Siento el profundo deseo de vivir en un mundo donde relacionarnos desde la empatía y el respeto sea algo cotidiano. Desafortunadamente, estas cualidades brillan por su ausencia en nuestra cultura y, por lo tanto, nuestras relaciones sufren y nosotrxs también, ya que el ser humano es relacional por naturaleza y su bienestar depende de la calidad de sus relaciones. El sufrimiento que acompaño a diario en mi consulta surge principalmente desde la experiencia de no haber sido escuchadas, vistas, reconocidas, aceptadas, comprendidas y valoradas. Este sufrimiento, cuando se ha dado de forma reiterada en nuestras relaciones cercanas, deja cicatrices que marcan nuestras vidas, reduciendo nuestra capacidad de ser libres, auténticas, creativas. Si no hemos encontrado un acompañamiento empático y respetuoso en nuestra infancia, es muy probable que no hayamos aprendido a cuidar de nosotras mismas, dando lugar a aquello que llamamos baja autoestima, inseguridad, aislamiento, autocrítica, autoexigencia, adicción y un largo etcétera de hábitos que no hacen la vida muy agradable. Si no hemos sido escuchadas con empatía, tampoco sabemos como escucharnos cuando aparecen nuestras emociones más difíciles, nuestros pensamientos más desafiantes, nuestros anhelos más delicados, y muchas veces acabamos en conflicto con nuestro mundo interno. El proceso terapéutico puede ofrecer espacios seguros y protegidos donde explorar nuestras cicatrices, traer a la luz hábitos inconscientes que ya no nos sirven, ofrecer sanación, aprender nuevas habilidades y descubrir nuevos recursos. Sin duda todo esto puede ser increíblemente valioso, a la vez considero que las capacidades básicas de escucha, presencia y empatía nos ayudarían a encontrar estos espacios de sanación también fuera de la consulta terapéutica. Vivimos en un mundo donde se han profesionalizado muchas de las funciones que antes ocurrían en contextos más informales y comunitarios. Si esto ha traído más habilidad y conocimiento, también ha generado más dependencia y la sensación de "no ser capaz" de hacer algo que es, esencialmente, humano. Ponerse a disposición de otro ser humano para acompañarle en un momento difícil o transitar un conflicto, requiere de algunas competencias y conocimientos, es cierto, a la vez creo que nuestras sociedades serían más resilientes, pacíficas y armoniosas si estas habilidades fueran cultivadas más extensamente, ya que relacionarnos es inevitable y mucho de nuestro mal estar o bien estar depende de como nos relacionamos. Sencillamente, lo que todos seres humanos necesitamos es poder expresar y compartir nuestras experiencias. Necesitamos articular nuestras emociones, nuestros anhelos y nuestras inquietudes. Necesitamos saber 3 cosas: que importamos, que lo que nos pasa tiene sentido, que somos queridas. Algo que parece tan sencillo es, a la vez, tan difícil de encontrar. Encontrar una escucha libre de opinión, juicio, consejo y castigo es un regalo que pocas veces nos hacemos. Por supuesto, es mucho más difícil ofrecer este regalo cuando estamos implicadas en primera persona en el relato que escuchamos; sin embargo, estas capacidades se pueden desarrollar y cultivar para que aparezcan con más frecuencia en nuestras interacciones. Escuchar de esta manera quiere decir aparcar por un tiempo nuestras ideas y perspectivas para poder entrar en el mundo de la otra persona, no para juzgarlo, sino para entenderlo y, más importante aún, para que la otra persona tenga la posibilidad de entenderse a sí misma a través de nuestra escucha. Cuando escuchamos sin opinar, sin dar consejos, cuando escuchamos para poder devolver a quien nos habla su propio reflejo, estamos satisfaciendo una necesidad imperiosa del ser humano, la de ser visto, reconocido y aceptado. Aunque esto parezca sencillo, mi experiencia me ha enseñado que es algo que realmente necesita práctica. A menudo ni somos conscientes de que estamos emitiendo juicios, de que estamos dando consejos que no nos han pedido, de que estamos escuchando desde nuestra perspectiva. Necesitamos aprender a escuchar, a cuidar de este proceso, a tomar consciencia del enorme potencial que la escucha tiene de sanar o dañar nuestras relaciones. Expresarnos y escucharnos son los dos procesos que sostienen nuestras interacciones cotidianas; sin embargo, son las dos habilidades que menos cultivamos. Desde estas reflexiones y el deseo de ofrecer una experiencia de aprendizaje, nacen los Círculos de Solidaridad Emocional, un espacio para aprender juntas a escucharnos y crear comunidad. El 22 de diciembre 2023 a las 19.30 ofreceré un encuentro en zoom para presentar esta propuesta. Si quieres saber más, te invito a clicar en el botón de abajo.
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Déjame saber si esto no te ha pasado nunca. Le dices a un amigo que tuviste un resfriado horrible la semana pasada, él te comenta que su jefe y su tío también se enfermaron: "debe haber algo en el aire". Le dices a otra amiga que tuviste una discusión con tu novio, ella le dice que también tuvo problemas con su madre: "parece que mercurio está retrógrado y dificulta la comunicación". Le dices a otro amigo que perdiste tu trabajo, él te dice que "seguramente el universo tiene mejores planes para ti". ¿Experimentas algo entre la irritación, la tristeza o la sensación de no ser realmente entendidx cuando recibes estas respuestas? Tal vez eres una persona muy comprensiva y sabes que en el fondo tus amigxs tienen muy buenas intenciones cuando te responden de esa manera, y así puedes apreciar sus esfuerzos para aliviar tu sufrimiento.
