Hay veces que los acontecimientos de la actualidad cogen una fuerza que los plantea en mi mente como algo urgente, algo que sacude la tranquilidad de mis pensamientos ordinarios, la familiar organización de mis valores y opiniones. Uno de estos acontecimientos ha sido esta semana el caso de la (presunta) violación de San Fermín. Cuando hablo de buscar la empatía para este caso quiero decir la empatía para los hombres, porque la empatía para la chica me sale como un río en invierno, no la tengo que buscar. Me parece muy bien hablar de empatía cuando estoy lidiando con mi día día, dónde no aparecen problemas más grandes que un desacuerdo con mi pareja, un enfado con mi madre, mi propio sufrimiento con las cosas que no he resuelto en mi vida. Sin querer trivializar estos asuntos, me parece que están en otra "liga". Luego viene una situación como esta de San Fermín y me digo:"¿Ahora qué, dónde está tu compasión y tu no violencia, dónde está tu empatía?". Para algunas personas el hecho de que me plantee encontrar empatía para estos hombres podría parecer absurdo, incluso ofensivo. Lo siento si os llega así. Tengo una firme creencia que el camino que nos llevará a salir de la barbaridad en la cual todavía estamos sumergidxs es el camino de la compasión y la empatía y siento el compromiso de recorrer este camino, siempre que pueda. Tengo que reconocer que mi mente ha estado muy ocupada con pensamientos violentos esta semana, mis emociones han estado surfeando las olas del dolor, la indignación, la frustración y el miedo. Aún así, por debajo de todo esto se ha mantenido vivo el deseo de mirar más allá, de encontrar algo de comprensión, de enfrentarme con el desafío de buscar la compasión. Cada vez que me he encontrado con algún comentario en las redes sociales por el estilo de: "animales, monstruos, no os merecéis ser considerados humanos" se ha producido en mi una dúplice reacción : por un lado el alivio y la descarga de poder ver expresado mi enfado, mi deseo de dañar, de "hacerle pagar". Hay algo tremendamente satisfactorio en llamar a estos hombres "animales" y exiliarlos desde la comunidad de los seres humanos. Por otro lado, algo dentro de mi también se siente incómodo con este tipo de satisfacción, la entiende pero me invita a no quedarme ahí. Porque hay una pregunta que se asoma en mi mente: "¿De verdad no son seres humanos?" y quizás lo que me inquieta es que sé, de manera inequivocable, que si que lo son y por lo tanto tienen algo que ver conmigo. Y aquí me encuentro con mi primer rompecabezas, porqué los seres humanos estamos repartidos en dos: hombres y mujeres. Y además estamos existiendo en un entorno y contexto específico, a nivel cultural e histórico. Así que me pregunto: "¿Cómo me puedo relacionar con esta situación desde mi perspectiva como ser humano, mujer y miembro de esta sociedad?". Es una pregunta que me catapulta en un paisaje muy complejo dónde tacharle de animales a estos 5 hombres me parece un poco simplista. Esta complejidad me llama a utilizar otros criterios que no sean los de "culpa", "castigo" o "juicios moralistas" sino algo que me ayude a entender y entrar en una relación de poder y autenticidad con esta situación. Aquí es donde encuentro un deseo muy vivo de conocer a estos 5 hombres y hablar con ellos. Me despierta muchísimo interés la posibilidad de un encuentro con esta parte de la humanidad. Reconozco que este interés se sostiene en una creencia casi obstinada que tengo desde que soy niña: "no existen personas malas". Quizás me equivoco con esto, pero me motiva seguir viviendo con esta hipótesis y ver hasta que punto se aguanta. Soy consciente que esto de buscar la empatía para los 5 hombres es algo que puedo hacer desde la posición privilegiada de observadora. Me he imaginado varias veces como sería mi experiencia de esta situación si la chica violada fuera mi hija y lo que siento es una emoción desgarradora de impotencia, miedo y rabia. La empatía me hace posible conectar con la profundidad del dolor porque la experiencia de esta chica re-estimula mi propia experiencia de vulnerabilidad y miedo como mujer y las múltiples y reiteradas experiencias de abuso y agresiones soportadas por mi genero a lo largo de miles de años. Cuando conecto con esto, veo como se enciende en mi el impulso de hacer daño, de castigar al "otro", de sentirme justificada en mi deseo de venganza por la legitimidad que mi estatus de "victima" me ofrece. Y poder expresar este dolor y este deseo de venganza es lo que creo que las personas directamente afectadas por esta situación necesitan, no estar intentando ser "comprensivas, razonables, buenas". No señores, para sanar y para sacar a la luz lo que está haciendo nuestro mundo más oscuro hace falta darle un lugar a estas emociones y reconocerle su función. Cuando el dolor y el trauma de quien ha sido oprimido no encuentra un lugar dónde expresarse y recibir reconocimiento, se puede convertir muy fácilmente en una energía opresora a su vez, como ilustra tan claramente el caso de Israel y Palestina, entre muchos otros. Cuando conecto con el dolor desde mi lugar de mujer, veo que yo también quiero ser parte de una "manada" que me ofrezca refugio, solidaridad, identidad, seguridad y validez. Las mandas son muy buenas para satisfacer estas necesidades. quizás no son tan buenas para permitirnos conectar con nuestra autenticidad individual, con nuestra manera única y compleja de vivir la vida. A la vez, está claro que estamos organizadxs en manadas: hombres, mujeres, de izquierda, de derecha, blancxs, negrxs, del sur, del norte y lo típico de estas manadas es que se reafirman internamente a si mismas y muy pocas veces suelen abrirse a la experiencia de otras manadas. A nivel social a veces es necesario que una manada le diga a la otra: "Ya basta! Mirad que nos está ocurriendo aquí a raíz de vuestras acciones.". Lo que no suele pasar es que la otra manada le responda: "Si, lo vamos a mirar, gracias por llamar nuestra atención a algo que nos había quedado desapercibido". No suele pasar justamente porque la manada se ha construido para si misma, para cuidar de sus intereses bajo sus criterios. Falta la Manada Universal. También falta, desde mi punto de vista, la capacidad de expresar necesidades insatisfechas sin demonizar a las personas que no han hecho posible su satisfacción, sin entrar en una postura exigente, de enfrentamiento. Lo que suele ocurrir, muy lógicamente, es que la manada que se encuentra en el estado de más opresión y dolor empiece a utilizar las mismas estrategias de violencia, de imposición, de venganza. Por un lado porqué necesita una salida para su dolor y por el otro porque a nivel "político" no le queda otra, especialmente cuando la Ley (esta entidad que últimamente ha logrado el estado de divinidad suprema e incuestionable) ha sido diseñada por la manada con más poder. Entonces ahora yo me veo dividida entre mi deseo de darle apoyo a "mi manada", de reconocer su dolor, su anhelo de respeto y valoración, de autonomía y libertad y a la vez hay algo en el concepto de manada que al final no me convence. Supongo que hay momentos para estar con la manada y punto, a pesar de las diferencias que se puedan tener internamente, y este es uno de aquellos momentos para mi. No hay cuestiones en mi opinión con respecto a como se está llevando este caso en los medios de comunicación, los argumentos que intenta utilizar la defensa hablan de una cultura trágica que está totalmente acostumbrada a la opresión, la imposición, la violencia y la legitimación de usarla contra aquellas personas que se han identificado como "menos de", sean mujeres, personas transgénero, de otras etnias u otra clase social. La frialdad y arrogancia de lxs que se toman el derecho de opinar sobre algo tan delicado como el consentimiento sexual, la mentalidad de "seguro algo habrás hecho"... todo esto me hace querer posicionarme firmemente con mi manda y decir: "Ya basta!", pero luego, en mi rincón personal, me sigo preguntando: "¿Pero esto cómo puede ocurrir?". Una lectura que me ha resultado útil en estos días, ha sido el blog de una de mis formadoras de Comunicación Noviolenta preferida, Miki Kashtan, una mujer muy implicada en el trabajo social con el tema del privilegio y con un firme compromiso a la noviolencia. En uno de sus post habla de la violencia como "una respuesta inevitablemente relacionada con la impotencia". Esta frase me ha dado a que pensar. Primero me ha hecho recordar que la agresión, la lucha, es uno de las respuestas a las que recurrimos cuando estamos en estado de activación simpática en nuestro sistema nervioso, en otras palabras, cuando nos sentimos amenazadxs y no nos parece que la opción de "solucionarlo por las buenas" va a funcionar. Así que me parece muy lógico que si me percibo como sujeto impotente, la violencia me pueda salir muy fácil. Esta violencia me puede salvar la vida. No voy a entrar en el eterno debate de lo que haría yo si alguien viniera y me arrastrara en el portal de un edificio a las 3 de la mañana con la intención de violarme porqué no lo sé. Supongo que mi sistema nervioso tomaría el mando automático y pasaría por las opciones: luchar, huir, congelarse. (Qué bueno sería si los jueces