“Mi corazón está conmovido por todo aquello que no puedo salvar, tengo que unir mi destino con los que reconstruyen el mundo" Adrienne Rich ¿Cómo lo estás llevando? La situación en la que estamos nos está retando de muchas maneras, a muchos niveles y no es fácil encontrar la manera de responder. Estoy viviendo estos días en parte como si fueran un sueño extraño al que poco a poco me voy acostumbrando. Mi mundo se reduce al tamaño de mi casa, mi rutina encuentra otros lugares donde amarrar las horas, mis pensamientos entran y salen de remolinos confusos. Intento seguir con el fluir de mi vida "como si nada", imaginándome volver a mis actividades una vez la cuarentena se haya levantado, como si al despertar de mi sueño el mundo me esperara tal y como lo dejé hace 2 semanas. Pero cada día se hace más presente en mi una voz que dice: "No te creas...". La palabra "limbo" nunca había tenido una razón más apta para aparecer un mi vida. En este limbo tengo la suerte de encontrar suficientes momentos de silencio para escuchar los procesos internos que intentan organizar y dar sentido a mi realidad. Ahí encuentro un ovillo de hilos en movimiento constante, intentando tejer una nueva red en la cual contener mis experiencias. Las prácticas de meditación, auto escucha, acompañamiento emocional que practico y comparto desde muchos años ahora se ven interpeladas como si este fuera su examen de final de carrera. La mente busca crear una realidad estable Esto es evidente. Los primeros días del confinamiento fueron un maratón de lecturas interminables sobre la situación. Gráficos, estadísticas, números, teorías, previsiones, proyecciones, análisis, conjeturas, conspiraciones, opiniones...todo se fue mezclando en un vórtice que muy pronto me llegó a saturar. Mi mente ha tirado la toalla y ha aceptado lo inaceptable: no tengo ni idea de lo que está ocurriendo. Las únicas palabras que echaba en falta, en mis investigaciones, eran palabras que nombraran de manera honesta y atrevida la evidencia de nuestra incertidumbre. De no saber, de estar trepando las paredes de nuestras creencias intentando crear lo más rápidamente posible una nuevo mapa que no fuera muy distinto de lo que ya teníamos. En cambio lo que me encontraba eran afirmaciones llenas de certezas, por todos lados, opiniones completamente formadas como si enfrentarse a una situación como esta fuera el equivalente a opinar sobre el vegetarianismo. Detenerse en la incertidumbre requiere de una fortaleza que, por la mayor parte, no estamos muy acostumbradxs a entrenar. Aparecen las dos actitudes automáticas de la mente: rechazar y aferrase. Rechazar lo que no encaja con nuestra versión preferida de la realidad, con nuestra teoría conspiratoria o orientación política. Aferrar la información que confirma lo que ya sabíamos. Y desde este lugar empieza una lucha más o menos beligerante con lo que no encaja. En mis excursiones en la prensa y redes sociales he visto más o menos lo de siempre: cada uno luchando por tener la razón y desacreditar lxs demás. Que la realidad pueda ser una mezcla desconcertante de cosas que pertenecen a todos los campos que tenemos bien organizados como "buenos" y "malos", es algo que no contemplamos muy a menudo. Que podamos recibir información y quedarnos un rato con las preguntas: "¿Podría ser? ¿Hay algo aquí que se puede rescatar? ¿Es cierto esto? ¿Qué fomenta en mi saber esto?" antes de reaccionar y sumarnos al carro, es algo que no parece ser la tendencia predominante. Los sesgos que actúan silenciosamente en nuestras mentes nos hacen creer que somos personas objetivas y razonables, informadas, criticas y con sentido común. No estaría mal observarnos más de cerca. Estoy hablando muy en general ¿Tú como lo ves, como vives este proceso de intentar entender la situación? ¿Si ralentizas el flujo de tus pensamientos y reacciones, no detectas un mecanismo que quiere a toda costa preservar algo de estabilidad y seguridad? Una cuestión de vida y de muerte Hace unos días que he entrado en la fase de huida, la segunda de las reacciones de un sistema nervioso bajo estrés. Hay personas cuya primera reacción es huir y buscar confort en