En búsqueda de razones En mi experiencia, este tipo de interacciones raras veces conducen a una exploración más profunda de la situación actual. Una vez que parece que hemos identificado la causa de nuestro sufrimiento, tendemos a dejar de seguir prestando atención. Es raro que alguien, al enterarse de nuestros problemas, nos diga: "¿Y cómo es eso para ti?" o "¿Qué te está molestando realmente acerca de esto?". Parece que tenemos una predilección por la resolución de los problemas desde un punto de vista lógico y analítico, nos gusta entender, clasificar, organizar y explicar nuestras experiencias de una manera ordenada y sin costuras. Y una vez que lo hemos hecho, lo damos por acabado como si esto fuera el objetivo final, aunque seguimos sintiéndonos mal. Es incuestionable que entender trae algún tipo de alivio. Comprender y dar sentido a nuestro mundo es un proceso absolutamente esencial de la psique humana y nos proporciona el terreno en el cual podemos apoyarnos. Aunque esencial, este proceso no es, en sí mismo, suficiente para traer un verdadero sentido de paz. A menudo pasamos por alto el hecho de que, además de comprender nuestras experiencias con nuestro intelecto, también debemos integrarlas a través de nuestro ser emocional y físico. Sintiendo las emociones Esto es mucho menos sencillo que explicar las cosas intelectualmente. Es un proceso bastante complejo, incoherente y, francamente, difícil de sostener. Nuestras emociones no solo quieren ser analizadas, quieren que las sintamos, requieren una comprensión más profunda, una comprensión más bien experiencial y de múltiples capas que a menudo comienza con una niebla confusa y solo se aclara lentamente. Las emociones a menudo necesitan tiempo y silencio para desplegarse, necesitan un descanso de la pregunta "pero ¿por qué?". Piden ser dejadas en paz y simplemente existir por un tiempo, antes de que podamos comenzar a descifrar sus mensajes. Esto es inquietante e incómodo. En general, este es el momento en que empezamos a pensar que "las cosas suceden por una razón" y esto parece ofrecer algún tipo de esperanza. Somos muy buenos para inventar estas "razones", a veces incluso pensamos que la simple noción de que debe haber una razón es suficiente, aunque es posible que nunca sepamos cuál es. ¡Creo que hay una razón para buscar toda esta razón ! Cuando entendemos (o pensamos que entendemos) la causa de un evento, sentimos cierta agencia sobre él. Básicamente, creemos que podemos controlar los eventos entendiendo los factores subyacentes que los causan y esto es cierto, en la mayoría de los casos. Incluso cuando estas razones no nos ofrecen control directo sobre las cosas, como en el caso de las explicaciones astrológicas o religiosas, al menos nos sentimos segurxs de que no vivimos en un universo aleatorio donde las cosas suceden simplemente porque sí. Eso es lo peor que le puede pasar a un humano: la aleatoriedad. Necesitamos creer que vivimos en un mundo que tiene sentido o nuestro sentido de supervivencia está en juego. ¿Cómo podríamos sobrevivir en un mundo aleatorio? No podríamos planificar nuestras acciones o predecir sus resultados. No podríamos mantenernos a salvo, seríamos absolutamente vulnerables. Así es exactamente como nos sentimos cuando permitimos que nuestras emociones simplemente sean: nos sentimos indefensxs. Aceptar la vulnerabilidad Aunque es incuestionable que necesitamos tener un sentido de agencia sobre nuestras vidas y hacemos bien en esforzarnos para tratar de entender el mundo en que vivimos, también creo que es una parte esencial de nuestro proceso de maduración poder aceptar la vulnerabilidad inherente a nuestra condición humana y dejar de defendernos de ella creando explicaciones para las cosas que suceden en nuestras vidas. Simplemente no sabemos si hay una razón por la cual nuestra madre contrajo cáncer o nuestro compañero se fue repentinamente a navegar los siete mares. Por todos los esfuerzos que hagamos para mantener todo bajo control y seguro, nuestro gato todavía morirá y el pelo se nos caerá, como la poeta Ellen Bass señala con ternura en su poema "Relájate". Tenemos mucho que ganar con la incómoda experiencia de aprender a enfrentar nuestra vulnerabilidad en un mundo que guarda sus explicaciones principalmente para sí mismo. Cuando relajamos nuestro esfuerzo por comprender y explicar, de repente podemos permitirnos ser, experimentar, saber cómo es vivir lo que estamos viviendo. En lugar de buscar frenéticamente la respuesta, podemos sentarnos y admitir que no tenemos ninguna pista y aún así, aquí estamos, vivxs. Es notable cómo esto puede abrir nuevas posibilidades para otro tipo de comprensión, un sentido más completo y profundo de estar vivx y participar directamente en el movimiento de un mundo en el que claramente no somos las mentes maestras. En lugar de expender la energía en intentar entender "¿Porqué?", podríamos explorar "¿Cómo es esto?" y "¿Qué hago yo con ello?". No es necesariamente un camino que nos proteja del dolor, pero como de todas formas esto es inevitable, nos brinda una sensación de verdadera conexión con la experiencia de ser humano. Me pregunto si esto puede llegar a ser tan importante para nosotrxs como nuestra necesidad de seguridad. Tampoco tenemos que caer en una actitud nihilista o cínica, que, en mi opinión, sigue siendo una defensa de la experiencia de la vulnerabilidad. Podemos comenzar a explorar los límites entre lo que está en nuestras manos para moldear y conformar y lo que simplemente requiere que nos sentemos con las manos en nuestro regazo y sintamos lo que es no estar a cargo, tratando de aceptar esa confusión y desconcierto. Son experiencias ineludibles del ser humano. En la formación anual de Integración Relacional que comenzará el próximo Septiembre en Barcelona, vamos a explorar este y muchos otros temas que nos permitan aprender a vivir con más libertad y presencia. Si te interesa este camino puedes tener más información aquí Para vivir en este mundo debes ser capaz de hacer tres cosas: amar lo que es mortal; abrazarlo contra tus huesos sabiendo que tu propia vida depende de ello; y, cuando llegue el momento de dejarlo ir, dejarlo ir. Mary Oliver Puede que ya solo con leer este título y la poesía, algo se haya encogido en tu estómago. Separarse es una de las experiencias más dolorosas para muchas personas. Para otras es algo tan habitual que casi no deja huellas. Nuestros patrones nos pueden llevar a no separarnos cuando es el momento de hacerlo o separarnos prematuramente. ¿Cuando, entonces, es el momento de separarse? Este artículo no se propone dar recetas o consejos, sino invitar a la reflexión y la auto exploración ya que este, como muchos otros procesos humanos, es muy delicado y complejo, por lo que no hay una respuesta general que pueda funcionar para todxs. Deseo que las reflexiones que propongo te sirvan para acercarte a un sentimiento de claridad con respecto a tu propia situación.
