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Vivir plenamente antes de morir

4/4/2018

 
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 ​ Tras estos días de fiestas, me ha llamdado la atención el tema de la muerte. Supongo que el punto de partida ha sido la pregunta: ¿Porqué no se celebra la Pascua con la misma intensidad que la Navidad?
No me considero una persona religiosa pero las tradiciones espirituales del mundo siempre me han interesado como la manifestación del intento de varias culturas de dar sentido a la existencia, y por esta razón me interesa reflexionar sobre ellas.
Hay razones que parecen bastante obvias por esta falta de celebración, la Pascua no ofrece las mismas posiblidades de consumo, por ejemplo, pero no he podido evitar preguntarme si no hay algo también que tiene que ver con la actitud hacia la muerte. De hecho, me parece que entre un nacimiento y una resurreción, la segunda debería llamar bastante más la atención (aunque el nacimiento sea virgen).

La Pascua celebra un evento que aparece en otras mitologías, como por ejemplo la Egipcia con el míto de Osiris, y que parece dar respuesta a la pregunta: "¿Hay vida más allá de la muerte?". Lo que me parece muy curioso es que hay una diferencia fundamental entre la respuesta que las culturas así dichas no civilizadas han dado a esta pregunta y la respuesta de la mayor parte de las culturas así dichas civilizadas. La diferencia consiste en la idea de la reincarnación. En las culturas no civilizadas, encontramos muy a menudo la idea de la reincarnación, y muchas veces una reincarnación que contempla la posibilidad de volver en la forma de animal o árbol. En cambio en las culturas civilizadas hay la idea que será el individuo mismo que volverá, tal y como se conoce en esta vida. Lo que me parece tan interesante es la diferencia entre una cosmovisión dónde el individuo se desarma y vuelve a ser parte de su entorno y una donde se mantiene la individualidad más allá de la muerte. Entiendo que una de las aportaciones más significativas de lo que llamamos civilización es el concepto de la individualidad, una individualidad separada del mundo natural, muchas veces en un rol de control de la naturaleza y también en una relación de competición con otras individualidades. Este concepto de individualidad genera una cisión dolorosa en la psique humana, una percepción de soledad y separación que probablemente nuestro sistema nervioso no es capaz de asumir, alimentando una sensación de inseguridad y falta de sentido que pone en peligro el equilibrio de nuestra organización psicofísica. 
Me pregunto si, en esta época donde la ciencia es la nueva religión, la idea de una resurreción tal y como la propone la tradición Cristiana ya no puede aportarnos ningún tipo de alivio y consolación y por lo tanto la celebración de su fiesta correspondiente ha perdido mucho sentido.

Inevitablemente, estas reflexiones me han llevado a considerar el hecho de mi propia muerte y mi posición en relación a ella. Personalmente no me preocupa tanto decidir cual es la respuesta más verdadera, sino entender cual es la respuesta que ha ido organizando mi percepción de mi misma. Quiero decir que, aunque mi mente adulta tenga sus propias ideas al respecto, las creencias que he recibido de manera subliminal a lo largo de mi vida mediante la cultura de mi entorno, siguen determinando muchas de las maneras en las que organizo mi experiencia a nivel visceral.
Lo primero que me llama la atención es mi incredulidad frente al fenómeno de mi muerte. Por mucho que mi parte racional insista que es un hecho absolutamente cierto, hay una parte más profunda y visceral que realmente no se lo cree. Miro mi mano e intento asumir la realidad de que, en algún día, esta misma mano será reducida a huesos o cenizas y no hay manera que lo consiga. No siento miedo exactamente, sólo me cuesta abarcar esta información de la misma manera que me cuesta abarcar la idea de la infinidad del universo. Supongo que esto tiene que ver con haber tenido muy poca exposición a la muerte, en un entorno cultural donde se mantiene una actitud evitativa al respecto. También detecto que hay una cierta sensación, muy muy en el fondo, de que mi persona, por ser tan individual y por lo tanto especial, tiene una exención de este particular paso en la existencia. Tomar consciencia de todo esto me hace pensar que no estoy muy bien preparada para enfrentarme con la muerte de la manera que me gustaría, con consciencia y tranquilidad. Pero también me hace pensar que, al no tener una relación con la muerte, tampoco estoy vivendo de la manera más plena, quizás. Mi vida se desarrolla en una especie de sueño despierto donde no hay el contrapunto de la muerte para darle más veracidad. En un par de ocasiones he tenído un encuentro más o menos cercano con la muerte y recuerdo como toda mi percepción de la vida se hizo más nítida y brilliante, solo para volver a un cierto entumecimiento en la medida en que la experiencia de la muerte se iba disolviendo.  Lo que quiero decir es que percibo un vacío a la hora de contemplar la muerte, algo que me provoca mucho más miedo que la muerte en sí. Un vacío de cosmovisión. La idea de que mi individualidad dejará de exisitir y que mi cuerpo, sus átomos y partículas, ofrecerán sostén a otras formas de vida, por muy bonita que sea, no me llega. No me llega porque solo consigo relacionarme con esta idea desde una perspectiva materialista, de atomos y párticulas, pero he perdido la conexión vital, visceral, anímica con mis relaciones en el mundo natural. Me doy cuenta de lo profunda que es la herida que se ha generado en mi gracias a esta cultura de la separación, de la obsesión con la joventud, los estrechos estandarés de belleza, la humanidad enfrentada constantemente con la naturaleza, las manias de grandeza e idolatría del yo.
Me siento huerfana de mis relaciones. El viento, la tierra, el agua y el fuego se han reducido a meros fenómenos, sin alma, sin hermandad con mi ser. Y es esta la muerte que me llena de horror, mi vida es una isla a la cual me aferro sabiendo que finalmente las olas de la vida/muerte la engullerán, pero no tengo mapa para transitar este pasaje. 

