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¿Quién serias sin la vergüenza crónica?

3/15/2023

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El título de este artículo hace una pregunta que te invito a considerar unos momentos. Hay capacidades, deseos, potenciales y cualidades tuyas que probablemente están siendo limitadas por la vergüenza crónica.
También hay una serie de experiencias como la autoexigencia, la ansiedad, la falta de autoestima, la dificultad con tomar decisiones, el bloqueo y la depresión que, muchas veces, son el resultado de la vergüenza que se ha instalado en las profundidades de nuestra psique y de nuestro organismo.

Vergüenza adaptativa y vergüenza crónica
La vergüenza adaptativa es un proceso biológico que algunos de los mamíferos compartimos por una razón muy concreta, nos ayuda a generar cohesión social. Vemos este tipo de vergüenza en los perros y en los monos, que crean estructuras sociales, no tanto en los gatos, que tienden a tener vidas más bien independientes, incluso cuando están en grupo.
La vergüenza adaptativa actúa como un freno para desactivar aquellos comportamientos que no encajan con el orden social del grupo y esto es necesario si se quiere mantener una estructura social cohesionada. En los animales este proceso no tiene muchas más consecuencias, el individuo que se sale de los parámetros establecidos experimenta esta sensación, se reubica, y vuelve a su funcionamiento en el grupo. En los humanos la situación es más compleja porque, a diferencia de los animales, hemos desarrollado dos cosas muy abstractas y elaboradas: el Yo y la cultura. Aun así, lo que realmente nos dificulta la experiencia de la vergüenza y la transforma en algo crónico y dañino, no son el Yo y la cultura en sí, sino ciertas maneras de interpretar estos fenómenos.

Identificación y rigidez
La cultura occidental se ha ido desarrollando a lo lago de los siglos en una dirección muy concreta, a diferencia de otras culturas: construyendo una percepción de separación (entre seres humanos y naturaleza, entre un ser humano y el otro, entre mente y cuerpo, entre arte y ciencia, etc.), una consecuente rigidez en mantener estas separaciones, lo cual lleva a la construcción de categorías mentales como "correcto/incorrecto", "bueno/malo", "mejor/peor" a través de las cuales vamos encasillando toda nuestra experiencia.
A esto se suma la glorificación de la individualidad y del Yo, que genera una identificación muy fuerte de los individuos con sus propios pensamientos, emociones y acciones. Las consecuencias de todo esto en la experiencia de la vergüenza son bastante nefastas y aunque siguen teniendo una función social, el tipo de sociedad que la vergüenza crónica promueve es una basada en la dominación, la competitividad, la represión, la desigualdad y el autoritarismo.

Repensar la vergüenza
Aunque la vergüenza es una experiencia principalmente fisiológica, al ser criaturas tan altamente influenciadas por nuestra cultura, nos puede venir bien empezar a cuestionar las bases conceptuales de esta experiencia.
Podríamos empezar con separar lo que somos de lo que hacemos, por ejemplo.
Si actúo con rabia y acabo diciendo algo que puede ser dañino para otra persona,
en lugar de pensar "soy mala persona", me sirve más pensar "no me gusta actuar de esta manera, quiero aprender a gestionar mi rabia de otra forma para no hacerle daño a las otras personas". Esto ya de entrada denota que me importan las demás personas, por lo tanto, tal vez, no soy tan mala persona. También, esta manera de pensar me invita a entrar en un proceso de aprendizaje y transformación, en lugar de atraparme en una percepción rígida sobre quien soy.

Sanar la ruptura
La vergüenza crónica es el resultado de una ruptura que se generó a lo largo de nuestra infancia y adolescencia cuando nuestro entorno social, en lugar de ayudarnos a reconducir nuestro comportamiento, nos atacó directamente en el centro de nuestra esencia, etiquetándonos de mil maneras y, muchas veces, retirando el afecto como forma de castigo. Esta ruptura se manifiesta con una voz crítica interna que no nos deja en paz, con inseguridades, miedos, ansiedad y con la sensación de que "algo está mal conmigo". Esto hace que nuestra experiencia social sea marcada por muchas dificultades y mecanismos protectivos y defensivos. Nuestra espontaneidad, creatividad, apertura y confianza son también víctimas de la vergüenza crónica, que las sustituye por hipervigilancia, crítica, rigidez, culpa, orgullo y tensión.
Si podemos ver que, detrás de todo esto, hay alguna parte de nosotras que ha sido dañada por una mala gestión de los mecanismos sociales de nuestra cultura, tal vez nos resulte más fácil empezar a recuperar la confianza en nuestra integridad como personas, aunque queramos cambiar algunos de nuestros patrones de comportamiento.
Para ello, necesitamos traer algo de comprensión, compasión, cariño y aceptación en nuestra manera de relacionarnos con nosotras mismas y convertirnos en buenas aliadas de nuestro proceso de aprendizaje y desarrollo en lugar de ser nuestras peores enemigas.


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¿Qué quiere decir sanar la niña interior?

2/14/2023

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yo, con 6 años
En el camino del desarrollo personal, podemos encontrarnos con algunas ideas como la de que "no vamos a tener una relación satisfactoria hasta que no hemos sanado la niña interior". De pronto esto se puede convertir en un enigma, una misión, como podría ser encontrar el santo Graal. O en un hechizo que tenemos que romper. Entonces nos volcamos en la búsqueda de esta niña, y nos preguntamos cómo hacer para sanarla.

Yo he pasado muchos años vagabundeando por los senderos impenetrables de mi psique, y a momentos he tirado la toalla, sintiéndome completamente incapaz de encontrar, y mucho menos sanar, esta mitológica parte de mi ser.
Si te apetece leer, te cuento lo que he aprendido por el camino.

No existe una niña interior
Parece obvio, pero no hay una niña escondida en algún rincón oscuro de nuestro interior. Lo que hay son mecanismos de protección que se han desarrollado frente al dolor reiterado que hemos vivido cuando éramos niñas, y por ende, vulnerables. El dolor de no ser entendidas o de no entender, de no ser aceptadas, valoradas, de no ser bienvenidas, escuchadas, apoyadas, de no ser perdonadas, de no pertenecer o encajar, incluso a veces, el dolor de ser agredidas.
Los recuerdos de estas experiencias se quedan grabados en el cuerpo y, con el tiempo, nos acostumbramos a protegernos de ellos, o bien con agresividad, luchando y controlando, o bien con pasividad, bloqueándonos o desconectando.
Con los años tal vez nos olvidamos de donde viene todo esto o, si lo recordamos, ya no nos parece para tanto. Ya deberíamos haberlo superado. Pero algo se activa, en los momentos menos oportunos, y nos trae emociones de tristeza inconsolable, enfado, ansiedad o apatía que parecen venir desde un lugar profundo e impenetrable. Tal vez, podemos empezar a mirar todo esto con cierta compasión, sabiendo que detrás hay mucha vulnerabilidad.

