Después de unos meses, vuelvo a sentirme removida por este caso que está impactando tan emotivamente el país. Más allá de reflexionar sobre los 5 hombres y sus acciones, ahora estamos llamadxs a reflexionar sobre nuestro sistema judicial y sus mecanismos, valores y paradigmas. Reflexionar sobre nuestra sociedad y la fragmentación que la atraviesa. Aunque mi artículo anterior se centraba en Buscar la Empatía para el caso de La Manada, ahora mi inquietud es otra: entender lo que esta sentencia dice de nuestra cultura y plantearme respuestas, propuestas, un nuevo imaginario. Lo que comparto aquí es un trozo de mis pensamientos tratando de lidiar con algo tal vez demasiado complejo como para ponerlo en pocas palabras. Lo ofrezco como punto de partida para más reflexiones. No voy a hablar de la cultura machista en si, ya mucho se está diciendo sobre ella, sino de la cultura de la fragmentación, la cultura que hace posible que se de una sentencia como la que hemos recibido el Jueves pasado. En primer lugar, mientras reflexionamos sobre esta sentencia podríamos detenernos a considerar el sistema judiciario en el cual ocurre. Esta sentencia no me satisface no solo por su clasificación del delito sino por el hecho de centrarse meramente en un castigo. No me satisface no por la brevedad de la condena, sino por la insignificancia de la condena. Ningún tipo de cambio cultural se produce, en mi opinión, meramente a través del castigo, porque el castigo no favorece la reflexión, ni la comprensión, ni la empatía, ni la reparación. Este tipo de justicia que tenemos, considera que su trabajo está hecho cuando a deliberado el tipo de castigo adecuado, en base a cavilosas formulas. Me ha impactado enormemente leer frases como "(...) la Audiencia explica por qué los hechos no se produjeron ni con violencia ni con intimidación. La violencia, aseguran, debe medirse en base "a criterios cuantitativos y no cualitativos" o "(...)Las lesiones que presentaba la víctima en los genitales y por las que fue atendida hospitalariamente "no revelan la existencia de violencia" que cumpla con el requisito de la agresión sexual, dice el texto, sino que son compatibles con una penetración vaginal "en la que hubo un rozamiento en la zona".(artículo aquí) o la frase que me produce escalofríos, pronunciada por el el juez Ricardo González " "(...)Tampoco aprecio en ella esa 'ausencia y embotamiento de sus facultades superiores' que se afirma por la mayoría de la Sala; por el contrario, lo que me sugieren sus gestos, expresiones y los sonidos que emite son de excitación sexual". (artículo aquí), Lo que me impacta es la aplicación de estos criterios "cuantitativos" al proceso de establecer la naturaleza del asunto y en cambio criterios "cualitativos" al establecer la experiencia interior de la mujer que sufrió esta agresión. Hay algo que me parece violento y cruel en decirle a alguien como fue su experiencia, y en este caso decirle a la mujer que sus gemidos eran de placer me parece de una crudeza realmente desproporcionada. ¿Qué ocurre cuando queremos enfrentarnos a los sucesos de la vida de una manera parcial, sin interpelar todas nuestras facultades humanas? Me parece que lo que ocurre es la fragmentación, lo que suele producir una sensación muy angosta de que algo no está bien. Creo que la ola de indignación que ha atravesado las calles esta última semana puede tener que ver, entre otras muchas cosas, con el hecho que, fundamentalmente, algo humano se rebela a que se apliquen criterios meramente cuantitativos a un evento que es predominantemente relacional, emotivo, personal, intimo, delicado. Nuestra cultura está muy acostumbrada a segmentar y apartar cosas que en la realidad no se pueden separar. No se puede separar el cuerpo de la mente, la emoción del intelecto, lo subjetivo de lo objetivo. El resultado, cuando intentamos actuar como si esta separación fuera posible, es casi siempre nefasto. Leyendo los transcritos de los interrogatorios, me sorprende la cantidad de preguntas sobre detalles que no tienen nada que ver con el estado emocional de ninguna de las personas presentes. La justicia, como la ciencia, pretenden ofrecer una mirada "objetiva" del mundo, negando la realidad de lo emotivo, de lo subjetivo. Entiendo que una justicia subjetiva presenta unas cuantas dificultades, el propósito de un proceso judicial es precisamente traer una mirad externa y alejada de los eventos que pueda aportar objetividad y ecuanimidad. A la vez, una justicia que se sostiene en criterios matemáticos para establecer si las lesiones vaginales ocurridas en el caso de Pamplona representan violencia o no, creo que está muy, muy peligrosamente alejada de lo que es humano. Intentar deliberar de manera objetiva sobre un asunto tan sumamente complejo como la sexualidad humana presenta un grado de dificultad extremo, a mi parecer. La sexualidad es un acto relacional en el cual entran en juego elementos inconscientes, culturales, emotivos e incoherentes, ¿cómo podemos abordarlos de una manera puramente objetiva? Me parece que nuestra sociedad se queda desprovista de estructuras que puedan realmente hacer frente a esto. A esto se suma el contexto cultural en el cual el sexo mismo se ha ido fragmentando cada vez más de su componente emotiva y relacional, convirtiéndose en un acto casi puramente mecánico y centrado en la satisfacción de impulsos individuales, dónde "el/la otro/a" es meramente un "aparato". Solo cuando esta concepción del sexo está normalizada, alguien puede llegar a creer que una chica de 18 años, a los diez minutos de conocer 5 hombres ya está dispuesta a tener relaciones sexuales con ellos en un portal de una ciudad desconocida. Y la cuestión del