El movimiento circular de nuestros pensamientos puede llegar a ser una presencia muy incómoda con la que convivir. Es como si alguien se hubiera dejado la radio encendida en nuestra cabeza y no hay manera de pararla, además, solo hay el mismo programa una y otra vez. Luchar en contra de este fenómeno suele ser agotador y fútil, más nos vale intentar entenderlo y aprender a transitarlo. El propósito del bucle Aunque parezca que no tiene ningún propósito, si nos detenemos un momento a observar, tal vez el bucle nos enseña algo. Todos los procesos que ocurren en nuestro organismo tienen un propósito, una intención, aunque no la consigan o tengan efectos colaterales desagradables. Es importante preguntarnos cuál podría ser esta función positiva que el bucle está intentando desempeñar. Hace unos años, haciéndome justamente esta pregunta, llegué a la imagen del compost. En el compost se están dando muchos procesos que tienen la finalidad de descomponer, procesar, integrar y transformar la materia. No es un proceso rápido ni agradable, implica putrefacción y mal olor, a la vez, si algo se tiene que convertir en tierra fértil, tiene que pasar por ahí. Cuando entendemos la función del bucle, podemos ayudarla y potenciarla, para sacarle el mejor provecho posible. Creaturas narrativas Nuestra psique organiza y da sentido a las experiencias a través de un proceso narrativo, donde nos vamos explicando, contando, imaginando y a veces incluso ensayando, las experiencias significativas que necesitamos integrar. Este proceso requiere de repetición. A los niños pequeños les gusta escuchar la misma historia una y otra vez, porque así pueden ir asimilando el contenido en diferentes capas. El propósito de esta narrativa no es aportar información nueva, si fuera así, con solo explicarla una vez bastaría, su propósito es ayudarnos a asimilar una realidad. Es comparable a una digestión. Si podemos alejarnos un poco y ver el bucle de esta manera, sin identificarnos tanto con él, tal vez es más fácil dejarle hacer su propio curso en el fondo de nuestra psique, mientras nosotras seguimos intentando tirar adelante con nuestra vida. Si observamos con atención, el bucle normalmente tiene 2 funciones: o bien quiere ayudarnos a asimilar una experiencia que ha sido difícil o bien está intentando buscar una solución. Cada una de estas funciones requiere un abordaje diferente. Asimilar la realidad En muchas ocasiones, nos encontramos con experiencias que son “duras de tragar” por varios motivos: nos producen pena, rabia o desconcierto. Lo más intensas las emociones, lo más difícil será integrar estas experiencias. Entonces el bucle comienza a revisitarlas una y otra vez, para entenderlas, para darle sentido, para repetirlas suficientemente veces como para qué nos quedemos convencidas de que esto realmente es así. El problema está en que nos esperamos algo más del bucle y nos lo tomamos muy en serio. Si lo que queremos es una nueva perspectiva, un nuevo entendimiento, una resolución, el bucle no nos lo va a dar porque no es este su propósito. El bucle hace compost, digiere, ayuda a asimilar lo que hay, no está para darnos nuevos atisbos de iluminación. También, el bucle es la manifestación de un sistema nervioso bajo estrés, que no consigue procesar del todo lo que le pasa y se estanca en la parte cognitiva, narrativa, en lugar de también procesar con el resto del cuerpo, con las emociones y las acciones. Entre la espada y la pared El otro tipo de bucle, el que se mueve constantemente entre 2 posiciones y no llega a ninguna resolución, tiene que ver con que hay una situación que interpela dos partes de nuestra psique, y que estas partes no se están escuchando entre ellas, no están llegando a un lugar de colaboración. Son como dos sordos que siguen repitiendo su discurso sin escuchar el discurso de la otra parte, y, por lo tanto, sin crear un relato común y una estrategia de acción compartida Bajar al cuerpo En trabajar con el bucle es importante aprender a mover nuestra atención desde los pensamientos al cuerpo. El cuerpo nos ofrece una experiencia directa y fiable, nos pone en contacto con nuestras emociones, nos invita a estar en el presente, nos pone en una relación auténtica con nosotras mismas. Volver al cuerpo y calmar, relajar, abrir, soltar y respirar nos ayuda a transitar las experiencias difíciles sin quedarnos estancadas en el disco roto. Para ayudarte en trabajar con el bucle, he preparado un pequeño ejercicio, si te interesa recibirlo, puedes rellenar el formulario de abajo. También, puedes acceder a mis videos sobre recursos somáticos para calmar el sistema nervioso, los encontrarás en mi canal de YouTube. Si te ha gustado este artículo y crees que podría ser útil a otras personas, no dudes en compartirlo, ¡gracias!
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