La vulnerabilidad es nuestra fortaleza
Cuando podemos ver esta vulnerabilidad con ternura, sin juzgarla, castigarla, ridiculizarla, ignorarla o ahogarnos en ella, empezamos a aprender a sostenerla. Nos quedamos con ella sin tener que inmediatamente entrar en una reacción automática de protección. La escuchamos, recordamos que nos habla de heridas antiguas, tenemos paciencia con su manera de entrar en escenarios catastróficos y absolutistas. La acompañamos y le damos lo que no pudo tener en el pasado: cariño, comprensión, apoyo, tiempo y espacio.
Cuando aprendemos a hacer esto, y dejamos de culpar las demás personas por nuestra incomodidad, algo cambia en nuestras relaciones. En lugar de estar a la defensiva, podemos entrar en intimidad, con nosotras mismas y las demás, podemos abrirnos a la empatía y al cuidado. Cuando las demás personas no sienten exigencia por nuestra parte, es más fácil que quieran atendernos. También, empezamos a ser más hábiles en reconocer las personas que quieren y pueden tener este tipo de relación con nosotras, y las que no. Nos hacemos menos dependientes de las demás y aprendemos a recibir con agradecimiento y a sostenernos a nosotras mismas cuando esto no se da. Disminuye el resentimiento, aumenta la ternura y la compasión.

El mito de la recompensa
Lo que me parece preocupante de estas ideas sobre la sanación de la niña interior como un prerrequisito para tener relaciones satisfactorias de cuidado y respeto, es que se basan todavía en el principio de castigo y recompensa. "Si no hemos encontrado una relación amable es porque no hemos sanado la niña interior”. «Cuando habremos sanado la niña interior, entonces encontraremos la buena relación». La idea de que tenemos que hacer algo, cambiar algo, para ser merecedoras de amor es, probablemente, como empezó todo el problema, así que me parece importante no alimentar esta creencia. Si no hemos encontrado una relación satisfactoria, tal vez sea porque, en esta sociedad tan traumatizada que tenemos, son pocas las personas que han hecho el trabajo necesario para ser buenas compañeras de viaje. O tal vez sea por mala suerte. Probablemente, no tiene nada que ver con nosotras. Me gustaría proponer que la motivación para sanar estas partes dolidas y vulnerables, sea el cariño que le tenemos y no la recompensa que, supuestas¡mente, recibiremos por cuidarlas.

Nuestra luz y nuestra sombra
Aunque estas partes de nosotras nos ponen en contacto con experiencias dolorosas, también son ellas mismas las que nos permiten sentir alegría, espontaneidad, curiosidad, apertura y resiliencia. Si todavía nos apetece bailar o jugar, si nos emocionamos con una peli o un atardecer, es porque esta parte inocente y sensible todavía está viva. Reconocerla y celebrarla, hacerle espacio y compartirla con otras personas es, también, una manera de sanar la niña interior, recordándole que es preciosa y necesaria.

Maternaje
Fundamentalmente, lo que estamos aprendiendo es a convertirnos en buenas madres para nuestras niñas interiores. Una buena mamá escucha, intenta entender, ofrece apoyo y también pone límites cuando hace falta, con amor.
En otras palabras, estamos aprendiendo a ser adultas, maduras y enteras.

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¿Te cuesta perdonar?

5/20/2022

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¿Recuerdas cuando eras niña y tenías una pelea con alguien? ¿Y como los adultos tenían la costumbre de intervenir con la frase "¡Pídele perdón!"?
Tal vez no te pasó a tí, pero seguro que lo has visto, ya que es una práctica muy común en nuestra sociedad. Muy común y muy nefasta. Así enseñamos a lxs niñxs como reducir a algo superficial y vacío uno de los procesos relacionales más complejos que tenemos los seres humanos.

¿Qué quiere decir perdonar?
El perdón es un tema que sale muy a menudo dentro de un proceso terapéutico. Normalmente en relación a los padres o alguna persona significativa para nuestro desarrollo y seguridad emocional. Sin embargo, parece que hay cierta confusión incluso en definir el significado de esta palabra. Tal vez sea porque utilizamos un sustantivo para algo que, en realidad, es un verbo. No creo que exista el perdón como un hecho en sí, más bien hay un proceso relacional que tiene que ver con la reparación y la aceptación. "Perdón" es una palabra que se queda muy corta. No recoge la variedad de matices y etapas en el proceso que puede resultar en la reparación de una ruptura o, por lo menos, en la aceptación de que la ruptura ocurrió. Me imagino que la mayor parte de personas tenemos una idea de que el perdón tiene que ver con aquel estado en el cual lo que pasó ya no nos remueve tanto, y podemos seguir con nuestra vida sin sentirnos agobiadxs. A veces incluimos en esta definición la reparación de la relación en la cual ocurrió el daño, imaginando poder seguir con ella de una manera armoniosa.

El perdón es un proceso relacional
Muchas veces tenemos la idea de que el perdón es algo que una persona otorga a la otra, una especie de sentencia positiva, como si una persona fuera jueza y absolviera a la otra de la condena. Esta idea es el fruto de nuestra cultura tan obsesionada con la culpa, el castigo y el juicio. Así que inevitablemente lo de "pedir perdón" nos coloca en un lugar de inferioridad, admitiendo nuestra culpa y aceptando nuestra condena.
También a veces pensamos que la persona que otorga el perdón llega a este estado por su propia cuenta, independientemente de la/s otra/s personas implicadas. Esto también es fruto de nuestra cultura individualista y fragmentada, que ha perdido casi todo sentido de lo que es la interdependencia. Desde la perspectiva de la interdependencia, el perdón es un proceso que implica todas las personas, y en el que cada cual participa, así afectando el resultado del mismo.

Entender las rupturas
Si miramos las cosas desde otra perspectiva, una perspectiva relacional, donde el vínculo ocupa un lugar central, podemos descubrir otros significados.
Es inevitable que en algún momento haya algún tipo de ruptura en una relación entre seres humanos. Esto se debe a la complejidad de nuestras interacciones que incluyen una componente cultural e interpretativa muy grande. La mayor parte del tiempo las rupturas ocurren porque percibimos el mundo, y nosotras en ello, de formas tan distintas que a veces resulta casi imposible tener una realidad compartida. Incluso cuando no hay mala intención, la ruptura puede ocurrir simplemente por no compartir los mismos valores y referencias culturales. Luego entran en juego nuestras emociones, y nuestra capacidad de acompañarlas. Más allá de todo esto, la ruptura ocurre dentro del contexto del vínculo que sostiene la relación, y esto es un factor determinante. Dependiendo de la fuerza, intensidad e historial de este vínculo, la ruptura se manifestará de una manera u otra. Las expectativas que cada persona tiene en relación al vínculo marcarán la manera de entender lo que ocurre.

Reparar en lugar de perdonar
Me gusta enfocar la mirada en la reparación más que en el perdón. La reparación nos invita a entrar en una actitud proactiva, creativa y empática. El perdón, en cambio, nos lleva a un lugar más estéril, marcado por una falta de equivalencia entre quien supuestamente otorga el perdón y quien lo pide y lo recibe. Es un lugar más pasivo, no invita a la colaboración, se parece más a presentar una solicitud al ayuntamiento y esperar la respuesta. Si queremos reparar, necesitamos arremangarnos y hacernos preguntas.
  • ¿Qué sentido tiene para mí el vínculo que tengo con esta persona, qué expectativas tengo al respecto?
  • ¿Qué valores y necesidades han sido dañadas en esta interacción?
  • ¿Qué nos ha llevado a esta situación, en qué momento no hemos expresado con claridad nuestras necesidades, hemos dado cosas por hecho, no hemos entendido algo importante?
  • ¿Qué efecto ha tenido esta interacción sobre las personas implicadas?
  • ¿Podemos empatizar con estas experiencias aunque sean distintas?
  • ¿Qué necesitamos hacer para reparar lo que ha ocurrido, para restablecer la confianza, la seguridad y la comprensión?
Estas preguntas, y muchas otras que nos podemos hacer, nos llevan a un espacio rico de reflexiones y escucha, un lugar de crecimiento y curiosidad.

