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La meditación no es solo para relajarse

10/30/2020

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Hoy en día podemos encontrar la palabra Mindfulness en muchos lugares, desde clases de yoga a formaciones para empresas. Tal vez no todos sabemos que esta práctica pertenece a la tradición milenaria budista y se entiende como un entrenamiento preliminar a la meditación. Lo que se ha traducido al Ingles con la palabra Mindfulness, recoge dos prácticas meditativas budistas que, en su lenguaje nativo, son Shamata y Vipassana. El propósito de estas dos prácticas es por un lado aprender a estabilizar el funcionamiento de la mente que, por su naturaleza es móvil e inquieta, por otro aprender a observar las cosas de la manera más objetiva posible. Es cierto que uno de los resultados colaterales de estas prácticas puedes ser un cierto estado de relajación pero esto no es su objetivo. De hecho, es muy frecuente que las personas noten algo de resistencia, dispersión, agobio o incluso disociación cuando intentan meditar de esta manera. 

Meditar no es natural para el organismo
Nuestro organismo tiene un objetivo principal que es sobrevivir. Para poder cumplir con este objetivo necesita estar en un estado de atención y receptividad a toda una serie de estímulos que pueden contener información relevante para la seguridad o el peligro. Por esta razón nuestra mente es tan móvil, yendo de una cosa a otra y haciendo miles de conexiones entre un estimulo y el otro. Es su manera de cuidar de nuestra supervivencia. Este mecanismo se ha desarrollado a través de miles de años (nuestro cerebro tiene aproximadamente 100.000 años) en un entorno que, a la par de presentar peligros, también presentaba muchas oportunidades de descanso y seguridad. Esto permitía a nuestro organismo alternar entre momentos de alerta y atención y momentos de descanso y expansión. Todo esto ha cambiado radicalmente en los últimos 200 años, con el aviento de la industrialización, y nuestro organismo todavía no se ha adaptado a esta situación de estimulación y activación constante. Por esta razón, calmar la mente es algo tan sumamente difícil, por un lado porque nuestra fisiología no acompaña y por otro porque vivimos en un entorno demasiado estresante. 

Obstáculos a la práctica meditativa.
La propuesta que nos hace la meditación es muy valiosa y necesaria, si queremos mantener un mínimo de bienestar en esta sociedad tan ajetreada que hemos construido. A la vez, tenemos que entender que no es algo que surge con facilidad y por lo tanto necesita práctica. La actitud con la que practicamos es fundamental para el aprendizaje. Si entramos en la práctica con una exigencia, con una idea preconcebida del resultado que queremos obtener, es muy probable que la experiencia no sea muy satisfactoria. Pensar que para "meditar bien" tenemos que alcanzar un estado donde los pensamientos son ausentes, donde la mente se queda en blanco, puede acabar con haciéndonos sentir muy desanimadxs. Necesitamos reconocer que es prácticamente imposible parar los pensamientos y, consecuentemente,  desarrollar una actitud de aceptación y paciencia con esta parte de nuestro funcionamiento.
También pretender que la meditación nos traiga relajación y bienestar puede ser un obstáculo. El nombre Vipassana quiere decir "ver las cosas como son", no "ver las cosas como nos gustaría que fueran". Esto nos invita a entrar en la práctica con una actitud abierta y acogedora. Es muy probable que, en el momento de prestar atención a nuestro mundo interno, nos demos cuenta de que hay ahí toda una serie de pensamientos, emociones y sensaciones que no son muy agradables. Normalmente estamos intentando huir y distraernos de todo esto, cuando por fin nos sentamos a meditar , lo empezamos a ver todo, tal y como es. La meditación no debería ser otra manera de evadir la realidad de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones sino un camino para entrar en conexión autentica nuestra experiencia. 

Aprender a mirarnos con cariño
Desde mi punto de vista, el propósito de la meditación es desarrollar la capacidad de sostener lo que encontramos cuando observamos nuestro mundo interno, con cariñó y aceptación. Esto puede traernos relajación, alivio, calma incluso alegría y, a la vez, no es necesariamente un camino simple y directo. Aprender a aceptar todo lo que somos y todo lo que se manifiesta en nuestras emociones, pensamientos y sensaciones corporales, requiere mucha disponibilidad a ser honestas con nostrxs mismxs. También requiere que desarrollemos la capacidad de cuidar de lo que duele, de transformar la voz crítica en una voz amorosa, y que tengamos herramientas para sostener todas las emociones que sacuden nuestro organismo. La meditación se convierte en un camino de auto descubrimiento y cuidado, no en parche o una píldora mágica que nos hace sentir bien. Si esta es nuestra expectativa, podemos acabar pensando que "no lo estamos haciendo bien" o que la meditación no funciona.
Si te interesa profundizar más en esto, te invito a participar en este curso online donde crearemos un espacio de práctica para el auto cuidado y el desarrollo.

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Unas prácticas para suavizar la ansiedad

9/30/2020

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Tatiana Sibilia, facilitadora de Integración Relacional

Práctica para la ansiedadImage Pintrest
La ansiedad se caracteriza por una sensación de agitación, de opresión en el pecho, respiración corta y pensamientos en bucle. El lema de la ansiedad es "¿Y si....?".
Las emociones que suelen acompañar este estado son la inseguridad y el miedo, de hecho, podríamos decir que la ansiedad es más bien una respuesta fisiológica a estas emociones cuando no se resuelven. Frecuentemente intentamos lidiar con la ansiedad con estrategias como la distracción, la relajación y el pensamiento positivo. Si estas son las estrategias que utilizas, me encantaría escuchar como te funcionan.
En mi consulta veo los síntomas de la ansiedad muy a menudo y no me sorprende.

La ansiedad tiene una dimensión social
Sería difícil vivir en este mundo tan marcado por la precariedad, la desigualad, el conflicto y la destrucción medio ambiental sin experimentar miedo e inseguridad.
Así que lo primero que normalmente intento trasmitir a mis clientxs es que la ansiedad no es solo un asunto personal sino que, a mi parecer, hoy en día es la señal que nos indica que nuestro mundo ha llegado a unos umbrales que no son tolerables para el sistema nervioso humano. Es una invitación a reconsiderar como estamos organizando nuestra sociedad y nuestra cultura. Dicho esto, también necesitamos encontrar maneras de vivir en este mundo, tal y como es ahora.

La relación entre la parte adulta y la parte pequeña de nuestra psique.
La inseguridad es una emoción que nos conecta con la vulnerabilidad, vivir en un mundo inestable no es fácil para nuestro sistema nervioso que necesita una sensación de seguridad para poder funcionar bien. A menudo esta experiencia de inseguridad nos conecta con aspectos más inmaduros de nuestro ser: partes de nuestra psique que todavía se perciben como pequeñas, solas, desprotegidas, sin recursos. Intentar abordar estas percepciones desde el intelecto no suele traer muchos resultados porqué las experiencias se viven en el cuerpo, no en el intelecto. Además, en la ansiedad es justamente el miedo vinculado con el futuro lo que más nos afecta y el intelecto es el que genera muchas de estas ideas catastróficas sobre el futuro. Para poder facilitar que nuestra parte más adulta pueda comunicarse con la parte más pequeña, necesitamos calmar el intelecto y pasar por el cuerpo.

Ofrecer apoyo.
Una práctica valiosa para suavizar la ansiedad nos invita a conectar con ella desde la ternura y el deseo de apoyar. Cuando hay miedo, lo que necesitamos es conectar con nuestra solidez, con el sostén, con la experiencia de conexión. Esto es difícil cuando tenemos una parte muy crítica y exigente que no nos permite estar en contacto con nuestras emociones con este tipo de apertura y aceptación. Necesitamos aprender a  ofrecernos espacios de acogida y sostén para que nuestra ansiedad pueda encontrar un lugar donde descansar. Esto es un compromiso que tomamos con nosotrxs mismxs: encontrar el tiempo para atender y cuidar de nuestra ansiedad.
En los vídeos aquí abajo te propongo unas prácticas que espero te sirvan para encontrar este espacio de cuidado. Me encantará escuchar tus experiencias con ellas. La idea no es hacerlas cuando ya estamos en una crisis de ansiedad, sino en los momentos de relativa calma, cuando podemos atender a la emoción sin desbordarnos. Esto nos ayuda a construir una fortaleza interna para los momentos más difíciles. También no pretendo decir que con simplemente hacer estas prácticas todos nuestros problemas se van a resolver por arte de magia. El mundo hoy en día nos presenta con desafíos considerables y necesitamos otros recursos también para poderlos afrontar. 
Si quieres explorar más y encontrar herramientas para suavizar la ansiedad, te invito a reservar una sesión de orientación gratuita conmigo  aquí.
Deseo que esta práctica te ofrezca un recurso para encontrar más estabilidad y poder seguir cuidando de tu vida con más fortaleza y conexión.

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La incongruencia de este mundo explicada a lxs niñxs.

