Integración Relacional
  • inicio
    • ¿Qué es la Integración Relacional? >
      • Sobre mí
      • Testimonios
  • acompañamiento individual
  • Formación
  • libro
  • Blog
  • círculo de integración relacional
    • recursos gratuitos
  • Contacto

Cómo meditar para gestionar las emociones.

4/19/2025

0 Comments

 
Picture
Imagen de Canva
Aprender a meditar puede traernos muchos beneficios, entre ellos nos puede liberar de  huir compulsivamente  de nuestras emociones (o hundirnos en ellas) y, en cambio, ayudarnos a aprender a sostenerlas constructivamente.

Hay muchas maneras de meditar, y muchas maneras de entender la meditación.
Una de las maneras de entender la meditación en occidente es pensar que sea una técnica que nos va a traer paz, relajación y un estado de calma mental donde los pensamientos desaparecen. Esta concepción de la meditación, en mi opinión, nos trae muchos problemas.

La meditación es una práctica milenaria que podemos encontrar en casi todas las culturas antiguas. La meditación que conocemos en occidente como Mindfulness es una práctica preliminar dentro del camino de la filosofía Budista. Su nombre, en Sánscrito o Pali, quiere decir "Ver las cosas como realmente son", algo que nos hace entrever que su propósito no es necesariamente hacernos conseguir un estado de calma y paz. Sin embargo, lo que nos puede enseñar es algo muy valioso: aprender a sostener nuestras emociones y no reaccionar de manera descontrolada a ellas.

Hay algunas cosas importantes a tener en cuenta.

Ver las cosas como realmente son
Una de las enseñanzas más importantes de la tradición Budista es la práctica de alejarnos de los impulsos de rechazar lo que no nos gusta y aferrarnos a lo que nos gusta, para desarrollar una actitud de ecuanimidad. Esta actitud es bastante contraria a la que se suele tener en occidente, donde estamos constantemente intentando huir de las cosas incómodas y donde los mandatos culturales se traducen en "Be happy" o "No hagas nada que no te hace feliz".

El Budismo reconoció hace miles de años que la vida está llena de todo tipo de experiencias y emociones, algunas bastante desagradables, además de inevitables y que, si no aprendemos a aceptarlas, estaremos constantemente atrapadas en una lucha en contra de la realidad. Por esto, en lugar de huir de la incomodidad, el Budismo nos propone aprender a sostenerla y encontrar paz en ella.

Ver las cosas como realmente son, quiere decir abrirnos a percibir nuestro malestar en lugar de taparlo, ignorarlo, hundirnos o distraernos de él. Es un acto de coraje y honestidad que nos permite encontrar el camino medio de la ecuanimidad.

Suavizar los pensamientos
Dejar de pensar es fisiológicamente imposible para los seres humanos. Por esto, el Budismo no nos anima a ir en contra de nuestros pensamientos, sino de aceptar su presencia y aprender a no invertir nuestra energía en ellos.

Esta práctica es particularmente desafiante porque solemos identificarnos mucho con nuestros pensamientos, tomando su contenido muy en serio. Tal vez nos sirve recordar que la mayor parte de nuestros pensamientos son, o bien aleatorios, o bien habituales, en otras palabras, no nos están trayendo mucha información nueva, por lo que, prestar mucha atención a estos tipos de pensamientos no nos sirve para encontrar nuevos caminos.

Nuestras emociones se alimentan de pensamientos. Cuando tenemos pensamientos que nos hacen percibir la realidad de una manera hostil, sin esperanza, centrándonos en juicios y críticas, es difícil que nuestras emociones puedan ser agradables.
Al mismo tiempos, sustituir nuestros pensamientos con otros, más positivos, tampoco sirve de mucho si lo hacemos para tapar e ir en contra de los pensamientos negativos que tenemos. Además, hay veces en las que las cosas son, efectivamente, duras y, por lo tanto, nuestros pensamientos tampoco son muy descabellados.

La práctica de la meditación nos invita a observar nuestros pensamientos y decir: "Estoy teniendo este pensamiento." Es una manera  de ver las cosas como son.
A partir de ahí, podemos observar el efecto de este pensamiento, su origen, su utilidad y, tal vez, en el medio de este proceso, se genera un pensamiento nuevo que nos abre el camino a otra manera de ver y sentir las cosas.

Volver al cuerpo
Si no queremos invertir mucha energía en los pensamientos estériles y repetitivos, necesitamos otro lugar a donde poner la atención. Por esta razón, la práctica de la meditación muchas veces nos invita a prestar atención a la respiración. También podemos prestar atención a otras sensaciones corporales, ya que nuestras emociones se manifiestan de esta manera.

Si empezamos a prestar atención a la emoción diciendo: "Estoy sintiendo esta emoción. No es muy agradable y aun así voy a quedarme aquí con ella un ratito, a ver qué me cuenta", tal vez empezamos a crear un espacio entre la emoción y la reacción. Ahora podemos empezar a observar qué efecto tiene la emoción, qué mecanismo utilizamos para protegernos de ella, qué pensamientos la alimentan, qué necesidades hay detrás, etc.
En este sentido, no hay emociones negativas ni tóxicas, solo emociones que vienen a decirnos cómo las cosas nos están impactando, nos guste o no nos guste. Esta también es una manera de ver las cosas como realmente son.

Traer curiosidad
La curiosidad es nuestra gran aliada en este proceso. Si, en lugar de juzgar y criticar nuestras emociones, nos podemos sentar con ellas con algo de curiosidad, se puede abrir un diálogo muy constructivo entre la emoción y el intelecto, donde es posible que aparezca la comprensión, la compasión y donde vamos a tener el tiempo y el espacio de formular una respuesta, en lugar de actuar de forma compulsiva.

La emoción viene a traernos información que es importante tener en cuenta, pero esto no quiere decir que tengamos que actuar sobre ella impulsivamente. Tampoco quiere decir que nuestra emoción siempre sea una guía fiable para interpretar la realidad, pero sí para saber cómo la realidad nos está impactando.

De esta manera aprendemos, poco a poco, a amistarnos con nuestras emociones, incluso cuando son desagradables, y nos permitimos tiempo y espacio para dialogar con ellas. En este diálogo se produce una conexión más íntima con nosotras mismas y nos liberamos de la compulsión, de huir de nuestras emociones con la adicción, la depresión y la disociación.

Si quieres escuchar una meditación guiada para acompañarte en este camino, puedes acceder aquí.

Te agradezco muchísimo compartir este artículo si te ha parecido útil.

También, te invito a participar en el próximo seminario online que ofreceré el 17 de mayo, de 11.00 a 14.00 (hora española) , donde aprenderemos algunas prácticas específicas para empezar en el camino de la meditación y la gestión emocional.

Picture
más información
0 Comments

La trampa de la autoestima

3/18/2025

4 Comments

 
Picture

La autoestima es un concepto muy presente en el ámbito del crecimiento personal, con una multitud de recursos dedicados a enseñarnos cómo aumentarla.

En general definimos como autoestima el conjunto de creencias que tenemos sobre nuestra propia valía, y la manera concreta que tenemos de hablarnos y acompañaros en el día a día.
De por sí, este concepto no es problemático, ya que su intención es ofrecernos una relación más amable con nosotras mismas, a la vez, hay ciertos mecanismos culturales y sociales que pueden interferir con este propósito.

La condicionalidad de la pertenencia
La pertenencia es una necesidad fundamental para todos seres humanos, ya que nuestra biología nos define como mamíferos, y por lo tanto sociales y gregarios.
La construcción de nuestra identidad se desarrolla en un delicado proceso de interacciones con los miembros de nuestra "tribu", nuestro entorno social.
Desde muy pequeñas, nos encontramos con toda una serie de normas y expectativas que nos guían en este proceso y nos dan referencias sobre quienes somos, lo que se espera de nosotras y lo que podemos esperar de las demás personas. Este proceso es necesario para generar cohesión y coherencia en el grupo social en el que nos encontramos, sin embargo, las sociedades occidentales tienden a generar normas bastante limitantes que acaban dificultando la percepción de pertenencia e instalando la creencia de que "para pertenecer tengo que demostrar algo".