Separarse toca con partes muy vulnerables de nuestras psique. Los seres humanos dependemos en muchas cosas de nuestras relaciones con lxs demás, lo más pequeñxs somos lo más dependemos, por lo tanto aquellas experiencias de relación que hemos vivido en muy temprana edad dejan huellas muy profundas, y a menudo inconscientes, en nuestros hábitos de relación, Si hemos podido encontrar apoyo, presencia, cobijo, aceptación y cariño en nuestras relaciones tempranas es muy probable que hayamos desarrollado la capacidad de confiar en nosotrxs, de poner limites, de cuidarnos y cuidar, de confiar el lxs demás y en nuestros recursos para hacer frente a los momentos difíciles. Si, por lo contrario, hemos experimentado ausencia, falta de consideración e interés, sobre protección, agresión, criticas, chantajes y castigos en nuestras relaciones, es posibles que hayamos desarrollado estrategias de protección que pueden tomar dos forma: huir de las relaciones y la peligrosa intimidad que implican, o perseguir la relación a toda costa como la salvación de el miedo más devastador: la soledad. Ninguna de esta dos opciones nos deja verdaderamente libres de percibir y elegir como relacionarnos. En la primera opción la desconfianza en la posibilidad de que una relación pueda ser algo agradable, reconfortante, respetuoso y seguro es tan grande que preferimos la soledad; en la segunda, la desconfianza en nuestra capacidad de sobrevivir, de ser queridxs, de recibir cuidado y de tener recursos válidos nos hace perseguir relaciones que, aún siendo poco satisfactorias, nos proporcionan un espejismo de conexión y pertenencia que nos protege de la soledad. ¿Te reconoces en algunos de estos patrones?¿Te cuesta mantener una relación porque cuando se asoman las dificultades o la intimidad prefieres la facilidad de estar solx? ¿Te cuesta dejar una relación porque te obsesionas con intentar encontrar la manera de hacerla funcionar contra todos pronósticos? Si te ves reflejadxs en estas descripciones es muy probable que también experimentes una cierta lucha interna: en el primer caso porque hay una parte de ti que quiere huir y una parte de ti que quiere que aprendas a quedarte, en el segundo caso porque hay una parte de ti que no puede soportar la idea de estar sola y otra parte de ti que quiere que no tengas miedo a la soledad y que aprendas a cuidar de ti mismx. Esta lucha interna es caracterizada por la confusión, el cambio de un extremo a otro, la frustración con unx mismx y la sensación de estar atrapadxs. Podríamos ver esta lucha también como una tensión evolutiva entre la parte que todavía está viviendo desde las experiencias dolorosas de la infancia y la parte que quiere hacerse mayor y vivir con libertad. El problema es que a menudo estas dos partes, en lugar de colaborar y cuidarse, se miran de reojo y compiten por el mando de la situación. Aprender a separarse implica aprender a no tener miedo a la intimidad, a confiar en nuestros recursos y a respetar la libertad de la otra persona de ser quien es y quien quiere ser. Esto, para quien teme el abandono y la soledad es muy difícil. Nos esforzamos para que la otra persona por fin se convierta en alguien capaz de cuidarnos y valorarnos, aunque esto no sea muy probable, en lugar de reconocer que quizás esta relación no es lo que nos gustaría. Para que una relación dure en el tiempo y evolucione, es necesario que las dos partes tengan un cierto compromiso con su propio crecimiento, que tengan herramientas, que las busquen si no las tienen, que reconozcan las necesidades de la otra persona como válidas y legitimas y que se comprometan a intentar cuidarlas a la vez que cuidar las propias. A veces estas condiciones no se dan, y nos cuesta mucho aceptarlo. A veces, aunque estas condiciones se puedan dar, no encontramos estrategias que puedan servir para cubrir las necesidades de ambas personas, quizás por falta de recursos, creatividad o porque el momento vital no lo permite. También esto es muy duro de encajar. Hacerse mayores en estas situaciones consiste en tener la claridad de ver la situación por lo que es y no tanto por lo que nos gustaría que fuera, reconocer nuestro pensamiento mágico con respecto a que "las cosas van a cambiar" por arte de magia aunque no haya ninguna evidencia, y encontrar los recursos internos para cuidar de la parte "niña" para darle seguridad, cariño, presencia, acompañamiento, aceptación, apoyo y confianza en su propio desarrollo y crecimiento. Aprender a cuidar de nuestras partes dañadas, asustadas y confundidas es una de las tareas más fundamentales para nuestro crecimiento y libertad. Muchas veces no tenemos referencias en como llevar a cabo esta tarea y la delegamos a otras personas, quizás nuestras parejas, que están intentando lidiar con ese mismo problema ellxs mismxs y por lo tanto no pueden darnos mucho apoyo. Tejer una buena red de apoyo, formada por personas que nos sirvan de referencia, de ejemplo, de sostén y de compañía es una pieza muchas veces ausente en nuestra vida, nos encontramos intentando gestionar estos procesos evolutivos en aislamiento y soledad y esto lo hace todo mucha más complicado. Nadie puede decirte cómo deberías gestionar tu relación o cuando deberías separarte, es algo demasiado complejo y personal para que otra persona lo entienda, además se trata de que tú desarrolles tu propia capacidad de sostenerte, y esto es un proceso que puede tardar tiempo, como aprender a andar. Lo que podemos hacer es apoyarnos en vernos con claridad, en sostener el dolor, en tener experiencias que nos ayuden a fortalecer nuestras capacidades y nuestra confianza, en nosotrxs, en lxs demás y en la vida. ¿Te ha aportado algo valioso leer este artículo? Me gustaría escucharlo! Si quieres saber más sobre el trabajo que ofrezco puedes pulsar el botón abajo Llega el 8 de Marzo y me siento cansada.
¿Qué me pasa? Me pregunto. Escucho. Un lamento. No, varios, hay varios lamentos, es un coro que me cuesta descifrar. Lamento que me cueste posicionarme en este día que exige posicionarse. Lamento sentirme dividida, confusa. Soy mujer y por una vez debería resultarme sencillo y natural pertenecer a un movimiento de mujeres y, no, carajo, ni esto me viene fácil. No es el deseo de autonomía, respeto, integridad, igualdad que me confunde sino el proceso mediante el cual queremos realizar estos deseos. Quiero sumarme a la ola que trae cambio y a la vez me inquieta la manera en la que las olas, a veces, arrasan con todo. De que forma impulsamos el cambio me parece tan importante como el cambio en si. Ser mujer, ahora mismo, me parece como ser un enunciado político con patas, un alguien que mira y se mira de reojo, dudando de todo: las emociones, las relaciones, las necesidades, las palabras, los deseos, los pensamientos. Todo, me dicen, está construido desde fuera. ¿Quién soy yo entonces, desde dentro? ¿Un alguien que debería estar enfadado con alguien? Pero es que no me sale ahora mismo enfadarme. Me sale pena, mucha. Me salen lagrimas si pienso en las imágenes, las historias, los recuerdos de mujeres que han vivido en su carne lo que ocurre cuando la vulnerabilidad se concibe como debilidad, y por lo tanto, algo que no merece respeto. Lo que ocurre cuando la fuerza vital es simplemente demasiado grande para no dar miedo y el miedo a menudo conlleva el deseo de controlar. Que ocurre cuando el impulso de controlar genera conceptos-cajas-prisiones que nos atrapan a todxs y nos impiden vivir con apertura cada momento. Que ocurre cuando no puedes, o no sabes, o no quieres defenderte en un juego donde las reglas son la fuerza, la dureza, la competencia. Que ocurre cuando ya no se percibe lo sagrado, cuando la carne es materia, la materia es una cosa y las cosas se ponen y se quitan se montan y se desmontan, se compran y se venden. Hay algo en mi que se niega a ser victima, a ser una construcción. Hay algo en mi que quieres hacerse cargo de mis elecciones, mi crecimiento, mi libertad. Hay algo en mi que sigue buscando porque tiene la intuición que hay algo más profundo del genero en la construcción de la realidad. Hay algo en mí que duele porque ya no puede más con tanta confrontación, división, quien tiene la razón, quien sabe la verdad, quien es victima y quien es culpable, quien sabe lo que hay que hacer en esta confusión y te lo dice aunque no le hayas preguntado. Algo en mi que siente miedo por no saber articular aquello que es borroso, oscuro, visceral, incoherente, incapaz, emergente, confuso. No me digas que no quiero ver. He visto. He sentido. He escuchado. Y aún así no estoy convencida de que haya un culpable en esta historia, más allá del miedo. No me digas que no quiero luchar. He luchado todo lo que he podido. Y todavía sigo, pero ya no es lucha. Quiero dar voz a lo que duele, pero sin atacar, quiero transformar mi lucha en una escucha profunda de lo que quiere decir ser humana, humano. Quiero poner mi propio cuerpo entre las manos que agreden y el cuerpo que recibe el golpe, pero sin convertirme yo misma en un golpe. No sé como hacerlo, lo confieso. Aún así sigo. En la última publicación (puedes leerla aquí), presentamos el Circuito de Modo por Defecto DMN (por sus siglas en Inglés) y descubrimos su propósito y forma de trabajar. Como un repaso rápido, podemos decir que es una parte automática de nuestro sistema nervioso diseñado para funcionar cuando no estamos enfocadxs en una tarea en particular y que se encarga de organizar, revisar y tratar de predecir cualquier cosa que tenga que ver con nuestro sentido. del yo y de nuestras interacciones sociales. Su objetivo es mantenernos segurxs y se organiza en función de experiencias relacionales pasadas.