9/5/2020

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Septiembre ha significado, por muchos años de mi vida, la vuelta al cole. Como maestra de primaria, estas fechas siempre me han traído una mezcla de ilusión, energía y melancolía por el aproximarse del Otoño. Este año me alegro profundamente de no ser maestra y no tener que encarar la situación más complicada que jamás pude imaginarme. Me duele pensar en las familias y docentes que se están enfrentando a un panorama lleno de incertidumbre y miedo, frustración e impotencia. Me duele aún más para lxs niñxs, receptores inocentes de un mundo dominado por la incoherencia, las peleas y la tensión.
Aún sin estar en la situación, me pregunto ¿qué haría yo si este año tuviera que ser maestra, si fuera madre de niñxs pequeñxs? Comparto aquí estas reflexiones por si pueden aportar algo útil a las personas que sí están en esta situación.

El mundo es bueno, el mundo es bello
En mi formación de maestra Waldorf, una de las ideas centrales al enfoque pedagógico es la comprensión de las etapas evolutivas del ser humano. Cada etapa se caracteriza por el desarrollo de ciertas habilidades y por la prioridad de ciertas necesidades, experiencias y relaciones. Cada etapa ha de ser abordada, por parte de lxs adultxs, con la conciencia de este desarrollo, para facilitarlo y no entorpecerlo. En la fase de 0 a 6/7 años, resumimos las necesidades de lxs niñxs bajo el lema "El mundo es bueno", en otras palabras, para que el desarrollo ocurra de la manera más armoniosa, se tiene que basar en una percepción de que le mundo es un lugar seguro, agradable y acogedor. Estas percepciones facilitan que el sistema nervioso de lxs niñxs esté libre de ansiedad y preocupación y que, por lo tanto, pueda dedicarse a construir y desarrollar sus capacidades más fundamentales.
En la etapa desde 6/7 años hasta los 14 el lema es "El mundo es bello". Esta fase está caracterizada por la primacía del aspecto emocional y social y la necesidad de armonía se traduce en una sensibilidad estética donde el mundo se necesita percibir como "bello".
Si la tarea de propiciar estas experiencias siempre ha sido un reto para lxs adultxs, este año me parece de proporciones colosales. Aún así, si entendemos que estas son necesidades evolutivas reales y genuinas del organismo humano, nos vemos convocadxs a responder a este desafío de la mejor manera posible.
La idea de que es bueno para lxs niñxs "ver las cosas como son" para prepararse a la realidad, sin mimos, es una idea que, aunque comprensible en su lógica, no parece resultar en adultxs resilientes, abiertxs, colaborativxs y confiadxs sino en personas que, o se han visto sobrepasadas por esta "realidad del mundo" desarrollando toda serie de miedos e inseguridades o se han endurecido a costa de su libertad emocional y su capacidad de formar vínculos de intimidad.

El cerebro de lxs niñxs es un cerebro emocional
Es muy fácil caer en la idea de que lxs niñxs son versiones más pequeñas de lxs adultxs y que funcionan más o menos de la misma manera. Solemos olvidar, o no sabemos, que el cerebro de lxs niñxs opera de manera muy distinta al nuestro por no haber podido desarrollar todavía todas sus funciones. Su manera de entender la realidad no es lógica, analítica sino emocional, visual y cinestésica. Por esta razón, explicaciones del mundo que se basan en la lógica, el análisis, la relación causa-efecto etc. no son tan "digeribles" por los pequeños cerebros.
Las imágenes, las metáforas, los cuentos y las poesías son, por otro lado, maneras mucho más amenas de explicar las cosas, porque hablan en un lenguaje más cercano a la sensibilidad infantil. Pero esto no quiere decir que son tonterías. No quiere decir que vamos a ofrecer una versión simplificada y Disney de la realidad. Quiere decir que vamos a ofrecer una versión que sea lo más nutritiva, asimilable y constructiva para no perjudicar el desarrollo del organismo infantil.

Posicionarnos como adultxs
Habiendo establecido estas premisas, si fuera maestra este año, mi pregunta sería: "¿Cómo puedo reconciliar la situación actual con las necesidades de lxs niñxs, cómo puedo tejer un abrigo que ofrezca sentido, calor y acogida en mi manera de acompañarles?". No me parecen preguntas fáciles de responder. Me vienen a la mente momentos históricos muy difíciles, como las guerras mundiales, y me pregunto cómo lxs adultxs pudieron acompañar a lxs niñxs en aquel contexto. Me imagino que requiere de una fortaleza inmensa a nivel psicológico y emocional, poder posicionarse como adulta de una manera que protege las necesidades de lxs niñxs, que mantiene la mirada en lo que es bueno y bello en este mundo, que conserva la capacidad de empatizar, de sentir con el corazón abierto todo lo que hay que sentir y mantenerse firme en el propósito de ofrecer seguridad y un espacio libre de las perturbaciones de lxs adultxs.
Para poderlo hacer, me parece indispensable que lxs adultxs tengan una red de apoyo a través de la cual poder sostenerse mutuamente. Una comunidad de adultxs capaces de ofrecerse escucha, empatía, reconocimiento, valoración, desahogo, comprensión, compasión y recursos.
Esto parece bastante utópico en el escenario que tenemos, tan dividido y polarizado. Lxs adultxs estamos atravesando momentos de enorme frustración, ansiedad, miedo, rabia, confusión, desconcierto e incertidumbre. Nos cuesta crear una visión compartida de la realidad para poder actuar en colaboración y coherencia. Todo aquello que en nuestra sociedad estaba descolgado, basado en injusticias, incoherencias, falsedades, autoritarismo y opresión está ahora plenamente a la vista. La incapacidad de crear una sociedad justa, inclusiva, colaborativa y solidaria es la herencia que ahora amenaza la salud física y emocional de nuestrxs niñxs. Aún así, la situación requiere que sigamos en el intento.
Muchas personas reconocen la experiencia de tener hijxs como un llamado a crecer, a desarrollarse, a enfrentarse con las partes oscuras del ser, para poder ser mejores acompañantes y guías. Me parece que la situación actual hace aún más imperativo este propósito. ¿Qué necesitamos desarrollar en nosotrxs para poder favorecer un entorno seguro a pesar de las increíbles dificultades que nos afectan? ¿Qué compromisos necesitamos reforzar para ser agentes de cambio en nuestras comunidades y traer la posibilidad de colaboración, diálogo y coherencia?
Siempre he visto la experiencia de cuidar de lxs niñxs, sean hijxs o no, como una actividad social, que nos pone en contacto directo con el mundo y sus retos. Necesitamos crear un mundo habitable para ellxs.

Explicar la situación a lxs niñxs
Sea cual sea nuestra postura frente a la situación actual, si ponemos la seguridad emocional de lxs niñxs en el centro, tal vez podemos re ubicar nuestro pensamiento lejos de las quejas y las recriminaciones y empezar a actuar de forma constructiva. Podemos tal vez desarrollar un grado de aceptación por el hecho que estamos pasando por un momento muy poco perfecto, agradable y sencillo. Podemos crear un relato que ofrezca un camino viable para lxs niñxs en este caos y desasosiego. Los cuentosmnos pueden sostener para hablar con lxs niñxs y crear unas referencias que nos sirvan para navegar el día a día. Si conseguimos poner de lado (no para siempre sino en nuestro tiempo compartido con ellxs) nuestras opiniones para ofrecer una mirada conciliadora, estamos poniéndonos verdaderamente al servicio del desarrollo de sus capacidades y bienestar. 
Crear cuentos es una actividad que, tristemente, ha casi desaparecido aún siendo la forma más antigua de trasmitir conocimiento y normas culturales. Este es un momento muy adecuado para volver a ella. Forjar cuentos que sean honestos y que,a la vez, ofrezcan suficiente sustento y seguridad es un regalo que puede hacer la diferencia entre una situación muy traumatizante y una situación difícil.
En esta charla que ofrecí en la formación en Integración Relacional para educadorxs hace un par de años, comparto lo que es importante y valioso en los cuentos como herramienta educativa, la puedes escuchar aquí.

Reforzar nuestras intenciones
Uno de mis propósitos, si fuera maestra ahora, sería crear una red de apoyo, entre mis amistades y compañerxs de trabajo para ofrecerme y ofrecer un espacio de conexión y cuidado. Simplificaría las cosas y reduciría las exigencias lo más posible y me intentaría centrar en lo esencial de mis estabilidad emocional y física.
Intentaría forjar vínculos con las familias de lxs niñxs en mi cuidado, para desarrollar estrategias, compartir información, recursos y solidaridad. 
Intentaría organizarme con otras personas para conseguir traer el bienestar de lxs niñxs al centro de la conversación política y social.
Intentaría pensar en estrategias alternativas y creativas para lidiar con el día a día, encontrando mi manera de actuar dentro de un contexto lleno de limitaciones y desafíos.
Escribiría cuentos, poesías, dibujaría y me inventaría juegos para compartirlos con lxs niñxs.
Me permitiría llorar, gritar, darle puñetazos a la almohada. Me dejaría descansar todo lo que pueda.
Lo que quiero hacer, ahora que ya no soy maestra, es ofrecer un espacio de escucha y recursos.

Te invito a apuntarte a este espacio gratuito y virtual para compartir ideas, inquietudes y recursos.
Sábado 12 de Septiembre, de 11.00 a 13.00 en Zoom.