En general, son pocas las personas que han tenido la experiencia de pertenecer, de ser aceptadas y valoradas por el mero hecho de existir. Por lo tanto, se ha creado una percepción muy arraigada de la pertenencia como algo condicional, algo que tenemos que ganar y merecer. Por supuesto, la pertenencia se asocia con el amor, el cariño y la seguridad que esperamos encontrar, en primer lugar, en nuestras familias de origen. Ahí es donde se empieza a construir nuestra identidad, y donde se ponen las bases para nuestra relación con nosotras mismas y con las demás personas. Si en nuestras primeras experiencias hemos recibido mensajes reiterados que nos han hecho cuestionar el cariño de nuestras familias, por ejemplo en relación con como se expresaban nuestras emociones, nuestras preferencias y nuestras dificultades, es bastante probable que hayamos internalizado la idea de que "no estoy bien tal y como soy" y que, por lo tanto, hayamos aprendido a considerar el cariño y la pertenencia como algo condicional, algo que solo merecemos si "lo hacemos todo bien", nos esforzamos para ser mejores personas y cumplimos con las expectativas de nuestro entorno.

Querernos sin condiciones
Podríamos imaginar cómo sería separar la pertenencia de la educación, para acercarnos a un concepto más útil de autoestima.
Si la pertenencia fuera un hecho, un supuesto de nuestra existencia, entonces nuestra valía no estaría en cuestión y no estaría vinculada a lo que hacemos y cómo lo hacemos, sino que esto sería el dominio de la educación.
La pertenencia sería el suelo inalterable que nos sostiene en cada paso, y la educación sería el proceso a través del cual aprendemos a vivir en sociedad, a caminar.
Esta separación es muy útil para entender el tipo de acompañamiento que nos podemos ofrecer, especialmente en los momentos difíciles, cuando nos equivocamos o no somos capaces de alcanzar el mejor resultado. 
Por un lado, nos podríamos decir: "Te quiero, por el simple hecho de que existes" y, por otro lado, "Veo que necesitas ayuda en aprender (la cosa en cuestión), y voy a intentar apoyarte en ello".

No caer en la trampa de la autoestima
Si no hemos diferenciado entre pertenencia y educación, puede que nuestro concepto de autoestima sea condicional y que, por lo tanto, estemos atrapadas en el bucle de intentar demostrar que somos merecedoras de amor. Entonces nuestra autoestima se convierte en el premio que obtenemos cuando hacemos las cosas bien. Y cuando no las hacemos bien, o nos castigamos, retirando nuestro propio cariño y reemplazándolo con críticas y juicios, o intentando minimizar nuestros errores para mantener una imagen de éxito.
El amor incondicional no intenta maquillar nuestras limitaciones y carencias, no intenta distraernos del dolor que se genera cuando vemos que no somos capaces de hacer algo que nos gustaría hacer. El amor incondicional nos quiere independientemente de lo que conseguimos y, a la vez, nos apoya y nos guía para seguir creciendo y aprendiendo. El amor incondicional no tiene miedo de nuestros fracasos, no los esquiva, los aceptas como parte inevitable de la vida y de la imperfección humana.

Si quieres profundizar en la práctica del amor incondicional hacia ti misma, puedes suscribirte al Círculo de Integración Relacional, donde compartiré contigo prácticas, ejercicios, reflexiones y meditaciones que te ayudarán a construir una relación sana y amorosa con todo lo que eres.

También puedes apuntarte al próximo seminario online "Más allá de la autoestima",  el 12 de abril 2025, de 11.00 a 14.00. Toda la información aquí.

Si te ha gustado este artículo, te agradezco compartirlo y compartir tus reflexiones en los comentarios aquí abajo.
4 Comments

La pareja: entre dependencia, autonomía, vulnerabilidad y autocuidado

1/10/2025

0 Comments

 
Picture
La relación de pareja es el espacio donde se ponen en juego fuerzas aparentemente contradictorias, y a la vez necesarias, como nuestra necesidad de conectar y a la vez mantener nuestra individualidad, cuidar el otro, pero sin descuidarnos, llegar a compromisos, pero sin perder nuestro equilibrio y valores.

D'entrada no hay una solución definitiva para encontrar el equilibrio entre todas estas necesidades fundamentales, sino se trata de mantenernos atentas y presentes a su interacción en cada momento. Entonces la pareja no se convierte en un proyecto que tiene que alcanzar un objetivo concreto, sino en un campo de juego donde, pase lo que pase, vamos a descubrir algo.

Dependencia y autonomía
Nuestra primera relación en la vida es de total dependencia y esto se mantiene así durante unos cuantos años. Por esta razón, nuestras primeras relaciones marcan tanto nuestra manera de relacionarnos, incluso cuando somos adultas. Esta primera experiencia de dependencia debería ofrecernos los elementos necesarios para ir construyendo nuestra autonomía, generando una personalidad segura y a la vez abierta y flexible, capaz de entrar en "interdependencia" con otras personas.
Dependiendo de cómo ha ido esta primera fase de nuestra vida, esto será así o, tal vez, no. En muchos casos lo que ocurre es que, o bien nos mantenemos en un estado de dependencia prolongada en nuestra adultez o bien desarrollamos una independencia precoz que luego nos dificulta entrar en conexión real con los demás.

En todo caso, entramos en la relación de pareja arrastrando nuestros patrones relacionales, buscando tal vez la seguridad, protección y cuidado que no recibimos en la infancia o desconfiando de la intimidad como un lugar peligroso que nos puede engullir y privar de nuestra autonomía.
Ya que nuestra psique es compleja y se articula en capas, seguramente habrá una capa profunda conectada con las experiencias de la infancia y una capa más recién que está conectada con nuestras ideas y deseos adultos sobre cómo queremos que sea nuestra relación de pareja. Si estas capas no están integradas, se produce una incongruencia que luego genera fricción y conflicto en la relación.
Esta incongruencia nos dificulta encontrar el equilibrio y más bien nos encontramos en una situación de ir desde un extremo al otro como de rebote.

Vulnerabilidad y autocuidado
Para que nuestra relación de pareja sea satisfactoria, viva y adaptativa a los cambios que se van dando, necesitamos poder compartir un espacio de vulnerabilidad donde puedan aflorar las capas antiguas, pero no de una manera inconsciente, sino acompañadas de comprensión, responsabilidad y cuidado.
Cuando esto ocurre, tenemos la sensación de poder ser "nosotras mismas", de sentirnos seguras, vivas y creativas.
Cuando esto no ocurre, tenemos la sensación de tener que protegernos constantemente, de mantener una imagen, y de tener que controlar todo para que no pasen cosas desagradables.

Así que entramos en un pin-pon también entre nuestra necesidad de abrirnos y exponernos y a la vez de protegernos.

Amar sin defensas
Podemos aprovechar de todo esto para emprender un viaje de exploración y crecimiento que nos llevará a una relación auténtica y energizante, no solo con nuestras parejas, sino con nostras mismas también.  Este viaje se articula alrededor de distintas etapas, no en un camino linear, sino en espiral, donde vamos a aprender cómo familiarizarnos con las diferentes capas de nuestra psique, hacernos cargo de ellas y llevarlas a la relación sin la necesidad de defenderlas, sino con la disponibilidad de compartirlas. Es un viaje que necesita de la participación de ambas personas, ya que cada una tiene su parte de trabajo por hacer. En una relación sin defensas, necesitamos construir espacios individuales y espacios compartidos, herramientas comunes para hacer frente a los desafíos, y un compromiso cada vez más firme a querernos a pesar de nuestras limitaciones y fallos.

