las formas en las que la percibimos. Por supuesto la seguridad física, pero también, como mamíferos que somos, necesitamos saber que pertenecemos, y que nuestra vida y lo que ocurre en ella tiene sentido. Estas son formas muy profundas de sentirnos segurxs. Piensa en cuantas experiencias has tenido en tu vida donde esta seguridad no se ha dado, donde te has sentido asustadx, solx, desprotegidx, incomprendidx, rechazadx etc. Si estas experiencias ocurrieron de forma reiterada, en los momentos de tu vida cuando tu sistema nervioso todavía estaba en fase de desarrollo y por lo tanto no tenía muchos recursos, si no tuviste una presencia amorosa, constante y segura que te acompañó en transitar estos momentos difíciles, es muy probable que se hayan desarrollado en ti patrones de comportamiento que, en aquel entonces, te sirvieron para sobrevivir. Sobre-intelectualizar, desensibilizarse, fijarse de manera desequilibrada en lxs demás y buscar su aprobación, intentar controlar todo, buscar estrategias de distracción o adicción, estas son algunas de las maneras más frecuentes que nuestro organismo encuentra para sobrevivir. Y después de un tiempo se vuelven automáticas y aunque ya no sean relevantes seguimos repitiéndolas. Sanar requiere de nuevas experiencias y paciencia Entender estos mecanismos tal vez nos ayuda a mirar nuestros comportamiento con más comprensión y cariño. A veces recordar los eventos que generaron el trauma puede ser útil, pero no es imprescindible. Muchas veces aunque sepamos muy bien de donde vienen nuestros patrones, esto no sirve para cambiarlos, de hecho genera más frustración aún, porque aún sabiéndolo seguimos haciendo aquello que no queremos hacer. Entramos en lucha con nosotrxs y esto genera toda una nueva serie de problemas. Lo que nos ayuda a sanar es empezar a reconocer las maneras en las que nuestro sistema nervioso se activa, aprender a observarlo y ofrecerle prácticas que le apoyen a volver a un estado de equilibrio. Esto no es un trabajo cognitivo, es un proceso fisiológico, corporal. El cuerpo es el lienzo, el escenario donde se manifiestan todos nuestros dramas y éxtasis. Atender y acompañar el cuerpo es necesario si queremos sanar el trauma. El cuerpo no se nutre de ideas, de conceptos y abstracciones, se nutre de experiencias concretas. Para integrar el trauma tenemos que ofrecer a nuestro organismo las experiencias que le faltaron: el afecto, la aceptación, la pertenecía, la contención. Para poderle ofrecer esto necesitamos desarrollar partes internas de nuestra psique capaces de hacerlo. Esto quiere decir enfrentarnos con los jueces y verdugos que tenemos en nuestro interior y enseñarle a cuidarnos de una manera más amable y eficaz. Es un proceso que necesita tiempo, no podemos forzarlo ni tomar atajos, se trata de acompañarnos en los pequeños pasos adelante y sostenernos cuando los antiguos patrones reaparecen. No es un camino linear sino una espiral que revisita los mismos lugares una y otra vez hasta consolidarse. Entender el trauma es necesario si queremos vivir en libertad, conectadxs con el presente y el potencial de cada nuevo día. También es indispensable para que podamos construir una sociedad y cultura que no siga traumatizando a las personas, sino que le ofrezca espacios de sanación y cuidado. Te invito a descubrir el curso online que he preparado para profundizar en este tema, Consiste en 4 módulos con videos, audios y textos, disponibles en cualquier momento. Para saber más pulsa aquí. Primera parte
Hace ya un mes desde que publiqué el articulo "Cuando me muera: reflexiones sobre la vida en tiempos de Corona virus". No estoy muy segura si ya se puede hablar de una vida "post corona virus", y aun así quiero compartir en este artículo las reflexiones que me están guiando hacia el futuro, sea lo que sea. Son reflexiones que van entramando distintos temas pero que tienen un hilo conductor claro: el deseo de vivir esta experiencia con el mayor grado de consciencia posible. Quiero poder tomar decisiones que me ayuden a participar en la creación de realidades donde esté presente la empatía, el cuidado, la solidaridad y la colaboración. Ya no hablo de crear "un mundo", sino "realidades" dentro de este mundo. Espero que estas reflexiones te aporten algo valioso y te ayuden a elaborar otras, tuyas, capaces de sostenerte en tus decisiones. Meditar para no huir Voy a empezar por aquí, aunque pueda parecer un lugar muy extraño para hacer una reflexión sobre la situación actual, porque la meditación es una práctica muy central en mi vida y en el trabajo que ofrezco. Es una práctica que intento utilizar para orientarme, para entender y actuar. A la vez podría estar hablando de cualquier práctica dirigida al crecimiento personal. Lo que yo entiendo por meditación, y lo que intento practicar, es la creación de un espacio que me permita observar con honestidad y precisión lo que está pasando en mi experiencia presente, lo cual incluye mis pensamientos, emociones y sensaciones físicas. No tengo la expectativa de que esta actividad me conduzca a un estado de animo concreto, no pretendo relajarme ni dejar de pensar, no tengo la ambición de iluminarme ni de tener experiencia místicas o transcendentales. Lo único que intento facilitar es el darme cuenta de lo que me está ocurriendo, sea lo que sea. Me propongo explorar mis experiencias, ver como se articulan en la interacción de pensamientos habituales, percepciones, interpretaciones, deseos y la multitud de voces