"Quiero que sepas que me ha dolido"
Una componente fundamental para este proceso de reparación es el reconocimiento del dolor. Lo que normalmente nos impide "perdonar" es el hecho de no haber recibido este reconocimiento. Incluso cuando alguien nos "pide perdón", esto no necesariamente satisface la necesidad de saber que la otra persona se ha dado cuenta de nuestra experiencia en todas sus facetas; de la intensidad de nuestro dolor, de lo que esperábamos, de lo que hubiéramos necesitado. Todo esto solo se revela en un proceso donde aparece la vulnerabilidad y desaparece el "tener la razón". Así puede nacer el pesar, que no es lo mismo que la culpa. El pesar es lo que nos invita a considerar que nuestras acciones pueden haber tenido un efecto doloroso, y este mismo pesar nos anima a reparar. También en esta vulnerabilidad compartida, la persona que ha experimentado dolor puede llegar a ver las circunstancias que llevaron la otra persona a actuar, y desde ahí puede nacer la comprensión y la empatía.

La reparación no incluye seguir con la relación
Cuando no estamos disponibles para este tipo de proceso, es difícil que se pueda dar "el perdón". El proceso de perdonar, como hemos dicho, es relacional, se sostiene en la voluntad y capacidad de todas partes implicadas de reparar lo que ha ocurrido. Lo más difícil es llegar a este estado cuando el daño ha ocurrido por parte de instituciones o desconocidxs con lxs que no podemos dialogar, o con personas cercanas que  no  están abiertas a este tipo de diálogo. Entonces nos quedamos con nuestro dolor a solas, intentando gestionarlo de la mejor manera posible. Estas son las típicas situaciones donde aparecen los pensamientos en bucle, donde revisitamos la misma situación una y otra vez, intentando darle un sentido y una resolución que realmente sería mucho más rico hacer en compañía de las otras personas implicadas. Podemos llegar a una cierta paz con lo ocurrido, especialmente con la ayuda del tiempo, pero no habrá una reparación. Sin esto, la relación no puede crecer y entrar en un nivel más profundo de intimidad y conexión. Entonces podemos "perdonar" pero esto no implica que queramos seguir con la relación, ya que tal vez la confianza y la seguridad se han perdido.

El proceso de perdonar, entonces, es complejo y requiere de distintos momentos. Necesitamos poder entrar en contacto con nuestra experiencia, sentir nuestras emociones, reconocer nuestras heridas y limitaciones, y luego necesitamos abrirnos a recibir la experiencia de la otra personas. Es un baile que  probablemente se tiene que repetir varias veces para poder llegar a todas las capas que necesitan ser entendidas y reparadas.

¿Te resuena esta manera de entender el perdón y las relaciones? ¿Te gustaría aprender herramientas para cuidar de ti y tus relaciones? Te invito a curiosear por mí página donde encontrarás información sobre mi libro "Integración Relacional: un proceso de transformación individual y colectiva", mis formaciones y acompañamiento individual.


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Desaprender el estrés

7/17/2021

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Nos hemos acostumbrado a vivir en un entorno cultural que nos propone métodos y pautas para aprender a relajarnos, sin tal vez tener en cuenta que la relajación es algo completamente innato al organismo, algo que no debería necesitar ser aprendido. Pensar que tenemos que aprender a relajarnos puede reforzar la idea que el estado natural del organismo sea uno de no relajación y que la relajación sea algo ajeno que se tiene que aprender como ir en bicicleta. Pero esto normaliza el estado de no relajación, que es, en mi opinión, parte del problema en el que nos encontramos hoy en día.

La relajación es nuestra esencia
Si piensas en un grupo de chimpancés ¿qué imagen te viene a la mente? O, si piensas en un grupo de personas pertenecientes a una comunidad indigena, todavía vinculados con su tierra y sus costumbres ¿cómo te las imaginas? Incluso si pienso en mis abuelos, que no tuvieron una vida muy fácil, los recuerdo, y los imagino de jóvenes, pasando los ratos que podían charlando con sus familiares o amigos, jugando a cartas, paseando o leyendo. Relajación no quiere necesariamente decir falta de actividad, es más bien el estado desde el cual entramos en acción.
Los organismos vivos tienen ciertas características en común: quieren reproducirse de alguna manera e interactúan con sus entornos para obtener los recursos que les permitan mantenerse en vida hasta llegar, por lo menos, al punto de reproducirse. Para poder alcanzar estos objetivos, un organismo necesita estar en un estado de relativo equilibrio, o homeostasis, donde todas las funciones vitales puedan ocurrir sin demasiada interferencia. Podríamos llamar este estado de homeostasis relajación o paz. El organismo humano también busca naturalmente este equilibrio, en un diálogo constante con su entorno. un diálogo cuyo lenguaje son las impresiones sensoriales externas e internas. Cuando el entorno nos ofrece estímulos e información que transmite un mensaje de paz y seguridad, el organismo naturalmente se orienta hacia la relajación. Si has tenido la oportunidad de observar un bebé o niña pequeña, entre 0 y 3 años, tal vez te habrás percatado del exquisito estado de relajación de su cuerpo, aunque en el medio de la actividad. La musculatura permanece blanda, haciendo el esfuerzo mínimo necesario para realizar las acciones elegidas, la cara se mantiene abierta y suave, los ojos atentos y curiosos, las emociones frescas y móviles. Esto es, por supuesto, si el entorno propicia suficiente paz y seguridad.

Interferencias en nuestra esencia
¿Cuándo fue la primera vez que fuiste consciente de estar en un estado de estrés? Para algunas personas, desafortunadamente, esta experiencia vino muy pronto, tal vez incluso al nacer. Transitar un estado de estrés no es, de por si, algo negativo, siempre y cuando el organismo tenga suficiente tiempo y oportunidades para recuperarse después. Esta recuperación incluye todos los aspectos del ser humano: cognitivo, emocional y corporal. Si el entorno no favorece esta recuperación, porqué los estímulos estresantes permanecen, porqué no hay suficiente tiempo o porque no hay un acompañamiento cariñoso y empático, el organismo poco a poco va perdiendo su capacidad de orientarse hacia la relajación y empieza a generar estrategias adaptativas a la situación de estrés permanente. Estas estrategias buscan alivio y descanso pero de una manera poco congenial para el organismo, por ejemplo: utilizando sustancias como el tabaco, la comida, el café, el azúcar, las sustancias psicotrópicas; o a través de comportamientos como la búsqueda del riesgo, de la sobreestimulación, el colapso, la desconexión. Es importante que podamos ver tods estas estrategias como un intento desesperado de nuestro organismo de buscar algo que ya no sabe como encontrar.