Amar sin defensas es el gran desafío no solo de la pareja, sino de nuestra cultura, que nos propone una visión de dureza e invulnerabilidad como algo necesario, que nos habitúa a considerar todas nuestras experiencias en función del beneficio y utilidad que nos aporta y que nos despoja de la pertenencia para abocarnos a una carrera para demostrar nuestra valía a través de la adquisición de bienes y logros.

Si te interesa explorar el camino para poder amar sin defensas, te invito a participar en el seminario online que ofreceré el 19 de enero 2025, de 11.00 a 14.00 (hora española).

Si este artículo te ha parecido útil, te animo a compartirlo con otras personas.

información sobre el seminario
0 Comments

Aprender a sostener emociones difíciles

12/1/2024

0 Comments

 
Picture

Las emociones nos desafían constantemente por su capacidad de afectarnos profundamente, nos guste o no.

Cuando hablamos de ellas, muchas veces utilizamos palabras como "controlar" o "gestionar", en lugar de plantearnos la posibilidad de "escuchar" o "acompañar".

Las emociones tienen un propósito
Todas emociones, agradables  o desagradables, tienen un propósito evolutivo muy importante: hacernos saber cómo una situación nos está impactando. Esta información es necesaria para poder elaborar una respuesta adecuada. Evidentemente, la emoción no es la única información que deberíamos tener en cuenta, a la vez es una pieza ineludible, ya que, nos guste o no nos guste, estará afectando nuestras decisiones y reacciones.

La relación entre intelecto y emoción
La otra pieza importante para elaborar respuestas adecuadas a una situación es el uso del intelecto, sin embargo, intelecto y emoción deberían trabajar juntos como miembros del mismo equipo, y no ir el uno en contra de la otra. Cuando esto ocurre, se produce una situación de ruptura interna que nos genera bastante malestar, ya que nos encontramos en conflicto con nosotras mismas.

Interferencia en la relación entre intelecto y emoción
Esta relación de colaboración entre intelecto y emoción se ve amenazada por muchos frentes. Por un lado, vivimos en una cultura que privilegia el intelecto y desvalora la emoción, dando al intelecto un rol de mando que, en realidad, no tiene, ya que al final, la emoción tiene un impacto bastante más grande en nuestras decisiones. En este sentido, el intelecto se convierte en una fuerza que intenta suprimir, desviar, negar o trivializar la emoción en lugar de trabajar con ella.

Por otro lado, algunas emociones generan sensaciones muy desagradables en el cuerpo, cosa que pone en marcha unos mecanismos fisiológicos de defensa. Un ejemplo muy claro de esto es el nudo en la garganta que aparece cuando nos sentimos tristes, vulnerables o enfadadas. Otras reacciones, como la vergüenza, el cansancio o la apatía, también pueden ser parte de estos mecanismos que intentan tapar la emoción.


Huir de las emociones tiene un coste
Cuando se ponen en marcha los mecanismos defensivos, de forma consciente o inconsciente, la emoción no puede cumplir su función y esto tiene el efecto de hacernos sentir desconectadas, confusas, desbordadas o bloqueadas. También esta huida puede traducirse en ansiedad, depresión, adicciones y comportamientos compulsivos-obsesivos.

Aprender a sostener las emociones
Para poder recuperar una relación auténtica y creativa con nosotras mismas, necesitamos reparar esta ruptura entre intelecto y emoción. Esto se puede hacer empezando a identificar todos los mecanismos con los que nos defendemos y ayudando el intelecto y el cuerpo a "quedarse" con la emoción. Necesitamos aprender recursos somáticos para aumentar la capacidad del cuerpo de tolerar y no disociarse mientras transita la emoción, y también necesitamos enseñar al intelecto como convertirse en un descodificador de la emoción, en lugar de actuar como un juez o un adolescente rebelde.

Si te interesa profundizar más en este enfoque, te invito a participar en el próximo seminario online que ofreceré el 14 de diciembre 2024. Aquí encontrarás toda la información.

0 Comments

Los portales del duelo y cómo atravesarlos

10/1/2024

0 Comments

 
Picture
La sensación de derrumbe y vacío que suele acompañar una pérdida significativa es una de las experiencias más difíciles de sostener. El duelo no nos ofrece redención, sino que es la emoción que marca el encuentro con lo terminal, con los límites de la vida que no podemos traspasar. 

En nuestra cultura, hemos ido perdiendo los rituales que nos acompañaban en transitar esta experiencia universalmente humana, rituales que colocaban el duelo al centro de nuestras comunidades y les otorgaban un tiempo fuera del tiempo, donde poder recomponernos y procesar.
Hoy en día nos encontramos por la mayor parte solas en este tránsito y muchas veces con la presión de tener que volver a estar operativas cuanto antes.

Los portales del duelo
En su maravilloso libro "El lado salvaje del duelo" el autor Francis Weller nos propone la tarea de recuperar el duelo y sus ritos como un proceso fundamental para nuestro desarrollo y maduración, aceptando su desafío en lugar de huir de él, y honrando los regalos que nos trae, aunque sean envueltos de negro.
Para Weller, nos puede ser útil entender que el duelo es un aspecto que acompaña muchas experiencias de pérdida, lo que él llama los 5 portales del duelo.

El primer portal consiste en las pérdidas vinculadas con la muerte o la enfermedad, experiencias que nos recuerdan, de manera abrupta y repentina, nuestra inpermanencia y la de todos los seres vivos en este planeta. Son las que más nos cuesta sostener, y, a la vez, las que templan nuestro pensamiento mágico de inmortalidad y, si las transitamos con humildad y apertura, nos recuerdan de manera irrefutable lo precioso que es cada instante de vida.

El segundo portal se refiere a las experiencias de no haber recibido lo que todos seres humanos llegan al mundo esperando: aceptación, cuidado, protección, cariño, valoración y pertenencia. Al no vincular estas experiencias con el duelo, muchas veces lo que ocurre es que se llenan de vergüenza, llevándonos a pensar que algo está terriblemente mal con nosotros por no haber recibido aquello que esperábamos.

El tercer portal tiene que ver con el duelo que nos invade cuando miramos el dolor y la destrucción de nuestro planeta. La palabra solastalgia fue cuñada por el filósofo Glenn Albrecht para designar el profundo dolor que nos sobrecoge al ver que la belleza y armonía de nuestros ecosistemas está siendo violentada y destruida por un sistema económico basado en la explotación y en la objetificación de  todo aquello que para las culturas ancestrales era sagrado.

El cuarto portal incluye el dolor de vivir en un mundo atomizado, individualizado, donde nuestras necesidades básicas y primordiales de vivir en armonía con nuestro entorno, sintiéndonos parte de él, son casi imposibles de satisfacer. Nuestros organismos mamíferos necesitan sentirse parte de un entorno donde la vida se manifiesta en toda su belleza a través de la multitud  de especies vivas que lo componen. Nuestras ciudades y estilo de vida nos niegan la posibilidad de satisfacer este anhelo ancestral y nos condenan a vivir con un vacío existencial que no sabemos identificar.

El quinto portal es él del duelo de nuestros antepasados, la larga línea de dolor acumulado durante siglos de guerras, genocidios, dominación, represión y explotación. Este dolor nos acompaña en las sombras de nuestra psique y nos conecta con la historia y destino de nuestras comunidades.

Cómo transitar los portales del duelo.
Tal vez el primer paso tenga que ver con reconocer y validar la existencia de estos 5 tipos de duelo. Negarlos, menospreciarlos o trivializarlos no hace nada más que perpetrar el dolor y nos impide avanzar en el camino de integración.