Como hemos visto, aunque sus intenciones son buenas, muchas veces el DMN se ha convertido en una voz demasiado vigilante, crítica, melancólica e inflexible que mantiene un comentario bastante sombrío sobre nuestra vida. Esto puede que nos mantenga segurxs en algunos aspectos, pero no es un muy buen compañero de vida. En este artículo, exploraremos algunas de las formas que pueden ayudarnos a transformar nuestro DMN en un compañero más agradable, compasivo, colaborativo y de apoyo. También puede escuchar el audio, en el que profundizamos un poco más, practicando una meditación guiada que nos ayuda a incorporar estas ideas a nuestra vida cotidiana. Conociendo tu DMN Aunque hemos visto las ideas generales para ayudarnos a entender el DMN, cada persona tiene una forma particular en la que su DMN se ha configurado. La práctica del Mindfulness nos ofrece una herramienta imprescindible para empezar a conocer nuestro DMN. Observando el fluir de los pensamientos y etiquetándolos empezamos a ver las tendencias de nuestro DMN. Algunos pueden ser particularmente críticos y tienden hacia el perfeccionismo, siempre buscando lo que podría ser mejor. Otros tienden a buscar peligros, amenazas y posibles desastres, preocupándose y tratando de prepararse para lo peor. Algunos están muy interesados en adaptarse y ser aceptados, otros en ser capaces de expresar nuestra naturaleza única y ser vistxs por lo que somos. Es útil comenzar a conocer en qué está especialmente interesado tu DMN. ¿Cuáles son sus preocupaciones, de qué manera en particular trata de mantenerte segurx? Si pudieras ver tu DMN, ¿qué aspecto tendría? ¿Qué tono de voz usa para hablarte, apunta con el dedo o tiene los hombros encogidos? Establecer una relación con tu DMN Una vez que hemos identificado nuestro DMN, podemos comenzar a tener una relación con él, por lo tanto reconociendo que ËL no soy YO. Darle una forma, un carácter, ayuda a recordar que es una parte de nosotrxs mismxs y no nuestro ser esencial, nuestra identidad y, lo que es más importante, que su voz no es la voz de la verdad. Un cliente mío lo ve como una vieja abuelita malhumorada lo que le ayuda a dialogar con ella con un poco de humor y ternura. Establecer una relación es esencial, pero más esencial aún es el tipo de relación que establecemos. Una relación conflictiva, desdeñosa, crítica o sumisa no traerá ninguna mejora significativa. Al igual que con cualquier relación en la vida, llegar a comprender las preocupaciones profundas que el DMN está tratando de cuidar, por muy sesgada y torpe que sea la forma de hacerlo, ayuda a fomentar un sentido de respeto e inclusión. Comprender que tu DMN está tratando de protegerte de cualquier daño, de evitar que sientas el dolor que sentiste en algún momento anterior de tu vida, que quiere que pertenezcas, que se te acepte, que se te valore, que estés segurx, quizás te ayude para conectarte con él de una manera más suave. La Comunicación NoViolenta nos invita a hacer una distinción muy importante entre necesidades y estrategias: una necesidad es un valor fundamental que es esencial para nuestro bienestar, como la seguridad, la pertenencia, la libertad, el cuidado, etc. Una estrategia es lo que hacemos para tratar de cumplir con esta necesidad. Desafortunadamente, las estrategias pueden ser muy deficientes, miopes y una vez que se vuelven habituales, casi nunca se actualizan para ver si realmente funcionan. Nuestro DMN podría tener estrategias muy malas, como criticarnos todo el tiempo para "hacernos mejores personas" en su intento de satisfacer nuestra necesidad de aceptación y amor. O puede impedirnos correr un riesgo, en caso de que las cosas salgan mal, tratando de satisfacer nuestra necesidad de seguridad. Reconocer las necesidades que nuestro DMN está tratando de atender podría ayudarnos a verle con más comprensión, mientras que también tratamos de revisar sus estrategias. Un poco de humor Steven Hayes, el psicólogo clínico estadounidense que desarrolló ACT (terapia de aceptación y compromiso) comparte algunas formas de "frenar" el DMN. Una de ellas que he encontrado particularmente útil en mi trabajo con clientes es el uso del humor. Es esencial diferenciar entre humor y ridiculización. Si volvemos al ejemplo de la abuelita malhumorada, podríamos usar un humor cariñoso para decirle: "Hola, sí, aquí vamos con el escenario del fin del mundo otra vez ... Ya sé que quieres asegurarte de que estoy segurx y preparadx en caso de peligro ... gracias por tu atención ... creo que estoy bastante segurx yendo a la tienda a comprar pan, pero antes practicaré mis chuletas de karate si eso te hace sentir mejor! ". El humor es una forma de hacerle saber al DMN que hemos entendido su intención y que también queremos probar una estrategia diferente, aligerando las cosas. Es un poco como lo que hacemos con un viejo amigo o familiar que tiene un hábito molesto, pero que de todos modos amamos mucho. Aligerar es una parte vital de la relación con nuestro DMN, ya que su voz puede llegar a ser tan familiar que realmente le creemos sin cuestionarlo. "Pillar" nuestro DMN sobre la marha y ser capaces de tener cierta perspectiva, sin discutir, pero sabiendo que las cosas son mucho más grandes, más impresionantes y más complejas de lo que nos haría creer, es un salvavidas. Ampliando la vista y actualizando los archivos. Nuestro DMN ha basado su manera de ver el mundo en ciertas experiencias que probablemente sucedieron cuando éramos muy pequeñxs. Eso significa que no se ha puesto al día con el hecho de que ahora estamos en un entorno diferente, con personas diferentes, que somos mayores, más hábiles e ingeniosxs de lo que éramos antes. Además, en su esfuerzo por mantenernos a salvo del peligro, la decepción y el sufrimiento, tiene la costumbre de registrar solo las experiencias que apoyan su visión del mundo. Si mi DMN es sensible al sufrimiento que viene por no ser aceptadx, se enganchará a cada pequeña mirada de soslayo en los ojos de otras personas, pero es posible que no se fije en las grandes sonrisas que recibo. Hacer un esfuerzo consciente para registrar experiencias que ofrecen una visión diferente del mundo y reconocer todas nuestras habilidades y recursos puede ayudar a ampliar y calmar el DMN. Intentando algo diferente Tu DMN ha estado allí por mucho tiempo y no se irá de la noche a la mañana. De hecho, probablemente sea mejor así porque es posible que no logres sobrevivir sin su conjunto de habilidades. El objetivo aquí no es deshacerse del DMN o convertirlo en una superestrella o la versión 0.1. Un objetivo más realista es aprender a vivir con él, con la mayor comodidad posible, sabiendo que se mostrará de vez en cuando con sus hábitos extravagantes y que sin embargo tú tienes la posibilidad de elegir hacer las cosas de manera diferente. No tienes que ser esclavo de tu DMN ni tienes que estar completamente libre de ello. Sin él, puedes terminar sin protegerte cuando lo necesites, o podrías tener que usar grandes cantidades de energía tratando de ser consciente de todo lo que haces. El punto clave es tener la opción de elegir, cuando lo desee. ¿Quieres salir a cenar con lxs amigxs esta noche o realmente prefieres seguir el viejo hábito de elegir la seguridad