Entre otras cosas hablaremos de:
  • Como cuidar de nuestro sistema nervioso bajo estrés
  • Como crear relatos y cuentos
  • Como crear vínculos con las familias
  • Como crear una red de apoyo

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Poner limites: el reto de las relaciones

7/31/2020

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En realidad no se trata de poner limites, porque los limites ya están. Lo que ocurre es que a veces tenemos dificultad con verlos, aceptarlos, respetarlos o incluso rebajarlos. Muchas veces solo escuchamos hablar de limites cuando la dificultad es no saber mantenerlos, pero es igual de difícil para una relación si hay demasiados limites, o si estos limites son muy rígidos. ¿Cual es tu experiencia con los limites?

Si pensamos en una célula, el limite sería la membrana. Esta membrana es permeable y por esto la célula está en contacto constante con su entorno, recibiendo lo que le sirve, expulsando lo que no le sirve. De esta manera también las células se pueden organizar y colaborar, cada una manteniendo su lugar, su membrana y a la vez encontrando puntos de unión con la otra.

El limite es el guardián de nuestra relación
Entrar en contacto con otro ser es complejo. Se trata de equilibrar toda una serie de factores que están en constante flujo: las emociones, los deseos, los hábitos y necesidades de las personas implicadas en la relación.
Los limites nos permiten regular este proceso de relacionarnos, de equilibrarnos.
Si los limites desaparecen, si son demasiado sólidos, se complica mantener este equilibrio. Cuando no hay limites lo que suele pasar es que aparecen exigencias, culpabilidad, resentimiento, manipulación, chantaje, castigo y control, Cuando hay demasiados limites aparece la incomprensión, la frialdad, la distancia y la soledad.

Limites y hábitos
Como todos organismos, aprendemos a relacionarnos con nuestro entorno en función de las experiencias que tenemos en él. Y a partir de estas experiencias desarrollamos hábitos, lo que a veces no confundimos y llamamos "mi manera de ser". Un habito no representa lo que soy sino lo que he aprendido a ser.

Si nuestras experiencias relacionales han sido basadas en la empatía, el respeto, la consideración y la colaboración, es probable que hayamos desarrollado el hábito de mantener nuestro limites flexibles, que sepamos cuando hay que distanciarse y cuando hay que acercarse. Podemos estar en una relación fluida con los limites y adaptarnos a las circunstancias. Cuando necesitamos espacio, lo podemos tomar de una manera tranquila y libre de culpabilidad. Cuando nos acercamos lo podemos hacer sin miedo y con entrega.

Cuando hemos tenido relaciones basadas en la indiferencia, la manipulación, el castigo, la imposición, la exigencia y la desconfianza, es muy probable que hayamos desarrollado ciertos hábitos con respecto a los limites. mu

Los hábitos hablan
Los hábitos en los que tendemos a hacernos cargo de lxs demás, a controlar, a sentirnos culpables, a no expresarnos con autenticidad, nos hablan tal vez de experiencias donde nuestra individualidad no ha sido reconocida, celebrada y no hemos experimentado procesos sanos de negociación y colaboración.
En los hábitos que tienden a no querer depender del otro, a mantener la distancia a no entrar en profundidad, tal vez encontramos pistas a experiencias dolorosas de no poder contar con lxs demás, de sentirnos incomprendidxs, solxs, de tener que apañarnos o protegernos de una invasión.

Relacionarnos desde la libertad
Es posible llegar a sanar las experiencias que han originado estos hábitos y volver a recuperar nuestra capacidad de vivir con espontaneidad y libertad. Podemos aprender a recuperar la confianza en nosotrxs, a desarrollar la capacidad de decir "no" sin sentirnos culpables o de decir "si" sin tener miedo a que nos van a invadir.
Se trata de un proceso de auto conocimiento y sanación, donde vamos a poder no solo entender lo que pasó, sino ofrecernos la experiencia de procesarlo y sanarlo a nivel emocional y fisiológico. Los hábitos no se cambian de un día para otro, no se puede forzar el cambio con ideas y conceptos, necesitamos poder re establecer nuestra membrana a través de experiencias reiteradas de seguridad, colaboración y empatía. Necesitamos aprender cosas que no pudimos aprender como la capacidad de expresarnos claramente, de negociar, de recibir un "no" sin alterarnos, de gestionar nuestras emociones y por lo tanto saber acompañar las emociones de lxs demás.

Es un camino, lleno de imprevistos, curvas, retrocesos, subidas y bajadas y a la vez un camino que nos permite crecer y alcanzar ser libres.
Si sientes el llamado hacia este viaje, te invito a participar en el curso online que voy a ofrecer a partir de Septiembre, será una oportunidad muy valiosa de aprender y practicar herramientas que nos sirvan para sanar y crear relaciones más sanas con nosotrxs mismxs y lxs demás. ¡Te espero!

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Entender y sanar el trauma

7/1/2020

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¿Qué entendemos con trauma? Normalmente pensamos en eventos violentos, intensos, excepcionales como agresiones, guerras, desastres naturales. Pero el trauma tiene muchas facetas, algunas de ellas tan familiares que ni nos damos cuenta.
¿Te encuentras a menudos con la sensación que tu comportamiento está fuera de control, por ejemplo con miedos, bloqueos, ansiedad, adicciones, pensamientos obsesivos, ira o indecisión? No tendemos a asociar estos comportamientos con eventos traumáticos, sin embargo, la neurociencia y las terapias somáticas nos ofrecen una mirada que puede traer mucha comprensión y a la vez la posibilidad de sanar.

El sistema nervioso quiere sobrevivir
Para entender el trauma es importante entender como funciona nuestro sistema nervioso, la infraestructura que subyace todos nuestros pensamientos, emociones y acciones. Al no tener esta información, muchas veces no logramos entendernos y aceptar lo que nos ocurre. Hay partes de nuestro sistema nervioso que están completamente dedicadas a cuidar e nuestra supervivencia, a vigilar y a defendernos. Sobrevivir y ser felices no siempre son la misma cosa y por esta razón aquellos mecanismos que nos permiten sobrevivir no necesariamente nos ayudan a sentirnos libres y plenxs. Nuestro sistema nervioso también tiende a querer ahorrar energía y por lo tanto va automatizando aquellos comportamientos que se repite. Una condición indispensable para la supervivencia es la seguridad, en todas las formas en las que la percibimos.  Por supuesto la seguridad física, pero también, como mamíferos que somos, necesitamos saber que pertenecemos, y que nuestra vida y lo que ocurre en ella tiene sentido. Estas son formas muy profundas de sentirnos segurxs. Piensa en cuantas experiencias has tenido en tu vida donde esta seguridad no se ha dado, donde te has sentido asustadx, solx, desprotegidx, incomprendidx, rechazadx etc. Si estas experiencias ocurrieron de forma reiterada, en los momentos de tu vida cuando tu sistema nervioso todavía estaba en fase de desarrollo y por lo tanto no tenía muchos recursos, si no tuviste una presencia amorosa, constante y segura que te acompañó en transitar estos momentos difíciles, es muy probable que se hayan desarrollado en ti patrones de comportamiento que, en aquel entonces, te sirvieron para sobrevivir. Sobre-intelectualizar, desensibilizarse, fijarse de manera desequilibrada en lxs demás y buscar su aprobación, intentar controlar todo, buscar estrategias de distracción o adicción, estas son algunas de las maneras más frecuentes que nuestro organismo encuentra para sobrevivir. Y después de un tiempo se vuelven automáticas y aunque ya no sean relevantes seguimos repitiéndolas.

Sanar requiere de nuevas experiencias y paciencia
Entender estos mecanismos tal vez nos ayuda a mirar nuestros comportamiento con más comprensión y cariño. A veces recordar los eventos que generaron el trauma puede ser útil, pero no es imprescindible. Muchas veces aunque sepamos muy bien de donde vienen nuestros patrones, esto no sirve para cambiarlos, de hecho genera más frustración aún, porque aún sabiéndolo seguimos haciendo aquello que no queremos hacer. Entramos en lucha con nosotrxs y esto genera toda una nueva serie de problemas. Lo que nos ayuda a sanar es empezar a reconocer las maneras en las que nuestro sistema nervioso se activa, aprender a observarlo y ofrecerle prácticas que le apoyen a volver a un estado de equilibrio. Esto no es un trabajo cognitivo, es un proceso fisiológico, corporal. El cuerpo es el lienzo, el escenario donde se manifiestan todos nuestros dramas y éxtasis. Atender y acompañar el cuerpo es necesario si queremos sanar el trauma. El cuerpo no se nutre de ideas, de conceptos y abstracciones, se nutre de experiencias concretas. Para integrar el trauma tenemos que ofrecer a nuestro organismo las experiencias que le faltaron: el afecto, la aceptación, la pertenecía, la contención. Para poderle ofrecer esto necesitamos desarrollar partes internas de nuestra psique capaces de hacerlo. Esto quiere decir enfrentarnos con los jueces y verdugos que tenemos en nuestro interior y enseñarle a cuidarnos de una manera más amable y eficaz. Es un proceso que necesita tiempo, no podemos forzarlo ni tomar atajos, se trata de acompañarnos en los pequeños pasos adelante y sostenernos cuando los antiguos patrones reaparecen. No es un camino linear sino una espiral que revisita los mismos lugares una y otra vez hasta consolidarse.