Permitirnos sentir el dolor y reconocer que hemos perdido mucho, que llevamos unas cicatrices y unas heridas invisibilizadas por nuestro entorno social, nos puede ayudar a recuperar el sentido y el valor de estas experiencias.

También necesitamos recuperar los espacios comunitarios donde el duelo no es una experiencia anómala e individual, sino un altar sagrado al cual acudimos para compartir nuestra vulnerabilidad, nuestro profundo amor por la vida y nuestra humanidad.

Para transitar el duelo, necesitamos aprender a no huir del dolor, a no aplacarlo con falsos remedios y adicciones. Necesitamos hacernos expertos en el arte de acompañar nuestros cuerpos y sus sensaciones, para volver renovadas y más completas, desde nuestros descensos en el mundo de la oscuridad.

Si te interesa explorar más en profundidad este tema, te invito a participar en el próximo seminario online el 27 de octubre 2024, de 11.00h a 14.00h.
Toda la información en el botón aquí abajo.
Picture
Picture
más información
0 Comments

Para que las emociones no nos desborden

5/12/2024

0 Comments

 
Picture
Nuestra sociedad tiene una manera curiosa de relacionarse con las emociones.
La dicotomía entre intelecto y emoción nos hace pensar que estas dos facultades están separadas y algo opuestas, como gatos y perros. En una cultura basada en el axioma Cartesiano “Pienso, luego existo”, el intelecto se concibe como una facultad superior, dotada de objetividad, imparcialidad, sentido y lógica. Naturalmente, estas son facultades que se suelen vincular con el género masculino. Por ende, las emociones, femeninas, ocupan un lugar subalterno, y se consideran demasiado volátiles, impredecibles, inconsistentes, subjetivas e incontrolables como para merecerse nuestra confianza. Aun así, esta represión de la emoción no es sostenible, y esto se demuestra en la altísima incidencia de adicción, depresión y ansiedad que nuestra sociedad padece.

La tiranía de la felicidad
Además, hay emociones que se consideran positivas y otras negativas, lo cual genera cierta presión en intentar mantenernos en un estado de felicidad, equilibrio, calma y satisfacción constante. Cuando salimos de este estado algo está mal, pero no en el sentido de cuestionar el sistema social que nos afecta, sino que algo no está bien con nosotras. No lo estamos haciendo suficientemente bien. La depresión se considera un fracaso personal, la ansiedad un trastorno, el duelo algo que dura demasiado y qué ya tendríamos que haber superado, el miedo la marca de los débiles y la tristeza una cosa que habría de marchar lo más rápido posible.
Parece que en nuestra cultura, el estado ideal en el que nos deberíamos encontrar siempre es el que sonríe desde los carteles publicitarios. Como querer que siempre sea verano, que el cielo siempre esté azul, que siempre seamos jóvenes y guapas. Un lugar estático, sin cambios inconvenientes. Nuestro sistema económico capitaliza estas creencias queriendo que compremos toda clase de cosas que nos salvarán del malestar, de la vejez, del miedo, de la incomodidad, de la incertidumbre y del dolor. No nos ofrece nada que nos ayude a aprender a sostener las emociones y transitarlas de manera constructiva. Lo queremos todo fácil, abundante, placentero y barato.

La brújula perdida
Curiosamente, la neurociencia está llegando a otras conclusiones, algunas de ellas tampoco muy nuevas, casi todas las culturas ancestrales ya lo sabían: nuestras emociones son una guía indispensable para orientarnos en el mundo, pero solo si sabemos como escucharlas. 
La dicotomía Cartesiana está siendo desacreditada por las observaciones científicas de los circuitos cerebrales, donde se observa una colaboración e interdependencia entre los circuitos considerados más racionales y los más emocionales. No podemos hacer pleno uso de nuestras facultades cognitivas sin tener en cuenta nuestras emociones. Las emociones son la evidencia más directa y fiable de cómo la experiencia presente está impactando nuestro organismo, nos guste o no nos guste. La emoción nos dice que, según nuestras creencias, experiencias, necesidades, recuerdos e imaginaciones, la situación actual nos está afectando de una cierta manera. Si el intelecto no aprende a aceptar esta información, antes de intentar cuestionar o redirigir nuestra respuesta, se generará un conflicto interno que muy probablemente resultará en una tensión muscular, en una alteración de las funciones vitales, en una confusión y lucha interna que, a largo plazo, desembocarán en un estado de enfermedad.

El intelecto al servicio de la emoción
La emoción es un mensajero fiable. Su función no es ofrecernos una visión objetiva y panorámica de la situación, sino ubicarnos en nuestra propia experiencia subjetiva. Esta información nos sirve para tener una visión realista de como nuestro organismo puede reaccionar a una situación. El papel del intelecto sería recibir esta información y tenerla en cuenta, descifrarla, validarla, explicitarla y regularla. No, como suele hacer, cuestionarla, juzgarla, reprimirla, o ignorarla. Para hacer esto, el intelecto necesita entender que la emoción es su aliada y que colaborar con ella traerá una respuesta más precisa y completa.

Tolerar la emoción
El campo de juego para esta colaboración entre emoción e intelecto es el cuerpo.
Cuando el cuerpo es capaz de tolerar la emoción, sin tensarse, colapsar, desbordarse o disasociarse, entonces la emoción puede permanecer presente y dialogar con el intelecto. Pero esta capacidad, para la mayor parte de las personas que han sido educadas en nuestra cultura, o bien no se ha desarrollado o se ha perdido hace mucho tiempo. El síntoma más claro de esto es la manera en la que sobre pensamos las cosas y acabamos dando vueltas en bucles. Mientras tanto, nuestro cuerpo intenta decir cosas, con sus dolencias, su respiración cortada, su opresión en el pecho, su nudo en el estómago, pero no solemos hacerle mucho caso. Desarrollar la capacidad de tolerar las emociones implica ralentizar la actividad intelectual, prestar atención a lo que está pasando en el cuerpo y aprender a sostenerlo.

Es un proceso que desafía casi todos nuestros mandatos culturales: nos invita a ralentizar en lugar de acelerar, a escuchar en lugar de llenar el espacio con ruido, a contactar con la vulnerabilidad en vez de protegernos, a hacer espacio para aquello que es incómodo en vez de eliminarlo, a aceptar la incertidumbre en vez de querer saberlo todo. La recompensa es una relación más auténtica, vital y coherente con todo lo que somos.

Si te interesa explorar más, te invito a participar en el próximo seminario online. Toda la información en el botón aquí abajo.
Picture
Picture
más información
0 Comments

El placer de sanar la relación con la comida

4/18/2024

0 Comments

 
Picture

Alimentarse es uno de los procesos más fundamentales de cualquier organismo vivo, sin embargo, para muchas de las personas que viven en las sociedades occidentales, es un proceso cargado de emociones a veces muy complejas como la culpa, la ansiedad, el miedo y la frustración.
Es frecuente pensar en esta relación compleja con la comida en términos de “trastornos”, como si de una enfermedad se tratara. Sin embargo, hay cada vez más estudios y evidencias que nos invitan a mirar la relación "des-ordenada" con la comida como la punta del iceberg de un sistema nervioso traumatizado.

Esta mirada nos permite abordar la relación con la comida desde un lugar de compasión, apertura y, fundamentalmente, afecto, que nos permite transformar los patrones de control, desborde y privación en oportunidades para recuperar un vínculo seguro con nosotras mismas.