estando solx, haciendo lo tuyo? Ninguna de las dos opciones es mejor, lo triste sería querer salir y ver que tu DMN te arrastra a casa. Entonces, comienza a prestar atención a lo que realmente quieres hacer en este momento, a la situación en la que te encuentras, a la gente con la que estás ... ¿son realmente amenazantes? ¿Es necesario utilizar las viejas estrategias de protección o podrías tomar un poco de riesgo y hacer algo diferente? ¿Podrías aceptar ayuda y ver si resulta tan decepcionante como tu DMN te dice que será? ¿Podrías recibir una palabra amable sin que tu DMN la arrugue y la arroje al basurero? ¿Podrías ser un poco más vulnerable o valiente, que en realidad es lo mismo al final? Imagina la manera en la que puedas tomar un pequeño riesgo y ver qué sucede ... ¿fue acertado tu DMN en sus previsiones? Tal vez lo fue, o tal vez no, ¡en cuyo caso no olvide actualizar los archivos! Calmar un DMN estresado Hay varias maneras en las que podemos ofrecer algo de alivio a nuestro DMN cuando se vuelve más activo. La acupuntura tiene un historial bastante bueno de afectar el sistema nervioso en formas que ayudan a calmarlo. Hacer algo creativo que involucre al cuerpo es una buena manera de descansar el DMN. Pintar, dibujar, tocar música, cantar, bailar, etc. Las artes marciales lentas como el Tai Chi o el Ki Kung son maravillosas para estabilizar el DMN Garabatear también puede ser muy efectivo. Recientemente me he encontrado con Zentangling, una versión moderna del arte antiguo: https://zentangle.com/. En el próximo post vamos a hablar del cerebro límbico y su rol en las emociones, las respuestas descontroladas y el trauma. Para asegurarte de recibirlo ¡suscribe al boletín! ¿Te gustaría aprender más? En abril empezará un curso online de 8 sesiones mensuales sobre la Integración Relacional, más información aquí curso online Me encantaría saber si alguna de estas ideas ha tenido sentido para ti, si has probado alguna de ellas y qué tipo de experiencias te trajeron. ¡Comparte tus pensamientos en la sección de comentarios a continuación! Si has pasado más de 5 minutos sin hacer nada, sin móvil o distracción, te habrás dado cuenta de que hay un discurso constante en tu mente, un fluir sin parar de pensamientos a veces completamente desordenados. La mayor parte del tiempo no somos muy conscientes de este fenómeno, a no ser que tengamos una práctica más o menos constante de meditación. Aún así, este "ruido de fondo" tiene un papel bastante significativo en nuestra vida, ya que, aún sin nuestra consciencia, sigue determinando muchos de nuestros estados de ánimo y acciones.
Las investigaciones de la neurociencia pueden darnos información interesante para entender mejor que función tiene esta narrativa interna. Vamos a ver en que consiste el circuito del Modo por Defecto. El Circuito de Modo por Defecto (DMN, por sus siglas en inglés) es el nombre que recibe una red que vincula diferentes partes del cerebro que participan en ciertas actividades. Aunque el DMN todavía está en investigación y hay muchas cosas que descubrir al respecto, parece claro que es una red que se activa cuando no estamos enfocadxs en una tarea en particular, en otras palabras, cuando estamos en un estado mental de reposo, por lo tanto el nombre "por defecto". En el lenguaje común, simplemente podríamos decir que el DMN es lo que subyace a nuestro discurso mental constante, esa corriente de pensamientos que parece estar pasando incesantemente en nuestra mente. Al identificar las áreas del cerebro involucradas en esta red, estamos mejor equipadxs para entender algunas de sus funciones fundamentales. Podemos decir que el DMN nos sirve para:
Parece una lista de funciones bastante importantes, que determinan gran parte de nuestra forma de estar en este mundo, en relación con nosotrxs mismxs y con lxs demás y también nuestras respuestas emocionales a las situaciones. Dado que tiene una tarea tan importante, es relevante tener en cuenta que al ser un "modo por defecto" se entiende que no se basa en una actividad consciente y deliberada, sino que es más bien una función automatizada del cerebro. Las funciones automatizadas tienen la ventaja de ocurrir sin ningún esfuerzo por nuestra parte y la desventaja de no ser afectadas por nuestra elección. Esto puede tener consecuencias desagradables para aquellas personas cuyo DMN se ha acostumbrado a funcionar de una manera que genera un discurso interno bastante desagradable, lleno de crítica, negatividad y preocupación. Un DMN negativo puede llenar nuestra mente con preocupación, ansiedad y críticas que pueden llevar a estados de profunda tristeza, desesperanza o depresión. El flujo negativo de pensamientos se convierte en el trasfondo en el que se ven nuestras experiencias cotidianas, dando a nuestra vida una atmósfera oscura y sombría. Lo que hace que esta situación sea particularmente difícil es que el funcionamiento de la DMN pasa desapercibido, como el papel pintado en la pared de nuestra cocina, porque es familiar, sin esfuerzo y constante. Es bastante interesante observar que el DMN se activa también cuando reflexionamos sobre nuestras creencias y valores fundamentales, algo que claramente tiene un gran impacto en cómo vivimos nuestra vida. Estamos bajo el hechizo DMN y creemos que es la verdadera voz de la realidad. Lamentablemente, este no es el caso, ya que el DMN puede estar contaminado por todo tipo de factores distorsionadores. ¿Cómo es tu relación con tu DMN? ¿Te encuentras a gusto descansando contigo o es más habitual que recurras a distracciones para evitar escuchar los pensamientos en tu cabeza? Todavía no está claro exactamente cómo se configura el DMN, pero la investigación parece indicar que varios factores pueden estar involucrados, por ejemplo:
La re configuración de los mecanismos habituales de nuestro sistema nervioso se basa fundamentalmente en dos cosas: la atención (o podríamos decir conciencia) y la reiteración de la experiencia, y esto también es el caso para la re configuración del DMN. Cuando buscamos transformar nuestro DMN en una función más positiva, alentadora y cálida de nuestro cerebro, queremos dirigirnos a las prácticas que incluyen estos dos aspectos. En el próximo artículo exploraremos maneras prácticas de reconfigurar esta función y llegar a una relación mucho más positiva con esta voz en la cabeza. Si quieres asegurarte recibir el próximo artículo, no olvides suscribir al boletín mensual donde también recibirás audios y meditaciones guiadas. Te invito también a compartir este artículo para que más personas puedan tener esta información. Es muy duro encontrarse otra vez aquí, con esta ola de dolor, desconcierto, rabia y miedo. La historia de Laura Luelmo nos toca ahí donde ya hemos sangrado tantas veces, en esta herida que llevamos desde tiempo inmemorable. Cada vez que una mujer es violada, matada por el simple hecho de tener un cuerpo que un hombre considera de su uso y derecho, las emociones que se desencadenan en mi, y al parecer en miles de mujeres y hombres, son demasiado potentes para poner en palabras. No hay manera de apaciguar el duelo que pide ser visto, reconocido, escuchado. Hay una rabia y una tristeza que no se pueden, ni deben, intentar silenciar.