y abogados conocieran los fundamentos de nuestra fisiología, así nos ahorraríamos las preguntas tipo:" Y porqué no te defendiste?"). Lo que me ha costado ha sido intentar identificar que tipo de sensación de impotencia puede hacer que la violencia sea un recurso tan habitual entre los hombres y específicamente en contra de las mujeres. De hecho algo dentro de mi se ha rebelado con esta pregunta. "No hay razón para esta violencia, es mala y punto, no le busques más explicación, ya estás entrando en tu papel de mujer oprimida justificando al opresor" es lo que me he dicho. Bueno, quizás es así, pero déjame seguir el hilo un poquito más, nunca se sabe a donde podríamos llegar... De hecho, hay tantos hilos a los que seguir que se me hace difícil escoger por donde empezar. Un hilo muy concreto es lo que se me ha presentado en un artículo de El Diario donde encuentro este párrafo: "esta perentoria necesidad de reafirmar una masculinidad tradicional acosada en todos los espacios gracias al empuje del feminismo, se une ahora un determinado proyecto histórico muy vinculado al capitalismo. Dice Segato: "Para esta fase del capital es indispensable que las personas se vuelvan menos empáticas, que sean menos vinculadas. Que el sufrimiento del cuerpo que tengo al lado no vibre en mí. Que se anule la solidaridad que es consecuencia de la empatía. Nos están entrenando para ser menos empáticos y tolerar el presente". Aquí me acuerdo del porqué en los últimos años me he distanciado de las posturas feministas más "mainstream". Aunque repito, puedo entender la rabia y la agresividad que se manifiestan ahí como respuesta a miles de años de sufrimiento ocultado y trivializado y puedo reconocer que a mi personalmente me ha servido mucho en darle cabida a mi propia rabia durante muchos años, al final no me satisface. No me satisface convertir mi rabia y mi trauma en un plan de acción a nivel social. No me convence asumir las posturas de intimidación, de superioridad moral, de venganza y dureza como mi manifiesto. No a largo plazo, no más allá de haber sacado a la luz lo que quería sacar. No quiero reducir el feminismo a esto pero es un aspecto que me genera desconexión con algunas tendencias del movimiento. Fundamentalmente me genera rechazo porque, más allá de la manada, me reconozco ser humano y creo que la estrategia de priorizar las necesidades de una manada sobre otra siempre nos dejan atrapadxs en el mismo bucle de violencia y opresión. Con esto no niego la urgencia imperante de que las necesidades insatisfechas del genero femenino se sigan poniendo sobre la mesa con firmeza, aún así me pregunto: "¿De qué manera este tipo de feminismo no ha seguido la tendencia patriarcal de concebir las cosas dentro del marco de "bueno/malo", "castigo/recompensa", generando una imagen de "enemigo/victima" dentro del cual organizar su discurso?". Mi impresión es que no hemos conseguido todavía, como humanidad, salir de este paradigma, y por esto seguimos sufriendo las consecuencias de las trágicas estrategias que cada cual encuentra para salir del paso y dar satisfacción a su necesidad de seguridad, reconocimiento, validación y pertenecía. Siempre que alguien se queda excluido, va a generarse algún problema, tarde o temprano, en el sistema. A esto, como de manera muy lucida expresa el párrafo citado, se añade el capitalismo como estrategia suprema del masculino desorientado, del patriarcado. Está claro que nuestro sistema judicial está diseñado para obliterar la empatía. Basándose únicamente en los conceptos de culpa y castigo no se preocupa por un momento de poner la parte que ha cumplido la agresión en contacto con el sufrimiento de la persona que la ha recibido. Cualquier tipo de vulnerabilidad que pudiera generarse a raíz de esta empatía está profundamente bloqueada por el miedo al castigo. Estos chicos siguen repitiendo que son inocentes y me pregunto hasta que punto esto es el resultado del miedo a los 22 años de cárcel que les esperan y hasta que punto es una mezcla de creencias y vivencias muy distorsionadas que se han infiltrado en sus mentes a lo largo de muchos años. Me preocupa que pongamos más énfasis en la violación como delito penal que como un acto de profunda quiebra con lo que es inherentemente humano. Aún reconociendo la necesidad de una legislación coherente y protectora con respecto a la violación, relegar este asunto al ámbito judicial me parece reducir su magnitud. Me pregunto ¿qué tipo de sistema judicial podríamos crear si nuestra postura fundamental fuera la empatía? La mejor respuesta que he encontrado hasta el día de hoy es la Justicia