"Las fantasías promovidas por los defensores del modo de vida tecnológico e industrial durante los últimos cien años son ahora demostrablemente falsas. Eso no es lo que tenemos. Lo que tenemos es alienación, desorientación, destrucción del planeta, destrucción de los sistemas naturales, destrucción de la diversidad, homogeneización de culturas, crimen, falta de vivienda, enfermedades, colapso ambiental y una tremenda desigualdad. Tenemos un lío entre manos. Este sistema no ha estado a la altura de su publicidad." En algún momento creímos que tener un coche, una lavadora, un microondas, un avión o un smartphone nos ahorraría tiempo, para poder hacer lo que realmente queremos y no estar atadas a las tareas cotidianas. Ahora la última mentira es que la Inteligencia Artificial nos ahorrará tiempo, siempre para poder hacer lo que realmente queremos. Mientras tanto, estamos tan estresadas que ya no recordamos qué es lo que realmente queremos. Aquí te comparto un ejemplo de lo que yo realmente querría hacer en mi tiempo libre. ¿Qué hay detrás de lo que vemos en este video? Las mujeres que cantan aquí no son profesionales, pertenecen a un entorno social y cultural que le permite tener suficiente tiempo juntas para inventarse una cosa tan divertida y tan poco productiva. ¿Cuándo es la última vez que has tenido tiempo de inventarte alguna cosa divertida con tus amigos? La ansiedad, una crisis de tiempo La ansiedad es un estado de aceleración cronificada. El organismo se acelera porque percibe una amenaza y se pone en marcha para hacer frente a ella. Es lo que debería ocurrir si estuvieras cazando, huyendo de un depredador o caminando para llegar a casa antes de que se haga de noche. Todas estas situaciones tiene un principio y un final. Después, el organismo tiene tiempo para descomprimir y volver a un estado de relajación. Así podemos transitar de forma sana entre momentos de estrés y momentos de regeneración sin experimentar ansiedad. ¿Cuánto tiempo dedicas al descanso y la recuperación? Sin embargo, nuestras amenazas no tienen fin, ni sustancia, muchas de ellas. Se han convertido en una entidad abstracta, como la mayor parte de nuestra vida, un fantasma que nos persigue sin que le podamos ver la cara. Las amenazas de las múltiples crisis que golpean nuestro planeta están, para nosotras, todavía, lo suficientemente lejos para pensar que no nos afectan. A la vez, tenemos crisis cotidianas que interpelan nuestra sensación de pertenencia, sentido de vida, satisfacción y seguridad (material, emocional y relacional). Amenazas vinculadas con nuestra sociedad fragmentada e individualizada, la precariedad de nuestros trabajos y el acceso a recursos básicos como una alimentación sana (me refiero de proximidad y sin tóxicos) y un hogar (no una casa). Así, las amenazas se dilatan en el tiempo y se convierten en el ruido de fondo de nuestras vidas. ¿Cuáles son las amenazas que percibes en tu vida, en tu entorno? El sistema nervioso humano necesita de tiempo. Tiempo para ajustarse a las distintas situaciones que se presentan, tiempo para digerir las experiencias y aprender de ellas, tiempo para descansar y regenerarse y tiempo para crear. Sin este tiempo, el organismo entra en un estado de supervivencia que solo le permite seguir adelante en piloto automático, luchando, huyendo o congelándose. Un organismo que ya no tiene la vitalidad para rebelarse frente a un sistema que le roba constantemente el tiempo, mientras le vende todo tipo de promesas de humo. ¿Ves en tu comportamiento algún rastro de compulsividad? Actuar es el antídoto a la ansiedad. El precursor de la ansiedad es el miedo. Pero cuando el miedo no consigue descifrar cuál es la amenaza, o cuando tiene demasiadas amenazas y, especialmente, cuando no se ve capaz de hacer frente a estas amenazas, entonces aparece la ansiedad. Este estado está caracterizado por una situación aparentemente incongruente, el organismo está a la vez acelerado (con pensamientos en bucle, actividad compulsiva, dificultad para descansar) y a la vez bloqueado (sensación de desconexión, de no saber qué me pasa, de no poder enfocar la atención). Es un estado que no nos permite tener la calma para hacer un análisis exhaustivo de la situación en la que estamos y elegir una respuesta eficaz. Es el estado perfecto para convertirnos en consumidores compulsivos y miembros obedientes de una sociedad profundamente enferma. Entender que la ansiedad que sentimos no es una manifestación de nuestra enfermedad mental como individuos, sino de la enfermedad de nuestra cultura, nos ayuda, al menos, a poner el foco donde toca. Una de las razones principales para que las personas dicen que no pueden implicarse en actuar a favor de generar cambios sociales, es porque no tienen tiempo, están demasiado ocupadas en sobrevivir. Mientras esto siga así, las condiciones que generan nuestra ansiedad seguirán vigentes. En lugar de abrumarnos, necesitamos encontrar una manera de activarnos y canalizar la energía atrapada de la ansiedad. Para esto, primero necesitamos calmar el sistema nervioso. Suena como un pez que se muerde la cola. Trabajar con el cuerpo Para salir del bucle de la ansiedad, necesitamos movilizarnos, pero no de manera compulsiva y descontrolada, sino recuperando la sensación de agencia sobre nuestras acciones, por muy pequeñas que sean. Esto quiere decir prestar atención. Prestar atención a lo que estamos haciendo, sea conducir el coche o lavar los platos o tener una conversación. Empezar a estar presentes. Empezar a domar el mono enloquecido que ha tomado residencia en nuestra mente y nos hace saltar de una rama a otra sin saber para qué. Para recuperar algo de calma en el organismo necesitamos trabajar con el cuerpo, no solo con el intelecto. Decirnos cosas como “Todo saldrá bien” no suele ser muy eficaz porque hay una parte muy sabia y profunda de nuestro ser que entiende perfectamente que no podemos saber si todo saldrá bien o no. Lo que podemos hacer es intentar actuar para que las cosas salgan lo mejor posible. Podemos empezar a trabajar con nuestra respiración, una de las maneras más efectivas y comprobadas para facilitar a que el sistema nervioso entre en un estado parasimpático, en otras palabras, un estado de calma y receptividad. También podemos poner atención en no ingerir aquellas sustancias que acentúan el estado de alerta y agitación en el organismo, como el café, el azúcar y las grasas refinadas. En su lugar podemos ofrecer a nuestro cuerpo alimentos que ayudan a traer vitalidad y desinflamación como fruta, verdura, frutos secos, legumbres y algunas hierbas y especias como la cúrcuma, el jengibre y la canela. Es importante tener una práctica que nos ancle en nuestro propósito de salir de la ansiedad. Una práctica es una acción que repetimos a diario enfocándonos en la intención de darnos un tiempo para el cuidado o la creatividad. Todas estas son propuestas que nos ayudan a estar en un lugar mucho más centrado para poder evaluar nuestra situación, identificar las causas estructurales de nuestra ansiedad, y empezar a crear respuestas, grandes y pequeñas, que nos ayuden a reapropiarnos de nuestra vida y crear vínculos constructivos y creativos con otras personas. Si quieres acceder a recursos y materiales que he preparado específicamente para apoyarte en tu intención de trabajar con la ansiedad, te invito a rellenar el formulario aquí abajo. Por supuesto, te agradezco compartir este artículo con quien crees que podría beneficiarse.
1 Comment
Carlos Bosch Claret
9/23/2023 11:23:21 am
Me ha gustado mucho el escrito sobre la ansiedad y me gustaría poder recibir más contenidos sobre este tema o cualquier otro.
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