Las mil facetas de la relación con la comida.
Comer es un proceso que nos involucra a muchos niveles: fisiológico, emocional, afectivo, social y cultural. Por lo tanto, no podemos mirar la relación con la comida desde un solo punto de vista. Necesitamos ampliar la mirada y preguntarnos muchas cosas, como por ejemplo:
  • ¿Qué lugar ocupan las emociones en mi vida?
  • ¿Cómo percibo mi sensación de pertenencia y aceptación en mi entorno social?
  • ¿Qué mandatos culturales he asimilado con relación a mi cuerpo, mi género, mi individualidad?
  • ¿Qué capacidad tiene mi organismo de regular sus estados de miedo, rabia, frustración y dolor?
  • ¿Qué relación mantengo conmigo y mis supuestas imperfecciones?
  • ¿Qué nivel de confianza tengo en la sabiduría innata de mi cuerpo?
Estas preguntas nos abren el camino para investigar los fundamentos que sostienen nuestra relación única e individual con el proceso de comer, nutrirnos, vincularnos y regular nuestro sistema nervioso.

Recuperar la confianza en nostras mismas
Una componente muy fuerte en la relación des-ordenada con la comida es la creencia de que nuestra manera de alimentarnos tiene que estar regulada por normas externas, de lo contrario, nuestros impulsos se descontrolarán y nos llevarán a la perdición, lo cual equivale a: comer demasiado, demasiado poco, comer alimentos “equivocados”, subir de peso, bajar de peso, enfermar.

La "cultura de la dieta" es endémica en nuestra sociedad. Aunque se disfrace de "alimentación saludable", es un constructo que se rige sobre la premisa de que no podemos dejar nuestra alimentación a nuestros instintos. No podemos confiar en nuestro cuerpo, en nuestra intuición, no sea que nos desvíen hacia el descontrol.

¿En qué clase de cultura puede generarse este tipo de creencia? En una cultura que nos quiere separar de nuestros propios cuerpos y convertirlos en objetos que deben estar bajo el estricto control del raciocinio, del intelecto y del poder externo. Una cultura que no valora la emoción, la intuición, las curvas, los imprevistos, la vulnerabilidad y el descanso.
Por lo tanto, una de las componentes necesaria de la sanación de la relación con la comida, es la sanación de nuestro vínculo con el cuerpo, y todo lo que esto simboliza.

El placer de sanar la relación con la comida.
Nuestros cuerpos se orientan y aprenden a través del placer. Es el placer que nos hace aprender a levantarnos y caminar cuando somos pequeñas, es el placer que nos guía en conocer el mundo. El placer va de la mano de la satisfacción, y la satisfacción marca el límite entre un ciclo de exploración y el siguiente. Cuando estamos cómodas con sentir y seguir nuestro placer, entonces también podemos experimentar la satisfacción de este placer y saber que ya podemos descansar y digerir la experiencia. Es la escucha atenta a esta señales internas de nuestro organismo que nos ayuda a regularnos y orientarnos. Cuando nuestra relación con el placer está distorsionada, por la intervención de creencias moralistas, por la intrusión de normas sociales rígidas y ajenas a nuestras necesidades, el organismo pierde la capacidad de orientarse a través del placer y este se convierte o bien en una obsesión o en un tabú.
Reparar nuestra manera de experimentar el deseo, el placer y la satisfacción es una de las maneras más profundas de sanar la relación con la comida, y por ende, con nosotras mismas.

Si quieres ir en más profundidad, te invito al próximo seminario online El placer de transformar la relación con la comida, el 15 de febrero 2025, de 11.00 a 14.00 (hora española). Toda la información aquí.
Picture
También puedes acceder a los materiales del último seminario Transformar la relación con la comida: la gravación, los audios de las prácticas, los apuntes y el manual de ejercicios.

acceder a los materiales
0 Comments

Salir del bucle mental

3/27/2024

1 Comment

 
Picture

El movimiento circular de nuestros pensamientos puede llegar a ser una presencia muy incómoda con la que convivir. Es como si alguien se hubiera dejado la radio encendida en nuestra cabeza y no hay manera de pararla, además, solo hay el mismo programa una y otra vez.
Luchar en contra de este fenómeno suele ser agotador y fútil, más nos vale intentar entenderlo y aprender a transitarlo.

El propósito del bucle
Aunque parezca que no tiene ningún propósito, si nos detenemos un momento a observar, tal vez el bucle nos enseña algo. Todos los procesos que ocurren en nuestro organismo tienen un propósito, una intención, aunque no la consigan o tengan efectos colaterales desagradables. Es importante preguntarnos cuál podría ser esta función positiva que el bucle está intentando desempeñar.
Hace unos años, haciéndome justamente esta pregunta, llegué a la imagen del compost. En el compost se están dando muchos procesos que tienen la finalidad de descomponer, procesar, integrar y transformar la materia. No es un proceso rápido ni agradable, implica putrefacción y mal olor, a la vez, si algo se tiene que convertir en tierra fértil, tiene que pasar por ahí. Cuando entendemos la función del bucle, podemos ayudarla y potenciarla, para sacarle el mejor provecho posible.

Creaturas narrativas
Nuestra psique organiza y da sentido a las experiencias a través de un proceso narrativo, donde nos vamos explicando, contando, imaginando y a veces incluso ensayando, las experiencias significativas que necesitamos integrar. Este proceso requiere de repetición. A los niños pequeños les gusta escuchar la misma historia una y otra vez, porque así pueden ir asimilando el contenido en diferentes capas. El propósito de esta narrativa no es aportar información nueva, si fuera así, con solo explicarla una vez bastaría, su propósito es ayudarnos a asimilar una realidad. Es comparable a una digestión. Si podemos alejarnos un poco y ver el bucle de esta manera, sin identificarnos tanto con él, tal vez es más fácil dejarle hacer su propio curso en el fondo de nuestra psique, mientras nosotras seguimos intentando tirar adelante con nuestra vida.
Si observamos con atención, el bucle normalmente tiene 2 funciones: o bien quiere ayudarnos a asimilar una experiencia que ha sido difícil o bien está intentando buscar una solución. Cada una de estas funciones requiere un abordaje diferente.

Asimilar la realidad
En muchas ocasiones, nos encontramos con experiencias que son “duras de tragar” por varios motivos: nos producen pena, rabia o desconcierto. Lo más intensas las emociones, lo más difícil será integrar estas experiencias. Entonces el bucle comienza a revisitarlas una y otra vez, para entenderlas, para darle sentido, para repetirlas suficientemente veces como para qué nos quedemos convencidas de que esto realmente es así.
El problema está en que nos esperamos algo más del bucle y nos lo tomamos muy en serio. Si lo que queremos es una nueva perspectiva, un nuevo entendimiento, una resolución, el bucle no nos lo va a dar porque no es este su propósito. El bucle hace compost, digiere, ayuda a asimilar lo que hay, no está para darnos nuevos atisbos de iluminación. También, el bucle es la manifestación de un sistema nervioso bajo estrés, que no consigue procesar del todo lo que le pasa y se estanca en la parte cognitiva, narrativa, en lugar de también procesar con el resto del cuerpo, con las emociones y las acciones.

Entre la espada y la pared
El otro tipo de bucle, el que se mueve constantemente entre 2 posiciones y no llega a ninguna resolución, tiene que ver con que hay una situación que interpela dos partes de nuestra psique, y que estas partes no se están escuchando entre ellas, no están llegando a un lugar de colaboración. Son como dos sordos que siguen repitiendo su discurso sin escuchar el discurso de la otra parte, y, por lo tanto, sin crear un relato común y una estrategia de acción compartida

Bajar al cuerpo
En trabajar con el bucle es importante aprender a mover nuestra atención desde los pensamientos al cuerpo. El cuerpo nos ofrece una experiencia directa y fiable, nos pone en contacto con nuestras emociones, nos invita a estar en el presente, nos pone en una relación auténtica con nosotras mismas. Volver al cuerpo y calmar, relajar, abrir, soltar y respirar nos ayuda a transitar las experiencias difíciles sin quedarnos estancadas en el disco roto.