¿Cómo puedo recuperar mi sensación de hermandad con el mundo natural? ¿ cómo puedo recostruir mi concepto de individualidad para que no se convierta en una jaula que me aisla del mundo.? ¿Cómo puedo vivir mi vida plenamente para enfrentarme con mi muerte?
Me llama la atención que la celebración de la Pascua llegue justamente en el momento en que toda la naturaleza se despierta en sus colores más brilliantes para desfilar su belleza. Me parece una decisión bondadosa colocar esta reflexión sobre la muerte en el momento de más vida alrededor, como si la naturaleza nos llamara a recordar algo fundamental que hemos olvidado a cerca de nuestra relación con ella, algo que nos permita vivir con plenitud antes de morir. 
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​Tatiana Sibilia es formadora certificada de Comunicación NoViolenta, facilitadora del proceso de Integración Relacional y practicante del método Hakomi (Mindfulness aplicado al autoconocimiento).
Ofrece formación, acompañamiento individual y un curso online para aprender a practicar la Integración Relacional en el día día. ​


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Conflictos en la pareja: Como reparar y forjar la alianza

3/1/2018

 
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Uno de los conflictos más desgarradores que podemos experimentar es el conflicto en la pareja. Cuando este vínculo tan intimo se ve amenazado por el conflicto, la rabia, el rencor, la decepción, la falta de confianza y la distancia, puede despertar un dolor muy grande y profundo. Muchas veces no reconocemos las fases en las cuales se construye el conflicto y seguimos esperando que las cosas se arreglen de alguna manera. Muchas veces nos encontramos con pocos recursos para hacer frente al desafío que nos presenta la relación de pareja y no sabemos donde encontrarlos.
En la relación de pareja se despiertan patrones y mecanismos que no suelen ocurrir en otras relaciones, o por lo menos no con tanta intensidad. Esto es debido al hecho que la relación de pareja nos lleva a un lugar muy intimo y personal, un lugar muy tierno del cual pocas veces somos plenamente conscientes y que tiene un vinculo directo con las experiencias que tuvimos en nuestra primera infancia, específicamente con respecto a los vínculos que se establecieron con nuestrxs cuidadorxs. Tenemos la tendencia a re en actuar en la pareja aquellos mecanismos que se establecieron en nuestras primeras relaciones, repitiendo roles, expectativas y actuando desde las creencias que se forjaron en aquellos años lejanos. Este aspecto se queda por la mayor parte desapercibido en nuestras reflexiones sobre los conflictos que estamos teniendo. En general tendemos a poner la atención en lo circunstancial y en la otra persona. En general tenemos una expectativa más o menos consciente que la relación nos dará aquello que no pudimos tener en la relación con nuestrxs cuidadorxs, y a la vez vamos repitiendo los mismos patrones, lo cual hace muy improbable que esto ocurra. De hecho muchas veces acabamos re traumatizandonos mutuamente ya que, en general, ambas personas buscamos en nuestra pareja algo que nos resulta familiar y conocido, en otras palabras alguien que actúa más o menos como actuaban nuestrxs cuidadorxs. Si esta reflexión tiene sentido, entonces podemos empezar a reconocer que una parte muy importante del conflicto que surge en la pareja no tiene que ver con la pareja, sino con los traumas que todavía no hemos podido sanar. Los miedos, reacciones, posturas, creencias, defensas y expectativas que se manifiestan en la pareja tienen un origen muy antiguo en la biografía de cada persona. La pareja sólo sirve para activarlos y ponerlos en evidencia. Con esto no quiero negar la responsabilidad de cada persona en contribuir a los conflictos actuales, simplemente me gustaría visibilizar que hay otro nivel que también necesita atención y trabajo.