Entender el trauma es necesario si queremos vivir en libertad, conectadxs con el presente y el potencial de cada nuevo día. También es indispensable para que podamos construir una sociedad y cultura que no siga traumatizando a las personas, sino que le ofrezca espacios de sanación y cuidado. 

Te invito a descubrir el curso online que he preparado para profundizar en este tema, Consiste en 4 módulos con videos, audios y textos, disponibles en cualquier momento. Para saber más pulsa aquí.

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Cuando meditar no es suficiente.Reflexiones sobre la vida post Corona virus.

4/28/2020

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Primera parte
Hace ya un mes desde que publiqué el articulo "Cuando me muera: reflexiones sobre la vida en tiempos de Corona virus". No estoy muy segura si ya se puede hablar de una vida "post corona virus", y aun así quiero compartir en este artículo las reflexiones que me están guiando hacia el futuro, sea lo que sea. Son reflexiones que van entramando distintos temas pero que tienen un hilo conductor claro: el deseo de vivir esta experiencia con el mayor grado de consciencia posible.  Quiero poder tomar decisiones que me ayuden a participar en la creación de realidades donde esté presente la empatía, el cuidado, la solidaridad y la colaboración. Ya no hablo de crear "un mundo", sino "realidades" dentro de este mundo. Espero que estas reflexiones te aporten algo valioso y te ayuden a elaborar otras, tuyas, capaces de sostenerte en tus decisiones.

 Meditar para no huir
Voy a empezar por aquí, aunque pueda parecer un lugar muy extraño para hacer una reflexión sobre la situación actual, porque la meditación es una práctica muy central en mi vida y en el trabajo que ofrezco. Es una práctica que intento utilizar para orientarme, para entender y actuar. A la vez podría estar hablando de cualquier práctica dirigida al crecimiento personal.
Lo que yo entiendo por meditación, y lo que intento practicar, es la creación de un espacio que me permita observar con honestidad y precisión lo que está pasando en mi experiencia presente, lo cual incluye mis pensamientos, emociones y sensaciones físicas. No tengo la expectativa de que esta actividad me conduzca a un estado de animo concreto, no pretendo relajarme ni dejar de pensar, no tengo la ambición de iluminarme ni de tener experiencia místicas o transcendentales. Lo único que intento facilitar es el darme cuenta de lo que me está ocurriendo, sea lo que sea. Me propongo  explorar mis experiencias, ver como se articulan en la interacción de pensamientos habituales, percepciones, interpretaciones, deseos y la multitud de voces que habitan mi interior. Intento no huir ni aferrarme a lo que me ocurre. Es cierto que, en muchas ocasiones, un efecto colateral de estas exploraciones es un estado de más calma, más claridad. Pero esto no quiere decir que mis dificultades se hayan resuelto. La meditación no es un refugio en el cual evadir la realidad en la que me encuentro y que me rodea. De ser así, no me serviría mucho más que cualquier otra manera de evadir.  Observar lo que me pasa es un primer paso valioso, me aporta claridad, honestidad y una conexión profunda con las necesidades que motivan mis emociones. En la aceptación de mis emociones encuentro compasión, alivio y también la información que necesito para orientar mis acciones en el mundo. Esto me invita a mirar el mundo y lo que ocurre en él con claridad, precisión, cuestionando mis creencias y pensamientos además de los de otras personas. Particularmente cuestionando aquellas creencias que pretenden adormecer mi sentido crítico, que me invitan a aceptar las construcciones sociales que generan sufrimiento como si fueran fenómenos naturales inalterables.

Meditar como privilegio
A veces, encuentro propuestas que aparentemente ofrecen la meditación como una práctica que pueda ofrecer sanación y resolución en momentos de crisis. Hay algo en esto que me preocupa mucho. Especialmente ahora, en la situación de confinamiento, la práctica de la meditación me parece una propuesta que necesita ser acompañada de un marco de referencia solido y claro.
La meditación como práctica requiere, inherentemente, de un cierto estado de tranquilidad para empezar. Aunque hay varias tradiciones que proponen practicar en lugares ruidosos y concurridos, para desarrollar la capacidad de mantener la mente centrada, la imagen más típica que tenemos es la de un monje o monja en un lugar natural de cierta belleza, en soledad. No viene a la mente la imagen de alguien en un barrio marginal, meditando en la calle, rodeado de miseria. Uno de los más grandes maestros de meditación fue el Buda, y era un príncipe.  Es cierto que dejó su vida de lujo y privilegio para dedicarse a la búsqueda de un camino hacia la cesación del sufrimiento, pero me imagino que su infancia le había proporcionado unas bases sólidas desde las cuales salir al mundo.
Nuestra sociedad está corroída por injusticia, desigualdad y pobreza inimaginable. Hay personas que no han conocido mucho más que precariedad, violencia y desamparo en su vida. Hay personas por la cuales el confinamiento está representando una verdadera tragedia. La idea de proponer la meditación como remedio a esta angustia me duele profundamente. Lo veo como un planteamiento que no tiene en consideración la profunda desigualdad desde la que estamos partiendo. Una mirada ciega a su propio privilegio. Lxs que nos estamos tomando el confinamiento como una especie de "retiro", revisando nuestra vida, dedicando tiempo a nuestro crecimiento y bienestar, lo hacemos, en la grande mayoría, porque tenemos ciertas necesidades básicas cubiertas. Estas necesidades se llegan a cubrir porque hemos tenido la suerte de pertenecer a una clase de personas a las que se otorga el derecho de acceder a ciertos recursos que se mantienen inaccesibles para otras. No quiero sentirme culpable. No he elegido nacer donde he nacido (por lo menos que recuerde), en muchos casos no he aprovechado de los beneficios que mi posición me ha ofrecido. Simplemente he ocupado mi lugar en el mundo. Y tal vez intento, desde ahí, ponerme al servicio de otras personas. Mi reflexión no pretende culpar, sino recordarnos algo que considero importante y del cual no me quiero olvidar.

Lo que no quiero olvidar cuando medito
No quiero olvidar que soy parte de una red de vida, una red que a veces es invisible y sin embargo tiene leyes inalterables, por mucho que mi intelecto quiera construir explicaciones y filosofías alrededor de ellas. No quiero olvidarme lo fácil que es reducir mi mundo a mis experiencias, mi entorno cercano y perder el contacto con otras realidades, proyectar mis interpretaciones y perspectivas en lugar de acercarme con interés y respeto a otras experiencias. No quiero olvidarme lo fácil que es utilizar la meditación o cualquier práctica de desarrollo personal, para aislarme del mundo y sus incomodidades, para preservar mi rinconcito de bienestar, para hacer más llevadero algo que necesita un cambio profundo y radical.
Entonces meditar de por si, para mi, no es suficiente si no me ayuda a actuar de forma diferente para abordar las profundas heridas que  están desangrando el mundo. La posibilidad de desarrollarme es, ahora como ahora, el privilegio que he recibido por mi pertenencia a una clase social completamente arbitraria y artificial. Un privilegio que quiero extender a todos los seres humanos, lo cual me insta a no darlo por sentado y no pensar que sea la solución adecuada para quien no comparte mis privilegios.

Mis reflexiones  siguen explorando las acciones que podrían ser coherentes con este deseo. Con el fin de no hacer de este artículo algo demasiado exigente para la capacidad de atención que tenemos en la era de la tecnología de la información, voy a seguir con ellas en otro artículo. Te agradezco mucho leer hasta aquí, espero que hayas encontrado en estas palabras algo de valor. Espero tener el honor de recibir tu atención en el siguiente artículo, lo publicaré en los próximos días así que puedes volver aquí  para encontrarlo.
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Cuando me muera: reflexiones sobre la vida en tiempos de Corona virus

3/19/2020

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“Mi corazón está conmovido por todo aquello que no puedo salvar,
tengo que unir mi destino con los que reconstruyen el mundo"
                                                                                                                                   Adrienne Rich



¿Cómo lo estás llevando? La situación en la que estamos nos está retando de muchas maneras, a muchos niveles y no es fácil encontrar la manera de responder.

Estoy viviendo estos días en parte como si fueran un sueño extraño al que poco a poco me voy acostumbrando. Mi mundo se reduce al tamaño de mi casa, mi rutina encuentra otros lugares donde amarrar las horas, mis pensamientos entran y salen de remolinos confusos. Intento seguir con el fluir de mi vida "como si nada", imaginándome volver a mis actividades una vez la cuarentena se haya levantado, como si al despertar de mi sueño el mundo me esperara tal y como lo dejé hace 2 semanas. Pero cada día se hace más presente en mi una voz que dice: "No te creas...".
La palabra "limbo" nunca había tenido una razón más apta para aparecer un mi vida. En este limbo tengo la suerte de encontrar suficientes momentos de silencio para escuchar los procesos internos que intentan organizar y dar sentido a mi realidad. Ahí encuentro un ovillo de hilos en movimiento constante, intentando tejer una nueva red en la cual contener mis experiencias. Las prácticas de meditación, auto escucha, acompañamiento emocional que practico y comparto desde muchos años ahora se ven interpeladas como si este fuera su examen de final de carrera.

