"Educar" se hace en muchos sitios: el las escuelas, en las casas, en las calles, en los lugares de ocio y de trabajo. Educar quiere decir ofrecer experiencias de las cuales vamos a aprender quienes somos, que podemos hacer en este mundo y que podemos esperarnos de él. Todas las personas participamos en este proceso, a la vez, las madres, los padres y las personas que se dedican profesionalmente a la educación son, sin dudas, las que tienen más posibilidades de afectar este proceso fundamental para nuestra sociedad y cultura. Por esto me parece tan importante que se les ofrezcan los recursos necesarios para cumplir con esta labor.
¿Cuales son las experiencias que ofrecemos a lxs niñxs en nuestro cuidado? ¿Cuales son los valores que gobiernan la educación? ¿Qué aprendizaje queremos que ocurra a raíz de estas experiencias? ¿Tenemos herramientas que nos ayuden en este proceso? En este artículo quiero presentar algunas de las herramientas que han sido más valiosa en mi recorrido como maestra y educadora de niñxs y adultxs. UNA CULTURA DE DOMINACIÓN Los procesos educativos están enmarcado por la cultura ya existente, que ahonda sus raíces en los rincones más profundos de todos los seres humanos que pertenecen a ella. Transformar nuestra cultura quiere decir transformarnos, transformar aquellos rincones tan profundos que, a veces, no podemos ni ver. Educar no nos deja indiferentes, si realmente nos implicamos en un proceso vivo, donde se encuentra el impulso de trasmisión de lo existente y el impulso de transformación de lo nuevo, que nos viene, muchas veces. a través de lxs niñxs. La cultura que nos enmarca es una estructura diseñada para que ocurra una relación de dominación entre las personas que tienen poder y las personas que no lo tienen. Para que esta estructura se mantenga necesitamos toda una serie de construcciones como las ideas de "bien y mal", "castigo y recompensa", "obligación y culpa". Sin estas ideas no sería posible dominar. Sin estas ideas no habría violencia. La violencia no es lo mismo que la agresividad. La agresividad es una energía que surge de manera espontánea en todos los organismos que se ven amenazados y su función es protegerse. La violencia no protege sino ataca. PRÁCTICAS PARA UNA EDUCACIÓN NO-VIOLENTA Desafiar y cuestionar los pilares de la cultura de dominación nos invita a entrar en un proceso de auto descubrimiento y transformación como educadorxs. Nuestra curiosidad, honestidad y apertura son los vehículos de esta transformación. Necesitamos herramientas que nos faciliten el proceso de investigación y cuestionamiento de los conceptos fundamentales de la dominación. La Comunicación NoViolenta de Marshall Rosenberg nos ofrece un mapa excelente para empezar a sacar a la luz el tramado invisible de la cultura de la dominación, encontrando maneras de transformar el juicio en un camino poderoso de conexión con las necesidades vitales y, desde ahí, buscando maneras de poderlas satisfacer sin imponer la violencia. Estas herramientas nos permiten empezar un proceso de transformación que nos devuelve a nuestra naturaleza empática, colaborativa y solidaria. En el paradigma de la ínter-dependencia descubrimos la posibilidad de una cultura dirigida a cuidar todos los seres vivos. ¿Cómo cambiarían nuestros centros de educación si estuvieran enmarcados en una cultura de la ínter-dependencia? ¿Qué pasos son necesarios para que esta transformación se haga realidad? ¿Puedes imaginarte relaciones libres de castigos? ¿Confías en la posibilidad de resolver conflictos sin que hayan ganadorxs y perdedorxs? CUERPO, EMOCIONES, PENSAMIENTOS Separar el cuerpo desde las emociones y los procesos cognitivos es otra manera de ser violentxs y atacar la unidad primordial del organismo humano, donde todo funciona en unisono. Aprender a escuchar el lenguaje sutil del cuerpo, atender a las emociones, poner el intelecto al servicio de los procesos vitales y no al revés, es el camino hacia el respeto del individuo y de la comunidad, construyendo redes de confianza y colaboración basadas en el dialogo, la exploración y la creatividad. El Mindfulness es una práctica milenaria que pertenece a la tradición Budista. Nos invita a fortalecer nuestra capacidad de observar nuestros pensamientos, y todo lo que ocurre en nuestra experiencia incluyendo el cuerpo y las emociones. A través de esta observación podemos encontrar una relación más espaciosa, creativa y resiliente con los que nos ocurre y, por ende, aprender a relacionarnos con la experiencia de las demás personas con más tranquilidad y comprensión. El Focusing de Eugene Gendlin, un proceso que surge desde el ámbito de la psicoterapia humanista, nos ofrece una herramienta invaluable para acompañar los procesos emocionales de una manera respetuosa y creativa. Es un proceso de cuidado emocional que fortalece los vínculos entre las personas y proporcionas más claridad e integración entre cuerpo, mente e intelecto. RESPETAR EL ORGANISMO HUMANO Conocer el funcionamiento del organismo humano en sus 3 componentes, física, emocional y cognitiva es sumamente importante para poder guiar nuestras intervenciones educativas. Sin tener este conocimiento, muy a menudo, y con las mejores intenciones, acabamos utilizando estrategias que no respetan nuestra naturaleza humana y nos fuerzan a cumplir con mandatos que provienen más bien desde la cultura de la dominación. La Neuro Biología Interpersonal y la Teoría del Apego nos ofrecen información imprescindible para entender y respetar el organismo humano en su complejidad. El ser humano es relacional en su esencia, su bien estar se basa en relaciones de confianza, pertenencia, respeto, cuidado y colaboración. Sin esto nos encontramos inevitablemente en un estado de estrés que favorece la violencia como respuesta desviada del miedo y la inseguridad. Necesitamos entender nuestra fisiología para que nuestras estrategias educativas sean constructivas y creadoras de bien estar. Te animo a investigar por tu cuenta estas herramientas y descubrir como pueden enriquecer tu experiencia como madre/padre o educador/a. Si te interesa, puedes explorar mis formaciones, donde propongo un programa diseñado específicamente para introducir estas herramientas y adaptarlas al mundo de la educación.