En los conflictos de pareja, como en muchos otros, nos olvidamos que tenemos una gran posibilidad de transformación si aceptamos el conflicto como la señal que nos ayuda a identificar lo que no está resuelto en nosotrxs mismxs. Si aceptamos esto y entramos en la relación entendiendo que nos espera un viaje de vuelta a los lugares tiernos de nuestra infancia, quizás podemos apreciar la importancia de la relación a pesar de las dificultades. El resultado de este proceso no tiene que ser la continuación de la relación necesariamente, sino un crecimiento que nos libera de los patrones establecidos en la infancia para poder forjar nuevas relaciones, con nuestra pareja actual o no. El mantenimiento de la relación creo que depende de la disponibilidad de ambas partes de entrar en la relación con esta consciencia, cada unx comprometidx a su propio viaje. Muchas veces me he preguntado si en realidad el compromiso de solo una persona es suficiente y, aunque no tengo una respuesta definitiva, mi experiencia me dice que no. Quizás no hace falta el mismo nivel de compromiso, o la misma intensidad, pero si una parte sigue inconsciente de lo que se activa en el/ella en la relación y no está preparada a sanarlo, no me consta que esto resulte en una relación satisfactoria donde se pueda realmente experimentar la plenitud de la intimidad, cuidado y autenticidad.
Por esta razón me parece fundamental establecer un vínculo de alianza con nuestra pareja. Alianza para mí quiere decir aceptar que el mar de la relación va a traernos tempestades, que estas tempestades no son debida a la "maldad", "incompetencia" o "fallos" de la otra persona, sino a los traumas que ambas llevamos en la mochila y a como nuestro trauma encaja con el trauma de la otra persona. Y quiere decir decidir acompañarnos mutuamente en esta tempestad. Hay partes que cada unx tendrá que encarar solx, trabajarse, resolverse, pero con el acompañamiento solidario de la otra persona. Para que ocurra esto es necesario que cada unx contacte e identifique su propio trauma, quiere decir, sus "gatillos", sus patrones y que los comparta con la otra persona, manifestando su intención a trabajar sobre ellos y pidiendo lo que la ayudaría a hacerlo.  Esta parte de la relación es muy delicada y requiere de mucha honestidad y un entorno seguro donde podamos enseñar nuestra vulnerabilidad sin el miedo de ser juzgadxs o que esto se utilice en nuestra contra. Quiere decir dejar de poner la atención en la otra persona como causa de la tempestad, o exigiéndole solucionarla a través de cambiar algo de si. En este sentido nos podemos ver cada unx en nuestra vulnerabilidad, con nuestras limitaciones, miedos, fallos, creencias, naturalezas, tendencias, resistencias y virtudes. Podemos manifestar donde están nuestros puntos débiles y pedir apoyo, que a veces puede ser un cambio, pero el truco está en la petición y no en exigirlo como si la otra persona tuviese la obligación de cambiar algo por mi. Cambiar y transformarse son inevitables en una relación cualquiera pero en la de pareja más aún. Si el cambio nos llega como una imposición, una demanda, esto rompe el vínculo de alianza. Si entendemos que el cambio es algo que podemos eligir conscientes de como esto apoyaría el proceso de la otra persona y quizás, de manera colateral, el nuestro, entonces podemos abrirnos a cambiar sin perder nuestra autonomía e integridad. No se trata de un juego de poder, sino de una colaboración entre aliadxs. Lxs aliadxs se apoyan, tienen paciencia, ofrecen aliento, tienen compasión por los fallos. Por esta razón no me parece que funcione si solo una persona se compromete a este viaje, lxs aliadxs son, por definición, más de unx.