Evitar que vuelva a ocurrir lo que ha ocurrido a Laura Luelmo es, tristemente, imposible. Lo digo con todo el miedo y la tristeza que esto conlleva. Pensar que podemos controlar nuestro entorno para que no pasen cosas horribles y dolorosas es, como creo que la historia y la vida ampliamente demuestran, fútil. Sin embargo, podemos seguir haciendo preguntas, renovando nuestra voluntad de entender, entendernos, forjar nuevos caminos, proponer ideas que nos guíen en nuestras acciones, proponer acciones que nos ayuden a hacer más probable un mundo cada vez más inclinado hacia la solidaridad, el cuidado y la compasión. El peligro más grande que percibo en estos momentos es el de la fragmentación. Fragmentación en nuestra manera de mirar la situación, cerrándonos en un solo punto de vista, una perspectiva, y perdiendo la complejidad que es parte integrante de un tema tan amplio como nuestra organización socio-cultural. Fragmentación en nuestra manera de alejarnos de aquellas personas que expresan otros puntos de vista, cayendo una y otra vez en la lógica de “quien tiene la razón”, “quien es el enemigo”, “quien hay que castigar”. Fragmentación en separar nuestro intelecto desde las emociones tan abrumadoras que se apoderan de nuestros cuerpos en estos momentos y perder la objetividad, claridad y precisión que nos puede aportar. Fragmentación en separar lo social y cultural de lo individual y personal, cuando solo miramos desde una u otra perspectiva para entender lo que ocurre en nuestra sociedad. Fragmentación en separar hombres y mujeres en dos colectivos enfrentados y estereotipados. Por supuesto no puedo evitar leer los sucesos a través de la clave del patriarcado, aquella construcción socio-economico-cultural que fomenta, normaliza y justifica la violencia, especialmente contra las mujeres pero también entre hombres. No voy a intentar equiparar esta violencia porque está claro que la violencia hacia las mujeres tiene unas características y unos objetivos que son muy específicos y merecen ser vistos por lo que son. Lo que me llama la atención en este caso es la historia de Bernardo Montoya, el hombre que quitó la vida a Laura. Por lo que entiendo, este hombre nació y creció en aquella periferia social, desértica e inhóspita, que es el resultado inevitable del capitalismo, la expresión económica del patriarcado. Este niño muy probablemente nació en la violencia, en la privación de recursos, en la pobreza cultural, en la negación de aquello que es tierno, vulnerable y delicado. Estoy imaginando, por supuesto, pero tengo la casi certeza que este niño no conoció un trato cariñoso, comprensivo, alentador, respetuoso. No me imagino que conoció un entorno donde se valoraba lo emocional, el dialogo, la compasión, la empatía. Cuanto más duro es el entorno, más probabilidades hay de que se desarrollen cualidades como la fuerza, prepotencia, individualismo, opresión. Cuanto más duro es el entorno, menos se desarrollan las funciones más sofisticadas de nuestra fisiología que nos ayudan a ser humanos solidarios, respetuosos, resilientes, integrados, empáticos y creativos. Este niño creció en un adolescente que tuvo como entorno de referencia la cárcel. No creo que ahí había esperanza ninguna para su desarrollo, más bien lo contrario. El sistema penitenciario, por lo poco que conozco, me parece el padrino y guardián de la violencia y su perpetuación. No estoy segura si Bernardo Montoya trata a los hombres con mucho más cuidado y respeto de lo que ofrece a las mujeres, no me sorprendería si estos valores estuvieran ausentes en su repertorio de posibilidades relacionales por no haberlas experimentadas. No estoy justificando su conducta o teniendo una mirada Disney, no. Estando las cosas como están, me gustaría ver que personas como él no puedan disponer de su libertad de movimiento ya que no pueden, o saben, gestionarla. Y quiero que las acciones de agresión sexual sean llamadas por su nombre en los veredictos, y que las penas sean correspondientes y que las noticias dejen de centrarse en la supuesta responsabilidad de las mujeres por ser agredidas. Aun así me propongo verle como un ser humano fragmentado y no un monstruo . Deseo que haya meno fragmentación en nuestra cultura para que menos hombres se conviertan en lo que Bernardo Montoya encarna. El capitalismo y su periferia son los criaderos de la violencia, por lo que yo entiendo. Con su lógica de cosificar todo, dar carta blanca al individualismo, la codicia, la competencia, glorificar el deseo individual a cualquier costa, desvalorizar todo aquello que no produce ganancias materiales, es un sistema de valores y creencias inherentemente violento. Por supuesto aquellas personas que por su fisiología son más propensas a la fuerza, a la acción, a lo intelectual, triunfan y estas características se pueden inflar hasta rozar la enfermedad. No veo soluciones muy duraderas y eficaces que no se planteen la de-construcción de este sistema de creencias y valores. No estoy convencida que el enfoque en el cual “los hombres”, como categoría generalizada, se consideran los culpables sea el más acertado, no porque no reconozca que hay un tema de privilegios y de roles, sino porque es un enfoque que no nombra la causa real del problema. El patriarcado, y su hijo el capitalismo, no son inherentes a los hombres, son construcciones culturales y por lo tanto me parece que con la regeneración de estas construcciones se disminuiría mucho la probabilidad que un ser humano se aleje tanto de su humanidad como para violar, matar, agredir, oprimir. La primera violencia que el patriarcado ejerce es sobre los hombres mismos, negando le su parte emocional, vulnerable, acogedora y receptiva. Cualquier ser humano que sufra este tipo de mutilación va a convertirse en un agente de violencia. Me parece que la responsabilidad de acabar con este modelo cultural nos corresponde a todxs, cada unx desde su lugar, empezando por la periferia y llegando hasta el centro, donde también hay mucha violencia, aún si disfrazada y sutil. Las mujeres en especial tenemos la oportunidad de fomentar mucho cambio ya que el sector de la educación es principalmente femenino, y por el rol vital que juegan las madres, por supuesto. Y aquí es donde tomo consciencia que ser mujer no es sinónimo de estar comprometida con eliminar las causas de la violencia. ¿Cuantas mujeres también han sido educadas en el patriarcado y perpetúan sus valores de competencia, manipulación, opresión, insensibilidad? ¿Cuantas mujeres, para sobrevivir en este entorno cultural, se separan de su propia vulnerabilidad y adoptan la violencia y la agresividad para protegerse? ¿Cuantas mujeres participan en la perpetuación del modelo cultural que hace posible que muchos hombres se conviertan en maltratadores de mujeres, de hombres, de niñxs, de