La cultura del esfuerzo
En los últimos 100 años, o más, un tema general de nuestra sociedad ha sido el desarrollo de la tecnología para supuestamente liberarnos del trabajo manual, lo cual nos daría más tiempo para disfrutar y relajarnos. ¿Qué te parece el experimento, ha sido exitoso? Es paradójico, desde mi punto de vista, escuchar que una de las quejas más frecuentes en las personas que viven en las sociedades "desarrolladas" es la de no tener tiempo. Los niveles de estrés, ansiedad y depresión parecen estar a niveles sin precedentes, entre muchas otras dolencias. Nuestra sociedad promete grandes recompensas a quien está preparado para esforzarse mucho, en la línea del famoso sueño americano. Incluso las personas que hemos intentado desvincularnos de este modelo para redimensionar nuestras vidas, reduciendo nuestras expectativas de ganancias materiales, nos vemos afectadas por la mentalidad del esfuerzo en aspectos más sutiles. Un ejemplo de esto sería la incapacidad de parar y descansar porque tenemos la sensación de que "debería estar haciendo algo" aunque no sepamos qué. Es como si nuestro sistema nervioso se hubiese quedado atrapado en "on", considerando de valor únicamente las actividades que producen algo, aunque sea intangible como "la iluminación". Estamos muy condicionadas hacia la idea de lograr, cumplir, alcanzar, mejorar, desarrollar, y esto no nos permite descansar.

Recuperar la relajación
¿Por dónde podemos empezar? Muchas veces, el mejor lugar es el más cercano, en este caso, nuestra mente. Relajarse no es equivalente a no hacer nada. ¿Cuántas veces estamos tumbadas en el sofá o en la playa y aún así todo el cuerpo está en tensión? Para poder ofrecernos la posibilidad de relajarnos necesitamos calmar la mente primero. Podemos aprender a reconocer las señales de nuestra agitación en los pensamientos que nos empujan a permanecer en acción, en alerta, en urgencia. La exigencia es una modalidad que podemos aprender a suavizar cada vez que aparece. "¿Y si no lo hago, qué pasa?" Sería una buena pregunta a hacernos cuando vemos que estamos priorizando la acción sobre el cuidado de nuestro ritmo. Esto no quiere decir irnos al otro extremo y convertirnos en personas perezosas y descuidadas, quiere decir aprender a encontrar el equilibrio. Fundamentalmente, el mensaje que podemos empezar a contemplar sería: "Soy suficiente, con mis limitaciones y faltas, soy digna de vivir mi vida con suavidad y cariño.". Desde este lugar, todo lo que nos proponemos hacer tiene otro sabor, es un añadido, algo que elegimos desde la amplitud y el deseo de enriquecer, no desde la ansiedad de llenar una carencia. El cuerpo, entonces, puede empezar a recuperar sus ritmos: descansar cuando tiene sueño, comer cuando tiene hambre, movilizarse cuando tiene energía. Escuchar los mensajes del cuerpo es fundamental en recuperar nuestra capacidad de relajarnos, y confiar en la sabiduría de nuestro organismo. Aprender a escuchar nuestra musculatura e invitarla a hacerse más blanda, escuchar nuestras vísceras y aprender a traer suavidad, escuchar nuestra respiración y permitir la amplitud y la exhalación. Todos estos son caminos hacia la recuperación de nuestra capacidad innata de estar en paz con nosotras mismas.

Este artículo es un extracto desde el módulo de Julio del curso Cuid-arte, una propuesta que te invita a explorar distintos temas relacionados con el bienestar a través de artículos, meditaciones, ejercicios y poesias.
Si quieres saber más ssobre esta propuesta haz click aquí.

Cuid-arte
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Nuestra manera de entender la política no ha cambiado mucho desde el circo romano.

5/8/2021

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Desde mi punto de vista, el crecimiento personal y la política van de la mano.
¿Para qué queremos desarrollarnos como personas? En general, para sentirnos mejor con nosotras mismas y con las demás personas. Encontrar maneras saludables de relacionarnos es, aunque no lo parezca mucho, el propósito fundamental de nuestra organización social. Hacer política debería querer decir saber encontrar maneras saludables de crear relaciones entre personas con necesidades y estrategias muy distintas. Hacer política debería ser, en mi opinión, un ejercicio de empatía, creatividad y mediación. Pero, en la realidad, es todo lo contrario.

Tal vez recuerdas estudiar los romanos en la escuela. El imperio tan devastador que nos trajo, entre otras cosas, el circo. En este espacio de supuesto entretenimiento, algunos esclavos se ganaban su única y penosa oportunidad de libertad a través de un combate a muerte entre ellos, mientras los otros miembros de una sociedad altamente opresiva, descargában sus emociones de frustración y privación de derechos en el espantoso voyeurismo de tal espectáculo. 
No me parece que la situación haya cambiado mucho. En las últimas semanas he prestado una atención esporádica y francamente demoledora a los discursos electorales, y me he preguntado ¿Qué entendemos por democracia? La lucha a muerte entre gladiadores, cuya única expectativa es la destrucción del otro. Ganar la batalla, aniquilar al oponente. Y todas nosotras ahí mirando, animando y aplaudiendo a nuestro gladiador preferido. Un circo, un partido de fútbol. Tal vez nos olvidamos que lo que estamos viendo es la miserable muestra de nuestra incapacidad, como cultura y sociedad, de evolucionar hacia relaciones basadas en la comprensión y la colaboración.
La victoria del Partido Popular en Madrid se ha analizado de mil maneras. Como se hace con los partidos de fútbol, se ha analizado la estrategia de cada equipo. Nadie pone en cuestión que tal vez no deberíamos hacer política como si se tratara de un partido de fútbol. Si la democracia quiere decir una lucha para ver quien tiene el derecho de imponer sus estrategias sobre otras personas, sin tener que prestar la más mínima atención a sus necesidades, preferencias y peticiones, yo, personalmente, no tengo ningún interés en ella. Estoy cansada, desanimada, asustada y profundamente frustrada con este circo. Estoy cansada de escuchar nuestros supuestos representantes tomar la palabra en un espacio que debería ser de negociación y colaboración, para insultarse, humillarse y atacarse en un intercambio totalmente estéril. Lo más frustrante es ver como los representantes de partidos que se declaran progresistas, a favor de la tolerancia, la inclusión y la multiculturalidad, juegan exactamente según las mismas reglas, no traen nada nuevo, no ejemplifican ninguno de los valores que declaran en sus manifiestos. Siguen con la retórica de siempre. Es aplastador ver que, al día de hoy, con las cuestiones complejas que tenemos que enfrentar en la convivencia planetaria, no sabemos hacer nada más que pelearnos.
No me convence tampoco la narrativa de : "Con ellos no se puede hablar", "Ellos no se merecen un espacio, una plataforma". No creo que se pueda combatir al racismo, la codicia, la intolerancia y la rigidez simplemente diciendo: "Vosotros no deberíais existir y no tenéis un lugar aquí". ¿Qué esperamos de este discurso? ¿De verdad pensamos que el otro bando dirá "ah, pues vale, nos vamos."? ¿Qué nivel de esfuerzo y represión se tiene que ejercer para mantener estas ideologías fuera de los espacios comunes? Si realmente fuéramos un poquito más coherentes con nuestros valores haríamos el esfuerzo de entender de dónde vienen ciertas posturas, qué necesidades hay detrás, qué creencias, experiencias y referencias las han formado. Y haríamos el esfuerzo de encontrar respuestas que puedan contemplar las necesidades ajenas. Cuando una representante de un partido de derecha dice: "Quiero elegir a quien invito a mi casa", con referencia a las políticas sobre la immigración ¿no podríamos recoger ahí una preocupación legítima sin tacharla de fascismo y de odio? No podríamos decir, "Entiendo que esto te preocupe, no es tan sencillo lidiar con esta situación. Quiero cuidar de estas necesidades de seguridad y a la vez ofrecer ayuda y apoyo a personas que vienen de entornos más desfavorecidos. ¿Cómo lo podríamos hacer juntes?". Presta atención a la voz en tu cabeza que dice: "Ay, qué ingenua esta Tatiana." Esta voz te dice que no es posible salir del paradigma de la lucha. Tal vez sea ingenua, pero cómo me gustaría probar a responder de esta manera y ver qué pasa en lugar de hacer lo de siempre.