La mente busca crear una realidad estable
Esto es evidente. Los primeros días del confinamiento fueron un maratón de lecturas interminables sobre la situación. Gráficos, estadísticas, números, teorías, previsiones, proyecciones, análisis, conjeturas, conspiraciones, opiniones...todo se fue mezclando en un vórtice que muy pronto me llegó a saturar. Mi mente ha tirado la toalla y ha aceptado lo inaceptable: no tengo ni idea de lo que está ocurriendo. Las únicas palabras que echaba en falta, en mis investigaciones, eran  palabras que nombraran de manera honesta y atrevida la evidencia de nuestra incertidumbre. De no saber, de estar trepando las paredes de nuestras creencias intentando crear lo más rápidamente posible una nuevo mapa que no fuera muy distinto de lo que ya teníamos. En cambio lo que me encontraba eran afirmaciones llenas de certezas, por todos lados,  opiniones completamente formadas como si enfrentarse a una situación como esta fuera el equivalente a opinar sobre el vegetarianismo.
Detenerse en la incertidumbre requiere de una fortaleza que, por la mayor parte, no estamos muy acostumbradxs a entrenar. Aparecen las dos actitudes automáticas de la mente: rechazar y aferrase. Rechazar lo que no encaja con nuestra versión preferida de la realidad, con nuestra teoría conspiratoria o orientación política. Aferrar la información que confirma lo que ya sabíamos. Y desde este lugar empieza una lucha más o menos beligerante con lo que no encaja. En mis excursiones en la prensa y redes sociales he visto más o menos lo de siempre: cada uno luchando por tener la razón y desacreditar lxs demás. Que la realidad pueda ser una mezcla desconcertante de cosas que pertenecen a todos los campos que tenemos bien organizados como "buenos" y "malos", es algo que no contemplamos muy a menudo. Que podamos recibir información y quedarnos un rato con las preguntas: "¿Podría ser? ¿Hay algo aquí que se puede rescatar? ¿Es cierto esto? ¿Qué fomenta en mi saber esto?" antes de reaccionar y sumarnos al carro, es algo que no parece ser la tendencia predominante. Los sesgos que actúan silenciosamente en nuestras mentes nos hacen creer que somos personas objetivas y razonables, informadas, criticas y con sentido común.
No estaría mal observarnos más de cerca.

Estoy hablando muy en general ¿Tú como lo ves, como vives este proceso de intentar entender la situación? ¿Si ralentizas el flujo de tus pensamientos y reacciones, no detectas un mecanismo que quiere a toda costa preservar algo de estabilidad y seguridad?

Una cuestión de vida y de muerte
Hace unos días que he entrado en la fase de huida, la segunda de las reacciones de un sistema nervioso bajo estrés. Hay personas cuya primera reacción es huir y buscar confort en su burbuja personal y otras, como yo, que primero intentamos luchar. Estar enganchada al ordenador y leer todos los artículos en la prensa mundial sobre el corona virus es una manera de luchar, de enfrentase, de mantener un sentido de "poder" sobre la situación. Al ver que esto me generaba más confusión y ruido he pasado a lo siguiente: entrar en mi burbuja e intentar hacerla lo más agradable posible. Me digo: "Tengo que cuidarme". Me quiero proteger de lo que percibo como la "histeria colectiva", la violencia que se está abriendo caminos en los rincones de nuestros barrios y balcones. Pero ni siquiera aquí me encuentro realmente a gusto. Tengo la sensación que este lugar no es mucho mejor que el otro, a largo plazo. Anhelo fortalecer la capacidad de mantenerme en un lugar de ecuanimidad, más allá de rechazar y aferrarme.
Ayer tuve la gran suerte de recibir el artículo de uno de los pensadores que más admiro, Charles Eisenstein y ha sido un punto de inflexión en esta trayectoria.
Dentro de las varias joyas que habían en el artículo, algo muy concreto me ha resonado. Esta situación de emergencia se desarrolla muy claramente alrededor del miedo fundamental, el miedo a la muerte. La muerte se ha presentado de un día para otro como invitada especial ahí donde no la estaban esperando, lejos de las pateras del Mediterráneo, de los campos de refugiados, de los países lejanos,  los escenarios estipulados para su comparecencia. Se ha presentado de forma urgente en nuestro imaginario, recordándonos que en cualquier momento tendremos que dejarlo todo e ir. Hasta ahora habíamos podido reconfortarnos imaginando que la muerte era solo algo que le ocurría a otra gente. Somos la población menos preparada en el planeta para enfrentarnos con este asunto, nos pensábamos inmunes. Este choque, esta ruptura repentina de nuestra seguridad y rutina está solicitando, en mayor o menor medida, respuestas predecibles de nuestro sistema nervioso: el secuestro de nuestras facultades más cognitivas por parte de nuestras vísceras, nuestro instinto de supervivencia (léase saquear supermercados, atacar a las personas que salen a tomar aire, vigilar a lxs vecinxs etc.). Einsestein propone una pregunta muy conmovedora: "La pregunta relevante para mí es: ¿les pediría a todos los niños de la nación que renuncien a jugar durante una temporada, si esto reduciría el riesgo de muerte de mi madre, o la mía? O podría preguntar, ¿decretaría el final del abrazo humano y los apretones de manos, si eso salvaría mi propia vida? Esto no es para devaluar la vida de mi madre o la mía, las cuales son preciosas. Pero estas preguntas traen problemas profundos. ¿Cuál es la forma correcta de vivir? ¿Cuál es la forma correcta de morir?"

No se trata de algo individual si no de un proceso que estamos viviendo de manera colectiva y las consecuencias de como lo transitamos también serán colectivas. ¿Hasta donde podemos mantener la calma frente a lo inevitable de morir? ¿Hasta donde estamos dispuestxs a ir para intentar retrasar la muerte? ¿Hasta donde el miedo nos puede convertir en vigilantes de nuestrxs vecinxs, en extremistas del control? ¿Cuantas de las necesidades básicas del ser humano como la conexión, la pertenencia, la celebración, la libertad, la espontaneidad y la intimidad estamos dispuestxs a sacrificar para ofrecernos más seguridad frente a algo completamente inevitable como la muerte?

Interdependencia
También esta situación nos invita a ver la realidad de nuestra interdependencia. El virus está mapeando las redes invisibles que nos unen a lo largo del planeta. Es una realidad que podemos observar con asombro o con terror.
Y las respuestas que ofrecemos nos ponen directamente en contacto con la cuestión de como nuestras estrategias interactúan con las de lxs demás. ¿Cuantas conversaciones hemos tenido, con familiares y compañerxs de casa intentando construir una estrategia común para manejar la cuarentena, solo para enfrentarnos con el abismo que nos separa? Hasta ahora no tener estrategias comunes ha sido algo que hemos podido circunnavegar con la separación, cada unx en su casa, haciendo su vida, manteniendo nuestros caminos alejados o como mucho paralelos. Ahora toda la incapacidad de crear puentes entre realidades diferentes, la incapacidad de escucharnos, de rescatar lo que hay de valor en las posiciones ajenas, de colaborar poniendo nuestras visiones en común y no en oposición,  toda nuestra individualidad santificada vuelve como un boomerang para quitarnos la alfombra debajo de los pies. ¿Cómo lidiamos con lxs vecinxs, lxs familiares, lxs que piensan diferente y por lo tanto actúan diferente? Lo más grande es nuestra percepción de una amenaza, sea el virus o el control del estado, lo más fuerte se dispararán las reacciones que son antitéticas a la escucha, la empatía, la reflexión y la creatividad. Mantenernos abiertxs frente al peligro y seguir relacionándonos desde la conexión es la prueba más exigente para nuestra sociedad. Tenemos mucho que aprender si queremos salir de esta sin que la violencia se apodere del miedo y lo utilice como combustible.

Cuando me muera
Todas estas reflexiones no son nada nuevas. Yo, como muchas personas, estaba en el medio de ellas desde años, desde la guerra del Golfo, la guerra de Irak, la aparición de los transgénicos, la aparición de los repetidores de ondas, los genocidios de innumerables poblaciones, desde la crisis del 2008, de la ola de refugiados...no puedo ni contar o recordar todas las crisis que he vivido, de manera directa o colateral, en mi vida. Lo único que ha cambiado es que ahora, en el espacio de 2 semanas, hemos entrado en un estado de urgencia global que nos ha catapultado en un estado de cohesión, voluntaria o forzada, sin precedentes. Me uno al lamento de las personas que, con rabia y frustración preguntan: "¿Y porqué hemos tardado tanto en actuar de forma colectiva cuando llevamos años hablando de cambio climático, de crisis energética, de refugiadxs?". La respuesta , me temo, es la misma que damos cuando nos preguntamos porqué no dejamos de fumar hasta que nos diagnostican un cáncer de pulmón ( y a veces ni entonces).