consentimiento. Pongamos que esta chica sea de temperamento muy extraordinario y efectivamente consiente a tener relaciones sexuales con 5 hombres ¿ lo que ocurre después queda validado por lo tanto? Si yo consiento a tener relaciones sexuales no me espero que me tiren en el suelo, que me empujen para hacer fellaciones, que me graben sin mi permiso, que me dejen tirada desnuda y que me roben el móvil. No tengo experiencia personal pero me consta que incluso en la escena sado-maso hay más cuidado y respeto. ¿O es que este tipo de relación es lo que nos parece "sexo normal"? Es una re-calificación de lo que entendemos por sexo, por relaciones sexuales lo que nos haría falta ahora mismo. Y no es terreno fácil de navegar. El lema actual :"No es no" me parece sacrosanto y a la vez un no a veces es parte de un juego. O quizás no llego a decir no porque estoy demasiado desconcertada. Necesitamos fomentar una cultura mucho más hábil en calibrar los estados emocionales, en mantener conexión con lo sutil y poco "cuantitativo" del ser humano. Una cultura donde el bienestar del/a otro/a es inequívocamente ligado con el propio. Necesitamos una justicia que sea capaz de enfrentarse con esta complejidad. La visión de un sexo despojado de la parte relacional ha sido apoyada también desde los frentes feministas de la sociedad, donde tristemente, a veces me parece que la trayectoria es apropiarse de las barbaridades que surgen desde el mundo patriarcal y hacerlas en femenino. El patriarcado es un paradigma de la fragmentación, donde se establecen criterios, valores, normas y creencias en base a un fragmento de la totalidad, y donde se ponen los otros fragmentos en un lugar de inferioridad, opresión y negación. El problema, desde mi punto de vista, no es si el fragmento que se está tomando como referente es el masculino o el femenino, sino que no hay integridad, integración, unidad. Me parece que solo en un contexto dónde esta visión fragmentada es endémica se puede llegar a pensar que el tipo de sexualidad ocurrida en aquel portal de Pamplona podría ser otra cosa que violenta. Si se considerara la trascendencia psico-física de lo que quiere decir entrar en contacto sexual con otra persona creo que no cabría duda. Si se considerara la subjetividad de las personas implicadas en este acto, no cabría duda. Si nuestra cultura fuera una cultura de la empatía, dónde no se le pregunta a la mujer si dio su consentimiento sino se le pregunta al hombre si en algún momento le importó saber si la otra persona estaba bien, si estaba a gusto, si disfrutaba, si daba señales de relajación y tranquilidad, si en su visión de la sexualidad entra la noción de mutualidad y de placer compartido, no cabría duda. Entonces, sin negar la relevancias de reflexiones sobre el machismo, lo que me preocupa es que no cuestionemos el marco fundamental dentro del cual se están dando estos sucesos. Que no recuperemos un sentido del ser humano y sus relaciones como algo fundamental en nuestra sociedad, que seguimos respondiendo con castigos a las tragedias relacionales de nuestro mundo en lugar de favorecer la empatía y la reparación. El modelo que nos ofrece la Justicia Restaurativa me parece sumamente necesario como propuesta integradora, generadora de nuevos paradigmas. Una justicia que no niega lo emocional y subjetivo sino lo integra y lo acoge como parte necesaria en un proceso de reparación. Traduzco desde un artículo de la organización estadounidense VAW (Violence Against Women) que propone la implementación de métodos restaurativos en casos de agresión sexual; "La conceptualización de la justicia restaurativa involucra a tres grupos: (a) sobrevivientes / víctimas y, en segundo lugar, familiares y amigxs victimizadxs que sufren angustia junto con su ser querido; (b) miembros de la comunidad que experimentan menos seguridad y conexión social cuando perciben altos niveles de delincuencia y baja disuasión, pero que a la vez pueden estar contribuyendo a un ambiente que apoye la violencia sexual; y (c) los delincuentes, así como sus familiares y amigos, que experimentan culpa y vergüenza que se asocian con ser acusados de un delito sexual o pertenecer al contexto de la relación interpersonal del cual surgió la ofensa. Las opciones restaurativas incluyen círculos de intercambio, diálogo víctima-delincuente, paneles que estudian el impacto sobre las víctimas, encuentros de reparación de la comunidad, círculos de apoyo, círculos de sentencia, conferencias con menores y adultos, y disciplina restaurativa en entornos educativos (Umbreit et al., 2006). Mientras que los procesos judiciales y el encarcelamiento apuntan principalmente a la disuasión y el castigo del delincuente, la justicia restaurativa puede responder tanto a las necesidades de supervivencia de los sobrevivientes como a la validación, el empoderamiento y la reparación del daño y la prevención de futuras agresiones sexuales." Algunos de los gritos feministas en estos día me han dejado muy preocupada con esta tendencia a la proyección del dolor que es muy típica de las personas que han sufrido duramente. Es normal querer que quien te ha provocado dolor también sufra, es un deseo de equilibrio en un sentido muy visceral, pero me inquieta pensar que no hay lugar donde puedan quedar los hombres ahora que no sea en la caja "machista", y que nos fragmentemos en nuestra búsqueda de comprender lo que está fundamentalmente descolocado en nuestra sociedad. Recuperar un sentido de integración, de encuentro y apertura entre lo masculino y lo femenino, lo intelectual y lo emocional, lo objetivo y lo subjetivo me parece un camino muy rico a perseguir en este sentido
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