Siento el profundo deseo de vivir en un mundo donde relacionarnos desde la empatía y el respeto sea algo cotidiano. Desafortunadamente, estas cualidades brillan por su ausencia en nuestra cultura y, por lo tanto, nuestras relaciones sufren y nosotrxs también, ya que el ser humano es relacional por naturaleza y su bienestar depende de la calidad de sus relaciones. El sufrimiento que acompaño a diario en mi consulta surge principalmente desde la experiencia de no haber sido escuchadas, vistas, reconocidas, aceptadas, comprendidas y valoradas. Este sufrimiento, cuando se ha dado de forma reiterada en nuestras relaciones cercanas, deja cicatrices que marcan nuestras vidas, reduciendo nuestra capacidad de ser libres, auténticas, creativas. Si no hemos encontrado un acompañamiento empático y respetuoso en nuestra infancia, es muy probable que no hayamos aprendido a cuidar de nosotras mismas, dando lugar a aquello que llamamos baja autoestima, inseguridad, aislamiento, autocrítica, autoexigencia, adicción y un largo etcétera de hábitos que no hacen la vida muy agradable. Si no hemos sido escuchadas con empatía, tampoco sabemos como escucharnos cuando aparecen nuestras emociones más difíciles, nuestros pensamientos más desafiantes, nuestros anhelos más delicados, y muchas veces acabamos en conflicto con nuestro mundo interno. El proceso terapéutico puede ofrecer espacios seguros y protegidos donde explorar nuestras cicatrices, traer a la luz hábitos inconscientes que ya no nos sirven, ofrecer sanación, aprender nuevas habilidades y descubrir nuevos recursos. Sin duda todo esto puede ser increíblemente valioso, a la vez considero que las capacidades básicas de escucha, presencia y empatía nos ayudarían a encontrar estos espacios de sanación también fuera de la consulta terapéutica. Vivimos en un mundo donde se han profesionalizado muchas de las funciones que antes ocurrían en contextos más informales y comunitarios. Si esto ha traído más habilidad y conocimiento, también ha generado más dependencia y la sensación de "no ser capaz" de hacer algo que es, esencialmente, humano. Ponerse a disposición de otro ser humano para acompañarle en un momento difícil o transitar un conflicto, requiere de algunas competencias y conocimientos, es cierto, a la vez creo que nuestras sociedades serían más resilientes, pacíficas y armoniosas si estas habilidades fueran cultivadas más extensamente, ya que relacionarnos es inevitable y mucho de nuestro mal estar o bien estar depende de como nos relacionamos. Sencillamente, lo que todos seres humanos necesitamos es poder expresar y compartir nuestras experiencias. Necesitamos articular nuestras emociones, nuestros anhelos y nuestras inquietudes. Necesitamos saber 3 cosas: que importamos, que lo que nos pasa tiene sentido, que somos queridas. Algo que parece tan sencillo es, a la vez, tan difícil de encontrar. Encontrar una escucha libre de opinión, juicio, consejo y castigo es un regalo que pocas veces nos hacemos. Por supuesto, es mucho más difícil ofrecer este regalo cuando estamos implicadas en primera persona en el relato que escuchamos; sin embargo, estas capacidades se pueden desarrollar y cultivar para que aparezcan con más frecuencia en nuestras interacciones. Escuchar de esta manera quiere decir aparcar por un tiempo nuestras ideas y perspectivas para poder entrar en el mundo de la otra persona, no para juzgarlo, sino para entenderlo y, más importante aún, para que la otra persona tenga la posibilidad de entenderse a sí misma a través de nuestra escucha. Cuando escuchamos sin opinar, sin dar consejos, cuando escuchamos para poder devolver a quien nos habla su propio reflejo, estamos satisfaciendo una necesidad imperiosa del ser humano, la de ser visto, reconocido y aceptado. Aunque esto parezca sencillo, mi experiencia me ha enseñado que es algo que realmente necesita práctica. A menudo ni somos conscientes de que estamos emitiendo juicios, de que estamos dando consejos que no nos han pedido, de que estamos escuchando desde nuestra perspectiva. Necesitamos aprender a escuchar, a cuidar de este proceso, a tomar consciencia del enorme potencial que la escucha tiene de sanar o dañar nuestras relaciones. Expresarnos y escucharnos son los dos procesos que sostienen nuestras interacciones cotidianas; sin embargo, son las dos habilidades que menos cultivamos. Desde estas reflexiones y el deseo de ofrecer una experiencia de aprendizaje, nacen los Círculos de Solidaridad Emocional, un espacio para aprender juntas a escucharnos y crear comunidad. El 22 de diciembre 2023 a las 19.30 ofreceré un encuentro en zoom para presentar esta propuesta. Si quieres saber más, te invito a clicar en el botón de abajo.
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