Desde el artículo de Eiseinstein rescato esta parte también:"Le pregunté a un amigo, un médico que había pasado tiempo con los Q’ero en Perú, si los Q’ero intubarían (si pudieran) a alguien para prolongar su vida. "Por supuesto que no", dijo. "Convocarían al chamán para ayudarlo a morir bien". Morir bien (que no es necesariamente lo mismo que morir sin dolor) no es mucho en el vocabulario médico actual. No se mantienen registros hospitalarios sobre si los pacientes mueren bien. Eso no se consideraría un resultado positivo. En el mundo del yo separado, la muerte es la última catástrofe."
Más allá de la lucha y huida hay el congelamiento, la in movilización, que es la última respuesta de nuestro sistema nervioso a una situación que nos supera. Me pregunto si tal vez puedo transformar esta respuesta en aceptación. Anhelo esto más allá de cualquier otra cosa. Cada día intento alimentar la confianza en que, cuando el día llegue, podré entregarme a mi destino con tranquilidad y presencia. Estoy convencida de que esta aceptación es lo que me va a permitir vivir plenamente mi vida, no en la sombra de la muerte, sino en la luz brillante de cada momento. Elegir mi melodía sin que el miedo a la muerte sea el director de la orquesta me permitiría seguir protegiendo la vida desde un lugar de apertura y de humildad. Un lugar de celebración hacia todo aquello que vale la pena vivir: los abrazos, la cercanía, la intimidad, la colectividad, el juego, la creatividad. Cuando me muera quiero entregar mi vida como devuelvo un libro a la biblioteca: contenta de haber leído el cuento, satisfecha, tranquila, lista para descansar. No quiero verme incapaz de soltar hasta el final, luchando para preservar algo que nunca ha sido esencialmente mio.
Me pregunto, después de la cuarentena ¿En qué mundo queremos vivir? ¿Cuantas de las medidas de emergencia queremos que se queden en nuestras vidas? ¿Cómo queremos enfrentarnos, a nivel global, con el riesgo de otras pandemias? ¿Cuanta de la solidaridad que estamos teniendo hacia las personas vulnerables queremos que sea reabsorbida por nuestras rutinas de productividad? ¿Qué pasos podemos tomar, a nivel individual y colectivo, para que el miedo y el control no se instauren de forma permanente en nuestras sociedades? Y más que nada: ¿Tendremos la opción de elegir?
En estos días de reflexión procuro ofrecerme momentos de apreciación sincera por mi cuerpo sano, mi casa acogedora y sencilla, las relaciones que me sostienen, la primavera que no está en cuarentena e irrumpe en mi jardín. Procuro empaparme de todo lo que es bello para vivirlo profundamente y  desear que cuando me muera pueda hacerlo con dignidad y entrega.


Puedes leer el artículo de Charles Eisenstein aquí, en Inglés
Otro artículo que me ha parecido fundamental en mis reflexiones ha sido este, de Yuval Noah Harari , en Castellano

Te invito a conectar conmigo compartiendo tus reflexiones aquí abajo.
Deseo que estos tiempos te traigan fortaleza y mucha claridad.
Tatiana




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Sentir tu vulnerabilidad y hacerte la victima: dos cosas muy distintas.

2/23/2020

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Entrar en contacto con la vulnerabilidad es una experiencia que nos permite desarrollar la empatía, la compasión y nos facilita lidiar con emociones como la rabia, la culpa y la tristeza. ¿Qué espacio tiene la vulnerabilidad en tu vida?

La cultura de la invulnerabilidad
Los mensajes que nos llegan desde nuestro entorno cultural no son, por la mayor parte, muy propicio para un encuentro positivo con la vulnerabilidad. Una cultura que se basa en la idea de castigo y recompensa prepara el terreno para una relación difícil con este estado emocional. Ser vulnerable quiere decir ser débil, ser débil es algo que se merece menosprecio o, en el mejor de los casos, piedad. Ser vulnerable quiere decir ser un perdedor en este mundo que valora ganar y tener la razón.
Nuestro imaginario colectivo está lleno de superhéroes completamente invulnerables, nuestra vida social y política está poblada por personajes que no quieren perder la cara, que luchan y se enfrentan a sus enemigos hasta el final, que adoptan posturas de dureza, desprecio, sarcasmo, distancia y frialdad para salir adelante intactos, sin daños.
No se llora en frente de la gente, si nos escapa alguna lagrima pedimos perdón por la inconveniencia. O se llora de una manera manipuladora, para generar la reacción que deseamos en la otra persona, por no saber generarla de otra manera, más auténtica.
Y aún así la vulnerabilidad es nuestro estado más natural y auténtico.
"Amar es sinónimo con ser vulnerable. Ama cualquier cosa, y tu corazón seguramente se retorcerá y posiblemente se romperá. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes entregar tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente con pasatiempos y pequeños lujos; evita todos los enredos; encerrarlo en el ataúd de su egoísmo. Pero en ese ataúd, seguro, oscuro, inmóvil, sin aire, tu corazón cambiará. No se romperá; se volverá irrompible, impenetrable, irredimible ". ~ C.S. Lewis

Ser mamíferos
Aunque no lo tengamos muy presente, somos criaturas que comparten su fisiología con la especie de mamíferos. Esto nos proporcionas ciertas características que podemos ignorar solo a nuestra propia costa.
Nacemos con un sistema nervioso predispuesto, a través de millones de años de adaptación, a la conexión y la pertenencia. Nuestras emociones aparecen, se manifiestan y se gestionan en un delicado proceso donde la relación con "el otro" es fundamental. Esta situación de dependencia, como bebés y niñxs, hacia lxs adultxs es nuestra primera experiencia de vulnerabilidad. Además, como seres vivos, tenemos una necesidad imperiosa de seguridad en un mundo que es inherentemente inestable y cambiante, cosa que también nos pone en contacto directo con la experiencia de vulnerabilidad.
Toda nuestra fisiología está preparada para lidiar con esta experiencia a través de unos procesos delicados y complejos.

Aprender a transitar las emociones
Literalmente, nuestro sistema nervioso se configura en las primeras experiencias relacionales que tenemos y desde ahí aprende a vivir en este mundo. Todo lo que ocurre después, todo lo que construye nuestra personalidad y carácter, son las adaptaciones que hacemos frente a estas experiencias. Si son experiencias agradable, donde el aparecer de las emociones es tratado con cariño, tranquilidad y empatía, entonces aprendemos a vivir, enseñar y transitar nuestras emociones con confianza y seguridad. Nuestra tristeza nos enterneces y nos proporciona momentos de ternura y conexión; nuestra rabia nos ofrece energía y claridad para entrar en relación y establecer límites y acuerdos; nuestro miedo nos ayuda a parar y escuchar con profundidad lo que ocurre en nuestro interior y exterior; nuestro asco nos permite protegernos de aquello que no nos hace bien; nuestra tranquilidad nos permite descansar e integrar nuestras experiencias y nuestra ilusión nos proporciona la creatividad para aprender e interactuar con el mundo.

Patrones de relación
Muy a menudo lo que ocurre es que que hay interferencias importantes en estas primeras relaciones que suelen generar ciertas tendencias habituales.
Por un lado, nos aislamos de lxs demás y construimos una independencia extrema, un alejamiento de todo aquello que trae emoción y por lo tanto vulnerabilidad. Generamos una tendencia a utilizar nuestro intelecto para lidiar con el mundo y no sentimos la confianza para apoyarnos en las personas cercanas para lidiar con nuestras dificultades.
Por el otro, entramos en un estado de dependencia crónica donde nuestra capacidad de autonomía es muy poco desarrollada, nuestra atención siempre está en lxs demás, en su aprobación, en su malestar, en la posibilidad de abandono, en las estrategias para evitar que esto ocurra. Nuestras emociones nos desbordan y os sentimos la fortaleza interna para poderlas manejar.
La mayor parte, vivimos en alguna combinación muy original y personal de estas dos tendencias.

Vulnerabilidad y Victimismo
La vulnerabilidad es el estado esencial del ser humano, un estado rico de sensibilidad, ternura, delicadeza y también de emoción. La vulnerabilidad nos permite sentir lo que sentimos con una mirada tierna y llena de apoyo, consciente de que esto que sentimos es una expresión de nuestra humanidad, de nuestra imperfección, de nuestro potencial de crecimiento. La vulnerabilidad no nos desconecta de nuestra confianza en nuestras capacidades, en nuestra resiliencia y aprendizaje, sino nos reconforta, para que podamos descansar en la intimidad de nuestro interior. También la vulnerabilidad no busca culpables, sino puede ver todo lo ocurrido con una mirada llena de espacio, consciente de que la condición humana implica también la ignorancia que genera sufrimiento.
El victimismo es una de las adaptaciones a las que recurrimos cuando el apoyo de los demás no nos ha venido de forma fluida e incondicional. Si hemos tenido que ganar la atención de lxs demás, ponernos en un lugar de debilidad nos ofrece la posibilidad de recibir esta atención, de crear una situación donde tal vez no nos abandonarán, donde nuestra debilidad será el foco de la relación con las otras personas. Será una manera de protegernos del riesgo de hacer algo y que nos salga mal, de no enfrentarnos con aquello que percibimos como inmaduro e incapaz en nuestro ser.
El victimismo tiene un sabor muy diferente a la vulnerabilidad, pero a veces no estamos acostumbradxs a diferenciar entre los dos, y en nuestro intento de aprender a desarrollar nuestra fortaleza y reducir la dependencia emocional que sentimos, nos prohibimos el acceso a ambas experiencias. De esta forma no encontramos aquel lugar tierno y espacioso en nuestro interior que nos puede ofrecer sosiego y reparación. Nos convertimos cada vez más en adultxs severos que miran a nuestras partes delicadas con algo de desconfianza, desprecio y dureza. El umbral es demasiado fino y no lo reconocemos, así que la vulnerabilidad se convierte en victimismo y nos deja atrapadxs en una percepción de desapoderamiento que nos limita y no nos permite crecer.
Aprender a diferenciar entre estas dos experiencias en necesario si lo que queremos es construir relaciones sanas de inter-dependencia, empatía y apoyo, si queremos aprender a cuidar de nosotrxs mismxs con integridad y consciencia.