Estoy desilusionada con la política y a la vez no me convence la posición abstencionista. Pensar que sea posible abstraernos del contexto colectivo y vivir en una burbuja, esto sí que me parece muy ingenuo. El abstencionismo es el privilegio de quien no tiene que vivir en su propia piel las consecuencias de políticas opresivas y de marginalización. ¿Qué podemos hacer para convertir nuestros espacios políticos en lugares de real transformación cultural y social, donde forjar la colaboración y la creatividad para encontrar soluciones que puedan satisfacer el mayor número de necesidades? Para mi, el primer paso, es dejar de normalizar el circo como si fuera politica de verdad.

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Repensar el trabajo

4/29/2021

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Hoy se celebra el día de las personas trabajadoras. La fecha fue elegida en 1889 por el Congreso Marxista Internacional Socialista, que aprobó una resolución para una "gran manifestación internacional" en apoyo de las demandas de la clase trabajadora por la jornada de 8 horas. Curiosamente, el 1 de Mayo, en las culturas celtas de Europa, era el día de Bealtaine, que marcaba el comienzo de la temporada de verano pastoral, cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos verdes y a las tierras de pasto de las montañas. Un contraste, y cambio, interesantes en nuestra narrativa colectiva. El día de las personas trabajadoras se enmarca dentro de un cambio muy profundo en la cultura y la sociedad: la revolución industrial. Tal vez podríamos celebrar esta fecha haciendo una revisión de este cambio para ver hasta qué punto ha sido realmente favorecedor para la humanidad.

Pertenencia y libertad
La revolución industrial ha significado el éxodo masivo de comunidades que hasta entonces vivían, y no de manera idílica, en el campo. No estoy haciendo una apología romántica a la vida campesina. Ser campesino/a en un sistema feudal era muy poco agradable, estoy segura. A la vez, la cultura campesina ofrecía a sus integrantes un rico tapiz de tradiciones, rituales, costumbres que principalmente satisfacían una necesidad muy profunda del ser humano: la pertenencia. Muchas de estas costumbres y tradiciones eran, por supuesto, increíblemente "limitantes" para el individuo, especialmente las mujeres. La liberación del individuo se ha producido a través de la fragmentación de la familia y de la comunidad, empezando una era "nuclear", que está ahora en un punto de culminación. En la realidad que nos rodea, cada individuo se relaciona en gran parte a través de métodos virtuales que producen una extraña conexión aislada.

La promesa de la felicidad
La promesa de la revolución industrial era una vida más cómoda con mucho más tiempo a nuestra disposición. No sé si parte de esta promesa era también una vida más feliz. Sería oportuno evaluar los resultados en relación a estas promesas, ya que ahora se sigue prometiendo lo mismo con el advento de la Inteligencia Artificial.
Como es el caso en todas las situaciones que implican a la humanidad, las cosas no son sencillas. No es fácil hacer una evaluación utilizando categorías simplistas. Las cosas muy raramente son blancas y negras. Sin embargo, una reflexión me parece necesaria.
¿Te consideras feliz? ¿Tienes a tu disposición suficiente tiempo para descansar, cuidarte y cuidar de tus relaciones? ¿Sientes que perteneces a una red que te ofrece sustento, cobijo y sentido?
Explorar estas preguntas nos puede llevar a cuestionar profundamente nuestra manera de entender el trabajo y por ende, el contexto social, cultural y económico que lo enmarca. Más allá de una mirada que identifica las grandes carencias en el mundo laboral con respecto a la precariedad, la desigualdad y las oportunidades, podríamos cuestionar el paradigma del trabajo asalariado en el contexto de fragmentación del ser humano. Por supuesto no soy yo la primera a plantear estas preguntas y esta revisión. Afortunadamente hay un movimiento, pequeño pero creciente, de personas que comparten la perspectiva que comparto aquí.

La salud mental y el trabajo
La cantidad de personas que experimentan los inquietantes síntomas del estrés, ansiedad, insomnio, ataques de pánico etc. está en constante subida. El modelo productivo de nuestra sociedad tiene un efecto profundo en la educación y las relaciones. La exigencia, el esfuerzo, la insatisfacción, ya son rasgos muy arraigados en nuestra psique. El "no parar" se ha convertido en un estilo de vida, incluso para las personas que se consideran más conscientes y dedicadas a un proceso de crecimiento personal. Siempre hay algo que arreglar, algo que podría ser mejor, algo que alcanzar. No nos ofrecimos, la mayoría, descanso y silencio, vacío y aburrimiento, sino huimos de estas cosas, incluso en nuestro "tiempo libre". Esto, además de ser un problema "externo" es un problema muy "interno", de nuestra manera de relacionarnos con nosotras mismas. El impacto que años de educación forzada y trabajo degradante han tenido en nuestra psique es inmenso. Reproducimos estos mismos patrones en nuestro espacio interior, incluso cuando queremos liberarnos de la opresión externa.

Repensar el trabajo
Por esta razón me parece urgente que, a nivel individual y colectivo, podamos repensar el trabajo, y todo lo que esto conlleva a nivel de fragmentación de nuestra psique, nuestras relaciones y nuestro entorno. Estamos en un punto muy delicado de nuestra historia.  No parar, parece cada vez más claro, nos llevará a una colisión. Entonces, además de las luchas sociales que podamos emprender de forma colectiva, me parece necesario revisar esta voz interna que nos exige "hacer" constantemente, que, en nuestro afán de cambiar el mundo y mejorarnos, nos convierte en robots en una cadena de montaje que nunca acaba.


Escribo estas palabras desde Menorca, dónde he venido a “trabajar” unos días, ofreciendo un retiro. El otro día, caminando por un acantilado, se me ocurrió esta poesía, la dejo aquí con la esperanza de que te hable.


EXIGENTES
Todos son exigentes
los que no han sido amados:
producir, conseguir
demonstrar, ganar
los demonios que les sacan de la cama
y le apresuran el desayuno.
No es el coche, el trabajo
la casa más bonita. No, esto era lo más fácil.
Son las horas sentada en el cojín meditando,
bailando con urgencia, leyendo con hambre
controlando las calorías, las palabras
siempre con la sensación que algo no es suficiente.
Siempre con la obligación de ser mejores
y mejorar el mundo.
Las gaviotas surgen del acantilado
como si una mano invisible 
las hubiera arrojado al aire
y otra, las mantuviera ahí 
apoyadas en la corriente.
Te juro que están jugando 
estas gaviotas no saben lo que es trabajar
hicieron un voto a lo invisible
y ahora vuelan casi sin mover las alas.
Me pregunto si hasta los peces
les saltan en la boca.

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El subversivo placer de ir despacio

2/8/2021

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En la lentitud se abre un paisaje rico de información sensorial que nos ofrece la posibilidad de disfrutar. Parece una obviedad pero tal vez nos cuesta recordar que en un ritmo rápido es prácticamente imposible encontrar disfrute y sentir satisfacción.