animales de entornos naturales? Todos estos me parecen mecanismos perfectamente comprensibles y no estoy culpando a las mujeres de nada, simplemente me parece necesario hacer una reflexión completa y no parcial de nuestra situación como sociedad. No encuentro refugio en la identidad colectiva de “mujer oprimida”. Aunque por supuesto veo como esta identidad existe y no la voy a negar, no quiero quedarme ahí. Las estadísticas dicen que el 62% de asesinatos son de hombres hacia hombres, estas cifras no me dejan tranquila. No me deja tranquila que “se maten entre ellos”, quiero vivir en un mundo donde la violencia de los hombres hacia si mismos tampoco esté normalizada. Quiero vivir en un mundo donde no estamos constantemente fragmentadxs entre “nosotrxs” y “ellxs”: hombres, mujeres, ricxs, pobres, blancos,negrxs, heterosexuales, non heterosexuales. Estas identidades existen y en algún respecto nos sirven para hablar de ciertos fenómenos, a la vez quiero recordar que hay algo más allá. Quiero vivir en un mundo donde la violencia deja de ser la norma en todos ámbitos y las necesidades de todos seres vivos se toman en consideración. Quiero vivir en un mundo donde no se responde a la violencia con violencia sino con la voluntad de entender. Quiero vivir en un mundo donde no se confunde querer entender con no protegerse, y donde no se confunde proteger con atacar. Quiero vivir en un mundo donde el criterio de integrar sustituye castigar. Cada acto de violencia, contra mujeres, hombres, animales y ecosistema, nos invita a mirar desde el fragmento hacia lo global, rastreando la pista de la violencia hasta su fuente. No estoy desviando el foco de atención, deseo que todas las personas que están dedicando sus esfuerzos a acabar con la situación de desigualdad y opresión de las mujeres sigan trabajando. Solo quiero compartir que veo un contexto más amplio y creo que no nos hace bien ser miopes. Que los hombres se movilicen para revisar sus condicionamientos y privilegios me parece necesario, también me parce necesario que lo hagamos nosotras con ellos, que revisemos todo, buscando juntxs caminos en la selva oscura en la que vivimos. Gracias a Patricia García Lepetit por apoyarme en escribir este artículo con sus reflexiones y comentarios. Las ideas siempre salen mejor cuando se comparten! Si has tenido la suerte de recibir la escucha empática de alguien, es posible que te hayas quedado con el anhelo de encontrar esta calidad de conexión más a menudo en tu vida. Compartir algo importante y sentirte escuchadx sin juicios, opiniones, consejos o comparaciones es una experiencia que nos puede aportar increíble calma, seguridad y la posibilidad de entendernos mejor. A veces es difícil explicar a otras personas como nos gustaría ser escuchadxs, incluso esto puede resultar en frustración para las personas que están intentando apoyarnos con sus mejores intenciones. Con esto en mente, he preparado un pequeño libreto que explica de manera sencilla y práctica lo que es la empatía y como alimentarla en nuestras relaciones para que sea una fuerza de sanación y conexión.
Te invito a leerlo y compartirlo con las personas que están cerca de tu corazón! "Para vivir en este mundo, hay que aprender a hacer 3 cosas: amar lo que es mortal, apretarlo contra tus huesos sabiendo que tu propia vida depende de ello, y cuando llega el momento de dejarlo ir, dejarlo ir" Mary Oliver La muerte es un proceso vital que se ha barrido bajo la alfombra del las sociedades así dichas "civilizadas". ¿Cuando es la última vez que has podido mirar un cuerpo sin vida, quedarte con ello, llorar, hacerte con la idea que este cuerpo ya no es lo que era hace pocos instantes, horas, día? ¿Cuando fue la última vez que te dejaste romper todos los esquemas por este suceso incomprensible? Hoy en día lxs muertxs de envían lo más rápido posible a los lugares escondido donde se encuentra la manera de hacerlos desaparecer, bajo tierra o en el fuego. No hay tiempo, no hay espacio para quedarse a mirar la muerte, para dejarse tocar, para dejarse sacudir. Y así, cuando la muerte inevitablemente viene, estamos muy poco preparadxs para recibirla y para acompañarnos en el proceso del duelo. Hablar del duelo quiere decir entrar en uno de los territorios más delicados del corazón, sin embargo, el duelo ha progresivamente desparecido de nuestra cultura, dejando es un su paso un vacío peligroso. Cuando hablo de duelo no me refiero únicamente al proceso conectado con la muerte física de un ser querido. Cualquier evento que presupone la muerte de algo, aunque a nivel metafórico, como una separación, la perdida de un trabajo, una enfermedad que nos deja cambiad@s, un robo, un cambio de casa etc. necesita un periodo de integración y re estructuración, que es precisamente la función sanadora del duelo. No permitirnos pasar por ello quiere decir dejarnos en un estado de des-integración, más vulnerables y heridxs. Por esta razón me gustaría explorar las funciones sanadoras del duelo y como apoyarnos a pasar por ellas. En todas culturas podemos encontrar rituales muy elaborados para enfrentarnos y acoger la experiencia de la muerte. Generalmente estos rituales necesitan varios días, son celebrados en comunidad, y de alguna manera conectan el evento de la muerte con una realidad más amplia y trascendente, ubicando la muerte en un contexto espiritual. A lo largo de la vida, nos vamos encontrando en situaciones donde nos entregamos a un “algo más que yo”, como por ejemplo a una relación de pareja, un proyecto o un trabajo. A través de nuestra entrega, este “algo más que yo” se convierte en “algo parte de mi”. Esto quiere decir que la energía que ponemos en construir, o dar vida, a este “algo” también sirve para vincularnos con él, para incorporarlo en nuestra percepción de quienes somos. Esta entrega es una fuerza maravillosa que nos permite crear, visionar, creer, construir, en fin, vivir! A la vez, también estamos aceptando poner algo de nosotrxs en riesgo porqué como es inevitable, todo lo que vive también muere. Este proceso de vinculación tiene una componente emocional pero también una componente fisiológica. El cerebro está constantemente organizando las percepciones que recibimos desde el exterior y el interior en una imagen coherente y más o menos estable de nosotrxs y nuestro entorno. Esto implica toda una arquitectura neuronal que se construye a través de experiencias reiteradas. Cuando hay un cambio radical en esta imagen, a través de una muerte, una separación etc. el cerebro necesita reorganizarse para construir una nueva imagen que sea coherente con la nueva situación. El proceso de duelo es precisamente lo que el cerebro necesita para hacer este trabajo. Por esta razón en muchas culturas, el primer paso del duelo es sentarse toda una noche con el cadáver de la