su burbuja personal y otras, como yo, que primero intentamos luchar. Estar enganchada al ordenador y leer todos los artículos en la prensa mundial sobre el corona virus es una manera de luchar, de enfrentase, de mantener un sentido de "poder" sobre la situación. Al ver que esto me generaba más confusión y ruido he pasado a lo siguiente: entrar en mi burbuja e intentar hacerla lo más agradable posible. Me digo: "Tengo que cuidarme". Me quiero proteger de lo que percibo como la "histeria colectiva", la violencia que se está abriendo caminos en los rincones de nuestros barrios y balcones. Pero ni siquiera aquí me encuentro realmente a gusto. Tengo la sensación que este lugar no es mucho mejor que el otro, a largo plazo. Anhelo fortalecer la capacidad de mantenerme en un lugar de ecuanimidad, más allá de rechazar y aferrarme. Ayer tuve la gran suerte de recibir el artículo de uno de los pensadores que más admiro, Charles Eisenstein y ha sido un punto de inflexión en esta trayectoria. Dentro de las varias joyas que habían en el artículo, algo muy concreto me ha resonado. Esta situación de emergencia se desarrolla muy claramente alrededor del miedo fundamental, el miedo a la muerte. La muerte se ha presentado de un día para otro como invitada especial ahí donde no la estaban esperando, lejos de las pateras del Mediterráneo, de los campos de refugiados, de los países lejanos, los escenarios estipulados para su comparecencia. Se ha presentado de forma urgente en nuestro imaginario, recordándonos que en cualquier momento tendremos que dejarlo todo e ir. Hasta ahora habíamos podido reconfortarnos imaginando que la muerte era solo algo que le ocurría a otra gente. Somos la población menos preparada en el planeta para enfrentarnos con este asunto, nos pensábamos inmunes. Este choque, esta ruptura repentina de nuestra seguridad y rutina está solicitando, en mayor o menor medida, respuestas predecibles de nuestro sistema nervioso: el secuestro de nuestras facultades más cognitivas por parte de nuestras vísceras, nuestro instinto de supervivencia (léase saquear supermercados, atacar a las personas que salen a tomar aire, vigilar a lxs vecinxs etc.). Einsestein propone una pregunta muy conmovedora: "La pregunta relevante para mí es: ¿les pediría a todos los niños de la nación que renuncien a jugar durante una temporada, si esto reduciría el riesgo de muerte de mi madre, o la mía? O podría preguntar, ¿decretaría el final del abrazo humano y los apretones de manos, si eso salvaría mi propia vida? Esto no es para devaluar la vida de mi madre o la mía, las cuales son preciosas. Pero estas preguntas traen problemas profundos. ¿Cuál es la forma correcta de vivir? ¿Cuál es la forma correcta de morir?" No se trata de algo individual si no de un proceso que estamos viviendo de manera colectiva y las consecuencias de como lo transitamos también serán colectivas. ¿Hasta donde podemos mantener la calma frente a lo inevitable de morir? ¿Hasta donde estamos dispuestxs a ir para intentar retrasar la muerte? ¿Hasta donde el miedo nos puede convertir en vigilantes de nuestrxs vecinxs, en extremistas del control? ¿Cuantas de las necesidades básicas del ser humano como la conexión, la pertenencia, la celebración, la libertad, la espontaneidad y la intimidad estamos dispuestxs a sacrificar para ofrecernos más seguridad frente a algo completamente inevitable como la muerte? Interdependencia También esta situación nos invita a ver la realidad de nuestra interdependencia. El virus está mapeando las redes invisibles que nos unen a lo largo del planeta. Es una realidad que podemos observar con asombro o con terror. Y las respuestas que ofrecemos nos ponen directamente en contacto con la cuestión de como nuestras estrategias interactúan con las de lxs demás. ¿Cuantas conversaciones hemos tenido, con familiares y compañerxs de casa intentando construir una estrategia común para manejar la cuarentena, solo para enfrentarnos con el abismo que nos separa? Hasta ahora no tener estrategias comunes ha sido algo que hemos podido circunnavegar con la separación, cada unx en su casa, haciendo su vida, manteniendo nuestros caminos alejados