Lentitud y placer
Cuando vamos con prisa, con el reloj persiguiéndonos, solo podemos atender a nuestra experiencia de la forma más genérica y resumida. No podemos prestar atención a los detalles, sin embargo, en los detalles está el placer. 

Lalita Devi, una reclusa que vivió una vida hermética escondida durante años en la naturaleza dijo: “La lentitud es algo universal. Solo nos hemos desacostumbrado a ello. Lentitud, constancia y armonía de movimiento ... y surge nuestra conciencia. El cuerpo comienza a encontrar alegría en cada pequeña cosa. Estamos atentos y despiertos. Sentimos la frescura total y absoluta del mundo. Comunicamos. Abrimos nuestros sentidos a la abundancia del ser ”.
En la lentitud empezamos a descifrar los matices sutiles de nuestra percepción, y esto nos proporciona placer. Imagina comer un rico y jugoso melocotón. Lo puedes comer rápidamente, mientras te preparas el desayuno, apresurada por el tiempo y las miles tareas todavía por hacer. O puedes tomarte un tiempo para oler la fragancia del fruto, pasar tus dedos por su sedosa piel, notar su textura, y poco a poco hundir los dientes en la pulpa, percibiendo como esta desprende un abanico de sabores que estallan por tu boca. No hay comparación entre las dos experiencias. 
Nuestro sistema nervioso es incapaz de procesar demasiados estímulos a la vez y, si se ve obligado a ello, lo que hace es cerrar la puerta. Los sentidos se apagan y nuestra percepción, en lugar de mantenerse abierta y receptiva, se refugia en una evaluación resumida de la información, lo suficiente para seguir adelante pero no para sentir presencia, curiosidad, satisfacción, placer y creatividad.

El subversivo arte de ir despacio
En el libro “Elogio a la lentitud”, Carl Honre nos dice: “La velocidad puede darte una gran sensación de emoción, y hay un lugar para eso en la vida y en la música, pero tienes que trazar la línea y no siempre usar la velocidad. Es una estupidez beber una copa de vino rápidamente. Y es una estupidez tocar Mozart demasiado rápido ".

El bienestar está directamente vinculado con la posibilidad de experimentar, de forma regular y reiterada, momentos de lentitud, donde las metas desaparecen y el foco de la atención está en el proceso, en la calidad y no en la cantidad. Si esto te parece inalcanzable, te animo a encontrar en ti la determinación para insistir en este derecho fundamental de tu organismo.
Conviértete en una activista de la lentitud, en tu familia, en tu lugar de trabajo, con tus amistades. Reclama el derecho a terminar una cosa antes de empezar con otra, afirma la belleza de cuidar de los detalles, permite a tu sistema nervioso, intoxicado por un exceso de adrenalina, de recuperarse en la experiencia de pequeños placeres.

Este artículo es un extracto del programa "Cuid-arte", un boletín mensual que te ofrece un texto para reflexionar sobre los asuntos importantes del bienestar y desarrollo personal, un audio con una meditación guiada, unas poesías para inspirarte y unas propuestas para poner en práctica las ideas tratadas en tu día a día, con creatividad y cariño hacia ti misma. Si te interesa saber más, ya sabes qué hacer :)


saber más
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La meditación no es solo para relajarse

10/30/2020

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Hoy en día podemos encontrar la palabra Mindfulness en muchos lugares, desde clases de yoga a formaciones para empresas. Tal vez no todos sabemos que esta práctica pertenece a la tradición milenaria budista y se entiende como un entrenamiento preliminar a la meditación. Lo que se ha traducido al Ingles con la palabra Mindfulness, recoge dos prácticas meditativas budistas que, en su lenguaje nativo, son Shamata y Vipassana. El propósito de estas dos prácticas es por un lado aprender a estabilizar el funcionamiento de la mente que, por su naturaleza es móvil e inquieta, por otro aprender a observar las cosas de la manera más objetiva posible. Es cierto que uno de los resultados colaterales de estas prácticas puedes ser un cierto estado de relajación pero esto no es su objetivo. De hecho, es muy frecuente que las personas noten algo de resistencia, dispersión, agobio o incluso disociación cuando intentan meditar de esta manera. 

Meditar no es natural para el organismo
Nuestro organismo tiene un objetivo principal que es sobrevivir. Para poder cumplir con este objetivo necesita estar en un estado de atención y receptividad a toda una serie de estímulos que pueden contener información relevante para la seguridad o el peligro. Por esta razón nuestra mente es tan móvil, yendo de una cosa a otra y haciendo miles de conexiones entre un estimulo y el otro. Es su manera de cuidar de nuestra supervivencia. Este mecanismo se ha desarrollado a través de miles de años (nuestro cerebro tiene aproximadamente 100.000 años) en un entorno que, a la par de presentar peligros, también presentaba muchas oportunidades de descanso y seguridad. Esto permitía a nuestro organismo alternar entre momentos de alerta y atención y momentos de descanso y expansión. Todo esto ha cambiado radicalmente en los últimos 200 años, con el aviento de la industrialización, y nuestro organismo todavía no se ha adaptado a esta situación de estimulación y activación constante. Por esta razón, calmar la mente es algo tan sumamente difícil, por un lado porque nuestra fisiología no acompaña y por otro porque vivimos en un entorno demasiado estresante. 

Obstáculos a la práctica meditativa.
La propuesta que nos hace la meditación es muy valiosa y necesaria, si queremos mantener un mínimo de bienestar en esta sociedad tan ajetreada que hemos construido. A la vez, tenemos que entender que no es algo que surge con facilidad y por lo tanto necesita práctica. La actitud con la que practicamos es fundamental para el aprendizaje. Si entramos en la práctica con una exigencia, con una idea preconcebida del resultado que queremos obtener, es muy probable que la experiencia no sea muy satisfactoria. Pensar que para "meditar bien" tenemos que alcanzar un estado donde los pensamientos son ausentes, donde la mente se queda en blanco, puede acabar con haciéndonos sentir muy desanimadxs. Necesitamos reconocer que es prácticamente imposible parar los pensamientos y, consecuentemente,  desarrollar una actitud de aceptación y paciencia con esta parte de nuestro funcionamiento.
También pretender que la meditación nos traiga relajación y bienestar puede ser un obstáculo. El nombre Vipassana quiere decir "ver las cosas como son", no "ver las cosas como nos gustaría que fueran". Esto nos invita a entrar en la práctica con una actitud abierta y acogedora. Es muy probable que, en el momento de prestar atención a nuestro mundo interno, nos demos cuenta de que hay ahí toda una serie de pensamientos, emociones y sensaciones que no son muy agradables. Normalmente estamos intentando huir y distraernos de todo esto, cuando por fin nos sentamos a meditar , lo empezamos a ver todo, tal y como es. La meditación no debería ser otra manera de evadir la realidad de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones sino un camino para entrar en conexión autentica nuestra experiencia. 