persona que ha muerto. Necesitamos tomar consciencia y literalmente enfrentarnos con la nueva realidad porqué si no,el cerebro tiende a querer mantener la estabilidad de sus percepciones aunque cuando estas no corresponden a la realidad y por lo tanto entra en lo que se define como negación, o sea, “esto no es posible, no ha pasado, es una pesadilla”. Aunque esta es una reacción normal al principio, si nos quedamos allí no estamos logrando integrar la nueva experiencia y adaptarnos a ella. Para establecer una nueva estructura neuronal el cerebro necesita tiempo y también necesita revisar una y otra vez “lo que era” antes, y “lo que es ahora”, por esta razón cuando estamos en duelo repetimos pensamientos que nos reafirman: “si, esto fue, pero ya no es así.” A través de este proceso se generan las nuevas estructuras neuronales capaces de contener la nueva información. Este proceso necesita mucha energía, por esta razón cuando estamos en duelo nos sentimos muy cansadxs. Bloquear este proceso, intentar acelerarlo o simplemente negarlo es muy peligroso porqué no permite que nuestro cerebro, y por lo tanto nuestros procesos mentales y emocionales, se actualice. Esto nos deja en una situación de inmensa vulnerabilidad, porqué el trauma de la muerte no acaba integrándose en nuestra vida, permitiéndonos seguir adelante con más experiencia y sabiduría, sino se queda “congelado” en algún rincón de nuestro ser, pululando. Esto puede dar pié a fenómenos de depresión, adicción o cualquier otra manera que nuestro organismo encuentre para hacer frente a esta situación de falta de integración. Entonces, ¿que necesitamos cuando “algo muere”? Primero de todo entender la función del proceso de duelo, y después permitirnos pasar por ello, aunque no sea para nada agradable. Para esto necesitamos tiempo, descanso y apoyo por parte de personas que también entienden el valor de este proceso y no intentan distraernos, trivializar o acelerarlo. ¿Cuanto dura un duelo? No hay manera de decirlo, depende de muchos factores que lo hacen un proceso totalmente personal. Es cierto que aceptarlo y pasar por ello con el apoyo cariñoso de otras personas lo hace mucho más fácil. "Los que no se deslizarán por debajo de la superficie inmóvil, en el pozo de la pena, bajando a sus aguas negras, al lugar donde no podemos respirar nunca conocerán la fuente de la cual bebemos el agua secreta, fría y clara ni encontrarán, en la oscuridad, las pequeñas monedas de oro lanzadas por los que deseaban algo diferente." David Whyte Los cuentos como herramienta terapéutica. “Dios dio el lenguaje a los seres humanos para que se contarán cuentos” Quizás cuando piensas en un cuento piensas en algo que tiene que ver con la infancia, un tipo de entretenimiento que ya no te corresponde como persona adulta. Me gustaría invitarte a reconsiderar esta creencia y descubrir que el cuento puede ser algo muy poderoso para tu propia vida. El lenguaje es, sin duda, una facultad que distingue el ser humano de todos los demás seres vivos. Esto no quiere negar el hecho que otros seres vivos tengan la capacidad de comunicarse, pero el nivel de precisión, complejidad, riqueza y poder evocativo del lenguaje humano es merecedor de asombro. En muchas culturas, las palabras eran consideradas mágicas, dotadas de un poder misterioso y digno de respeto. “Ser de palabra” significa ser fiel y consecuente con la realidad que las palabras han definido. Las investigaciones científicas de los últimos 20 años nos confirman que hay un vínculo inseparable entre el lenguaje y nuestra manera de percibir la realidad. Sin embargo, hay distintas maneras de utilizar el lenguaje. Podemos utilizarlo para favorecer la comprensión intelectual y la trasmisión de información de una manera lógica y estructurada a través de conceptos y abstracciones. El lenguaje del cuento es otra cosa, es un lenguaje que surge desde otro lugar de nuestro ser, el lugar del inconsciente, de lo sensorial, poético, metafórico, emocional, creativo e intuitivo. Es un lenguaje que se alimenta de las capacidades de nuestro hemisferio derecho. Ambos usos del lenguaje son muy útiles y cada uno tiene su lugar. En el ámbito terapéutico, el lenguaje intelectual y analítico nos ayuda a organizar, entender y ordenar nuestras experiencias para que podamos verlas con más precisión. Sin embargo este lenguaje no habla con el alma, con todo aquello que todavía no ha cruzado el umbral de la consciencia y por lo tanto no es comprensible, ordenado, claro y preciso. Para entrar en relación con todo esto es necesario un lenguaje más afín al mundo crepuscular y cambiante del inconsciente. Desde los tiempos más antiguos, el ser humano ha creado cuentos para explicarse a si mismo su propia condición peculiar, su existencia. En los cuentos aparecen los arquetipos de todas las maneras en las que el ser humano puede estar en el mundo: sus conflictos, dilemas, triunfos, miedos, retos, evolución y recursos. El lenguaje de los cuentos no es un lenguaje "sencillo" para niñxs o culturas menos "desarrolladas", más bien es el lenguaje que consigue hablar con el alma de una manera sorprendentemente eficaz. En mi propia experiencia personal y profesional he podido comprobar en numerosas ocasiones como el hecho de describir una situación o proceso interno en términos metafóricos, encontrando imágenes y posibilidades mágicas, es una herramienta poderosa para encontrar no solo sentido, sino recursos y creatividad. Crear nuestro propio cuento es un proceso sumamente poderoso, creativo, intimo y transformador. Nos coloca en el lugar de creadorxs del relato de nuestra vida, desde el cual podemos re configurar el sentido y las percepciones que organizan nuestra realidad. En el cuento podemos descubrir que las experiencias pueden tener múltiples significados, inesperados regalos, inconcebible sabiduría y una fuerza poderosa que nos impulsa a seguir en la aventura de ser vivxs. Hay métodos terapéuticos que se acercan mucho a este enfoque, el Focusing por ejemplo es uno de mis favoritos y en mis sesiones de acompañamiento individual no deja de sorprenderme y maravillarme con su capacidad de despertar la sabiduría y sanación innata de cada persona. Te invito a descubrir por ti mismx el mundo maravilloso de tu inconsciente a través de los cuentos, autores como Joseph Cambell, Clarissa Pinkola Estés, Richard Stone, Robert Bly, Nancy Mellon te aportarán una guía muy valiosa. Mientras tanto te dejo un pequeño cuento creado por mi, en uno de mis cursos, deseo que te traiga deleite, alegría y la oportunidad de volverte niñx otra vez. Si quieres saber como mi trabajo podría apoyarte en tu proceso de crecimiento personal, te invito a contactar con migo para solicitar una sesión de orientación gratuita vía Skype. |
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