Para ayudarte en trabajar con el bucle, he preparado un pequeño ejercicio, si te interesa recibirlo, puedes rellenar el formulario de abajo.
También, puedes acceder a mis videos sobre recursos somáticos para calmar el sistema nervioso, los encontrarás en mi canal de YouTube.

Si te ha gustado este artículo y crees que podría ser útil a otras personas, no dudes en compartirlo, ¡gracias!

    ME GUSTARÍA RECIBIR LA PRÁCTICA

envía

1 Comment

Trauma, psicopatía y el Estado de Israel.

10/30/2023

4 Comments

 
Picture
Propuesta de partición entre el Estado de Israel (azul) y el estado árabe (marrón) en 1947, en la primera resolución de la ONU.
 Mientras sigue el genocidio del pueblo Palestino en Gaza, el nivel de desesperación y frustración es casi intolerable para las personas que estamos relegadas al rol de espectadoras, plagadas por una sensación de impotencia y, tal vez, culpa, por no hacer nada para detenerlo.

El deseo de paz nos impulsa a mirar con claridad y determinación las complejidades del ser humano, su psique, sus políticas y su economía, porque pedir paz, sin entender estos aspectos, se convierte en algo superficial e ingenuo.

La situación en Israel puede ser una de las más complejas de la historia de la humanidad, ya que es el crisol de eventos y factores históricos que se remontan a hace 3000 años como mínimo. Es difícil imaginar una salida a esta maraña, una salida que no implique la perpetuación del trauma que, tal vez, es el núcleo de esta historia.

En este artículo voy a intentar trazar mi recorrido en intentar entender y descifrar la situación. No soy especialista en historia, por lo tanto, la información en la que me baso es la que he podido encontrar en internet y en libros, lo cual hace probable que sea altamente incompleta. Tampoco pretendo presentar este análisis como el más cierto o completo.

Comprensiblemente, es un artículo más largo del habitual, porque la complejidad de la situación no se puede resumir sin caer en simplificaciones reduccionistas.

El pueblo judío
La historia del pueblo judío es sinónimo con humillación, desposesión, opresión y genocidio. Desde las historias narradas en el Antiguo Testamento hasta los terroríficos eventos de la segunda guerra mundial, los judíos han ido acumulando experiencias de violencia e injusticia. Aun así, han podido también mantener una identidad cultural y religiosa muy clara, adaptable a las circunstancias a las que han tenido que moldearse a raíz de no tener un territorio propio. No conozco otra cultura que se haya encontrado en esta situación de exilio, a la vez manteniendo una identidad fuerte e impactante en las sociedades en las que se fue insiriendo. Los judíos no se absorbieron en las culturas de los países en los que vivieron desde la primera diáspora en 586 a.C, sino, mantuvieron comunidades propias que pudieron adquirir cierto estatus económico, a la vez incorporando elementos culturales y lingüísticos de los países que los alojaron (con más o menos tolerancia). Es una historia singular que tiene un valor metafórico muy potente, un pueblo expulsado de su tierra que, a lo largo de los siglos, no desiste en su intento de volver a casa.

El intento de volver a su territorio original nunca cesó en los siglos entre la ocupación romana y la declaración del Estado de Israel en 1948. En este lapso de tiempo, el territorio conocido como Palestina fue sujeto de intensas disputas entre Europeos y Árabes que, según como, favorecieron el retorno de poblaciones judías, o no. En la historia más reciente, parece que en
1880, la población judía de Palestina ascendía a entre 20.000 y 25.000 personas. En 1947, había aproximadamente 630.000 judíos viviendo junto a aproximadamente 1,2 millones de árabes en Palestina.

Mientras tanto, a finales del siglo XIX, se empezaba a formular la ideología Sionista, un pensamiento nacionalista que pretendía dar reconocimiento al derecho de las poblaciones Judías diseminadas por el mundo, de volver a su territorio ancestral (un concepto difícil de traducir en fronteras concretas) mediante la creación de un Estado de Israel.

Desde el fin de la primera guerra mundial, el territorio conocido como Palestina estaba bajo el control militar del Reino Unido, que intentaba crear una base estable en Oriente Medio, a cambio del soporte militar de los países Árabes.
El Reino Unido empezó una campaña de legalización de un Estado de Israel junto a un Estado Árabe, un plan claramente imperfecto para satisfacer las necesidades de las poblaciones Judías en su deseo de volver a su territorio ancestral, y de las poblaciones Árabes que también ocupaban este territorio desde siglos.

El holocausto marcó el momento tal vez más horroroso de la historia del pueblo Judío que se vio, junto con otros grupos minoritarios cómo los gitanos, los homosexuales y los discapacitados, víctima de un genocidio premeditado a sangre fría y validado por toda una serie de teorías nacionalistas y racistas.

El final de la segunda guerra mundial trajo un punto de inflexión en el cual la opinión pública de Europa y Estados Unidos vio como moralmente necesario apoyar la seguridad de las poblaciones Judías de Europa y Estados Unidos, favoreciendo su inmigración a Israel. A la vez, el inicio de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, también generó un interés geopolítico en favorecer la instauración de Judíos de proveniencia Europea y Americana en la región, para garantizar una alianza frente al bloque Soviético que, tradicionalmente, se había aliado con los países Árabes.

Es bastante probable que haya varias imprecisiones en este relato, pero creo que para el propósito de entender el rol del trauma intergeneracional en la situación, tenemos una idea más o menos clara de que la historia de Israel y del territorio Palestino está cargada de violencia, dolor, injusticia y opresión por todas partes.

Trauma y psicopatía
El trauma se define como el registro que queda en el sistema nervioso de una persona después de haber vivido una o múltiples experiencias que han amenazado su integridad física y/o psicológica. Los efectos más notables del trauma son una alteración del funcionamiento del sistema nervioso que se queda atrapado en una percepción más o menos constante de peligro y amenaza y, consecuentemente, activa sus respuestas automáticas de lucha, huida o congelamiento. El trauma activa el sistema nervioso de una manera visceral, donde las facultades racionales, como la empatía, la tolerancia, la compasión y la capacidad de sostener la complejidad de la realidad, quedan perjudicadas. Así es más fácil caer en la venganza, el odio, la deshumanización del enemigo y relatos simplistas de "buenos" y "malos".

Sabemos que en muchas ocasiones, las facultades racionales, frente a esta situación de desregulación, intentan buscar una explicación para justificar las respuestas emocionales, construyendo un relato que les dé validez.
El intelecto humano es capaz de coger  datos de distintas proveniencias y de organizarlos de muchas maneras, cada una aparentemente verosímil.
Por esta razón, nos encontramos a menudo con lo que llamamos “bucle mental”, porque nuestra mente está organizando la percepción de la realidad de distintas maneras, cada una razonable, pero completamente incompatible. Esto da pie a una incongruencia intelectual que no nos permite aplicar la misma lógica en distintas situaciones. Consecuentemente, la razón, cuando está sujeta al trauma, no es una facultad tan fiable como nos esperaríamos, porque está subordenada al poder arrasador de las emociones viscerales que el trauma evoca. Así que, en este caso, el intelecto se convierte en una fuente de proyecciones, sesgos y, también, paranoias.

El Sionismo, por ejemplo, es un fenómeno comprensible si lo vemos como el intento de reivindicar la legitimidad, dignidad y autonomía de un pueblo oprimido, pero también podemos ver cómo esta ideología se ha pasado al otro lado y se ha convertido en un pensamiento supremacista. Es difícil mantener el equilibrio cuando estamos traumatizados.

La psicopatía es un trastorno complejo de la personalidad que caracteriza a individuos con déficits emocionales que carecen de respeto por las normas sociales, empatía y remordimiento.  Se entiende la incapacidad de participar o comprender los aspectos emocionales de la humanidad como uno de los factores fundamentales de la psicopatía.


