Compartir nuestro dolor puede ser una de las experiencias más terapéuticas que podamos tener, y a la vez, todo depende de la capacidad de escucha de las personas con las que compartimos. Muchos llegamos a la conclusión de que es mejor guardar nuestro dolor, ya que no hemos podido tener la experiencia de ser escuchados de una manera sanadora. Escuchar es un arte Muy a menudo, incluso con todas las buenas intenciones de ayudar a las personas que están atravesando un momento difícil, nuestra manera de escuchar puede ser muy poco facilitadora. Escuchar es una experiencia que nos implica muy íntimamente y nos remueve. Escuchar activa una serie de procesos en nosotras que, si no somos conscientes de ellos, pueden interferir con nuestra capacidad de hacer espacio para la otra persona. Hay algunas ideas que podemos intentar tener presente:
Sostener el dolor Uno de los efectos de entrar en contacto con el dolor de otra persona es que se remueva nuestro propio dolor. Si no estamos acostumbradas a sostener este dolor, es bastante probable que no sepamos sostener el de la otra persona. Una de las maneras más frecuentes de evitar sentir el dolor es intelectualizarlo. Cuando hacemos esto, entramos en conversaciones muy conceptuales y analíticas, nos reparamos en clichés del tipo “Todo ocurre por una razón” y especulamos sobre las causas y posibles desenlaces. Todo esto nos mantiene alejadas de sentir las emociones y, por lo general, nos vamos de estas conversaciones tal como hemos entrado, sin que haya cambiado mucho a nivel emocional. La otra manera de evitar sentir el dolor es intentar buscar una solución. Esto es lógico y, por supuesto, buscar una solución será un paso importante en el proceso, pero muchas veces nos apresuramos a buscar la solución porque no podemos sostener la incertidumbre y la intensidad de las emociones. Además, hay situaciones en las que realmente no se puede hacer mucho, y, sin embargo, sigue siendo valioso hacer espacio para las emociones. En estos casos, pasamos a la siguiente manera de evitar estar con el dolor: la filosofía moral. Esta es otra manera de “hacer algo”, pero internamente. Queremos hacer algo con el dolor para que, al menos, nos sirva o lo podamos explicar. Entonces decimos cosas como “Hay que ser pacientes”, “Hay que ver lo que se puede aprender de esto” etcétera. Otra vez, intentar darle sentido al dolor es perfectamente natural y útil, pero lo hacemos demasiado rápido, no dejamos el espacio para que este sentido surja desde la experiencia de estar en contacto con el dolor, sino aplicamos un sentido conceptual para tener algo al que agarrarnos en lugar de... ¡Sentir el dolor! Para qué sentir el dolor Probablemente, a estas alturas, quieres saber para qué insisto en la importancia de sentir el dolor. Parece algo completamente contra intuitivo. La emoción, principalmente, quiere ser sentida. Es muy frecuente en mis sesiones de acompañamiento que, cuando invito una persona a quedarse en silencio un tiempo con su emoción, diciéndole: “Hola emoción, te siento”, ya algo afloja. Tanta energía puesta en intentar huir de la emoción, cambiarla, racionalizarla o ignorarla y lo más eficaz es decirle “Hola”. A través de una emoción se está expresando una parte de la psique, una parte del Yo de la persona. Si podemos quedarnos con ella, descubriremos algo valioso que nos quiere decir. Por ejemplo, nos hablará de su miedo, de su desconfianza, de su cansancio o de su rabia. Entrar en contacto con esta parte, nos invita a generar un diálogo con ella, y en este diálogo, muchas veces, emerge información a la que no hubiéramos podido llegar rápidamente con nuestro intelecto. Como escuchar el dolor de otros Dicho todo esto, ¿cómo podemos escuchar el dolor de otras personas? Tomando tiempo. Haciendo espacio para el silencio. Aparcando nuestra ansia de hacer algo para que este dolor acabe o para que la otra persona haga algo o entienda algo. Aparcando nuestras ideas y haciendo un espacio para la curiosidad y la exploración. Dejando de lado consejos, moralejas, análisis, explicaciones y juicios. Entrando en la experiencia de la otra persona con ella. Confiando en que la otra persona tiene la capacidad de transitar lo que le pasa, a su manera y desde sus capacidades. Entonces, para escuchar el dolor de otra persona, nos ponemos cómodas y confiamos en que nuestra propia presencia, la atención e interés que tenemos, el cuidado y el deseo de aportar ya son suficientes. Algunas maneras de intervenir Ya que no tenemos muchas referencias prácticas sobre como intervenir en una conversación, pongo aquí algunos ejemplos. Su sentido está en que sean la expresión sincera de nuestra manera de escuchar y no unas frases mecánicas. “Me parece que hay mucha (tristeza, rabia, confusión) cuando hablas de esto, ¿es así?” “¿Cómo es para ti estar con estas emociones?” “Parece como si hubiera un conflicto entre (2 partes tuyas, 2 emociones tuyas, 2 necesidades tuyas, 2 deseos tuyos), ¿es así? “Entiendo que te ha (dolido, molestado, preocupado) lo que ha pasado porque....” “Suena como que te está costando (transitar, sostener, resolver, decidir) la situación, ¿verdad?” “Claro, puedo entender como has llegado a sentirte así.” “Parece que te hubiera gustado encontrar más (apoyo, respeto, disponibilidad, alivio) y no ha sido así, ¿correcto?” “Parece que te gustaría (entender, encontrar la manera de, soltar, sentir más...), ¿cierto?” "Mmh, no es fácil estar con todo esto, ¿cierto?” “¿Si tuvieras una barrita mágica, qué te gustaría hacer con esta situación?” “¿De qué manera te puedo servir ahora mismo, necesitas un espacio para descargar o quieres que te ayude en buscar alguna solución?” “No sé qué decirte ahora, pero quiero que sepas que me importas y que quiero estar a tu lado” “¿Te sirve ahora si te digo… si hago…?” “¿Te está sirviendo esta conversación? ¿Te estoy apoyando de la manera que necesitas o te iría mejor otra cosa?” “Te quiero, quiero acompañarte en esto, aunque sea difícil” “Siento tu dolor, me conecta con el mío y estoy contigo ahora en ello.” “¿Te gustaría un abrazo?” Hay muchas más maneras, pero lo que tienen en común es que no estamos intentando llevar la persona a ningún sitio preestablecido, sino que estamos entrando en la exploración con ella, siempre dejándole la posibilidad de decirnos si la estamos entendiendo bien y si nuestro apoyo le está sirviendo. En estos tiempos tan removidos, necesitamos más que nunca espacios seguros donde poder compartir nuestro dolor, desde lo personal a lo global. Es vital aprender a escucharnos bien. Si te ha gustado este artículo, te agradezco compartirlo y suscribirte al boletín mensual para recibir más.
2 Comments
Cristobalina
10/15/2023 05:58:11 am
Me ha gustado mucho. Estoy en el proceso de sostener mi dolor de otra forma y este artículo me ha ayudado. También me gustaría serle más útil a las personas de mi entorno en la comunicación y en el manejo de las emociones. Gracias
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Tatiana Sibilia
10/15/2023 09:31:04 am
Me alegro mucho de saber que este artículo te ha servido. Espero que puedas cultivar una manera de estar con el dolor que sea sanadora para ti y para quien está a tu alrededor. Un abrazo
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