"La única opción que tenemos a medida que maduramos es cómo habitamos nuestra vulnerabilidad, cómo nos volvemos más grandes y más valientes y más compasivos a través de nuestra intimidad con la desaparición, nuestra elección es habitar la vulnerabilidad como ciudadanos generosos de pérdida, de manera robusta y plena, o por el contrario, como avaros y quejumbrosos, renuentes y temerosos, siempre a las puertas de la existencia, pero nunca con valentía y por completo tratando de entrar, sin querer arriesgarse nunca, nunca caminando completamente por la puerta."
David Whyte

Si te interesa profundizar en este tema y empezar a conocer tus patrones de relación, si quieres aprender a diferenciar entre vulnerabilidad y victimismo, te invito a explorar las sesiones de acompañamiento que ofrezco o cualquiera de las propuestas formativas disponibles. Puedes descubrirlo todo aquí
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Pequeña guía para no hundirse en las emociones

2/4/2020

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“Lo que sabe que tengo miedo no tiene miedo”
“That who knows I am afraid is  not afraid itself”   
                                                                                                                           Autor desconocido

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¿Cual es tu reacción habitual cuando se despierta la rabia, la tristeza, el miedo, la ansiedad? Es muy frecuente estar en una de dos reacciones polarizadas: por un lado la emoción se apropia de nuestro ser y se expresa de manera incontrolada, por otro, reprimimos la emoción y no le permitimos expresarse. No es fácil estar en el medio y establecer una relación que promueve la integración de las emociones como una experiencia fundamental para una vida plena, libre y resolutiva.

Tomar consciencia quiere decir ralentizar
El ingrediente fundamental para poder establecer esta relación es la posibilidad de tomar consciencia, percatarme de lo que me está ocurriendo y generar un espacio interno desde el cual explorar mi experiencia. Si falta este ingrediente todo ocurre por su cuenta e yo me convierto en una espectadora de mi vida, sujeta a los patrones establecidos por mis hábitos y automatismos.  
Observarme me permite generar un espacio entre la parte de mi que sabe lo que me ocurre, mi “testigo interno”, y la parte de mi que está en la experiencia de lo que ocurre, viviendola. En este espacio que se genera hay la semilla de lo que puede llegar a florecer como libertad, autonomía y coherencia. Hay 3 lugares internos que podemos observar: el cuerpo y sus sensaciones físicas, las emociones que acompañan estas sensaciones físicas y los pensamientos que enmarcan, explican, analizan y definen la experiencia. Tenemos muy poca práctica en conectar con el cuerpo y las emociones y por lo general, en lugar de observar los pensamientos, estamos perdidxs en ellos como hojas en los remolinos de un río. 
Observar quiere decir ralentizar, tomar tiempo, hacer espacio. Más importante aún quiere decir frenar el impulso de solucionar, explicar, analizar. Observar es una actitud llena de apertura, curiosidad, interés, ligereza y se expresa mejor en la pregunta "¿Cómo es esto?" en lugar de "¿Porqué es esto?".

Observar nuestras reacciones
Una reacción frecuente al aparecer de una emoción desagradable es la huida, la cual puede tomar muchas formas: racionalización, distracción, supresión o disociación. Todas estas respuestas nos alejan del cuerpo y de la experiencia presente para refugiarnos en el mundo de las ideas o de la acción. Son respuestas comprensibles para evitar la experiencia desagradable de sentir la emoción en su amplitud. A veces pensamos que si nos dejamos sentir una emoción nos vamos a hundir, o que tocaremos con una vulnerabilidad que tenemos que evitar a toda costa.
Estas reacciones no suelen funcionar a largo plazo. Es como si un cartero estuviera picando a la puerta para entregarnos un mensaje muy importante, si no abrimos la puerta el cartero no se va a ir y seguirá picando. A veces las emociones que no hemos atendido se transforman en tensión crónica en los hombros, la mandíbula, se convierten en ansiedad y nos despiertan por la noche.
Entonces podemos empezar a observar todas las maneras que tenemos de no estar presentes con nuestras emociones y, sin forzar nada, invitarnos a explorar como sería no huir. Una manera de no huir es poner nuestra atención en las sensaciones físicas. ¿Qué está ocurriendo en el cuerpo? ¿Qué impulsos parecen acompañar la emoción? ¿Hay energía o apatía, expansión o contracción, rigidez o caos? Si pudiéramos estar presentes solo con la experiencia física, sin entrar en toda la narrativa que la explíca y la interpreta, se abriría todo otro panorama de experiencia.

Dialogar con la emoción
Muchas veces el trabajo necesario para poder dialogar con las emociones se tiene que hacer antes de su llegada, no durante. Cuando la emoción ya está presente quiere decir que nuestro sistema nervioso está en una situación de “alerta”, cuando más intensa la emoción más en alerta estará, y más alerta para el sistema nervioso quiere decir menos posibilidades de actuar desde la libertad.
El trabajo que podemos hacer para prepararnos pertenece al linaje de la meditación Budista y se conoce en occidente bajo el nombre de Mindfulness. Esta práctica fortalece aquellas capacidades que nos permiten permanecer conscientes aunque bajo el “estrés” de la emoción. Es una práctica que nos invita a entrar en una actitud abierta y curiosa hacia nuestro estado emocional, observando las sensaciones corporales y los pensamientos que acompañan la emoción. Cuando estamos en un estado de Mindfulness, las cosas empiezan a ralentizar, dándonos el tiempo de ver los detalles de nuestra experiencia que en el día día pasan desapercibidos. También nos ayuda a poner el intelecto al servicio de la emoción, saliendo de su hábito de analizar, explicar y resolver y entrando en un proceso de investigación donde el referente es el cuerpo y su sensación. Esta práctica constituye, desde mi punto de vista, la preparación preliminar para poder empezar a dialogar con la emoción. En este diálogo podemos abrirnos a recibir información desde nuestro organismo que no es necesariamente lógica, linear o agradable y sin embargo nos puede resultar sumamente significativa y necesaria para nuestro desarrollo. Es la información que viene desde las profundidades de nuestro ser y que muchas veces es inaccesible a la lógica y el raciocinio. 

Comparto unos pasos, en este proceso de diálogo, que puedan servir de “anclaje” para los momentos de tormenta emocional.
  1. En el momento que me doy cuenta que siento una emoción intensa, tomo la decisión consciente de darle mi atención.
  2. Respiro, haciéndome presente en la respiración e invitando una actitud de escucha, curiosidad y cariño hacia mi misma
  3. A través de la respiración pongo mi atención en las sensaciones físicas del cuerpo, sin intentar cambiarlas o explicarlas. Me invito a explorar lo que siento.
  4. Dejo que aparezcan imágenes y palabras para describir estas sensaciones físicas (es como un nudo que me ata el cuello, es como un cuchillo que se me ha clavado en el estómago)
  5. Me invito a conectar con el tono emocional de la sensación física ( es como si este este nudo sintiera miedo, es como si este cuchillo estuviera enfadado). Freno el impulso de sacar conclusiones, analizar, resolver y cambiar. Me mantengo en un estado de exploración abierta.
  6. Averiguo con la sensación misma que mis palabras realmente encajan, que estoy recibiendo la información y no generando un relato intelectual sobre la sensación.
  7. Intento conectar con la necesidad de la emoción (este miedo quiere decir: "Aceptame", tengo miedo que si hablo no me van a aceptar…quiero saber que puedo expresarme y se me va a aceptar y reconocer…)
Es muy diferente entrar en este espacio de escucha y dialógo donde realmente empezamos a "sentir" lo que nos ocurre en lugar de pensarlo. Algo muy profundo puede cambiar, re colocarse, ofrecernos nuevas perspectivas y profundidades. A través de este tipo de escucha  estamos cuidando de la emoción sin reprimirla, alimentarla o distorsionarla y a la vez recibir su mensaje, lo cual nos ayuda en identificar nuestras necesidades y por lo tanto nos facilita saber como actuar para poderlas satisfacer.