Según un panel de 137 expertos, las características más destacadas que indican que podemos estar ante un psicópata son las siguientes:​
  • Ausencia de remordimientos
  • Egocentrismo
  • Falta de empatía
  • Manipulación de los sentimientos de los demás
  • Mentiras
  • Ausencia de emociones
  • Capacidad de disimulo
  • Engrandecimiento propio
  • Incapacidad de ver como las acciones propias afectan a los demás
  • Incapacidad de reparar y pedir disculpas

Está ampliamente estudiado que hay una correlación muy alta entre experiencias traumáticas y el desarrollo de ciertas tendencias psicópatas. No todas las personas que han sido traumatizadas desarrollan rasgos psicópatas, pero, al parecer, una proporción muy alta (entre un 90 y un 98%) de personas con rasgos psicópatas han vivido experiencias traumáticas.
Entonces nos puede resultar más comprensible como algunas personas pertenecientes a poblaciones muy traumatizadas, puedan perder sus facultades socializadoras y convertirse en agentes de terror. Adolf Hitler es tal vez el ejemplo más notable de psicopatía vinculada con el trauma.

Es importante recordar que el trauma no solo afecta el funcionamiento psicológico de las personas, sino el funcionamiento fisiológico del sistema nervioso
, dando lugar a una alteración de las facultades cognitivas y conceptuales. 

Además, sabemos que el trauma puede tener una dimensión intergeneracional, lo cual quiere decir que las experiencias traumáticas vividas por una generación, pueden dejar rasgos en las generaciones sucesivas, haciéndolas más propensa a desarrollar ciertos trastornos y dificultades, sean psicológicas que fisiológicas.

Lo que caracteriza las personas que, aun habiendo vivido situaciones potencialmente traumáticas, no han desarrollado síntomas, es el tipo de apoyo que han recibido. Las personas que han podido explicar su historia, recibir empatía y comprensión, que han podido dar un sentido a su relato dentro de una cosmovisión de pertenencia y aceptación, no suelen desarrollar síntomas de trastornos vinculados con el trauma.

Con toda esta información, creo que nos puede resultar bastante fácil hacer ciertas asociaciones entre la historia del pueblo judío y la situación actual en la región de Palestina.
Si, además, tenemos en cuenta el trastorno intergeneracional de todas las poblaciones involucradas (Árabes, Europeas, Estadounidenses) y el hecho de que nuestro sistema social y político fomenta la competencia, la individualidad, el logro y el estatus, no es difícil imaginar como sean las personas con rasgos psicópatas que tengan más fácil acceso a posiciones de poder.

No podemos olvidar, también, la dimensión económica y estratégica que Israel representa ahora en el tablero internacional, además cuando es una potencia nuclear en una región muy controvertida e inestable.

Buscando la paz
Qué puede hacer la ciudadanía, teniendo en cuenta todo esto? No es fácil imaginarlo. Cuando estamos frente a un individuo ( o un sistema) afectado por la psicopatología, la vía del dialogo no es muy practicable. Si además esta persona está armada y activamente empeñada en actos de violencia, la situación se hace extremadamente peligrosa.

Es necesario parar la violencia, pero si esto implica más violencia también hay el riesgo de seguir perpetuando la rueda del trauma. Además, a estas alturas en la historia de la humanidad, no está claro quien exactamente está libre de trauma y por lo tanto capaz de actuar sin reproducir los patrones traumatizantes.
La neutralidad tampoco es una opción, si queremos parar la violencia, ni el relativismo que equipara agresor y victima. Lo que pasa, es que en esta historia no sabemos donde empezar a marcar la diferencia entre victima y opresor.
En la historía de los últimos 76 años es indiscutible que la población Palestina ha vivido y sigue viviendo, en estos mismos días, un nivel de trauma que es difícl de abarcar sin que se rompa el corazón.

Recuperar la agresividad necesaria para defendernos es una parte importante en la sanación del trauma, y también en la defensa de nuestra autonomía y dignidad, sea como individuos que como poblaciones. Si no tenemos vías accesibles y resolutivas para una defensa agresiva pero constructiva, es bastante probable que nuestra agresividad se convierta en violencia y que partes de nuestra psique (o de nuestra población), caiga en la psicopatía. Y así, la rueda del trauma sigue girando y sembrando el caos en el mundo.
Tal vez, en nuestro intento de poner un limite claro a la violencia, estaría bien hacerlo desde la comprensión que la mayor parte de agresores han sido a su vez agredidos. Esto no justifica ni legitima ningúna acción violenta que debe, imperativamente, ser parada, y con la fuerza si hace falta. Peró no confundamos esto con la venganza y el castigo. Entrar en competiciones sobre quien tiene más derecho a estar traumatizado, puede que no sea el camino más constructivo hacia una convivencia pacifica. Favorecer la reparación no es algo que se puede hacer desde la psicopatía.

Ese artículo no pretende dar respuestas, ya que precisamente es la dificultad en encontrarlas que marca la tragedia de este momento histórico. Lo que espero, es que estas reflexiones nos ayuden a crear un marco desde el cual pensar, colectivamente y de manera organizada, cómo podemos actuar frente a la realidad de una humanidad profundamente dañada.

Si este artículo te ha parecido útil, te agradezco compartirlo y comentar sobre lo que te ha aportado. Si quieres recibir más artículos, puedes suscribirte al boletín mensual y seguirme en Instagram.



    Quiero suscribirme al boletín mensual

enviar
4 Comments

Cómo escuchar el dolor de otros

10/14/2023

2 Comments

 
Picture
Compartir nuestro dolor puede ser una de las experiencias más terapéuticas que podamos tener, y a la vez, todo depende de la capacidad de escucha de las personas con las que compartimos. Muchos llegamos a la conclusión de que es mejor guardar nuestro dolor, ya que no hemos podido tener la experiencia de ser escuchados de una manera sanadora.

Escuchar es un arte
Muy a menudo, incluso con todas las buenas intenciones de ayudar a las personas que están atravesando un momento difícil, nuestra manera de escuchar puede ser muy poco facilitadora. Escuchar es una experiencia que nos implica muy íntimamente y nos remueve. Escuchar activa una serie de procesos en nosotras que, si no somos conscientes de ellos, pueden interferir con nuestra capacidad de hacer espacio para la otra persona.

Hay algunas ideas que podemos intentar tener presente:
  • Escuchar no quiere decir analizar o resolver un problema
  • La otra persona tiene recursos propios y conoce su situación mejor que nadie
  • Ayudar no quiere decir intervenir en el proceso de la otra persona como si fuéramos sus psicólogos
  • El dolor de la otra persona no es el nuestro y no tenemos la responsabilidad de solucionarlo. Esto no quiere decir que no la podamos ayudar, simplemente dándole espacio para expresarse.

Sostener el dolor
Uno de los efectos de entrar en contacto con el dolor de otra persona es que se remueva nuestro propio dolor. Si no estamos acostumbradas a sostener este dolor, es bastante probable que no sepamos sostener el de la otra persona.

Una de las maneras más frecuentes de evitar sentir el dolor es intelectualizarlo. Cuando hacemos esto, entramos en conversaciones muy conceptuales y analíticas, nos reparamos en clichés del tipo “Todo ocurre por una razón” y especulamos sobre las causas y posibles desenlaces. Todo esto nos mantiene alejadas de sentir las emociones y, por lo general, nos vamos de estas conversaciones tal como hemos entrado, sin que haya cambiado mucho a nivel emocional.