que habitan mi interior. Intento no huir ni aferrarme a lo que me ocurre. Es cierto que, en muchas ocasiones, un efecto colateral de estas exploraciones es un estado de más calma, más claridad. Pero esto no quiere decir que mis dificultades se hayan resuelto. La meditación no es un refugio en el cual evadir la realidad en la que me encuentro y que me rodea. De ser así, no me serviría mucho más que cualquier otra manera de evadir. Observar lo que me pasa es un primer paso valioso, me aporta claridad, honestidad y una conexión profunda con las necesidades que motivan mis emociones. En la aceptación de mis emociones encuentro compasión, alivio y también la información que necesito para orientar mis acciones en el mundo. Esto me invita a mirar el mundo y lo que ocurre en él con claridad, precisión, cuestionando mis creencias y pensamientos además de los de otras personas. Particularmente cuestionando aquellas creencias que pretenden adormecer mi sentido crítico, que me invitan a aceptar las construcciones sociales que generan sufrimiento como si fueran fenómenos naturales inalterables. Meditar como privilegio A veces, encuentro propuestas que aparentemente ofrecen la meditación como una práctica que pueda ofrecer sanación y resolución en momentos de crisis. Hay algo en esto que me preocupa mucho. Especialmente ahora, en la situación de confinamiento, la práctica de la meditación me parece una propuesta que necesita ser acompañada de un marco de referencia solido y claro. La meditación como práctica requiere, inherentemente, de un cierto estado de tranquilidad para empezar. Aunque hay varias tradiciones que proponen practicar en lugares ruidosos y concurridos, para desarrollar la capacidad de mantener la mente centrada, la imagen más típica que tenemos es la de un monje o monja en un lugar natural de cierta belleza, en soledad. No viene a la mente la imagen de alguien en un barrio marginal, meditando en la calle, rodeado de miseria. Uno de los más grandes maestros de meditación fue el Buda, y era un príncipe. Es cierto que dejó su vida de lujo y privilegio para dedicarse a la búsqueda de un camino hacia la cesación del sufrimiento, pero me imagino que su infancia le había proporcionado unas bases sólidas desde las cuales salir al mundo. Nuestra sociedad está corroída por injusticia, desigualdad y pobreza inimaginable. Hay personas que no han conocido mucho más que precariedad, violencia y desamparo en su vida. Hay personas por la cuales el confinamiento está representando una verdadera tragedia. La idea de proponer la meditación como remedio a esta angustia me duele profundamente. Lo veo como un planteamiento que no tiene en consideración la profunda desigualdad desde la que estamos partiendo. Una mirada ciega a su propio privilegio. Lxs que nos estamos tomando el confinamiento como una especie de "retiro", revisando nuestra vida, dedicando tiempo a nuestro crecimiento y bienestar, lo hacemos, en la grande mayoría, porque tenemos ciertas necesidades básicas cubiertas. Estas necesidades se llegan a cubrir porque hemos tenido la suerte de pertenecer a una clase de personas a las que se otorga el derecho de acceder a ciertos recursos que se mantienen inaccesibles para otras. No quiero sentirme culpable. No he elegido nacer donde he nacido (por lo menos que recuerde), en muchos casos no he aprovechado de los beneficios que mi posición me ha ofrecido. Simplemente he ocupado mi lugar en el mundo. Y tal vez intento, desde ahí, ponerme al servicio de otras personas. Mi reflexión no pretende culpar, sino recordarnos algo que considero importante y del cual no me quiero olvidar. Lo que no quiero olvidar cuando medito No quiero olvidar que soy parte de una red de vida, una red que a veces es invisible y sin embargo tiene leyes inalterables, por mucho que mi intelecto quiera construir explicaciones y filosofías alrededor de ellas. No quiero olvidarme lo fácil que es reducir mi mundo a mis experiencias, mi entorno cercano y perder el contacto con otras realidades, proyectar mis interpretaciones y perspectivas en lugar de acercarme con interés y respeto a otras experiencias. No quiero olvidarme lo fácil que es utilizar la meditación o cualquier práctica de desarrollo personal, para aislarme del mundo y sus incomodidades, para preservar mi rinconcito de bienestar, para hacer más llevadero algo que necesita un cambio profundo y radical. Entonces meditar de por si, para mi, no es suficiente si no me ayuda a actuar de forma diferente para abordar las profundas heridas que están desangrando el mundo. La posibilidad de desarrollarme es, ahora como ahora, el privilegio que he recibido por mi pertenencia a una clase social completamente arbitraria y artificial. Un privilegio que quiero extender a todos los seres humanos, lo cual me insta a no darlo por sentado y no pensar que sea la solución adecuada para quien no comparte mis privilegios. Mis reflexiones siguen explorando las acciones que podrían ser coherentes con este deseo. Con el fin de no hacer de este artículo algo demasiado exigente para la capacidad de atención que tenemos en la era de la tecnología de la información, voy a seguir con ellas en otro artículo. Te agradezco mucho leer hasta aquí, espero que hayas encontrado en estas palabras algo de valor. Espero tener el honor de recibir tu atención en el siguiente artículo, lo publicaré en los próximos días así que puedes volver aquí para encontrarlo. |
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