Aprender a mirarnos con cariño
Desde mi punto de vista, el propósito de la meditación es desarrollar la capacidad de sostener lo que encontramos cuando observamos nuestro mundo interno, con cariñó y aceptación. Esto puede traernos relajación, alivio, calma incluso alegría y, a la vez, no es necesariamente un camino simple y directo. Aprender a aceptar todo lo que somos y todo lo que se manifiesta en nuestras emociones, pensamientos y sensaciones corporales, requiere mucha disponibilidad a ser honestas con nostrxs mismxs. También requiere que desarrollemos la capacidad de cuidar de lo que duele, de transformar la voz crítica en una voz amorosa, y que tengamos herramientas para sostener todas las emociones que sacuden nuestro organismo. La meditación se convierte en un camino de auto descubrimiento y cuidado, no en parche o una píldora mágica que nos hace sentir bien. Si esta es nuestra expectativa, podemos acabar pensando que "no lo estamos haciendo bien" o que la meditación no funciona.
Si te interesa profundizar más en esto, te invito a participar en este curso online donde crearemos un espacio de práctica para el auto cuidado y el desarrollo.

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Unas prácticas para suavizar la ansiedad

9/30/2020

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Tatiana Sibilia, facilitadora de Integración Relacional

Práctica para la ansiedadImage Pintrest
La ansiedad se caracteriza por una sensación de agitación, de opresión en el pecho, respiración corta y pensamientos en bucle. El lema de la ansiedad es "¿Y si....?".
Las emociones que suelen acompañar este estado son la inseguridad y el miedo, de hecho, podríamos decir que la ansiedad es más bien una respuesta fisiológica a estas emociones cuando no se resuelven. Frecuentemente intentamos lidiar con la ansiedad con estrategias como la distracción, la relajación y el pensamiento positivo. Si estas son las estrategias que utilizas, me encantaría escuchar como te funcionan.
En mi consulta veo los síntomas de la ansiedad muy a menudo y no me sorprende.

La ansiedad tiene una dimensión social
Sería difícil vivir en este mundo tan marcado por la precariedad, la desigualad, el conflicto y la destrucción medio ambiental sin experimentar miedo e inseguridad.
Así que lo primero que normalmente intento trasmitir a mis clientxs es que la ansiedad no es solo un asunto personal sino que, a mi parecer, hoy en día es la señal que nos indica que nuestro mundo ha llegado a unos umbrales que no son tolerables para el sistema nervioso humano. Es una invitación a reconsiderar como estamos organizando nuestra sociedad y nuestra cultura. Dicho esto, también necesitamos encontrar maneras de vivir en este mundo, tal y como es ahora.

La relación entre la parte adulta y la parte pequeña de nuestra psique.
La inseguridad es una emoción que nos conecta con la vulnerabilidad, vivir en un mundo inestable no es fácil para nuestro sistema nervioso que necesita una sensación de seguridad para poder funcionar bien. A menudo esta experiencia de inseguridad nos conecta con aspectos más inmaduros de nuestro ser: partes de nuestra psique que todavía se perciben como pequeñas, solas, desprotegidas, sin recursos. Intentar abordar estas percepciones desde el intelecto no suele traer muchos resultados porqué las experiencias se viven en el cuerpo, no en el intelecto. Además, en la ansiedad es justamente el miedo vinculado con el futuro lo que más nos afecta y el intelecto es el que genera muchas de estas ideas catastróficas sobre el futuro. Para poder facilitar que nuestra parte más adulta pueda comunicarse con la parte más pequeña, necesitamos calmar el intelecto y pasar por el cuerpo.

Ofrecer apoyo.
Una práctica valiosa para suavizar la ansiedad nos invita a conectar con ella desde la ternura y el deseo de apoyar. Cuando hay miedo, lo que necesitamos es conectar con nuestra solidez, con el sostén, con la experiencia de conexión. Esto es difícil cuando tenemos una parte muy crítica y exigente que no nos permite estar en contacto con nuestras emociones con este tipo de apertura y aceptación. Necesitamos aprender a  ofrecernos espacios de acogida y sostén para que nuestra ansiedad pueda encontrar un lugar donde descansar. Esto es un compromiso que tomamos con nosotrxs mismxs: encontrar el tiempo para atender y cuidar de nuestra ansiedad.
En los vídeos aquí abajo te propongo unas prácticas que espero te sirvan para encontrar este espacio de cuidado. Me encantará escuchar tus experiencias con ellas. La idea no es hacerlas cuando ya estamos en una crisis de ansiedad, sino en los momentos de relativa calma, cuando podemos atender a la emoción sin desbordarnos. Esto nos ayuda a construir una fortaleza interna para los momentos más difíciles. También no pretendo decir que con simplemente hacer estas prácticas todos nuestros problemas se van a resolver por arte de magia. El mundo hoy en día nos presenta con desafíos considerables y necesitamos otros recursos también para poderlos afrontar. 
Si quieres explorar más y encontrar herramientas para suavizar la ansiedad, te invito a reservar una sesión de orientación gratuita conmigo  aquí.
Deseo que esta práctica te ofrezca un recurso para encontrar más estabilidad y poder seguir cuidando de tu vida con más fortaleza y conexión.

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La incongruencia de este mundo explicada a lxs niñxs.

9/5/2020

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Septiembre ha significado, por muchos años de mi vida, la vuelta al cole. Como maestra de primaria, estas fechas siempre me han traído una mezcla de ilusión, energía y melancolía por el aproximarse del Otoño. Este año me alegro profundamente de no ser maestra y no tener que encarar la situación más complicada que jamás pude imaginarme. Me duele pensar en las familias y docentes que se están enfrentando a un panorama lleno de incertidumbre y miedo, frustración e impotencia. Me duele aún más para lxs niñxs, receptores inocentes de un mundo dominado por la incoherencia, las peleas y la tensión.
Aún sin estar en la situación, me pregunto ¿qué haría yo si este año tuviera que ser maestra, si fuera madre de niñxs pequeñxs? Comparto aquí estas reflexiones por si pueden aportar algo útil a las personas que sí están en esta situación.

El mundo es bueno, el mundo es bello
En mi formación de maestra Waldorf, una de las ideas centrales al enfoque pedagógico es la comprensión de las etapas evolutivas del ser humano. Cada etapa se caracteriza por el desarrollo de ciertas habilidades y por la prioridad de ciertas necesidades, experiencias y relaciones. Cada etapa ha de ser abordada, por parte de lxs adultxs, con la conciencia de este desarrollo, para facilitarlo y no entorpecerlo. En la fase de 0 a 6/7 años, resumimos las necesidades de lxs niñxs bajo el lema "El mundo es bueno", en otras palabras, para que el desarrollo ocurra de la manera más armoniosa, se tiene que basar en una percepción de que le mundo es un lugar seguro, agradable y acogedor. Estas percepciones facilitan que el sistema nervioso de lxs niñxs esté libre de ansiedad y preocupación y que, por lo tanto, pueda dedicarse a construir y desarrollar sus capacidades más fundamentales.
En la etapa desde 6/7 años hasta los 14 el lema es "El mundo es bello". Esta fase está caracterizada por la primacía del aspecto emocional y social y la necesidad de armonía se traduce en una sensibilidad estética donde el mundo se necesita percibir como "bello".
Si la tarea de propiciar estas experiencias siempre ha sido un reto para lxs adultxs, este año me parece de proporciones colosales. Aún así, si entendemos que estas son necesidades evolutivas reales y genuinas del organismo humano, nos vemos convocadxs a responder a este desafío de la mejor manera posible.
La idea de que es bueno para lxs niñxs "ver las cosas como son" para prepararse a la realidad, sin mimos, es una idea que, aunque comprensible en su lógica, no parece resultar en adultxs resilientes, abiertxs, colaborativxs y confiadxs sino en personas que, o se han visto sobrepasadas por esta "realidad del mundo" desarrollando toda serie de miedos e inseguridades o se han endurecido a costa de su libertad emocional y su capacidad de formar vínculos de intimidad.