Compartir el proceso
Aunque considero importante desarrollar fortalezas y competencias que nos ayuden a cuidarnos, también estoy convencida que nuestro sistema nervioso funciona mucho mejor en regular las emociones cuando estamos acompañadxs. Es muy fácil perderse y entrar en lugares muy enredados cuando intentamos explorar nuestras emociones en soledad. Tener a nuestro lado alguien capaz de ofrecernos un espacio seguro, libre de juicios, de consejos y de análisis para que podamos tener la tranquilidad necesaria para conectar con las emociones. Este acompañamiento es raro de encontrar y un gran regalo cuando tenemos la suerte de recibirlo. En mí artículo "No necesitas terapia, necesitas hablar con alguien que sepa escuchar" profundizo un poco más en esto, te invito a leerlo aquí.
Si te interesa experimentar este tipo de acompañamiento te invito a reservar una sesión gratuita conmigo aquí.

Deseo que este artículo te haya ofrecido algunas ideas y referencias útiles para tu camino, si te apetece conectar conmigo estaré encantada de leer tus comentarios.
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Empieza el año con más compasión hacia tus fracasos. Un camino para transformar las adicciones.

1/12/2020

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"No te preguntes '¿Porqués la adicción?' pregúntate '¿Qué me duele tanto?'"
Gabor Mate
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¿Miras tu móvil compulsivamente? ¿Acabas comiendo más de lo que quieres y cosas que no te hacen bien? O tal vez tu dificultad está en separarte del tabaco, del alchool, de mirar porno?
Es posible que estas fechas de comienzo de año te hayan incitado a decirte cosas como: "A partir de mañana lo voy a dejar, ya está, se acabó". Me encantaría saber como te está funcionando. Este año mi propósito ha sido no decirme ninguna de estas cosas, celebrar los regalos que el año pasado me trajo, mirar mis retos con respecto y honestidad y seguir adelante sin gran bombo.

Un cambio de mirada
Muchas veces, cuando queremos cambiar, ponemos la mirada en un lugar que no nos sirve a largo plazo. Focalizar nuestra atención en el comportamiento que queremos cambiar, monitorearlo, controlarlo y contabilizar todas las veces que no logramos nuestros propósitos, se puede convertir muy rápidamente en una espiral de culpabilidad y desesperación que nos lleva a tirar la toalla y resignarnos a vivir en la desconnexión. Esta dinámica interna suele ocurrir cuando la parte de nosotrxs que quiere vernos crecer, desarrollar, aprender y florecer se desespera y se convierte en un padre severo que quiere cortar por lo sano el comportamiento dañino de otra parte de nosotrxs. Ahí es donde empiezan los juicios, las recriminaciones, las amenazas, las medidas extremas, los propósitos imposibles de alcanzar. Muy a menudo esto suele durar un tiempo, hasta que la otra parte se descontrola otra vez y acaba volviendo al comportamiento indeseado y el padre severo se convierte en un espectador que fluctúa entre la negación y la crítica .
Esto nos lleva, en primera instancia a reconocer que hay varias partes implicadas en este asunto, que "yo" no soy una entidad sólida y coherente, sino un mosaico de distintas partes que actuan con distintas estrategias y motivaciones. La relación entre estas partes es el elemento fundamental que nos permite cambiar.

¿Cómo se manifiesta la parte de ti que quiere dejar la adicción? ¿Cuales son sus estrategias? ¿Como se manifiesta la parte de ti que sigue con la adicción? ¿Cual es la relación entre ellas?

Una mirada compasiva
Vivimos en una cultura que a penas conoce la compasión. Lo cierto es que no nos ocurre mirar con compasión hacia quien lo está "haciendo mal". Los errores se corrigen con castigos, algunos de ellos muy sutiles como el juicio o el rechazo, y otros más severos. Los errores reincidentes necesitan medidas más radicales y menos compasión aún. Aunque a nivel racional consideres que ya te has alejado de este modelo de pensamiento, te invito a explorar en tu interior para ver si no queda algo en algún rincón. Utilizar la culpa como un método de coerción tiene, aparentemente un sentido psicológico: sentirnos culpables nos proporciona una percepción de control, la posibilidad de poder actuar y cambiar. Para cumplir con este propósito, la culpa se tiene que tomar en dosis muy bajas, acompañada de un abundante vaso de agua. Lo que solemos hacer es tomarnos todas las pastillas en el paquete. Los efectos colaterales de la culpa son el bloqueo, la desesperación y la auto denigración. Muchas veces el comportamiento negativo se hace más frecuente o más intenso aún. Es como si, a través de este comportamiento, hubiera una voz interna que está diciendo:         "¡Dejádme en paz! ¡No me entendeís para nada! ¡A la mierda con vuestro control y juicios!". ¿ A quien te recuerda esta voz? ¿Tal vez a un niño o adolescente enfadado?
A mi sí, mucho. Nos da miedo mirar a este niño enfadado con compasión por dos motivos: uno, al mirarle, vamos a darnos cuenta de lo mucho que está sufriendo, dos, tenemos miedo que se descontrole aún más.
¿Cómo sería para ti tomarte el tiempo para ver esta/e niñx enfadadx dentro de tí? ¿De que dolor te hablaría?

Algo que duele dentro

"Antes de juzgar a alguien con una adicción destructiva, recuerda que no están intentando destruirse a si mismxs o a lxs demás, están intentando
destruir algo que duele dentro"
                                                                                                                       J.M Storm
Conectar con el dolor de alguien, sea una parte interna de nosotrxs o una persona externa, no es fácil. Todo nuestro sistema nervioso está preparado para huir de aquello que es desagradable. Esto es, en realidad, lo que genera la adicción en primer lugar. Alguna experiencia dolorosa ha sido demasiado grande, profunda, desconcertante, y nos hemos quedado sin recursos, sin apoyo, con un vacío aterrador que necesita ser apaciguado con cualquier cosa. Soledad, Incomprensión, Separación, estos son, muchas veces, los nombres de aquellas experiencias dolorosas. Pero, la voz de la culpabilidad dice: "Que tontería, esto no era para tanto. Ya deberías haberlo superado, que clase de inútil eres? Hay gente que lo ha tenído mucho peor y no ha acabado como tú." Ya. Lo que nos olvidamos, o no sabemos, es lo que ocurre en el sistema nervioso humano cuando se encuentra con estas experiencias dolorosas, lo que llamamos trauma. Lo que nos olvidamos es que estas experiencias ocurrieron probablemente cuando eramos mucho más pequeñxs, desprotegidxs, sin recursos y con una sensibilidad muy diferente a la coraza que hemos desarrollado después. Hay una parte de nosotrxs que se ha quedado ahí, bloqueada. Hay una parte que todavía duele y se ha quedado sola en un rincón de nuestro ser, su único consuelo es la adicción. Vale la pena recordar que nadie, hoy en día, o tal vez nunca, ha vivido en un entorno que promueve la pertenencia, la empatía, el respeto, la ternura, la inclusión. Si miramos más allá de nuestras historias personales, vemos un mundo al borde del colapso, destrozado por la pobreza, la devastación medio ambiental, la violencia. ¿De verdad pensamos que es una proposición realista estar bien en este mundo, para cualquiera?
¿Qué impacto está teniendo sobre ti leer estas palabras? ¿Notas como se activan las distintas partes de ti, el padre severo y el niño dolido? ¿Notas algo en tu cuerpo que pide alivio?
La ternura que sana
Para mi, el trabajo que trae sanación consiste en traer ternura en la relación entre esta parte severa, adulta, y exigente de mi y la parte pequeña, dolida, sola. Esto conlleva tomarse el tiempo de realmente ver esta parte pequeña y aprender a transformar todos los juicios en expresiones de amor. Desde "Eres una inútil" a "Me gustaría ayudarte a aprender a ser más capaz de enfrentarte con tus retos", desde "Eres debíl e patética" a " Veo tu dolor y me doy cuenta de lo grande que ha sido para ti. Lo siento. Me gustaría acompañarte para que no te sientas más sola."
Esto quiere decir reconstruir una relación que se ha basado hasta ahora en la desconfianza, el rechazo, la exigencia y la separación. Quiere decir aprender a cuidar de nosotrxs, de desarrollar más fortaleza y disponibilidad hacia el dolor, de abrirnos a las negociaciones internas con paciencia, sin forzar nada y sin abandonar. Quiere decir aprender a entrar en un contacto intímo y honesto con todo lo que somos, con presencia y compasión. Poner límites no tiene porque ser algo violento, ayudar a este niño a que encuentre otras maneras de apaciguar su dolor no tiene que ser algo que viene desde el desprecio.

Deseo que este artículo haya podido aportarte algo nuevo, algo que te ayude a re orientar tus esfuerzos para el cambio y tu bienestar. Te deseo un año rico de ternura y diálogos amorosos con tu dolor. 

Para saber más sobre mi trabajo y lo que ofrezco te invito a mirar aquí
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    Tatiana Sibilia es  formadora  certificada de Comunicación NoViolenta y
    facilitadora  de
    Integración Relacional
    Ofrece formación, acompañamiento individual para aprender a practicar la Integración
    Relacional en el día día. ​

         

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