o como mucho paralelos. Ahora toda la incapacidad de crear puentes entre realidades diferentes, la incapacidad de escucharnos, de rescatar lo que hay de valor en las posiciones ajenas, de colaborar poniendo nuestras visiones en común y no en oposición, toda nuestra individualidad santificada vuelve como un boomerang para quitarnos la alfombra debajo de los pies. ¿Cómo lidiamos con lxs vecinxs, lxs familiares, lxs que piensan diferente y por lo tanto actúan diferente? Lo más grande es nuestra percepción de una amenaza, sea el virus o el control del estado, lo más fuerte se dispararán las reacciones que son antitéticas a la escucha, la empatía, la reflexión y la creatividad. Mantenernos abiertxs frente al peligro y seguir relacionándonos desde la conexión es la prueba más exigente para nuestra sociedad. Tenemos mucho que aprender si queremos salir de esta sin que la violencia se apodere del miedo y lo utilice como combustible. Cuando me muera Todas estas reflexiones no son nada nuevas. Yo, como muchas personas, estaba en el medio de ellas desde años, desde la guerra del Golfo, la guerra de Irak, la aparición de los transgénicos, la aparición de los repetidores de ondas, los genocidios de innumerables poblaciones, desde la crisis del 2008, de la ola de refugiados...no puedo ni contar o recordar todas las crisis que he vivido, de manera directa o colateral, en mi vida. Lo único que ha cambiado es que ahora, en el espacio de 2 semanas, hemos entrado en un estado de urgencia global que nos ha catapultado en un estado de cohesión, voluntaria o forzada, sin precedentes. Me uno al lamento de las personas que, con rabia y frustración preguntan: "¿Y porqué hemos tardado tanto en actuar de forma colectiva cuando llevamos años hablando de cambio climático, de crisis energética, de refugiadxs?". La respuesta , me temo, es la misma que damos cuando nos preguntamos porqué no dejamos de fumar hasta que nos diagnostican un cáncer de pulmón ( y a veces ni entonces). Desde el artículo de Eiseinstein rescato esta parte también:"Le pregunté a un amigo, un médico que había pasado tiempo con los Q’ero en Perú, si los Q’ero intubarían (si pudieran) a alguien para prolongar su vida. "Por supuesto que no", dijo. "Convocarían al chamán para ayudarlo a morir bien". Morir bien (que no es necesariamente lo mismo que morir sin dolor) no es mucho en el vocabulario médico actual. No se mantienen registros hospitalarios sobre si los pacientes mueren bien. Eso no se consideraría un resultado positivo. En el mundo del yo separado, la muerte es la última catástrofe." Más allá de la lucha y huida hay el congelamiento, la in movilización, que es la última respuesta de nuestro sistema nervioso a una situación que nos supera. Me pregunto si tal vez puedo transformar esta respuesta en aceptación. Anhelo esto más allá de cualquier otra cosa. Cada día intento alimentar la confianza en que, cuando el día llegue, podré entregarme a mi destino con tranquilidad y presencia. Estoy convencida de que esta aceptación es lo que me va a permitir vivir plenamente mi vida, no en la sombra de la muerte, sino en la luz brillante de cada momento. Elegir mi melodía sin que el miedo a la muerte sea el director de la orquesta me permitiría seguir protegiendo la vida desde un lugar de apertura y de humildad. Un lugar de celebración hacia todo aquello que vale la pena vivir: los abrazos, la cercanía, la intimidad, la colectividad, el juego, la creatividad. Cuando me muera quiero entregar mi vida como devuelvo un libro a la biblioteca: contenta de haber leído el cuento, satisfecha, tranquila, lista para descansar. No quiero verme incapaz de soltar hasta el final, luchando para preservar algo que nunca ha sido esencialmente mio. Me pregunto, después de la cuarentena ¿En qué mundo queremos vivir? ¿Cuantas de las medidas de emergencia queremos que se queden en nuestras vidas? ¿Cómo queremos enfrentarnos, a nivel global, con el riesgo de otras pandemias? ¿Cuanta de la solidaridad que estamos teniendo hacia las personas vulnerables queremos que sea reabsorbida por nuestras rutinas de productividad? ¿Qué pasos podemos tomar, a nivel individual y colectivo, para