El cerebro de lxs niñxs es un cerebro emocional
Es muy fácil caer en la idea de que lxs niñxs son versiones más pequeñas de lxs adultxs y que funcionan más o menos de la misma manera. Solemos olvidar, o no sabemos, que el cerebro de lxs niñxs opera de manera muy distinta al nuestro por no haber podido desarrollar todavía todas sus funciones. Su manera de entender la realidad no es lógica, analítica sino emocional, visual y cinestésica. Por esta razón, explicaciones del mundo que se basan en la lógica, el análisis, la relación causa-efecto etc. no son tan "digeribles" por los pequeños cerebros.
Las imágenes, las metáforas, los cuentos y las poesías son, por otro lado, maneras mucho más amenas de explicar las cosas, porque hablan en un lenguaje más cercano a la sensibilidad infantil. Pero esto no quiere decir que son tonterías. No quiere decir que vamos a ofrecer una versión simplificada y Disney de la realidad. Quiere decir que vamos a ofrecer una versión que sea lo más nutritiva, asimilable y constructiva para no perjudicar el desarrollo del organismo infantil.

Posicionarnos como adultxs
Habiendo establecido estas premisas, si fuera maestra este año, mi pregunta sería: "¿Cómo puedo reconciliar la situación actual con las necesidades de lxs niñxs, cómo puedo tejer un abrigo que ofrezca sentido, calor y acogida en mi manera de acompañarles?". No me parecen preguntas fáciles de responder. Me vienen a la mente momentos históricos muy difíciles, como las guerras mundiales, y me pregunto cómo lxs adultxs pudieron acompañar a lxs niñxs en aquel contexto. Me imagino que requiere de una fortaleza inmensa a nivel psicológico y emocional, poder posicionarse como adulta de una manera que protege las necesidades de lxs niñxs, que mantiene la mirada en lo que es bueno y bello en este mundo, que conserva la capacidad de empatizar, de sentir con el corazón abierto todo lo que hay que sentir y mantenerse firme en el propósito de ofrecer seguridad y un espacio libre de las perturbaciones de lxs adultxs.
Para poderlo hacer, me parece indispensable que lxs adultxs tengan una red de apoyo a través de la cual poder sostenerse mutuamente. Una comunidad de adultxs capaces de ofrecerse escucha, empatía, reconocimiento, valoración, desahogo, comprensión, compasión y recursos.
Esto parece bastante utópico en el escenario que tenemos, tan dividido y polarizado. Lxs adultxs estamos atravesando momentos de enorme frustración, ansiedad, miedo, rabia, confusión, desconcierto e incertidumbre. Nos cuesta crear una visión compartida de la realidad para poder actuar en colaboración y coherencia. Todo aquello que en nuestra sociedad estaba descolgado, basado en injusticias, incoherencias, falsedades, autoritarismo y opresión está ahora plenamente a la vista. La incapacidad de crear una sociedad justa, inclusiva, colaborativa y solidaria es la herencia que ahora amenaza la salud física y emocional de nuestrxs niñxs. Aún así, la situación requiere que sigamos en el intento.
Muchas personas reconocen la experiencia de tener hijxs como un llamado a crecer, a desarrollarse, a enfrentarse con las partes oscuras del ser, para poder ser mejores acompañantes y guías. Me parece que la situación actual hace aún más imperativo este propósito. ¿Qué necesitamos desarrollar en nosotrxs para poder favorecer un entorno seguro a pesar de las increíbles dificultades que nos afectan? ¿Qué compromisos necesitamos reforzar para ser agentes de cambio en nuestras comunidades y traer la posibilidad de colaboración, diálogo y coherencia?
Siempre he visto la experiencia de cuidar de lxs niñxs, sean hijxs o no, como una actividad social, que nos pone en contacto directo con el mundo y sus retos. Necesitamos crear un mundo habitable para ellxs.

Explicar la situación a lxs niñxs
Sea cual sea nuestra postura frente a la situación actual, si ponemos la seguridad emocional de lxs niñxs en el centro, tal vez podemos re ubicar nuestro pensamiento lejos de las quejas y las recriminaciones y empezar a actuar de forma constructiva. Podemos tal vez desarrollar un grado de aceptación por el hecho que estamos pasando por un momento muy poco perfecto, agradable y sencillo. Podemos crear un relato que ofrezca un camino viable para lxs niñxs en este caos y desasosiego. Los cuentosmnos pueden sostener para hablar con lxs niñxs y crear unas referencias que nos sirvan para navegar el día a día. Si conseguimos poner de lado (no para siempre sino en nuestro tiempo compartido con ellxs) nuestras opiniones para ofrecer una mirada conciliadora, estamos poniéndonos verdaderamente al servicio del desarrollo de sus capacidades y bienestar. 
Crear cuentos es una actividad que, tristemente, ha casi desaparecido aún siendo la forma más antigua de trasmitir conocimiento y normas culturales. Este es un momento muy adecuado para volver a ella. Forjar cuentos que sean honestos y que,a la vez, ofrezcan suficiente sustento y seguridad es un regalo que puede hacer la diferencia entre una situación muy traumatizante y una situación difícil.
En esta charla que ofrecí en la formación en Integración Relacional para educadorxs hace un par de años, comparto lo que es importante y valioso en los cuentos como herramienta educativa, la puedes escuchar aquí.

Reforzar nuestras intenciones
Uno de mis propósitos, si fuera maestra ahora, sería crear una red de apoyo, entre mis amistades y compañerxs de trabajo para ofrecerme y ofrecer un espacio de conexión y cuidado. Simplificaría las cosas y reduciría las exigencias lo más posible y me intentaría centrar en lo esencial de mis estabilidad emocional y física.
Intentaría forjar vínculos con las familias de lxs niñxs en mi cuidado, para desarrollar estrategias, compartir información, recursos y solidaridad. 
Intentaría organizarme con otras personas para conseguir traer el bienestar de lxs niñxs al centro de la conversación política y social.
Intentaría pensar en estrategias alternativas y creativas para lidiar con el día a día, encontrando mi manera de actuar dentro de un contexto lleno de limitaciones y desafíos.
Escribiría cuentos, poesías, dibujaría y me inventaría juegos para compartirlos con lxs niñxs.
Me permitiría llorar, gritar, darle puñetazos a la almohada. Me dejaría descansar todo lo que pueda.
Lo que quiero hacer, ahora que ya no soy maestra, es ofrecer un espacio de escucha y recursos.

Te invito a apuntarte a este espacio gratuito y virtual para compartir ideas, inquietudes y recursos.
Sábado 12 de Septiembre, de 11.00 a 13.00 en Zoom.

Entre otras cosas hablaremos de:
  • Como cuidar de nuestro sistema nervioso bajo estrés
  • Como crear relatos y cuentos
  • Como crear vínculos con las familias
  • Como crear una red de apoyo

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    Tatiana Sibilia es  formadora  certificada de Comunicación NoViolenta y
    facilitadora  de
    Integración Relacional
    Ofrece formación, acompañamiento individual para aprender a practicar la Integración
    Relacional en el día día. ​

         

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