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“Dios dio el lenguaje a los seres humanos para que se contarán cuentos” Anonimo Espero no pertenecer a la última generación que tuvo la experiencia de tener adultos que le contaban cuentos como parte natural de su infancia. Estas memorias todavía están guardadas como pequeños tesoros en mí ser. Lo interesante es que no son los cuentos en sí lo que recuerdo, sino la experiencia en su totalidad: la sensación de confort y seguridad, la conexión con la persona que me los contaba, el deleite en ver el cuento desplegarse en mi imaginación, la confianza de saber que todo acabaría bien al final. Y luego, también, como estos cuentos aparecían en mis juegos, mis dibujos, mis pensamientos. Puedo decir que algunos de los personajes de estos cuentos fueron mis primeras referencias como modelos de comportamiento. EL CUENTO CREA CULTURA "El Universo no está hecho de átomos, está hecho de cuentos" Eduardo Galeano En la historia de la evolución de la humanidad encontramos culturas milenarias que no tenían todavía la escritura. Incluso con la aparición de la escritura, la gran mayoría de la población no la utilizaba o ni siquiera la conocía hasta una época relativamente reciente. Esto quiere decir que la cultura, en el sentido de todo lo que da cohesión a un determinado grupo social, se transmitía a través de la palabra. En muchas culturas, las palabras eran consideradas mágicas, dotadas de un poder misterioso y digno de respeto. “Ser de palabra” significa ser fiel y consecuente con la realidad que las palabras han definido. Cuando el lenguaje se convierte en cuento, realmente podemos tocar su fuerza mágica y creadora. En las culturas ancestrales, como la de Irlanda, los bardos ocupaban un lugar de prestigio en la sociedad, precisamente porque ellos guardaban en su memoria, a través de los cuentos, la memoria colectiva: los sucesos, las leyes, pero también las leyendas y la mitología creadora. En su libro “En ausencia de lo sagrado”, Jerry Mander nos deja un testimonio muy interesante de la cultura oral de los Dene e Inuit del norte de Canadá. En sus entrevistas con algunos miembros de los clanes de estas tribus, que llegan a formar hasta 26 comunidades, escuchamos los recuerdos conmovedores de una época pasada: “Cuando era pequeña, nos contaban los mismos cuentos una y otra vez, y al final pedíamos que nos los contaran una vez más. Y cada uno contaba el cuento un poco diferente. Todas las abuelas y los abuelos estaban en ello. Los ancianos eran buenísimos al contar cuentos. Tenían una amplitud y nivel de lenguaje que mi generación ya no tiene. Tenían un arte muy refinado, proyectaban sus cuentos no sólo con la voz, sino con todo el cuerpo: así que cada vez que los escuchabas, escuchaba algo nuevo”. CONTAR UN CUENTO CREA VÍNCULO En este testimonio ya podemos empezar a entender por qué contar un cuento es totalmente distinto a leerlo. Cuando estamos implicados en el acto de contar, la calidad de nuestra presencia es determinante. Cuando contamos un cuento estamos despiertxs, nuestra atención está activamente desarrollando el cuento y a la vez está conectando con lxs oyentes. Sin un libro en medio, podemos fijarnos en las expresiones, las reaccione, incluso la respiración de todxs lxs participantes. Y consecuentemente responder a ellxs. Se genera un vínculo emocional que nos une y nos permite vivir estos momentos profundamente juntxs. Sin un libro en medio, nuestros cuerpos están libres y activos, nuestra intuición está conectada con el ahora, nuestra mente es ágil y puede responder a los estímulos presentes. El cuento se convierte en un ser vivo, que nos incluye y nos transforma, y a la vez es transformado por nosotras. Clarissa Pinkola Estés ha hecho un trabajo estupendo en su libro "Mujeres que corren con los lobos" en desvelar el poder increíblemente sanador del cuento, con sus arquetipos e imágenes que conectan de forma tan inmediata con las experiencias más profundas del ser humano, hablando más allá del intelecto. El lenguaje del cuento es el lenguaje de la infancia, de las partes tiernas y vulnerables del alma. Contar cuentos es un acto que genera cohesión a nivel emocional y cultural, y también favorece la integración de emociones, vivencias y conocimientos. El cuento, y la experiencia de escuchar/contar, actúan sobre las distintas partes de nuestro cerebro generando integración y bienestar. El cuento, por su naturaleza, no sólo estimula las partes del cerebro que decodifican las palabras, sino que también activa cualquiera de las partes que se activarían si estuviéramos experimentando los acontecimientos del cuento en la realidad, esto tiene un poder muy grande a la hora de sanar eventos que no han acabado de integrarse, como traumas y duelos. En nuestra cultura actual considero la recuperación del arte de crear y contar cuentos como un acto necesario de sanación y de afirmación de todo lo que es válido y poderoso en el ser humano. Una acción en favor de la sabiduría ancestral de nuestros antepasados y un límite al impulso de alienación por el cual muchos individuos, grandes y pequeños, sufren en nuestra sociedad. Te invito a escuchar este cuento que he creado para acompañar un proceso de transición, deseo que te traiga disfrute y te agradeceré mucho si quieres compartir tus impresiones conmigo! Tal vez te puede interesar este taller que ofreceré en Barcelona el 2 y 3 de Noviembre para despertar tu voz e imaginación
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