que el miedo y el control no se instauren de forma permanente en nuestras sociedades? Y más que nada: ¿Tendremos la opción de elegir? En estos días de reflexión procuro ofrecerme momentos de apreciación sincera por mi cuerpo sano, mi casa acogedora y sencilla, las relaciones que me sostienen, la primavera que no está en cuarentena e irrumpe en mi jardín. Procuro empaparme de todo lo que es bello para vivirlo profundamente y desear que cuando me muera pueda hacerlo con dignidad y entrega. Puedes leer el artículo de Charles Eisenstein aquí, en Inglés Otro artículo que me ha parecido fundamental en mis reflexiones ha sido este, de Yuval Noah Harari , en Castellano Te invito a conectar conmigo compartiendo tus reflexiones aquí abajo. Deseo que estos tiempos te traigan fortaleza y mucha claridad. Tatiana
11 Comments
Ana Bernaldez
4/9/2020 07:51:19 am
Querida Tatiana. No es la primera vez que mi sentir y pensar coinciden contigo.
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Tatiana
4/11/2020 09:08:54 am
Gracias Ana por compartir tu experiencia que también es inspiradora!
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Fernando
4/9/2020 04:09:33 pm
Hola Tatiana, muchas gracias por tu reflexión... Me sentí conmovido de leerte y en paz cuando hablabas de devolver la vida como un libro a una biblioteca... Me sentí identificado en las estrategias que mencionás en el artículo y advierto en mí una resistencia a conectar con el tema de la muerte que se atravesó con la suavidad de tu artículo. Nuevamente muchas gracias, te mando un abrazo y me uno a tus anhelos personales y para el mundo
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Tatiana
4/11/2020 09:08:09 am
Gracias Fernando por leer, me anima mucho recibir tus palabras de compañerismo y conexión. Un abrazo
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Sara B.
4/11/2020 02:57:35 am
Gracias Tatiana por tu reflexión, siempre es un gusto leerlas, coincido contigo en que ha habido en mi vida dos fases, la primera, muy breve, de búsqueda de razones, de lectura sobre la pandemia, etc... Y la segunda de aceptación, tranquilidad y casi certeza de que ocurre por algo necesario que traerá un cambio positivo, al fin y al cabo, durante toda la vida han ocurrido eventos de este estilo que de algún modo han aportado orden y equilibrio (a la vida natural)
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Tatiana
4/11/2020 09:11:45 am
Gracias Sara, deseo que lo que nos trae esta situación para re orientarnos como sociedad se haga lo suficientemente fuerte y claro. Lo necesitamos mucho.
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Ines Rein
4/12/2020 04:22:04 am
Te agradezco las reflexiones que compartes, las citas, las referencias, tu conocimiento, porque me dan claridad y sirven como mecha para volver a prender la inspiración y la ilusión; y también porque me siento menos sola, más conectada, en cercanía y pertenencia a un mundo -una forma de vivir la vida, diría más bien- que también existe, que es tan real como esa otra en la que no me reconozco. También por la tranquilidad y valentía con la que hablas sobre nuestro miedo a la muerte; me hizo recordar con cariño y honrar a mi padre. Él, hace unos años cuando murió mi abuela, escribió: "para los que no creemos que la muerte es el final, creemos que es el triunfo de la vida" <3
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Isabel
4/12/2020 04:44:55 am
La verdad efímera
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4/22/2020 07:56:04 am
Te invito a leer mi artículo "Ante la adversidad y la muerte" https://www.marcortina.com/ante-la-adversidad-y-la-muerte/
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Antonio Grandon
5/6/2020 11:04:21 am
Preciosas reflexiones de un tema clave en mi vida.
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Arline C. Taylor
6/17/2020 11:49:13 am
In the paragraph entitled "Interdependence", several sentences appear to be repeated almost in their entirety If I am wrong or if this a matter of translation, please accept my apologies. I enjoyed your article very much.
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