Restaurativa, que os invito a investigar. Si la estrategia del capitalismo es obliterar la empatía, me propongo desarrollarla en su nivel más alto: encontrando algo de empatía con quien me hace daño, porqué empatizar con lxs que sufren ya me sale bien. Muchas veces nos confundimos y creemos que empatizar llevará a justificar, legitimar, acabar "todxs felices". No me imagino en ningún momento llegar a legitimar lo que ocurrió en aquella madrugada en Pamplona. Ni siquiera si la mujer hubiese dado su consentimiento me quedaría tranquila con lo que ocurrió y no eximiría de responsabilidad los hombres por su conducta. ¿A caso si me encuentro con alguien que me pide pegarle lo voy a hacer? No, lo que hicieron aquellos 5 hombres queda, para mi, definitivamente en el ámbito de una conducta trágica e inadmisible. Pero mi pregunta inicial sigue empujándome a buscar una manera de encontrar empatía para ellos. Estoy segura de que si pudiera tener suficiente tiempo para hablar con cada uno, no descubriría relatos de personas que han recibido aceptación, cariño, respeto, valoración, acompañamiento, seguridad emocional y empatía. Siendo hombres, en este contexto socio cultural, me imagino que le ha resultado muy fácil aprovechar de sus privilegios para encontrar salida a sus experiencias dolorosas a través de la violación de mujeres, que es, tradicionalmente, una estrategia favorita de algunos hombres y por la cual, tradicionalmente, no tienen que asumir ninguna responsabilidad. Me parece indispensable que se vuelva a repetir una y otra vez que esta estrategia no la queremos nunca más, ni para nosotras ni para ellos, porque en definitiva nos hace daño a lxs dos. A la vez, mientras me conecto con estos pensamientos escucho una voz que me dice: "Ya, pero las mujeres llevan como mínimo 10,000 años siendo violadas sistemáticamente, esto ¿cómo te lo explicas? Dónde está la impotencia que puede haber generado esta violencia en primer lugar?". Esta pregunta me inquieta profundamente porqué no consigo tener ni la más mínima intuición de una respuesta. Intento mirar las cosas desde una perspectiva arquetípica: ¿Habrá algo en la esencia de lo femenino que el masculino percibe como amenazante? Su apertura, su movilidad, su imprevisibilidad, su creatividad, su misterio? He pasado a estas categorías, masculino/femenino, porqué indudablemente la dinámica de opresión, objetificación y agresión ocurre más allá de los hombres y las mujeres. Existe, por ejemplo, entre algunos seres humanos y la naturaleza, entre algunas mujeres y sus hijxs y entre algunos hombres. Esto me hace pensar que entonces esto no es solo un problema de genero, que también, sino un problema de como se relacionan ciertas fuerzas, ciertas cualidades. Yo sé que he utilizado el acoso, la agresión, la imposición y el castigo en algunos momentos de mi vida. Es cierto que no he llegado a violar ni a matar a alguien, pero es como si pudiera vislumbrar cómo podría llegar a ello si algunos astros se alinearan. ¿Soy yo inmune a la violencia, el odio, el egoísmo, la crueldad? Diría que no. Este vídeo que he encontrardo en internet me ha impactado. Recogo las preguntas que plantea sin satisfacerme con la primera respuesta que se construye en mi mente: "Es porque algo está muy mal con vosotros". Me motiva la invitación de seguir investigando las telarañas que hay en todas nuestras mentes. Así me encuentro ahora al principio de un camino muy largo que me hace mirar muy atrás en el tiempo y en la esencia del ser humano. Veo que es un camino que no he recorrido lo suficiente para seguir hablando sobre él ahora. No estoy segura si, al final de mis reflexiones, puedo decir haber encontrardo empatía para estos 5 hombres. Siento mucha empatía para el sufrimiento que todos seres humanos estamos experimentando a raíz de las experiencias de profundo desequilibrio, conflicto, alienación, materialismo y exclusión que imperan en este mundo. Seguir este hilo me aporta el reconocimiento que estas dinámicas me pertenecen por ser un ser humano y comparto con otros seres humanos la responsabilidad de encontrar nuevos caminos para gestionarlas, reconociendo responsabilidades pero sin culpar, expresando el dolor y la rabia pero sin convertir a los demás en monstruos, poniendo limites claros pero sin castigar, colaborando para encontrar nuevas estrategias que satisfagan las necesidades de todos seres vivos. Si te ha gustado este artículo quizás quieres suscribir al boletín mensual con artículos, meditaciones y noticias sobre la Integración Relacional. Comments are closed.
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