La otra manera de evitar sentir el dolor es intentar buscar una solución. Esto es lógico y, por supuesto, buscar una solución será un paso importante en el proceso, pero muchas veces nos apresuramos a buscar la solución porque no podemos sostener la incertidumbre y la intensidad de las emociones. Además, hay situaciones en las que realmente no se puede hacer mucho, y, sin embargo, sigue siendo valioso hacer espacio para las emociones.

En estos casos, pasamos a la siguiente manera de evitar estar con el dolor: la filosofía moral. Esta es otra manera de “hacer algo”, pero internamente. Queremos hacer algo con el dolor para que, al menos, nos sirva o lo podamos explicar.
Entonces decimos cosas como “Hay que ser pacientes”, “Hay que ver lo que se puede aprender de esto” etcétera. Otra vez, intentar darle sentido al dolor es perfectamente natural y útil, pero lo hacemos demasiado rápido, no dejamos el espacio para que este sentido surja desde la experiencia de estar en contacto con el dolor, sino aplicamos un sentido conceptual para tener algo al que agarrarnos en lugar de... ¡Sentir el dolor!

Para qué sentir el dolor
Probablemente, a estas alturas, quieres saber para qué insisto en la importancia de sentir el dolor. Parece algo completamente contra intuitivo.
La emoción, principalmente, quiere ser sentida. Es muy frecuente en mis sesiones de acompañamiento que, cuando invito una persona a quedarse en silencio un tiempo con su emoción, diciéndole: “Hola emoción, te siento”, ya algo afloja. Tanta energía puesta en intentar huir de la emoción, cambiarla, racionalizarla o ignorarla y lo más eficaz es decirle “Hola”.

A través de una emoción se está expresando una parte de la psique, una parte del Yo de la persona. Si podemos quedarnos con ella, descubriremos algo valioso que nos quiere decir. Por ejemplo, nos hablará de su miedo, de su desconfianza, de su cansancio o de su rabia. Entrar en contacto con esta parte, nos invita a generar un diálogo con ella, y en este diálogo, muchas veces, emerge información a la que no hubiéramos podido llegar rápidamente con nuestro intelecto.

Como escuchar el dolor de otros
Dicho todo esto, ¿cómo podemos escuchar el dolor de otras personas?
Tomando tiempo. Haciendo espacio para el silencio. Aparcando nuestra ansia de hacer algo para que este dolor acabe o para que la otra persona haga algo o entienda algo. Aparcando nuestras ideas y haciendo un espacio para la curiosidad y la exploración. Dejando de lado consejos, moralejas, análisis, explicaciones y juicios. Entrando en la experiencia de la otra persona con ella.
Confiando en que la otra persona tiene la capacidad de transitar lo que le pasa, a su manera y desde sus capacidades.

Entonces, para escuchar el dolor de otra persona, nos ponemos cómodas y confiamos en que nuestra propia presencia, la atención e interés que tenemos, el cuidado y el deseo de aportar ya son suficientes.

Algunas maneras de intervenir
Ya que no tenemos muchas referencias prácticas sobre como intervenir en una conversación, pongo aquí algunos ejemplos. Su sentido está en que sean la expresión sincera de nuestra manera de escuchar y no unas frases mecánicas.

“Me parece que hay mucha (tristeza, rabia, confusión) cuando hablas de esto, ¿es así?”

“¿Cómo es para ti estar con estas emociones?”

“Parece como si hubiera un conflicto entre (2 partes tuyas, 2 emociones tuyas, 2 necesidades tuyas, 2 deseos tuyos), ¿es así?

“Entiendo que te ha (dolido, molestado, preocupado) lo que ha pasado porque....”

“Suena como que te está costando (transitar, sostener, resolver, decidir) la situación, ¿verdad?”

“Claro, puedo entender como has llegado a sentirte así.”

“Parece que te hubiera gustado encontrar más (apoyo, respeto, disponibilidad, alivio) y no ha sido así, ¿correcto?”

“Parece que te gustaría (entender, encontrar la manera de, soltar, sentir más...), ¿cierto?”

"Mmh, no es fácil estar con todo esto, ¿cierto?”

“¿Si tuvieras una barrita mágica, qué te gustaría hacer con esta situación?”

“¿De qué manera te puedo servir ahora mismo, necesitas un espacio para descargar o quieres que te ayude en buscar alguna solución?”

“No sé qué decirte ahora, pero quiero que sepas que me importas y que quiero estar a tu lado”

“¿Te sirve ahora si te digo… si hago…?”

“¿Te está sirviendo esta conversación? ¿Te estoy apoyando de la manera que necesitas o te iría mejor otra cosa?”

“Te quiero, quiero acompañarte en esto, aunque sea difícil”

“Siento tu dolor, me conecta con el mío y estoy contigo ahora en ello.”

“¿Te gustaría un abrazo?”

Hay muchas más maneras, pero lo que tienen en común es que no estamos intentando llevar la persona a ningún sitio preestablecido, sino que estamos entrando en la exploración con ella, siempre dejándole la posibilidad de decirnos si la estamos entendiendo bien y si nuestro apoyo le está sirviendo.

En estos tiempos tan removidos, necesitamos más que nunca espacios seguros donde poder compartir nuestro dolor, desde lo personal a lo global.
Es vital aprender a escucharnos bien.

Si te ha gustado este artículo, te agradezco compartirlo y suscribirte al boletín mensual para recibir más.


    Me gustaría recibir el boletín mensual

Suscríbe
2 Comments
<<Previous

      Suscribe al boletín mensual para recibir mis artículos

    Suscribe







    Tatiana Sibilia es  formadora  certificada de Comunicación NoViolenta y
    facilitadora  de
    Integración Relacional
    Ofrece formación, acompañamiento individual para aprender a practicar la Integración
    Relacional en el día día. ​

         

    Conecta conmigo para explorar como te puedo apoyar en tu proceso de desarrollo
    solicita una sesión gratuita

    Categories

    All
    Acompañar
    Amar Bien
    Amor Incondicional
    Auto Cuidado
    Autodescubrimiento
    Autoestima
    Budismo
    Codependencia
    Comunicación Noviolenta
    Comunidad
    Conflictos En La Pareja
    Covid19
    Creatividad
    Cuentos
    Dependencia Emocional
    Dolor
    Duelo
    Educación
    Empatía
    Feminismo
    Focusing
    Francis Weller
    Gestión Emocional
    Gestión Emocional
    Inconsciente
    Integración
    Integración Relacional
    Justicia Restaurativa
    La Manada
    Limites
    Machismo
    Meditación
    Mindfulness
    Muerte
    Neurociencia
    Pareja
    Pareja. Conflictos De Pareja
    Pareja Sana
    Pareja Tóxica
    Pérdida
    Pertenencia
    Recursos Somáticos
    Relación De Pareja
    Resolución Conflictos
    Rituales
    Sanación
    Sanar La P
    Sanar La Pareja
    Sexualidad
    Terápia
    Trauma
    Vuelta Al Cole

    Archives

    April 2025
    March 2025
    January 2025
    December 2024
    October 2024
    May 2024
    April 2024
    March 2024
    October 2023
    September 2023
    August 2023
    July 2023
    April 2023
    March 2023
    February 2023
    May 2022
    July 2021
    May 2021
    April 2021
    February 2021
    October 2020
    September 2020
    July 2020
    April 2020
    March 2020
    February 2020
    January 2020
    October 2019
    September 2019
    August 2019
    June 2019
    April 2019
    March 2019
    February 2019
    January 2019
    December 2018
    November 2018
    October 2018
    August 2018
    June 2018
    May 2018
    April 2018
    March 2018
    February 2018

    RSS Feed

Proudly powered by Weebly
  • inicio
    • ¿Qué es la Integración Relacional? >
      • Sobre mí
      • Testimonios
  • acompañamiento individual
  • Formación
  • libro
  • Blog
  • círculo de integración relacional
    • recursos gratuitos
  • Contacto