¿Parece una contradicción? Estamos acustumbradxs a un sistema de creencias que pone la fortaleza, la dureza, el ganar y el resistir como atributos de referencia, metas y modelos de lo que significa ser personas validas y exitosas. Incluso las personas que de alguna manera nos hemos alejados de los estereotipos más clásicos, todavía llevamos dentro alguna versión del viejo adagio: "No llores, sé fuerte!".
Es indudable que hay situaciones en la vida donde la capacidad de manifestar fortaleza y resistencia es más que necesaria, por lo tanto no se trata de renunciar a estas cualidades. Como muchas veces ocurre, el problema está en la rigidez. Cuando nuestras creencias se convierten en algo cerrado, cuando nuestra cultura no logra tener en consideración la complejidad y amplitud de lo que quiere decir "ser humano" y se obstina en proponer una versión desequilibrada y exagerada de lo que "deberíamos ser", ahí encontramos sufrimiento. Una mirada abierta y calmada a la condición humana nos pone frente a frente con la inquebrantable realidad de nuestra vulnerabilidad. No es a caso que el Buda ya hace más de 2000 años se dio cuenta de la impermanencia como la condición subyacente a la existencia y fuente de sufrimiento, para aquellos seres que se niegan en aceptarla y no desarrollan la capacidad de enfrentarse a ella. La impermanencia, el cambio, la imprevisiblidad, lo inexplicable son todas experiencia que nos confrontan a diario y exponen un núcleo tierno y frágil en nuestro ser. Mantenernos en vida requiere de estabilidad y seguridad, así que no es sorprendente que una parte importante de nuestra fisiología se dedica incesantemente a buscar y mantener estas condiciones: nuestro sistema límbico está diseñado para monitorizar el nivel de seguridad que tenemos en cada momento, y, si necesario, responder a través de la lucha huida o congelamiento. La peculiar situación en la que nos encontramos es necesitar estabilidad y seguridad en un planeta inherentemente inseguro e inestable. ¡No es fácil vivir aquí y no morir en el intento! Revisando esta situación parece perfectamente comprensible que nuestra cultura se haya desarrollado para celebrar la fuerza y la resistencia, ya que son cualidades indispensables para la supervivencia, aún así, sobrevivir y ser felices no son exactamente la misma cosa, y si bien necesitamos estar vivxs para tener la opción de ser felices, la felicidad requiere de otros componentes más allá de estar vivxs. Un componente fundamental es la integridad. Si negamos partes de nosotrxs, nos empeñamos a existir en una versión bidimensional que solo prevé lo que es culturalmente aceptado, si no hacemos las paces con todo lo que somos, es muy improbable que podamos experimentar una verdadera felicidad. Vivir plenamente incluye aceptar nuestra inherente vulnerabilidad y aprender a relacionarnos con ella con compasión y dignidad. Ser vulnerables no quiere decir ser débiles, ser débiles no quiere decir ser inútiles. Ser vulnerables quiere decir estar sujetxs a los cambios, decepciones, frustraciones y pérdidas de la vida. No quiere decir dejarnos esclavizar por ellos. Es curioso como lo más nos esforzamos para "ser fuertes" y mantener la fachada, lo más hay algo que internamente nos mantiene en alerta, como si quisiera recordarnos que en realidad no somo tan fuertes como nos gustaría pensar. Toda la energía que invertimos en controlar y esconder nuestra vulnerabilidad se convierte en ansiedad, separación, agresividad, soledad y, fundamentalmente falta de autenticidad que es un aspecto imprescindible para la integridad que a su vez es la base de una felicidad verdadera, es decir, no colateral a la buena suerte. Aceptar y permitirnos vivir nuestra vulnerabilidad nos trae algo de alivio, ya no tenemos que "aguantar el tipo" todo el rato y permanecer en un estado de "performance", podemos ser reales. Esta autenticidad trae consigo una sensación de seguridad, fuerza, resiliencia muy distinta de la seguridad que resulta del "hacerse fuerte". Es la seguridad de quien no tiene que defenderse, no tiene que fingir, protegerse constantemente de os ataques externos. Alguien que puede llorar con dignidad y ternura demuestra mucha más fortaleza de quien cierra los dientes y aprieta. Aprender a hacernos amigxs de nuestra vulnerabilidad no es algo fácil en nuestra sociedad, necesitamos desafiar muchos estereotipos y creencias, presión y malentendidos. Aún así es una apuesta para una vida más libre y autentica, lo cual nos permite acercarnos un poco más a la felicidad. ¿Quieres aprender más sobre la vulnerabilidad y el desarrollo personal?
0 Comments
|
Conecta conmigo para explorar como te puedo apoyar en tu proceso de desarrollo Categories
All
Archives
December 2024
|