Si ya estamos viajando desde un rato, es posible que nuestra alianza se haya estropeado. Principalmente por estas razones: no nos hemos hecho cargo cada unx de nuestra mochila, no hemos compartido nuestro compromiso con intentar liberarnos de los condicionantes que hay en ella, no hemos pedido apoyo de una manera comprensible para la otra persona, hemos entrado en el juego de poder. Y una más: no hemos aprendido a reparar los daños causados por todo lo anterior. Muchas veces no ponemos suficiente atención en la importancia de reparar un conflicto después de haberlo tenido. Barrer las cosas bajo la alfombra y tirar adelante como si nada no es equivalente a reparar. Aprender a no "agitar las aguas" y evitar ciertos temas tampoco. Comprar el perdón de la otra persona con regalos, halagos, "portarse bien un rato" tampoco. Reparar el conflicto implica re establecer la alianza, reconocer donde hemos caído en otros roles (dominante, victimizantes, evitativos, demandantes etc. ) y conectar con el duelo de que esto haya ocurrido. No hace falta entrar en la culpabilidad, sencillamente reconocer que la tempestad no es fácil de manejar y que a veces no lo sabemos hacer tan bien como nos gustaría. Quiere decir volver a declarar nuestro compromiso en seguir trabajando con los patrones que generan la tormenta, descubrir algo más sobre esto, profundizar, quitar capas. Quiere decir volver a tomar acuerdos, ajustándolo a las nuevas condiciones. Esta parte, muy probablemente, es lo que no ocurrió en nuestra infancia, de lo contrario no estaríamos traumatizadxs. El problema no es que los seres humanos nos hacemos daño de vez en cuando, que obviamente es algo indeseable, sino que luego no reparamos estos daños ofreciendo nuestra empatía a quien ha sufrido, manifestando nuestro pesar, coprometendonos a encontrar nuevas maneras, abriéndonos a cambiar algo para sustentar la relación. Esta parte es el ingrediente fundamental para que un conflicto no se convierta en un evento traumático, donde nos sentimos solxs, incomprendidxs, confundixs, sin recursos y sin poder. Reparando los conflictos en el momento presente, estamos ofreciéndonos la posibilidad de experimentar que hay otras maneras de estar en relación, donde el compromiso al cuidado y al respeto es más grande del orgullo y de la negación. Donde el cambio es posible desde la buena voluntad y no la obligación. Donde la sanación es una opción real que podemos construir entre nosotrxs.
Quizás podríamos preguntarnos:
  • ¿Soy consciente de los patrones, creencias, traumas y resistencias que se activan en mi en esta relación?
  • ¿De qué manera me hago cargo de ellos y encuentro los recursos necesarios para sanar?
  • ¿De qué manera pido apoyo y me abro a negociar en el caso en que mi pareja no responda como a mi me gustaría?
  • ¿Qué ofrezco yo para que mi pareja pueda sentirse más abierta en responder a mis peticiones de apoyo?
  • ¿De qué manera ofrezco mi apoyo y solidaridad con los retos a los que se enfrenta mi pareja en nuestra relación?¿Soy consciente de ellos?
  • ¿De qué manera, en nuestros conflictos, visibilizamos nuestras necesidades y nos comprometemos ambxs a encontrar estrategias que las puedan satisfacer todas de la mejor manera posible?
  • ¿De qué manera alimentamos la buena voluntad, la autonomía, la libertad de elección y el agradecimiento en nuestra relación?


