“Dios dio el lenguaje a los seres humanos para que se contarán cuentos” Anonimo Espero no pertenecer a la última generación que tuvo la experiencia de tener adultos que le contaban cuentos como parte natural de su infancia. Estas memorias todavía están guardadas como pequeños tesoros en mí ser. Lo interesante es que no son los cuentos en sí lo que recuerdo, sino la experiencia en su totalidad: la sensación de confort y seguridad, la conexión con la persona que me los contaba, el deleite en ver el cuento desplegarse en mi imaginación, la confianza de saber que todo acabaría bien al final. Y luego, también, como estos cuentos aparecían en mis juegos, mis dibujos, mis pensamientos. Puedo decir que algunos de los personajes de estos cuentos fueron mis primeras referencias como modelos de comportamiento. EL CUENTO CREA CULTURA "El Universo no está hecho de átomos, está hecho de cuentos" Eduardo Galeano En la historia de la evolución de la humanidad encontramos culturas milenarias que no tenían todavía la escritura. Incluso con la aparición de la escritura, la gran mayoría de la población no la utilizaba o ni siquiera la conocía hasta una época relativamente reciente. Esto quiere decir que la cultura, en el sentido de todo lo que da cohesión a un determinado grupo social, se transmitía a través de la palabra. En muchas culturas, las palabras eran consideradas mágicas, dotadas de un poder misterioso y digno de respeto. “Ser de palabra” significa ser fiel y consecuente con la realidad que las palabras han definido. Cuando el lenguaje se convierte en cuento, realmente podemos tocar su fuerza mágica y creadora. En las culturas ancestrales, como la de Irlanda, los bardos ocupaban un lugar de prestigio en la sociedad, precisamente porque ellos guardaban en su memoria, a través de los cuentos, la memoria colectiva: los sucesos, las leyes, pero también las leyendas y la mitología creadora. En su libro “En ausencia de lo sagrado”, Jerry Mander nos deja un testimonio muy interesante de la cultura oral de los Dene e Inuit del norte de Canadá. En sus entrevistas con algunos miembros de los clanes de estas tribus, que llegan a formar hasta 26 comunidades, escuchamos los recuerdos conmovedores de una época pasada: “Cuando era pequeña, nos contaban los mismos cuentos una y otra vez, y al final pedíamos que nos los contaran una vez más. Y cada uno contaba el cuento un poco diferente. Todas las abuelas y los abuelos estaban en ello. Los ancianos eran buenísimos al contar cuentos. Tenían una amplitud y nivel de lenguaje que mi generación ya no tiene. Tenían un arte muy refinado, proyectaban sus cuentos no sólo con la voz, sino con todo el cuerpo: así que cada vez que los escuchabas, escuchaba algo nuevo”. CONTAR UN CUENTO CREA VÍNCULO En este testimonio ya podemos empezar a entender por qué contar un cuento es totalmente distinto a leerlo. Cuando estamos implicados en el acto de contar, la calidad de nuestra presencia es determinante. Cuando contamos un cuento estamos despiertxs, nuestra atención está activamente desarrollando el cuento y a la vez está conectando con lxs oyentes. Sin un libro en medio, podemos fijarnos en las expresiones, las reaccione, incluso la respiración de todxs lxs participantes. Y consecuentemente responder a ellxs. Se genera un vínculo emocional que nos une y nos permite vivir estos momentos profundamente juntxs. Sin un libro en medio, nuestros cuerpos están libres y activos, nuestra intuición está conectada con el ahora, nuestra mente es ágil y puede responder a los estímulos presentes. El cuento se convierte en un ser vivo, que nos incluye y nos transforma, y a la vez es transformado por nosotras. Clarissa Pinkola Estés ha hecho un trabajo estupendo en su libro "Mujeres que corren con los lobos" en desvelar el poder increíblemente sanador del cuento, con sus arquetipos e imágenes que conectan de forma tan inmediata con las experiencias más profundas del ser humano, hablando más allá del intelecto. El lenguaje del cuento es el lenguaje de la infancia, de las partes tiernas y vulnerables del alma. Contar cuentos es un acto que genera cohesión a nivel emocional y cultural, y también favorece la integración de emociones, vivencias y conocimientos. El cuento, y la experiencia de escuchar/contar, actúan sobre las distintas partes de nuestro cerebro generando integración y bienestar. El cuento, por su naturaleza, no sólo estimula las partes del cerebro que decodifican las palabras, sino que también activa cualquiera de las partes que se activarían si estuviéramos experimentando los acontecimientos del cuento en la realidad, esto tiene un poder muy grande a la hora de sanar eventos que no han acabado de integrarse, como traumas y duelos. En nuestra cultura actual considero la recuperación del arte de crear y contar cuentos como un acto necesario de sanación y de afirmación de todo lo que es válido y poderoso en el ser humano. Una acción en favor de la sabiduría ancestral de nuestros antepasados y un límite al impulso de alienación por el cual muchos individuos, grandes y pequeños, sufren en nuestra sociedad. Te invito a escuchar este cuento que he creado para acompañar un proceso de transición, deseo que te traiga disfrute y te agradeceré mucho si quieres compartir tus impresiones conmigo! Tal vez te puede interesar este taller que ofreceré en Barcelona el 2 y 3 de Noviembre para despertar tu voz e imaginación
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