Tatiana Sibilia es formadora certificada de Comunicación NoViolenta, facilitadora del proceso de Integración Relacional y practicante del método Hakomi (Mindfulness aplicado al autoconocimiento).
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El arte de vivir el momento presente para transformar el pasado.

2/20/2018

 
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Estar en el momento presente es sumamente complicado.
​En si mismo el concepto “momento presente” ya nos sitúa en el marco del tiempo linear: pasado-presente-futuro. A veces tenemos ideas confusas sobre lo que debería ser el momento presente, y estas ideas no nos ayudan en alcanzar una experiencia directa de la realidad.
​El momento presente no es un oasis de calma y tranquilidad, no es un lugar silencioso y acogedor (necesariamente), una destinación mítica donde experimentar cosas extraordinarias. El momento presente es sencillamente lo que está ocurriendo ahora mismo, la única diferencia es si le estoy prestando atención o si está ocurriendo en "piloto automático".


Si salimos por un momento de este marco de tiempo linear podemos imaginar el momento presente como un punto de intersección, vivo y pulsante donde el pasado y el futuro se encuntran, conversan y bailan.
No podemos estar en el momento presente sin llevarnos todas las ideas, conceptsos y hábitos que hemos dearrollado a lo largo de toda una existencia. No podemos mirar las nubes y no saber que son nubes, no podemos volver al estado de apertura y pureza sensorial que teníamos cuando eramos niñxs. Pero no todo está perdido. No estamos exiliadxs desde la posibilidad de vivir con frescura, con la alegría de que “todo es posible”.

En el momento presente, todo lo que se ha ido gestando y formando en el pasado está delenate nuestros ojos, disponible para ser descubierto. Por debajo de la primera capa, lo ya conocido,  lo que ya sabemos, hay muchas corrientes subterraneas que quieren hablarnos de todo aquello que está vivo todavía, lo que viene desde el pasado a pedir el regalo de nuestra presencia amorosa.
Quizás en el dolor de mi hombro, lo cual puedo sentir con claridad en este momento, hay una voz que me quiere hablar de pesos que todavía no he soltado, de enfados que nunca han podido expresarse. Quisás en este pequeño movimiento de retirada que hago involuntariamente, frente a una dificultad, hay miedos que todavía no se han calmado, partes de mi que todavía están buscando el apoyo y el reconocimiento que no tuvieron. Quizás mi manera de interpretar la situación actual está determinada por una creencia que: "Nada va a funcionar", creencia construida cuando tenía 6 años y no pude evitar la separación de mis padres. 
Si presto atención de una manera abierta y curiosa a lo que se manifiesta en mi en el momento presente, tengo la posibilidad de encontrarme con todo aquello que viene desde el pasado pero también puedo conectar con la voz invitante del fututo, que me llama hacía mi propio florecer, indicandome el camino a través de mis anhelos, mis necesidades. Asi pues, mi futuro está invitando a mi hombro a andar por el mundo con ligereza, con confianza. Las necesidades de apoyo y reconocimiento me enseñan hacia donde dirigir mis próximos pasos, hacia donde mirar. El reconocimiento de mis capacidades y recursos actuales me propone arriesgarme a ver si esta vez algo sí se puede hacer. 
​

Estar en el presente no significa forzar a que se produzca una sensación de paz y tranquilidad predeterminada y luchar con las distracciones e incomodidades que se manifiestan. No significa tener que sentir nada en concreto más allá de lo que puedo honestamente percebir con mis sentidos: esta sensación corporal, esta emoción, este recuerdo, este pensamiento, este ruido, esta luz o sombra.
Estar en el momento presente significa recordar que no estoy viviendo en un mundo predeterminado, fijo, inamovible, y disponerme a descubrir lo que hay en frente de mi con curiosidad y apertura. Lo único que el momento presente necesita de mi es mi atención, mi disponibilidad y mi sumo respeto para todo lo que se manifiesta. Si la voz cortante del juicio es la que le da la bienvenida a mis descubrimientos, es muy probable que vuelvan corriendo a la oscuridad protectora desde donde han venido. Si lo que descubro es un miedo y le comando de ser valiente, de no ser ridiculo, de darse cuenta que todo está bien, esta actitud es muy probable que no resuelva nada. Que el miedo se callará quizás un rato, para volver más adelante.
La gran oportunidad que el momento presente me brinda es de ofrecerle a este miedo el abrazo tierno y lleno de aceptación que no tuvo en su momento, cuando algo, en el pasado, le asustó. Y ahora vuelve a pedirme este regalo, este balsamo sanador.
En la medida en que soy capaz de atender con esta atención amorosa a las múltiples partes de mi que me visitan desde el pasado, mi futuro se despierta, se puede reorganizar según nuevas referencias, el cauce del río se ajusta a lo que la corriente necesita para fluir hacia la libertad, ese oceano en constante movimiento, feroz, bello y sumamante vivo.


"En mis hábitos
revelo como los vientos y las lluvias de la vida
han formado el suave
crecer de mi cuerpo
La arquitectura compleja
de la protección
es visible en mi mirada, en mis gestos
en los pequeños cambios en mi voz
La respiración puede volver a hacer fluidas
estas paredes para que puedan
​albergar mi corazón tierno
como alas."
                                                 Tatiana Sibilia
Tatiana Sibilia es formadora certificada de Comunicación NoViolenta, facilitadora del proceso de Integración Relacional y practicante del método Hakomi (Mindfulness aplicado al autoconocimiento).
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